CAMBIOS PSICOLÓGICOS EN LA ADOLESCENCIA

Cambios Psicológicos en la adolescencia.

La construcción de uno mismo.

Independencia

Aunque de inicio es un camino hacia la autonomía, que tiene que ver con el asumir sus responsabilidades, el trasfondo es un desapego intelectual y emocional, que en muchas ocasiones se presenta como un distanciamiento afectivo. El contraste se da cuando, a pesar de desear pasar más tiempo solos, tomar sus propias decisiones, pasar más tiempo con los amigos o fuera de casa, los adolescentes aún se sienten confundidos e inexpertos para dejar por completo la seguridad y protección del hogar.

La individualización y autonomía son necesarias, le permitirán al adolescente desarrollarse plenamente de acuerdo a sus propias actividades e intereses. Poniendo a prueba sus habilidades en el mundo exterior ya sin la protección permanente de sus padres o su familia. Sin embargo la distancia que deben de tomar respecto a las demás personas ha de ser siempre cuidadosa. El adolescente se sentirá plenamente satisfecho si consigue independientemente hacerle frente a los nuevos retos que enfrenta. Pero no siempre será así, posiblemente sus capacidades le serán insuficientes para superar o enfrentar alguno de esos retos, y experimentará miedo y dudará de sí mismo.

Ahí la familia y amigos pueden ofrecer redes de apoyo que representen un punto de anclaje (un puerto seguro) sobre el que el adolescente pueda reflexionar su accionar y encontrar otros métodos de conducirse.

Así, las decisiones las comenzarán a tomar solos, pero las comprenderán y vivirán las consecuencias con el apoyo de sus grupos de referencia.

 




Pertenencia

El adolescente no busca sólo un grupo que le acompañe, o en el cual «encajar», busca un grupo de referencia, del cual sentirse parte por méritos propios, al cual poder aportar desde su individualidad, que lo acepte (tal cual es) y con el cual se sienta identificado.

Es por ello que la familia en muchas ocasiones ya no cumple por completo las características de un grupo tan complejo, y el joven comenzará a buscar grupos con los que tenga «más cosas» en común. Gustos, tiempos, edad, género, etc. Ya que al final serán para bien o para mal estos grupos a los que recurrirá como punto de apoyo y como modelo a seguir.

Personalidad

Durante los primeros años de vida pasamos por ciertas etapas, conocidas como etapas Psicosexuales que van, por así decirlo, moldeando la personalidad. El éxito o fracaso en dichas etapas marcan la presencia o ausencia de ciertos rasgos en la personalidad del adolescente. Es así que durante la adolescencia se pueden repasar y subsanar algunos fallos que se presentaron en las primeras etapas de vida, pero estos mismos rasgos también se pueden recrudecer y/o empeorar.

El adolescente volverá a enfrentarse a un mundo que no satisface al cien por ciento sus necesidades, un mundo que no gira a su alrededor, un mundo con reglas y limitaciones (así como obligaciones y responsabilidades), un mundo en el que no todas sus capacidades le garantizan éxito, y no todo el éxito que obtenga es un reflejo fiel de sus capacidades.

El manejo que tenga de estas realidades, así como la manera en la que la familia y amigos le ayuden a sobrellevarlos representará factores de gran importancia en el tipo de rasgos de personalidad que se establecerán a partir de la adolescencia y en adelante en su vida.

Estos rasgos de personalidad, al ser reforzados, generan en el adolescente una falsa impresión de autosuficiencia, rasgo relacionado en muchas ocasiones con el egocentrismo, creer que están en lo correcto siempre o que ciertos preceptos lógicos a ellos no les aplican y a ellos «no les va a pasar».




Identidad

Es en esta etapa cuando los gustos y preferencias, el autoconcepto, la intimidad, los valores y carácter, así como las tendencias de comportamiento propias del individuo se van delimitando. Es común que la base de la identidad siga siendo aquella que se obtuvo en la infancia, en el núcleo del grupo principal de referencia, la familia; sin embargo, los nuevos elementos se ajustan por lo general a los modelos y preceptos a los que el adolescente tiene acceso.

Así, podemos observar que la identidad en los primeros años de la adolescencia es una amalgama obtenida de los modelos a seguir, tales como figuras públicas, congéneres y miembros de su grupo de edad, miembros del grupo al que pertenece y otros modelos adoptados sobre el deseo del joven de lo que quiere ser o lo que quisiera ser.

