EPILEPSIA

 

Por Fernando Arrieta L.
 

La epilepsia es un síndrome cerebral crónico de causas diversas, caracterizada por crisis recurrentes debidas a una descarga excesiva de impulsos nerviosos por las neuronas cerebrales, asociadas eventualmente con diversas manifestaciones clínicas y para-clínicas. Las crisis pueden ser convulsivas o no convulsivas. No todas las personas que padecen una crisis epiléptica se diagnostican de epilepsia. Se consideran epilépticos cuando padecen por lo menos dos ataques, los cuales no siempre son asociados a los temblores motores de una convulsión.

Una crisis epiléptica ocurre cuando una actividad anormal eléctrica en el cerebro causa un cambio involuntario de movimiento o función del cuerpo, de sensación, en la capacidad de estar alerta o de comportamiento. La crisis puede durar desde unos segundos hasta varios minutos. Hay más de 20 tipos diferentes de crisis epilépticas.

Los síntomas que experimenta una persona durante una crisis epiléptica dependen del lugar en el cerebro en el cual ocurre la alteración de la actividad eléctrica. Una persona que tiene una crisis tonicoclónica (también llamada de gran mal) puede gritar, perder el sentido y desplomarse, ponerse rígido y con espasmos musculares. Otro tipo de crisis epiléptica es la denominada crisis parcial compleja, en la que el paciente puede parecer confundido o aturdido y no podrá responder a preguntas ni instrucciones.
Otras personas tienen ataques muy leves que ni siquiera son notados por otros. Algunas veces, la única manifestación de la crisis epiléptica es un parpadeo rápido o algunos segundos de mirada perdida con desconexión del medio; a este tipo de crisis epiléptica se lo denomina ausencia y es relativamente frecuente en la infancia.

La epilepsia puede tener muchas causas; en unos casos es debida a lesiones cerebrales de cualquier tipo (traumatismos craneales, secuelas de meningitis, tumores, etc.) pero en muchos casos no hay ninguna lesión, sino únicamente una predisposición de origen genético a padecer las crisis. Con tratamiento médico es posible el control de las crisis en un elevado porcentaje de pacientes.

La epilepsia tiene diferentes manifestaciones que se determinan a través del tipo de crisis epiléptica, así como a través de la etiología, del curso de la enfermedad, de su pronóstico (desenlace probable de la enfermedad) y por último a través de un diágnostico EEG («curva de corriente en el cerebro»). El estudio del electroencefalograma no siempre informa que haya indicios de epilepsia porque muchas veces algunos cambios eléctricos se producen en zonas tan profundas dentro del cerebro que el electroencefalograma no los puede detectar. Todos estos factores pueden ser muy diversos, según cada una de las diferentes formas de la epilepsia.


¿Cuáles son los síntomas de la epilepsia?

Existen varias formas de presentación de las crisis epilépticas. Las crisis generalizadas pueden manifestarse con pérdida brusca de conocimiento con caída al suelo, contractura de los músculos de las extremidades y de la cara seguidas de sacudidas rítmicas. En otras oportunidades, especialmente en niños y adolescentes, las crisis se presentan con una pérdida de conocimiento, sin caída al suelo ni convulsiones, de segundos de duración, con rápida recuperación.

Las crisis parciales pueden presentarse con sensaciones subjetivas extrañas o difíciles de describir o con fenómenos auditivos, visuales, sensación de hormigueo, etc. Estos síntomas pueden aparecer en forma aislada o dar paso a una pérdida de conocimiento con movimientos automáticos de la boca, de las manos o de otra parte del cuerpo. En otras oportunidades las crisis parciales pueden presentarse con sacudidas de una extremidad o de la mitad de la cara, sin pérdida de conocimiento.

Si bien hemos mencionado los tipos de crisis más habituales, existen otras manifestaciones menos frecuentes que deben ser evaluadas por el especialista. Además, una persona puede presentar más de un tipo de crisis.

Los distintos signos de alarma que advierten que se está produciendo un ataque epiléptico pueden ser los siguientes:

La forma más típica, conocida también como gran mal es con movimientos de las 4 extremidades tipo sacudidas, se pierde la conciencia y el control de los esfínteres, dura segundos o algunos minutos, cuando persiste se llama estado epiléptico.

