¿Por qué alejamos a las personas?

 

 

En un texto para El País. La columnista Alejandra Sanchez Mateos, menciona que de acuerdo al Psicólogo José Elías Fernandez, miembro del Colegio de Psicólogos de Madrid: “Existen ciertos comportamientos que si se reiteran pueden acabar alejando a las demás personas de nuestro entorno.»

Y enlista a continuación las siguientes seis comportamientos que provocan que los demás prefieran distanciarse de nosotros.



1. Tomarse las cosas demasiado a pecho

“Situaciones como cuando un jefe reconoce el logro de un compañero y no el nuestro pueden herir nuestros sentimientos. pero hay que aprender a relativizar estas pequeñas puñaladas al ego (sic.) y a no autocuestionar nuestra valía ni infravalorarnos.”

Menciona que una estrategia útil para afrontar estas situaciones es el ser capaces de reconocer que no somos los mejores en todo.

“Debemos intentar no llevarnos todo al terreno de lo personal porque no somos el ombligo del mundo.”

Hablamos de este tipo de fallos perceptivos como fundamento de uno de los errores cognitivos más comunes, en este artículo, efectivamente, la personalización implica que interpretemos situaciones comunes y desligadas de nuestro espectro de intervención como inherentes a nosotros, provocadas por nosotros mismos o incluso que ocurren en nuestra contra.

Identificando el problema (o del ¿Por qué lo hacemos?)

El acercar el problema a nuestros puntos de referencia personales lo vuelve real y le da prioridad a su solución, la tendencia es buscar una mejora casi inmediata y sustancial a cierta situación conflictiva en base a asumir que nos atañe íntimamente. Y aunque puede ser funcional en ocasiones, en una relación interpersonal eso inclina la balanza impidiendo que la otra persona participe en dicha solución, incluso le puede hacer sentir impotente.

Que hacer

Cómo se menciona reconocer que no todo nos sale a la perfección y dejar de lado el egocentrismo es una buena práctica, pero es importante agregar que la tendencia del ser humano es valorarse a través de la comprobación y la aprobación ajena, aprender a desarrollar la autovaloración, basada en un conjunto más amplio de interpretaciones que no dejen de lado el desempeño a costa del resultado, ni al revés, es pieza fundamental del tejido de autoconfianza que nos permitirá no tomar cada situación como una afrenta personal.

 

  1. Ser celoso por naturaleza

Equivocadamente en ocasiones, en las relaciones interpersonales “los celos se entienden como una muestra de que los demás nos importan, sin embargo, solo hallaremos en ellos frustración y malestar.”

Ya que en general los sentimientos que se generan son desagradables es difícil ocultarlos, y actuar como si no nos importara. Aunado a que suelen ser emociones y pensamientos irracionales, su expresión comúnmente acarrea conflictos con los demás y una reacción de alejamiento casi natural de parte de ellos.

Identificando el problema

Se nos ha enseñado en una cultura de competencia que si no cuidamos lo que poseemos nos lo quitan, y a la vez que lo que poseemos refleja mediocridad si lo valoramos y aspiración si queremos más. Así desarrollamos un comportamiento de posesividad neurótica. En la que no queremos que nadie toque lo que creemos “nuestro”, aunque no le demos importancia a tenerlo, mientras envidiamos lo que los demás tienen porque lo asumimos como mejor.

Esta insatisfacción la nota en primer quién está al otro lado de la relación interpersonal, generando que se quede o se vaya, no se sienta valorada o incluso se sienta envidiada, lesionando las relaciones en un punto muy importante, la confianza.

Que hacer

«Hay que evitar compararse con los demás».

Para saber que lo que merecemos es lo que nos toca y que la ambición puede ser una buena motivación, pero debe dejar de lado las envidias, la posesividad y la obsesión.

Como punto crucial, desligarnos de la presencia o la ausencia de posesiones y sobre todo de las personas, nos permitirá navegar con una bandera de libertad que dejará claro que podemos desear cosas semejantes, no iguales, y que podemos buscar la compañía sin obligaciones y básicamente que cada relación interpersonal es una elección y no un chaleco salvavidas del que dependemos para flotar.

  1. Necesitar constantes halagos

“Si nuestra autoestima depende de la validación constante por parte de los demás, se volverá en nuestra contra.”

Aunque es agradable el ser halagados, no se puede convertir en una necesidad ni en una adicción. La sensación de que somos especiales se puede reforzar en las relaciones con nuestros semejantes, pero debe ser de manera natural, nunca forzada ni mucho menos exigida por nosotros mismos.