Este proceso puede generar una enorme confusión en el adolescente, y sensaciones como desapego o segregación cuando la identidad nueva «encaja» pero no es auténtica, o es auténtica pero «no encaja». El adolescente comienza a equilibrar la deseabilidad social y su identidad, buscando adaptarse sin traicionarse.

Hacia al final de la adolescencia, se han desechado rasgos de identidad que no «congeniaron» con la personalidad del adolescente, y comienza un diseño propio de la identidad, en la que los elementos personales, individuales y auténticos constituyen la parte principal (aun siendo una reinvención o reinterpretación de los modelos que anteriormente la conformaron). La identidad no se estanca en esta etapa más bien se establece, seguirá cambiando en el futuro.

Emociones más complejas

Aunque es común y sencillo atribuir los cambios emocionales (sobre todo la volubilidad) a los cambios físicos y hormonales en los adolescentes estos tienen una premisa más compleja. Si bien a nivel psicofisiológico ocurren cambios que les mantienen más sensibles a sus propias emociones y a los factores ambientales que las generan. El adolescente es capaz de sentir una gama más amplia de emociones y sentimientos.

Sus reacciones ya no se limitan a la alegría, el enojo, la tristeza o el miedo. En esta etapa hay gradientes de dichas emociones, tales como la euforia, el entusiasmo, la impotencia, la frustración, la sensación de injusticia, la melancolía o nostalgia, la inseguridad o angustia, etc.

Dichas reacciones emocionales se encontraban ya presentes, sin embargo, en etapas aún infantiles son conducidas por los adultos y muchas veces desahogadas con elementos más o menos útiles para un niño pero poco o nada funcionales en el adolescente y el adulto. En la adolescencia, aunque ayuda, la solución ya no es tan fácil como un helado y un curita.

Y aquellos factores del entorno que generan dichas emociones son también más complejos de identificar, percibir y manejar o solucionar. Las sensaciones como el rechazo, la discordia, la desatención o la injusticia son percibidas por el adolescente desde una perspectiva más trascendental, siendo así consciente de cuanto le afecta o le podrá afectar. Y las reacciones suelen ser encaminadas a ello, buscará a toda costa hacer tangible que alguna situación no le agrada. Este efecto es notable también respecto a las emociones positivas, algo que le agrada al adolescente y le hace sentir bien, buscará repetirlo y controlarlo de manera autónoma.




Relaciones afectivas y Relaciones interpersonales

Dentro de los elementos que surten un efecto directo en la identidad y las emociones, está el hecho de que el adolescente ahora juega más roles afectivos con su entorno, y es a través de dichas relaciones que se conforma el modelo de los lazos afectivos que establecerá a lo largo de su vida. Ahora los jóvenes aprenderán a ser novios, mejores amigos, alumnos, compañeros, colegas, miembros de un club, etc. Papeles que nunca han jugado en su vida, o no con la seriedad con que se presentan en esta etapa. Ello conlleva distintos retos a los que tendrán que responder, conjugando factores emocionales y sociales para los que no siempre están preparados.

Estas relaciones suponen un cambio en el estilo de vida, compromisos, organización del tiempo, y traen consigo en la mayoría de los casos experiencias gratas o desagradables a través de las cuales los jóvenes aprenden a relacionarse con su entorno. Es entonces respecto a la calidad de estas relaciones interpersonales que el adolescente se adaptará de mejor o peor manera.

El joven se identifica con figuras representativas que le llevan a desarrollar un lazo afectivo fantasioso e idealizado con algunas personas. Lo que da origen a los conocidos «amores platónicos» y a la búsqueda, en ocasiones desesperada, por agradar a ciertas personas, amigos, profesores, pareja, familia, etc.

Por otro lado el noviazgo (más formal en esta etapa) suele ser la relación interpersonal afectiva más compleja por mucho en esta etapa. El proceso de elección de pareja, y el posterior cortejo requieren conductas específicas que en algunas ocasiones son aprendidas y reproducidas (se ven en películas u otros adolescentes) y en otras ocasiones son diseñadas y generadas en el momento (se recargan en la identidad), ambas pueden ser más o menos funcionales y desencadenan un protocolo de ensayo y error, con el que el adolescente adquirirá la suficiente experiencia para establecer este vínculo.