Otras formas son las conocidas como ausencias frecuentes en niños. Los síntomas de una crisis pueden ser muy variados y repetimos, no siempre se altera el estado de alerta del paciente.

 

Clasificación

Lo mismo que en las crisis epilépticas, se diferencia también en las epilepsias entre formas dependiendo de si están acompañadas de crisis generalizadas o focales.
Según la Comisión de la Liga Internacional contra la Epilepsia las crisis epilépticas parciales se clasifican en:

Crisis parciales:

1. Crisis parciales simples: Son crisis cuyas manifestaciones clínicas (síntomas o signos motores, sensitivos, autonómicos o psíquicos) y electroencefalgráficos reflejan una descarga de un sistema de neuronas localizadas en una parte del hemisferio cerebral sin alteración de la conciencia.

2. Crisis parciales complejas (con compromiso del nivel de conciencia). Son precedidos por un aura que señala el probable sitio de la descarga (olfatorio temporal; visual occipital) asociados a alucinaciones visuales o auditivas, temor, ira, etc. Son frecuentes ciertos gestos automatizados como movimientos de la lengua, taquicardia, palidez, etc. Generalmente no dura más que unos minutos.

Las causas de las diferentes epilepsias pueden ser muy diversas.

La mayor parte de las epilepsias – de acuerdo a su motivación – son epilepsias residuales, esto es epilepsias como «residuo», como «resto» (Residuum) de un trastorno cerebral anterior, concluido. Estas epilepsias residuales o de defecto pueden ser consecuencia de una enfermedad infecciosa durante el embarazo (por ej. la rubeola), por falta de oxígeno durante el nacimiento, por una encefalitis o meningitis padecida durante la niñez o por una contusión cerebral sufrida a causa de un accidente.

Por un proceso de epilepsia se entiende por el contrario una enfermedad-epilepsia, consecuencia de una enfermedad neurológica progresiva (proceso en continuación, no concluido). El ejemplo más importante y común en un proceso de epilepsia es el tumor cerebral; aunque también pueden conducir a una epilepsia los trastornos vasculares o enfermedades metabólicas. Epilepsias, que son manifestación (signo, «síntoma») de un trastorno cerebral residual o procesual, se denominan epilepsias sintomáticas. Epilepsias, en las que se presume un origen orgánico, pero que no puede ser probado, se denominan epilepsias criptógenas (criptógena = probablemente sintomática).
Las epilepsias no son hereditarias, por lo que no pueden transmitirse a otras generaciones.

A pesar de todo pueden aparecer en varios miembros de una familia. Esto se basa en que, como en muchas otras enfermedades (por ej.
diabetes, reumatismo) – no la enfermedad misma, sino la predisposición a ésta se transmite a la descendencia. Otros trastornos adicionales (por ej. complicaciones durante el embarazo, parto, una enfermedad grave, una lesión en la cabeza) puede ser el desencadenante de esta enfermedad. (Sin embargo no siempre se puede identificar al factor desencadenante).

 

Esta forma de la epilepsia, que además está condicionada principalmente por una predisposición genética, se denomina idiopática. La pregunta sobre el origen de la enfermedad no ha podido aún ser respondida en aproximadamente un tercio de todos las epilepsias.

Por lo dicho hasta ahora, podemos decir que cualquier individuo y a cualquier edad puede padecer una epilepsia.

Etiología de la epilepsia según la edad.
Neonatos: Hipoxia e isquemia perinatal. 
Infección (meningitis, encefalitis, abscesos cerebrales). 
Traumatismos craneoencefálicos (TCE). 
Trastornos metabólicos (hipoglucemia, hipocalcemia, hipomagnesemia, déficit de piridoxina). 
Malformaciones congénitas. 
Trastornos genéticos.

Infancia, Crisis febriles. Infecciones. TCE. Tóxicos y defectos metabólicos. Enfermedades degenerativas cerebrales. Idiopáticas.
Adolescencia: Idiopáticas. TCE. Infecciones. Enfermedades degenerativas cerebrales. Alcohol.

18-35 años: TCE. Alcoholismo.Tumor cerebral|Tumores cerebrales (primarios y secundarios).