Identificando el problema

El problema de esta necesidad es que tarde o temprano no aparecerá y al “demandarla” la relación que mantenemos con los demás se resquebrajará y la sentiremos como insatisfactoria.

La recompensa que encontramos ante el reconocimiento y sus distintas expresiones es de autosuficiencia, en adherente lógico del autoconcepto y la autovaloración. Incluso si dichas muestras de validación van careciendo de objetividad, puede llegar a no importar. Por lo mismo ante su ausencia la reacción es de reclamo ya que buscamos defender la autoestima que “conseguimos”.

Se convierte en alimento del ego, y curiosamente aquí es común que seamos nosotros, consciente o inconscientemente quienes anulemos o terminemos dichas relaciones, sin embargo, si no ocurre así, los demás optan por alejarse exactamente por la misma razón, en una búsqueda de proteger su autoestima (mermado por el trabajo arduo de la complacencia y la adulación).



 

Que hacer

El principio fundamental, es encontrar retroalimentación para nuestra autoestima de manera más individualizada, y tomar a los demás como puntos de referencia que nos describan e incluso nos ayuden a conocernos mejor, pero que no alteren lo que sabemos de antemano que somos o no. Los halagos deben funcionar como impulsos, no como recompensa. Y recibirlos debe ser un privilegio circunstancial y no una obligación que deben cumplir para con nosotros.

 

  1. No aceptar críticas constructivas

Aunque en realidad a nadie le agrada cuando se puntualizan errores, fallos o defectos, “no debemos confundirlo con la actitud de aquellas personas que solo ven lo malo, puesto que esto puede resultar negativo para el crecimiento personal.”

«Reconocer nuestros defectos es una fortaleza que genera autoestima y nos ayuda a poner en marcha mecanismos para superarlos»

Identificando el problema

En ocasiones y por el principio mencionado en el punto anterior, buscamos relaciones que asumimos que se convertirán en un punto de referencia para la validación (aprobación y comprobación) de lo que somos y hacemos.
Acertamos en la parte del espejo en el que se convierten los demás, fallamos, al pensar que ha de reflejar sólo cosas positivas.

Cuando el reflejo es completo, en cualquier ambiente, la respuesta común es la réplica, la evasión o el enfado. Tres reacciones que fomentan tanto discusiones, como conflictos en las relaciones de cualquier tipo. Sobre todo, si la crítica se dirige a algo que afecta directamente al otro lado de la relación.

Que hacer

Aceptarnos primero, antes de esperar opiniones ajenas.

Así es, la capacidad de asimilar y filtrar los comentarios negativos, nos permite superar y eliminar nuestros fallos y defectos.

Siempre que nosotros mismos hallamos sido capaces de aceptar que no somos perfectos y que tenemos tanto virtudes como defectos, ambas conviviendo y ambas notorias para los demás.

Identificar la crítica como algo positivo, en principio por hacerlos evidentes y en segundo lugar por la objetividad con que pueden ser interpretados en relaciones interpersonales de alta confianza y donde existe buena comunicación.

 

  1. Ser una víctima constante y ponerse siempre en lo peor.

Tomar una postura en la que la relación se basa en actitudes de debilidad y vulnerabilidad, cansará a las personas a nuestro alrededor. Si bien las relaciones incluyen “las malas”, siempre es necesario que las personas con las que convivimos encuentren con nosotros situaciones estimulantes y no situaciones que tengan que resolver por nosotros, como darnos ánimos constantemente o “cuidarnos”.

“Si abrazamos la negatividad como filosofía y el victimismo como actitud ante la vida, huirán de nosotros «como de la peste».

Aunque pueda existir una tendencia a predecir y prevenir el futuro, encontrar sólo los elementos negativos en lo que puede suceder, rodeará al vínculo que tenemos con las personas de negativismo y pesimismo.

No controlamos el destino ni el futuro, pero “determinadas variables están a nuestro alcance y debemos ser conscientes de que muchas de las cosas que nos ocurren son consecuencia de nuestros pensamientos y acciones.”

Identificando el problema

La vulnerabilidad o debilidad expuestas es una excusa preestablecida, ante un fallo que ha sido predicho. Ver el vaso medio vacío puede terminar explicando muchas cosas, desde por qué no lo llenamos hasta el por qué tenemos sed. De cierto modo en ocasiones la negatividad y el pesimismo funciona como nuestro aliado cuando sabemos o creemos que el futuro será difícil.