Una vez en marcha el noviazgo, las exigencias emocionales y comportamentales del mismo requerirán que consiga comunicarse y adaptarse nivelando sus expectativas con las de la pareja, y buscando a través de nuevo del protocolo de ensayo y error, el funcionamiento sano y disfrutable de la relación.

Conflictos existenciales

¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Hacia dónde voy? Pueden ser preguntas comunes en el ser humano, pero en la adolescencia tienen una repercusión especial y mayor, ya que las decisiones que se toman, por primera vez se perciben en su magnitud. Muchas de estas preguntas en la infancia no tienen importancia porque pareciera que puede cambiar de respuesta de un momento a otro, sin embargo en la adolescencia se dan dos fases.

Al inicio de esta etapa, el adolescente no busca afanadamente ni se aferra a la respuesta de estas preguntas, pero gran parte del tiempo estas preguntas surgen, al enfrentar la toma de decisiones y las consecuencias de las mismas, al equivocarse y al ir estableciendo su personalidad e identidad.

Posteriormente el adolescente ahora si busca contestar estar preguntas antes de tomar decisiones más trascendentales en su vida, como elegir carrera, mantener una relación, hábitos y costumbres de vida, etc. La respuesta ahora es requerida y necesaria. Sin embargo, puede ser difícil delimitarla aun siendo un joven en una fase avanzada de la adolescencia.

Estas crisis existenciales generan también un cambio en el estado de ánimo de los jóvenes, y en la manera en la que responden a las demandas del entorno, fomentando casi en general una de dos alternativas, asertividad o desconfianza en sí mismo. Ambos rasgos pueden influir como un efecto en cadena, a que dichos conflictos existenciales se rezaguen en el adulto joven, estancando a la persona en una adolescencia permanente.




Sexualidad

Cómo mencionamos en esta etapa no sólo se desarrollan los rasgos sexuales secundarios, también se alcanza la madurez sexual, es decir el cuerpo humano produce respuestas sexuales y es capaz de generar células sexuales (espermatozoides y óvulos), y por ende de embarazarse. La presencia del ciclo menstrual y la eyaculación masculina también son una señal de dicha madurez fisiológica.

Sin embargo el aspecto psicofisiológico suele ir a un ritmo diferente. Durante los primeros años de la adolescencia el deseo sexual es ya registrado pero genera más dudas y timidez que conductas consecuentes. Conforme el adolescente comienza a entender su sexualidad y vivirla, con la masturbación por ejemplo, así como los primeros contactos físicos de aspecto sexual producto de sus relaciones interpersonales más desarrolladas también, el deseo sexual comienza a generar conductas más definidas, como la búsqueda del placer y de intimidad con las personas que les resultan atractivas (principalmente en el aspecto físico).

Así en la adolescencia descubrimos una nueva conducta que nos genera placer y vínculos afectivos, pero que sin embargo, trae consecuencias inherentes, y es esa la parte compleja de la sexualidad en el adolescente, ya que desarrollarla adecuadamente dependerá de que tanto se haya asimilado el comportamiento sexual con sus respectivas responsabilidades.

De manera bien entendida, la sexualidad responsable permitirá evitar riesgos por enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados y conflictos emocionales asociados a la dependencia afectiva, y a la violencia de pareja y sexual.

Dentro de los factores emocionales relacionados a las experiencias sexuales, encontramos que el deseo sexual es también afectivo, resultado del cual el vínculo que se genera en la intimidad formará parte clave en las relaciones interpersonales y lo bien o mal que nos hagan sentir estas. Ya que dicho vinculo puede recaer en elementos como la culpa o la decepción. Y es este punto el elemento crucial respecto a la sexualidad en la adolescencia, ya que el sistema de valores, las creencias religiosas, los complejos heredados de familia o propios, la presión del grupo o de la pareja, y las limitaciones sobre el tema que aún hoy en día existen, pueden generar que estas experiencias se conviertan en algo desagradable y conflictivo, en lugar de ser esa pieza constitutiva del crecimiento y de la vida humana que permite disfrutar nuestro propio cuerpo, nuestras relaciones interpersonales y nuestra vida, otorgando placer y a la postre en algunos casos oportunidad de reproducirnos.