35-50 años: Tumores cerebrales (primarios y secundarios). Accidente vascular cerebral. Uremia, hepatopatía, hipoglucemia, alteraciones electrolíticas. Alcoholismo.

 

Existen una serie de mecanismos que posiblemente intervienen en el desarrollo de la crisis epiléptica:

a. Cambios en las proteínas de membrana.
b. Niveles alterados de neurotransmisores (GABA, glutamato) y neuropéptidos endógenos. Alteraciones en el GABA. Potenciación de las respuestas mediadas por receptores glutaminérgicos (NMDA?) con alteraciones en el flujo iónico.
c. Cambios en la relación intra y extracelular de iones. Aumento de iones potasio en el espacio extracelular que favorece una hiperactividad constante.
d. Existen otras influencias colinérgicas y monoaminérgicas sobre la zona epileptógena que pueden hacer variar su extensión intercrítica.
e. Teorías actuales hablan de posibles anomalías en la migración neuronal durante la 7ª-10ª semana de gestación puede ser el denominador común de la crisis.
f. Las neuronas del tálamo tienen una propiedad intrínseca: «Corriente en T o corriente de bajo umbral» regulada por iones calcio. Genera espículas/ondas a un ritmo de 3/seg. Así, en contraste con el pequeño tamaño de estas neuronas talámicas, la corriente en T amplifica las descargas.


TRATAMIENTOS DE LA EPILEPSIA

La epilepsia así como las crísis epilépticas pueden en la actualidad recibir un buen tratamiento. En principio la epilepsia tiene cura.
Al comienzo del tratamiento se debe de examinar, si se puede eliminar la causa de la epilepsia; en este caso se habla de una terapia causal (por ej. la operación de un tumor cerebral, supresión o mitigación de un trastorno metabólico).
En la mayor parte de los casos esto no es posible – ya sea porque no se ha encontrado ninguna causa o porque ésta no pueda ser eliminada (por ej. cicatrices, malformación en el cerebro, predisposición). Se habla de terapia sintomática en el tratamiento de estas epilepsias.
terapia medicamentosa.
-terapia operativa.
La terapia sintomática que se lleva a cabo en la actualidad es la terapia «clásica» que se realiza en más del 90% de todos los enfermos epilépticos a través de medicamentos inhibitorios de crisis (antiepilépticos). En su mayoría esta terapia medicamentos se realiza a lo largo de muchos años. Gracias a ello muchos de los pacientes tratados (aproximadamente un 60%) no padecen crisis y en un más del 20% de los casos se consigue una mejora en las crisis. La tolerancia de los antiepilépticos es buena en general; sin embargo, en casos excepcionales, estos medicamentos pueden tener graves efectos secundarios y ser perjudiciales para los pacientes. Por ello es absolutamente necesaria una vigilancia facultativa regular de la terapia.
De cada diez pacientes tratados con medicamentos...
… 6 no padecerán más crisis.
… 2 presentarán una mejoría notable.
… 2 no experimentarán ninguna mejoría.





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LA ANGUSTIA

 Por Cinthya Trejo Z.

               Del latín angustĭa (“angostura”, “dificultad”), la angustia es la congoja 
o aflicción.  Se trata de un estado afectivo que implica un cierto malestar 
psicológico, acompañado por cambios en el organismo (como temblores, 
taquicardia, sudoración excesiva o falta de aire).
 
       La angustia es una reacción afectiva  se presenta en toda neurosis y es el núcleo dinámico de esta,  puede causar reacciones fisiológicas intensas tales como taquicardia, sudoración, temblor, etc. 
       A diferencia del miedo en la angustia no existe un peligro evidente, si no subjetivo y oculto es decir una persona experimenta miedo de muerte cuando padece una enfermedad grave o está ante un asaltante que le apunta con una pistola ahí el peligro es evidente y objetivo, mientras que alguien puede experimentar angustia de muerte por el sólo hecho de salir a la calle y pensar que será agredido por un asaltante o que la arrollará un auto etc. Peligros no observables. Sin embargo para la persona que experimenta la angustia estos peligros están presentes y son reales debido a que la intensidad de su angustia es proporcional al significado  que esa situación tenga para ella.