Pero alguien que nos conoce, o que espera cierto desempeño en nosotros, identificará que estamos “tirando la toalla” y esa actitud en principio, le fomentará ayudarnos (con lo que obtendremos una aparente recompensa) pero después le cansará, le desesperará y terminará por tirar la toalla de su lado.

Incluso el enfocarnos exclusivamente en nuestros problemas (personalizando), como si sólo a nosotros nos ocurrieran complicaciones o situaciones negativas, genera una sensación de desequilibrio en la relación ya que se convierte en unilateral.

Que hacer

El factor determinante que influye en este caso es la madurez, tanto de identificar como se menciona nuestra participación incluso en lo negativo que nos pasa, saber nuestras responsabilidades y actuar conforme a eso, y también en el saber cuándo no nos corresponde a nosotros. Dejar de ver el punto negro en la página blanca y responder asertivamente nos permitirá ver los claroscuros más objetivamente, pero sobretodo dejar de responsabilizar a otros, u ocultarnos bajo su cobijo.

  1. Ser muy sincero, aunque nadie haya pedido opinión.

“Diseminar nuestra opinión sobre cualquier tema sin que nadie lo pida, nos convertirán en seres odiosos.”

Comúnmente eso se refiere a decir las cosas “como son” o a lo que se conoce también como “no tener filtro”. Es importante reconocer que además de no tener la razón siempre, nuestro punto de vista puede no sólo ser poco objetivo sino incorrecto, lo que dará pie a que la expresión de lo “que pensamos” más que agradecida, sea rechazada y ofenda a las personas que queremos.

“Hay que aprender a ser más prudente, respetuoso y empático, recomienda el experto.”

Identificando el problema

Se conoce como proyección, identificar en el otro algo que inconscientemente nos es significativo a nosotros. “Deberías, podrías, anímate, yo haría”, suelen ser frases que más que reflejar un consejo u opinión, parecieran reflejar lo que nos diríamos a nosotros mismos si fuéramos capaces, o peor aún, lo que quisiéramos hacer si no tuviéramos nuestros propios impedimentos.

Así, la opinión es casi una catarsis en la que expresamos y desahogamos lo que no supimos cómo decir. Eso no le quita su utilidad claro, pero puede ser egoísta. Incluso con buenas intenciones si es parcial, poco objetiva y sobretodo en exceso individualizada, termina siendo una opinión o una crítica banal, arbitraria o que no aplica a esa persona en específico.

Que hacer

El elemento de vital importancia en este caso es como menciona el artículo, la empatía. En orden, si nuestra opinión nos parece importante, no necesariamente lo es para los demás (un buen determinante en este sentido es si la pidieron en primer lugar o no), en segundo lugar, si nosotros percibimos que la crítica no es ofensiva sino constructiva, no necesariamente lo percibirán igual los demás (un indicador para ello es tomar en cuenta lo que a la otra persona le mueve, y le duele, para en todo caso adecuar el tono, las palabras o incluso evitar su expresión).

Y por último lugar, el peso específico de la opinión, si las necesidades de la otra persona van en torno a solicitar una opinión o consejo, comúnmente se hará visible de una manera u otra, y aunque creamos que es algo importante que podemos aportar, en ocasiones sólo esperan nuestra escucha, nuestro apoyo o nuestra comprensión.

 

Conclusión

Aunque como se ha mencionado ya, es difícil en realidad contrarrestar los efectos de estas conductas, convertidas comúnmente en hábitos, que nos ofrecen recompensas que en ocasiones anteponemos en importancia a nuestras relaciones interpersonales. Ninguna de estas seis acciones está fuera del alcance de la modificación conductual de nadie, si encuentras alguna complicación para manejarlas no dudes en pedir ayuda profesional, sobre todo si ya te “han costado” relaciones, si las has perdido o dañado irreparablemente.

Por otro lado, de su correcto ajuste y manejo depende el mantener relaciones duraderas, solidas, recíprocas y satisfactorias, debería bastar para cuidar de ellas, al final somos seres sociales que funcionan individualmente, pero que sin duda desarrollamos nuestro potencial de manera más integral cuando establecemos lazos afectivos fructíferos y multilaterales.




 

 

Fuente

https://elpais.com/elpais/2018/08/25/buenavida/1535181881_915785.html

 

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Sobre el Autor: FerAl65