La información y programas de concientización para jóvenes respecto a la responsabilidad en este aspecto de la vida nunca son demasiados, el acceso y conocimiento de los métodos anticonceptivos, métodos de prevención de enfermedades de transmisión sexual, así como estrategias para vivir una sexualidad plena, evitar conductas de riesgo o conductas sexuales con las que no estamos de acuerdo es y debe ser parte prioritaria de la educación de los jóvenes.

Compartir

CAMBIOS SOCIALES EN LA ADOLESCENCIA

Cambios Sociales en la adolescencia.

Las experiencias

Grupos de referencia, redes de apoyo y Presión del grupo

Como se mencionó arriba es importante la socialización con nuevos grupos que generen un sentido de pertenencia, sin embargo, es importante que dichos grupos sean una buena referencia e influencia para el joven, sobra decir que un grupo de referencia con consumo elevado de sustancias nocivas para la salud es menos preferible que un grupo de referencia que realice, por ejemplo, una actividad deportiva o artística. Lo importante es identificar que el adolescente puede convivir y pertenecer a ambos, pero su pertenencia y referencias habrán de estar más recargadas al grupo funcional socialmente hablando.




En este sentido la presión del grupo, puede fomentar conductas que vayan en contra de los deseos individuales del adolescente, pero que se asuman como necesarias si este quiere aún pertenecer al grupo. El joven es susceptible más que el adulto a la presión del grupo por el temor a «dejar de formar parte» de este, así, los grupos de apoyo y otros grupos de referencia constituyen una red de seguridad sobre la que el adolescente podría caer si decide no ceder a la presión que un grupo específico ejerce sobre el para, por ejemplo, llevar a cabo conductas de riesgo.

Conductas de riesgo y Deseo de experimentar

A partir de la influencia de sus contemporáneos, el adolescente puedo comenzar a buscar experiencias diferentes asumiendo conductas nuevas, que en algunas (no pocas) ocasiones implican un riesgo para él o para la sociedad. Le emoción de experimentar lo nuevo, lo arriesgado y lo prohibido, ha de estar siempre contrastada con la noción de las consecuencias que dicha experiencia puede acarrearnos. Muchas de las conductas «de riesgo» lo son por cómo se realizan y no tanto por la conducta en sí. Buscar entonces oportunidades que permitan desarrollarlas con responsabilidad es una alternativa viable. El adolescente promedio se «meterá en problemas», desafiando la autoridad o ignorándola, por ende, entre más explicación, entendimiento y flexibilidad obtenga de dicha autoridad mayor será la tendencia a respetarla, no evitando aun así que en aquellos puntos donde la experiencia resulte especialmente atrayente o la autoridad excesivamente injusta o limitante, el adolescente caiga en ocasiones en las mencionadas conductas de riesgo.




Cómo «superar» la adolescencia

En gran medida la respuesta recae en la normalidad de gran parte de los efectos, conductas y experiencias que se viven en esta etapa. Y cuya mejor respuesta es la observación y la información, que permitirá identificar a tiempo aquellas conductas que si salgan de la normalidad.

El común es buscar comunicación con los jóvenes, sin embargo es importante desarrollar aptitudes específicas para que dicha comunicación sea posible ya que comúnmente los canales habituales están cerrados, aquí es muy importante empatizar. Como se mencionó, los deseos y motivaciones del joven toman un lugar primordial, no limitarlos ni intentar controlarlos es crucial, el único objetivo es encauzarlos siempre que se identifique que se salen de la normalidad, y si no es así, dejarlos fluir.

En la perspectiva de los padres y la familia, preocupados por los cambios que están viviendo en la adolescencia sus hijos, es entendible que se pierda un poco la objetividad al analizar qué conductas son normales y cuáles no, que se afanen en abrir los canales de comunicación ya cerrados en lugar de buscar nuevas vías, y que supongan que su autoridad es necesaria en mayor medida que su empatía.

Para ello, los especialistas en salud mental, en terapia familiar y en salud emocional, están capacitados para ofrecer alternativas viables que permitan llevar de la mejor manera esta etapa que al no ser un obstáculo, no se ha de superar, sino de transitar.




GRACIAS POR LEERNOS

Compartir

¿Por qué alejamos a las personas?

 

 

En un texto para El País. La columnista Alejandra Sanchez Mateos, menciona que de acuerdo al Psicólogo José Elías Fernandez, miembro del Colegio de Psicólogos de Madrid: “Existen ciertos comportamientos que si se reiteran pueden acabar alejando a las demás personas de nuestro entorno.»