Ahora bien algunos neuróticos reportan y se dan cuanta claramente de que sienten angustia ya sea en situaciones específicas o en general pero hay otros que no dan cuenta de esto aunque claramente presentan esta angustia en su vida diaria, esto se debe ya que la angustia es un afecto muy tormentoso e incluso insoportable , por ello en ocasiones y dependiendo del individuo hallaremos la manera ya sea consiente o no de no sentirla ya que nos sentimos indefensos y dominados por este afecto con carácter irracional el cual marca o advierte implícitamente que hay algo que debemos modificar y que no anda bien en nosotros.

                      Por tanto existen métodos para evitar esta angustia como lo son la racionalización que es un recurso demasiado usado en los neuróticos y que por ello en el trabajo psicoanalítico no es objetivo el persuadirlos de que no es un temor racional si no ver el significado que para ellos tiene cierta situación o evento.  
Otra manera es la negación, al negar la angustia se puede somatizar, aquí vemos por ejemplo las reacciones fisiológicas antes mencionadas como taquicardia, mareo, sudoración etc., o también podemos negarla de manera consciente a base de un esfuerzo de voluntad pero esto solo ayudara  a una de las tantas manifestaciones de la angustia . Otra manera es narcotizarla con alcohol y narcóticos o de manera más sutil demostrada en comportamientos específicos.  La ultima forma de escapar  de la angustia seria rehuir de ella evitando toda situación, idea o sentimiento que la provoquen, llegando incluso a la inhibición.

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MACHISMO EN LAS RELACIONES HOMOSEXUALES

 

Por Cinthya H. Trejo

¿Se puede hablar de la presencia de machismo dentro de la dinámica de las relaciones homosexuales?
Es común que cuando hablamos de machismo, en México hagamos imagen mental de un hombre siendo violento con una mujer. Incluso en la idea común de muchas personas aún se piensa que el machismo se da sólo cuando en una relación hay violencia física de por medio y que si esta no es de “riesgo», no pasa nada. En ocasiones se identifica al machismo como el mero control del género masculino sobre el femenino. Con clichés como el rol de la mujer en el hogar, o su deber de madre más que de profesionista. Y a otras conductas, también machistas, no se le considera como tal según varios criterios de la idiosincrasia general.
Pero en este término su definición va más allá de la magnitud de la violencia o de la creencia de exclusividad y superioridad de un género sobre el otro, entre muchas variables, tenemos que no es un problema enfocado, es decir que no sólo se puede ser machista contra las mujeres y no sólo pueden tener conductas machistas los hombres. 
La Real Academia Española (RAE) define al machismo como la actitud de prepotencia de los hombres respecto de las mujeres. Se trata de un conjunto de prácticas, comportamientos y dichos que resultan ofensivos contra el género femenino.
El machismo es un tipo de violencia que discrimina a la mujer como principal objetivo, sin embargo hoy en día también se da hacia y en relaciones homosexuales. También puede hablarse de machismo contra los denominados metrosexuales o todo aquel hombre cuya conducta exhibe alguna característica que suele estar asociada a la feminidad. 
El machismo es una construcción cultural basada en la historia de la evolución de la socialización de los roles de género, en esencia es un modo particular de concebir el rol masculino basado en el mito de la superioridad de los hombres. Engloba el conjunto de actitudes, conductas, prácticas sociales y creencias que justifican y promueven el mantenimiento de conductas percibidas tradicionalmente como heterosexuales masculinas y también incluye comportamientos discriminatorios contra las mujeres y hombres que no las practican.
Dinámica de pareja, como foco de comportamientos machistas.
En las parejas homosexuales así como las heterosexuales se juega un rol de parte de cada uno de los integrantes y por lo tanto de acuerdo al tipo de rol que cada uno adopta se podría dar entre esa relación una situación de machismo sin importar que sea una relación entre dos hombres o dos mujeres.
Son hombres o mujeres con una educación machista, independientemente de su preferencia sexual, que crecieron con frases donde se minimiza al “sexo débil” y que al momento de entablar una relación se colocan como superiores o inferiores. Es de este comportamiento, en el que se adoptan roles dominantes o pasivos, independientemente de la orientación sexual de la relación, de lo que depende en gran medida el hecho y la probabilidad latente de caer en esta gama de actitudes machistas hacia el miembro de la pareja que “decide” tomar de inicio el rol pasivo.
No olvidemos entonces que en parejas homosexuales también se pude dar violencia física, psicológica, económica, sexual, etc. Y que este comportamiento puede estar basado en la idea de que el hombre o lo masculino es superior a cualquier contraparte. Recordemos que no solo se reduce a agresiones físicas.
 
