LA ADOLESCENCIA

La OMS define la adolescencia como:

El periodo de crecimiento y desarrollo humano que se produce

después de la niñez

y antes de la edad adulta, entre los 10 y los 19 años.

LA ADOLESCENCIA

Se conoce como una etapa de cambios, que incluyen desde crecimiento y adaptación física, psicológica y social, hasta modificaciones en el estilo de vida, comportamiento, gustos e intereses del individuo.

En primer lugar, esta fase se presenta a raíz de los procesos biológicos que dan paso a lo que conocemos como pubertad. Sin embargo, pese a ser de carácter fisiológico dichos cambios están permeados por el contexto social y cultural. De tal modo que se ha percibido un inicio más temprano de esta etapa, del que se registraba en épocas anteriores. Abarcando la edad de los 10 a los 18 años.

La madurez física y sexual que se presenta en esta etapa tiene su origen en distintas glándulas del cuerpo humano que, en un momento dado comienzan a liberar distintas hormonas, aumentando su producción y estimulando distintos procesos y cambios en el cuerpo humano, tales como crecimiento, desarrollo de características sexuales secundarias, como el crecimiento de los senos, vello púbico, menstruación, tono de voz, eyaculación, vello facial, etc.

Además del inicio del desarrollo sexual, provocando también la producción y liberación de hormonas específicas para cada sexo, estrógenos y andrógenos. Permitiendo así que se alcance la madurez sexual.

Por si fueran pocos estos cambios, el adolescente experimenta también distintos efectos a nivel emocional, psicológico y social. Puntos importantes que mencionaremos a continuación y en los que el adolescente requiere aún y con mayor énfasis el apoyo familiar, de sus grupos de referencia, escuela, amigos y de la sociedad.

Cambios Psicológicos.

La construcción de uno mismo.

Independencia

Aunque de inicio es un camino hacia la autonomía, que tiene que ver con el asumir sus responsabilidades, el trasfondo es un desapego intelectual y emocional, que en muchas ocasiones se presenta como un distanciamiento afectivo. El contraste se da cuando, a pesar de desear pasar más tiempo solos, tomar sus propias decisiones, pasar más tiempo con los amigos o fuera de casa, los adolescentes aún se sienten confundidos e inexpertos para dejar por completo la seguridad y protección del hogar.

La individualización y autonomía son necesarias, le permitirán al adolescente desarrollarse plenamente de acuerdo a sus propias actividades e intereses. Poniendo a prueba sus habilidades en el mundo exterior ya sin la protección permanente de sus padres o su familia. Sin embargo la distancia que deben de tomar respecto a las demás personas ha de ser siempre cuidadosa. El adolescente se sentirá plenamente satisfecho si consigue independientemente hacerle frente a los nuevos retos que enfrenta. Pero no siempre será así, posiblemente sus capacidades le serán insuficientes para superar o enfrentar alguno de esos retos, y experimentará miedo y dudará de sí mismo.

Ahí la familia y amigos pueden ofrecer redes de apoyo que representen un punto de anclaje (un puerto seguro) sobre el que el adolescente pueda reflexionar su accionar y encontrar otros métodos de conducirse.

Así, las decisiones las comenzarán a tomar solos, pero las comprenderán y vivirán las consecuencias con el apoyo de sus grupos de referencia.

Pertenencia

El adolescente no busca sólo un grupo que le acompañe, o en el cual «encajar», busca un grupo de referencia, del cual sentirse parte por méritos propios, al cual poder aportar desde su individualidad, que lo acepte (tal cual es) y con el cual se sienta identificado.

Es por ello que la familia en muchas ocasiones ya no cumple por completo las características de un grupo tan complejo, y el joven comenzará a buscar grupos con los que tenga «más cosas» en común. Gustos, tiempos, edad, género, etc. Ya que al final serán para bien o para mal estos grupos a los que recurrirá como punto de apoyo y como modelo a seguir.

Personalidad

Durante los primeros años de vida pasamos por ciertas etapas, conocidas como etapas Psicosexuales que van, por así decirlo, moldeando la personalidad. El éxito o fracaso en dichas etapas marcan la presencia o ausencia de ciertos rasgos en la personalidad del adolescente. Es así que durante la adolescencia se pueden repasar y subsanar algunos fallos que se presentaron en las primeras etapas de vida, pero estos mismos rasgos también se pueden recrudecer y/o empeorar.