Y enlista a continuación las siguientes seis comportamientos que provocan que los demás prefieran distanciarse de nosotros.



1. Tomarse las cosas demasiado a pecho

“Situaciones como cuando un jefe reconoce el logro de un compañero y no el nuestro pueden herir nuestros sentimientos. pero hay que aprender a relativizar estas pequeñas puñaladas al ego (sic.) y a no autocuestionar nuestra valía ni infravalorarnos.”

Menciona que una estrategia útil para afrontar estas situaciones es el ser capaces de reconocer que no somos los mejores en todo.

“Debemos intentar no llevarnos todo al terreno de lo personal porque no somos el ombligo del mundo.”

Hablamos de este tipo de fallos perceptivos como fundamento de uno de los errores cognitivos más comunes, en este artículo, efectivamente, la personalización implica que interpretemos situaciones comunes y desligadas de nuestro espectro de intervención como inherentes a nosotros, provocadas por nosotros mismos o incluso que ocurren en nuestra contra.

Identificando el problema (o del ¿Por qué lo hacemos?)

El acercar el problema a nuestros puntos de referencia personales lo vuelve real y le da prioridad a su solución, la tendencia es buscar una mejora casi inmediata y sustancial a cierta situación conflictiva en base a asumir que nos atañe íntimamente. Y aunque puede ser funcional en ocasiones, en una relación interpersonal eso inclina la balanza impidiendo que la otra persona participe en dicha solución, incluso le puede hacer sentir impotente.

Que hacer

Cómo se menciona reconocer que no todo nos sale a la perfección y dejar de lado el egocentrismo es una buena práctica, pero es importante agregar que la tendencia del ser humano es valorarse a través de la comprobación y la aprobación ajena, aprender a desarrollar la autovaloración, basada en un conjunto más amplio de interpretaciones que no dejen de lado el desempeño a costa del resultado, ni al revés, es pieza fundamental del tejido de autoconfianza que nos permitirá no tomar cada situación como una afrenta personal.

 

  1. Ser celoso por naturaleza

Equivocadamente en ocasiones, en las relaciones interpersonales “los celos se entienden como una muestra de que los demás nos importan, sin embargo, solo hallaremos en ellos frustración y malestar.”

Ya que en general los sentimientos que se generan son desagradables es difícil ocultarlos, y actuar como si no nos importara. Aunado a que suelen ser emociones y pensamientos irracionales, su expresión comúnmente acarrea conflictos con los demás y una reacción de alejamiento casi natural de parte de ellos.

Identificando el problema

Se nos ha enseñado en una cultura de competencia que si no cuidamos lo que poseemos nos lo quitan, y a la vez que lo que poseemos refleja mediocridad si lo valoramos y aspiración si queremos más. Así desarrollamos un comportamiento de posesividad neurótica. En la que no queremos que nadie toque lo que creemos “nuestro”, aunque no le demos importancia a tenerlo, mientras envidiamos lo que los demás tienen porque lo asumimos como mejor.

Esta insatisfacción la nota en primer quién está al otro lado de la relación interpersonal, generando que se quede o se vaya, no se sienta valorada o incluso se sienta envidiada, lesionando las relaciones en un punto muy importante, la confianza.

Que hacer

«Hay que evitar compararse con los demás».

Para saber que lo que merecemos es lo que nos toca y que la ambición puede ser una buena motivación, pero debe dejar de lado las envidias, la posesividad y la obsesión.

Como punto crucial, desligarnos de la presencia o la ausencia de posesiones y sobre todo de las personas, nos permitirá navegar con una bandera de libertad que dejará claro que podemos desear cosas semejantes, no iguales, y que podemos buscar la compañía sin obligaciones y básicamente que cada relación interpersonal es una elección y no un chaleco salvavidas del que dependemos para flotar.

  1. Necesitar constantes halagos

“Si nuestra autoestima depende de la validación constante por parte de los demás, se volverá en nuestra contra.”

Aunque es agradable el ser halagados, no se puede convertir en una necesidad ni en una adicción. La sensación de que somos especiales se puede reforzar en las relaciones con nuestros semejantes, pero debe ser de manera natural, nunca forzada ni mucho menos exigida por nosotros mismos.