Conductas como el chantaje, los celos, el control sobre la pareja: celar amistades, alejar a la persona de la familia, amigos y trabajo. Reducir o controlar sus gastos, limitar su libre desarrollo, etc. Tendrán en su gran mayoría una base machista de represión hacia lo que salga de los cánones del comportamiento deseado o esperado en el otro, en quien juega el rol que no corresponda (o se perciba que no corresponde) a lo masculino.
Otras formas en las que tiende a presentarse este problema suelen ser la competencia por tener más parejas sexuales, quién tiene mejor posición social o económica e incluso quien tenga mejores atributos físicos. 
Todo esto no es normal, se basa en estereotipos de una figura dominante que se asocia, en parejas homosexuales y en parejas heterosexuales, a la figura masculina de igual modo, al «galán», al «héroe» o al «poderoso». Donde la opinión y voluntad de la pareja se ve disminuida o suprimida, basándose de igual modo en una figura pasiva que se asocia en ocasiones, al rol femenino. La «sumisa», la «pura y buena» y la que «no tiene opinión». 
Igual que sucede en los comportamientos machistas fuera de la relación heterosexual, estos son justificados, entendidos como parte de una dinámica establecida y fomentados por la idea de que forman parte del «status quo», o del «ser hombre».
 Conclusión
En general, la dinámica de una pareja con roles dominante-pasivo, y la asociación de uno de esos roles con lo “femenino” y el otro con lo “masculino” son la razón de que se presente el machismo en las relaciones de pareja sin importar si son homosexuales o heterosexuales. Ya que el machismo se ve como un conducta inherente a los roles que se juegan dentro de la pareja y se tiende a confundir con amor. El machismo encuentra cabida en el ajuste de un posicionamiento dominante y otro pasivo que pasa en la mayoría de las relaciones contemporáneas y que en muchas ocasiones resulta inevitable para los miembros, sobre todo cuando dichos roles son rígidos y toman (o retoman) argumentos y «estrategias» de la idea machista básica, para mantener el “funcionamiento de la pareja”.Ya que la flexibilidad en estas posiciones y el administrarlos dentro de una dinámica sana de la pareja (equitativa) no conlleva problemas serios.
Es importante reconocer los comportamientos machistas independientemente de en qué tipo de relación estamos, en cualquier constructo e interrelación social, identificar lo han dado en llamar micromachismos. Y permear cada vez más las ideas de igualdad y equidad que permitan que en cualquier comportamiento humano, nadie, ni por ser hombre o jugar un rol semejante ni por educación o «influencia social» se postre superior a ningún otro.
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LA DOBLE MORAL

Por Fernando Arrieta L.

 

Cuando hablamos de doble moral, en el sentido coloquial, sabemos que implica una contradicción marcada entre la actitud ante un comportamiento ajeno específico y la conducta propia, normalmente incurriendo en cometer justo lo que se critica. Para indagar más acerca de donde se origina dicho comportamiento, realizamos este análisis.

 

¿Por qué es tan común y a la vez tan compleja esta conducta?

 

Al observar el comportamiento del otro inevitablemente lo sometemos a un juicio, de función principalmente, de interacción y por ultimo de valor. Es decir, primero nos preguntamos ¿Por qué lo hace, que objetivo persigue y si lo logrará o no? Luego nos preguntamos ¿Cómo es que nos afecta o nos beneficia dicho comportamiento? si hemos de promoverlo o evitarlo. Y por último, si ese comportamiento es correcto respecto a nuestros estándares personales, experiencias propias y el «deber ser» o el «bien común» que tenemos más o menos estructurado. 

 

Ahora inviertan el orden en el que se enjuicia el comportamiento del otro, y tenemos la linea critica incoherente que da pie a la doble moral. Lo primero que ha de hacer la persona, es juzgar un comportamiento como «correcto» o «incorrecto» dependiendo del esquema de valores, usos y tradiciones propios. Pero hasta ahí estamos enfrentados únicamente a un comportamiento crítico, descalificativo y jerárquico, en el que se critica lo que nunca se haría. La doble moral entra en el siguiente apartado del enjuiciamiento, si alguien más lo hace ¿Por qué yo no? Si a él le conviene o lo puede hacer a “sus anchas”, aunque sea incorrecto ¿No puedo hacerlo yo también?

 

Existe un deseo en todos nosotros, inconsciente, de llevar a cabo aquello que no está permitido (sobre todo lo que no nos permitimos a nosotros mismos), ese punto de éxtasis liberal podría representar un punto tan hedónico que provoca rehusarse a «caer en la tentación». Así se ve en el comportamiento del otro y se identifica como negativo el cumplimiento «irresponsable» de un deseo reprimido por nuestros propios esquemas de comportamiento «adecuado o correcto», los mismos esquemas que de principio identificaron aquella conducta como impropia.

 

Es común encontrar que en personas “homofobas” haya una tendencia homosexual reprimida, que personas que criticaron por ejemplo la libertad sexual alcanzada en décadas anteriores, tuvieran problemas relacionados a la sexualidad, con la presencia de muchos complejos. Que aquel que critica la reacción impulsiva tienda a responder pasivamente o con cautela en ciertas circunstancias pero en otras tenga comportamientos incluso más impulsivos que los que descalifico en principio. Tenemos otro ejemplo claro en la predicación, que se identifica cuando los preceptos personales son llevados al «deber ser» del sentido común, tratando de orientar y delimitar la conducta colectiva para que siga la línea del bien o de lo correcto.

Sin embargo, como cualquier esquema moral individual, ha de caer en puntos críticos en cierta contradicción. Ejemplos claros, la pederastia en la iglesia, el racismo y la discriminación dentro de prácticamente cualquier grupo social, los programas sociales de empresas que no son responsables socialmente ni mucho menos en otros aspectos, así como la percepción colectiva de hacer el bien, que se reduce a la mínima expresión cuando el individuo se encuentra solo o por ejemplo únicamente con su familia. 
No siempre es igual
 
Si bien coloquialmente tenemos estos comportamientos identificados como de «doble moral», hay que aclarar que no todas las personas que rechazan o están en desacuerdo con la orientación sexual de otras personas son homosexuales, que no todos los que critican la impulsividad tenderán a presentarla. Y por otro lado, es importante saber que la doble moral no se recarga sobre un comportamiento contradictorio, sino sobre la percepción errónea de que un comportamiento debe ser descalificado en el otro y el comportamiento propio equivalente o simbólico, será permitido en el fuero personal.

 

Así por ejemplo, la persona “homofoba” hace explicita la «doble moral» cuando en su conducta refleja el deseo reprimido de la libertad de identidad y de vida sexual. Cuando alguien critica el comportamiento agresivo, pero no se comporta con agresividad, dicha moral contradictoria se presenta cuando esta agresividad permite un rango de movimiento más amplio, cuando la agresividad le consigue cosas o beneficios desde el desahogo hasta la respuesta sumisa de alguien más, y es ahí cuando no es criticada (cuando le “conviene”). Cuando una empresa, consigue estructurar un servicio social de por ejemplo, ayuda a los discapacitados, provee conveniencia que permea su imagen como una organización comprometida con su audiencia o clientela, pero descuida otras áreas en las que dicho compromiso se ve mermado ya que será quizá menos tangible o menos beneficioso.

 

De igual modo las personas no siempre actúan en base a este deseo reprimido de hacer lo que critican. En ocasiones simple y sencillamente es un modo de que la evaluación final, parezca comprometida con el bien común en cierta área. Por ejemplo, una persona puede mantener una firme convicción ante la crítica a la interrupción legal del embarazo que mencionamos en otra entrada, pero al final carece de la misma determinación para “rechazar” comportamientos en otras áreas menos comprometidas o menos esperadas por el grupo social de referencia, como por ejemplo, disminuir el comportamiento de maltrato infantil o hacia la mujer.
La doble moral 
 

 

En conclusión, las personas tendemos a proyectar nuestros deseos reprimidos en el otro, sobre todo cuando actúa como a nosotros no se nos está permitido actuar (aunque el limite lo establezcamos nosotros mismos).