Identificando el problema

El problema de esta necesidad es que tarde o temprano no aparecerá y al “demandarla” la relación que mantenemos con los demás se resquebrajará y la sentiremos como insatisfactoria.

La recompensa que encontramos ante el reconocimiento y sus distintas expresiones es de autosuficiencia, en adherente lógico del autoconcepto y la autovaloración. Incluso si dichas muestras de validación van careciendo de objetividad, puede llegar a no importar. Por lo mismo ante su ausencia la reacción es de reclamo ya que buscamos defender la autoestima que “conseguimos”.

Se convierte en alimento del ego, y curiosamente aquí es común que seamos nosotros, consciente o inconscientemente quienes anulemos o terminemos dichas relaciones, sin embargo, si no ocurre así, los demás optan por alejarse exactamente por la misma razón, en una búsqueda de proteger su autoestima (mermado por el trabajo arduo de la complacencia y la adulación).



 

Que hacer

El principio fundamental, es encontrar retroalimentación para nuestra autoestima de manera más individualizada, y tomar a los demás como puntos de referencia que nos describan e incluso nos ayuden a conocernos mejor, pero que no alteren lo que sabemos de antemano que somos o no. Los halagos deben funcionar como impulsos, no como recompensa. Y recibirlos debe ser un privilegio circunstancial y no una obligación que deben cumplir para con nosotros.

 

  1. No aceptar críticas constructivas

Aunque en realidad a nadie le agrada cuando se puntualizan errores, fallos o defectos, “no debemos confundirlo con la actitud de aquellas personas que solo ven lo malo, puesto que esto puede resultar negativo para el crecimiento personal.”

«Reconocer nuestros defectos es una fortaleza que genera autoestima y nos ayuda a poner en marcha mecanismos para superarlos»

Identificando el problema

En ocasiones y por el principio mencionado en el punto anterior, buscamos relaciones que asumimos que se convertirán en un punto de referencia para la validación (aprobación y comprobación) de lo que somos y hacemos.
Acertamos en la parte del espejo en el que se convierten los demás, fallamos, al pensar que ha de reflejar sólo cosas positivas.

Cuando el reflejo es completo, en cualquier ambiente, la respuesta común es la réplica, la evasión o el enfado. Tres reacciones que fomentan tanto discusiones, como conflictos en las relaciones de cualquier tipo. Sobre todo, si la crítica se dirige a algo que afecta directamente al otro lado de la relación.

Que hacer

Aceptarnos primero, antes de esperar opiniones ajenas.

Así es, la capacidad de asimilar y filtrar los comentarios negativos, nos permite superar y eliminar nuestros fallos y defectos.

Siempre que nosotros mismos hallamos sido capaces de aceptar que no somos perfectos y que tenemos tanto virtudes como defectos, ambas conviviendo y ambas notorias para los demás.

Identificar la crítica como algo positivo, en principio por hacerlos evidentes y en segundo lugar por la objetividad con que pueden ser interpretados en relaciones interpersonales de alta confianza y donde existe buena comunicación.

 

  1. Ser una víctima constante y ponerse siempre en lo peor.

Tomar una postura en la que la relación se basa en actitudes de debilidad y vulnerabilidad, cansará a las personas a nuestro alrededor. Si bien las relaciones incluyen “las malas”, siempre es necesario que las personas con las que convivimos encuentren con nosotros situaciones estimulantes y no situaciones que tengan que resolver por nosotros, como darnos ánimos constantemente o “cuidarnos”.

“Si abrazamos la negatividad como filosofía y el victimismo como actitud ante la vida, huirán de nosotros «como de la peste».

Aunque pueda existir una tendencia a predecir y prevenir el futuro, encontrar sólo los elementos negativos en lo que puede suceder, rodeará al vínculo que tenemos con las personas de negativismo y pesimismo.

No controlamos el destino ni el futuro, pero “determinadas variables están a nuestro alcance y debemos ser conscientes de que muchas de las cosas que nos ocurren son consecuencia de nuestros pensamientos y acciones.”

Identificando el problema

La vulnerabilidad o debilidad expuestas es una excusa preestablecida, ante un fallo que ha sido predicho. Ver el vaso medio vacío puede terminar explicando muchas cosas, desde por qué no lo llenamos hasta el por qué tenemos sed. De cierto modo en ocasiones la negatividad y el pesimismo funciona como nuestro aliado cuando sabemos o creemos que el futuro será difícil.