 

Esta proyección da pie a la crítica incoherente en la que en realidad desearíamos poder hacer lo que aquel hace, y terminamos por caer victimas de nuestra incoherencia «cometiendo» una conducta que se asemeja a la que descalificamos en un principio, o que incluso es la misma. Otras veces, la crítica incoherente, da pie a la expresión de ese deseo reprimido con conductas opuestas pero igual o más inadecuadas o incorrectas, pero que nos «damos permiso» de hacer. Y por último, en ocasiones el deseo no se revela con tal intensidad, pero la culpa si, y el sujeto o las organizaciones sociales, “limpian” su imagen siguiendo el canon social de tachar y remarcar lo que no se debe hacer, sólo para compensar su fallo en otras áreas. Quien se equivoca, antes de intentar corregirse, intentará remarcar los errores de otros.

 

La doble moral es entonces una herramienta de comportamiento social, que da cabida a nuestros deseos reprimidos, a un comportamiento permisivo aunque incoherente y a la expiación de conductas que, de otro modo representarían una carga moral propia (culpa). Una moralidad con la que nos toparíamos diario, al despertarnos y que instintivamente casi, es preferible “echársela al otro”.





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LAS LINEAS DE PERSONALIDAD ANNA FREUD

Por Cinthya Trejo Z. y Fernando Arrieta L.

 
Ana Freud define las líneas de desarrollo como un cuadro en que se pueden observar los logros o fracasos de determinado niño en el desarrollo de su personalidad, en ellas se busca una interacción entre el ello y el yo y sus distintos niveles de desarrollo y las secuencias de los mismos de acuerdo con la edad.
Existen diversas líneas de desarrollo y algunas tienen validez para casi todos los campos de la personalidad individual, estas trazan un crecimiento gradual en actitudes y comportamientos del niño, pudiendo seguir un camino de logros o fracasos a lo largo de su desarrollo.
Hay una línea de desarrollo básica, conocida como ESTADIOS EVOLUTIVOS, la cual conduce desde la absoluta dependencia del recién nacido hasta la autosuficiencia material y emocional del joven adulto, para esta las fases oral, anal y genital son solo la base congénita de maduración, esta línea se divide en:
Oral.
1.      El niño establece la succión como un medio de contacto con el entorno en especial durante la lactancia con la madre. Comienza a incorporarse al mundo que le rodea.
2.       El niño sigue una fase de interacción con el mundo, mordiendo e intentando destruir los elementos a su alrededor. Se le conoce como canibalística
Anal
1.      Comienza a practicar biológicamente el proceso de expulsión
2.      Consigue poco a poco el control de esfínteres, y continua así con la retención.
Fálica
1.      En un primer momento el niño vive el complejo de Edipo, como es entendido en la teoría psicoanalítica
2.      Pasa posteriormente a una fase de maduración
Existe otra línea de desarrollo, que va desde la dependencia emocional hasta la autosuficiencia emocional y las relaciones objetales.
DE LA DEPENDENCIA EMOCIONAL A LA AUTOSUFICIENCIA
 