Pero alguien que nos conoce, o que espera cierto desempeño en nosotros, identificará que estamos “tirando la toalla” y esa actitud en principio, le fomentará ayudarnos (con lo que obtendremos una aparente recompensa) pero después le cansará, le desesperará y terminará por tirar la toalla de su lado.

Incluso el enfocarnos exclusivamente en nuestros problemas (personalizando), como si sólo a nosotros nos ocurrieran complicaciones o situaciones negativas, genera una sensación de desequilibrio en la relación ya que se convierte en unilateral.

Que hacer

El factor determinante que influye en este caso es la madurez, tanto de identificar como se menciona nuestra participación incluso en lo negativo que nos pasa, saber nuestras responsabilidades y actuar conforme a eso, y también en el saber cuándo no nos corresponde a nosotros. Dejar de ver el punto negro en la página blanca y responder asertivamente nos permitirá ver los claroscuros más objetivamente, pero sobretodo dejar de responsabilizar a otros, u ocultarnos bajo su cobijo.

  1. Ser muy sincero, aunque nadie haya pedido opinión.

“Diseminar nuestra opinión sobre cualquier tema sin que nadie lo pida, nos convertirán en seres odiosos.”

Comúnmente eso se refiere a decir las cosas “como son” o a lo que se conoce también como “no tener filtro”. Es importante reconocer que además de no tener la razón siempre, nuestro punto de vista puede no sólo ser poco objetivo sino incorrecto, lo que dará pie a que la expresión de lo “que pensamos” más que agradecida, sea rechazada y ofenda a las personas que queremos.

“Hay que aprender a ser más prudente, respetuoso y empático, recomienda el experto.”

Identificando el problema

Se conoce como proyección, identificar en el otro algo que inconscientemente nos es significativo a nosotros. “Deberías, podrías, anímate, yo haría”, suelen ser frases que más que reflejar un consejo u opinión, parecieran reflejar lo que nos diríamos a nosotros mismos si fuéramos capaces, o peor aún, lo que quisiéramos hacer si no tuviéramos nuestros propios impedimentos.

Así, la opinión es casi una catarsis en la que expresamos y desahogamos lo que no supimos cómo decir. Eso no le quita su utilidad claro, pero puede ser egoísta. Incluso con buenas intenciones si es parcial, poco objetiva y sobretodo en exceso individualizada, termina siendo una opinión o una crítica banal, arbitraria o que no aplica a esa persona en específico.

Que hacer

El elemento de vital importancia en este caso es como menciona el artículo, la empatía. En orden, si nuestra opinión nos parece importante, no necesariamente lo es para los demás (un buen determinante en este sentido es si la pidieron en primer lugar o no), en segundo lugar, si nosotros percibimos que la crítica no es ofensiva sino constructiva, no necesariamente lo percibirán igual los demás (un indicador para ello es tomar en cuenta lo que a la otra persona le mueve, y le duele, para en todo caso adecuar el tono, las palabras o incluso evitar su expresión).

Y por último lugar, el peso específico de la opinión, si las necesidades de la otra persona van en torno a solicitar una opinión o consejo, comúnmente se hará visible de una manera u otra, y aunque creamos que es algo importante que podemos aportar, en ocasiones sólo esperan nuestra escucha, nuestro apoyo o nuestra comprensión.

 

Conclusión

Aunque como se ha mencionado ya, es difícil en realidad contrarrestar los efectos de estas conductas, convertidas comúnmente en hábitos, que nos ofrecen recompensas que en ocasiones anteponemos en importancia a nuestras relaciones interpersonales. Ninguna de estas seis acciones está fuera del alcance de la modificación conductual de nadie, si encuentras alguna complicación para manejarlas no dudes en pedir ayuda profesional, sobre todo si ya te “han costado” relaciones, si las has perdido o dañado irreparablemente.

Por otro lado, de su correcto ajuste y manejo depende el mantener relaciones duraderas, solidas, recíprocas y satisfactorias, debería bastar para cuidar de ellas, al final somos seres sociales que funcionan individualmente, pero que sin duda desarrollamos nuestro potencial de manera más integral cuando establecemos lazos afectivos fructíferos y multilaterales.




 

 

Fuente

https://elpais.com/elpais/2018/08/25/buenavida/1535181881_915785.html

 

Compartir