La etapa de la unidad bilógica es una de las etapas de la línea base que se divide en tres fases la autista, simbiótica y de separación-individuación. En esta etapa la madre extiende su narcisismo al hijo, y el niño la incluye como parte de su yo. Las fases antes mencionadas permitirán que el niño desarrolle un papel activo en el mundo cercano a él (término del autismo), que se una a su madre concluyendo una relación de mutua conveniencia (relación simbiótica) y que desarrolle un descubrimiento autónomo e individual que le permita desligar su yo, de la madre (separación-individuación).
 Posteriormente encontramos la fase de satisfacción de las necesidades (relación analítica con el objeto parcial), en la cual el niño tiene urgencia de necesidades somáticas y la madre tiene que satisfacer estas. Aun se es dependiente de la resolución de los deseos por parte de la madre, pero estos son ya identificados, reconocidos y en mayor parte cada vez expresados por el niño.
La fase de constancia objetal, conforme el niño asimila que no tienen que ser satisfechas sus necesidades para que se mantenga una imagen positiva del objeto. Consigue así una imagen interna del objeto (positiva) que sigue independiente a la satisfacción de las necesidades.
La relación ambivalente, en la fase preedípica-sadicoanal, lleva al niño a mostrarse con actitudes del yo de depender, torturar, dominar y controlar a los objetos amados. El contraste ante dichas actitudes permite que el niño interactúe de manera constante con el entorno midiendo fallidamente los límites de esta relación, tiende a ser ambivalente o contrario en sus actitudes hacia los objetos que ama, no solo hacia la madre, pero en especial con ella.
La siguiente es la fase fálico edipica, centrada en el objeto, se tiene una actitud posesiva hacia el progenitor del sexo contrario, curiosidad, deseo de proteger, actitudes exhibicionistas, celos y rivalidad hacia el progenitor del mismo sexo. Y paulatinamente se genera identificación con los objetos semejantes (ej. otros niños).
En la fase de latencia, se da una transferencia de la libido de las figuras parentales hacia otras personas, objetos o ideales. Los padres pierden parte de la idealización original, y se experimenta una desilusión respecto a ellos, mientras que hacia otros objetos o ideales, sobre todo los personales, se genera esta misma curiosidad y deseos de control o satisfacción.
La fase del preludio preadolescente, en la que hay un retorno a conductas del objeto parcial, de satisfacción de las necesidades, y de tipo ambivalente.
Por ultimo termina con la lucha del adolescente, en la fase de la supremacía genital, en esta se niegan, contrarrestan y cambian vínculos con sus objetos infantiles y se da la supremacía genital transferida al sexo opuesto.
Todas estas etapas como mencionamos forman parte de la línea de desarrollo básica pero podemos encontrar otra línea de desarrollo:
HACIA LA INDEPENDENCIA CORPORAL
è Desde la lactancia a la alimentación racional: el niño debe regular de modo activo y racional la ingesta de alimentos y también hacerlo de manera independiente. En esta
Se pueden ver en ella, la etapa de lactancia, seguida del destete, transición hacia comer solo, luego vendría el comer solo, después la desaparición gradual de la razón comida –madre en el periodo edípico y por último la desaparición del sexualización de la comida durante el periodo de latencia.
è De la incontinencia al control de esfínteres: en la cual tenemos como finalidad la modificación, transformación y control de las tendencias uretrales y anales, se observan conflictos entre el ello, yo y superyo y las fuerzas ambientales. Solo al completarse las cuatro fases que comprenden esta línea se asegura por completo el control de esfínteres cuando este ya no depende de las relaciones objétales.
è De a irresponsabilidad hacia la responsabilidad del cuidado corporal: de manera lenta y gradual el niño también asume la responsabilidad del cuidado y protección de su cuerpo contra los daños que podría llegar a tener, ya que el niño deposita la mayoría de estos cuidados en la madre. Primero la agresión se dirige desde el propio cuerpo hacía el mundo exterior, después se dan un avances en el funcionamiento del yo tales como la orientación en el mundo exterior, la comprensión de causa y efecto y el control de deseos peligrosos en beneficio del principio de realidad y la última etapa se caracteriza por la aceptación voluntaria de las reglas de higiene y sanitarias. La respuesta libidinal del niño, se transfiere del cuidado de la madre, hacia el cuidado de sí mismo con una identificación narcisista de si mismo.
è Desde el egocentrismo al compañerismo: que como su nombre lo denota primero se tiene una perspectiva narcisista y egoísta, más tarde se mira a los demás como objetos inanimados y pronto se comienza a ver una integración con otros al menos para realizar tarea básicas y por último se ve a ello como compañeros y socios hacia los cuales se pueden tener ciertos sentimientos y amistad.
Todas las líneas anteriores son líneas de desarrollo que comprenden ciertas fases ya que los cambios en el niño son graduales estos cambios son básicos para formar una personalidad armoniosa del niño, lo significa que ha alcanzado un nivel esperado en la secuencia hacia la madurez emocional, hay un gran número de niños que alcanzan altos niveles en algunas líneas de desarrollo mientras que en otras no es así, esta carencia de equilibrio entre líneas causa dificultades en la niñez. Para ayudar a que este desarrollo se dé en condiciones óptimas es importante destacar que el vínculo con la madre debe trabajarse y estimularse logrando un sentido de unidad y armonía con ella.





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