El adolescente volverá a enfrentarse a un mundo que no satisface al cien por ciento sus necesidades, un mundo que no gira a su alrededor, un mundo con reglas y limitaciones (así como obligaciones y responsabilidades), un mundo en el que no todas sus capacidades le garantizan éxito, y no todo el éxito que obtenga es un reflejo fiel de sus capacidades.

El manejo que tenga de estas realidades, así como la manera en la que la familia y amigos le ayuden a sobrellevarlos representará factores de gran importancia en el tipo de rasgos de personalidad que se establecerán a partir de la adolescencia y en adelante en su vida.

Estos rasgos de personalidad, al ser reforzados, generan en el adolescente una falsa impresión de autosuficiencia, rasgo relacionado en muchas ocasiones con el egocentrismo, creer que están en lo correcto siempre o que ciertos preceptos lógicos a ellos no les aplican y a ellos «no les va a pasar».

Identidad

Es en esta etapa cuando los gustos y preferencias, el autoconcepto, la intimidad, los valores y carácter, así como las tendencias de comportamiento propias del individuo se van delimitando. Es común que la base de la identidad siga siendo aquella que se obtuvo en la infancia, en el núcleo del grupo principal de referencia, la familia; sin embargo, los nuevos elementos se ajustan por lo general a los modelos y preceptos a los que el adolescente tiene acceso.

Así, podemos observar que la identidad en los primeros años de la adolescencia es una amalgama obtenida de los modelos a seguir, tales como figuras públicas, congéneres y miembros de su grupo de edad, miembros del grupo al que pertenece y otros modelos adoptados sobre el deseo del joven de lo que quiere ser o lo que quisiera ser.

Este proceso puede generar una enorme confusión en el adolescente, y sensaciones como desapego o segregación cuando la identidad nueva «encaja» pero no es auténtica, o es auténtica pero «no encaja». El adolescente comienza a equilibrar la deseabilidad social y su identidad, buscando adaptarse sin traicionarse.

Hacia al final de la adolescencia, se han desechado rasgos de identidad que no «congeniaron» con la personalidad del adolescente, y comienza un diseño propio de la identidad, en la que los elementos personales, individuales y auténticos constituyen la parte principal (aun siendo una reinvención o reinterpretación de los modelos que anteriormente la conformaron). La identidad no se estanca en esta etapa más bien se establece, seguirá cambiando en el futuro.




Emociones más complejas

Aunque es común y sencillo atribuir los cambios emocionales (sobre todo la volubilidad) a los cambios físicos y hormonales en los adolescentes estos tienen una premisa más compleja. Si bien a nivel psicofisiológico ocurren cambios que les mantienen más sensibles a sus propias emociones y a los factores ambientales que las generan. El adolescente es capaz de sentir una gama más amplia de emociones y sentimientos.

Sus reacciones ya no se limitan a la alegría, el enojo, la tristeza o el miedo. En esta etapa hay gradientes de dichas emociones, tales como la euforia, el entusiasmo, la impotencia, la frustración, la sensación de injusticia, la melancolía o nostalgia, la inseguridad o angustia, etc.

Dichas reacciones emocionales se encontraban ya presentes, sin embargo, en etapas aún infantiles son conducidas por los adultos y muchas veces desahogadas con elementos más o menos útiles para un niño pero poco o nada funcionales en el adolescente y el adulto. En la adolescencia, aunque ayuda, la solución ya no es tan fácil como un helado y un curita.

Y aquellos factores del entorno que generan dichas emociones son también más complejos de identificar, percibir y manejar o solucionar. Las sensaciones como el rechazo, la discordia, la desatención o la injusticia son percibidas por el adolescente desde una perspectiva más trascendental, siendo así consciente de cuanto le afecta o le podrá afectar. Y las reacciones suelen ser encaminadas a ello, buscará a toda costa hacer tangible que alguna situación no le agrada. Este efecto es notable también respecto a las emociones positivas, algo que le agrada al adolescente y le hace sentir bien, buscará repetirlo y controlarlo de manera autónoma.

Relaciones afectivas y Relaciones interpersonales

Dentro de los elementos que surten un efecto directo en la identidad y las emociones, está el hecho de que el adolescente ahora juega más roles afectivos con su entorno, y es a través de dichas relaciones que se conforma el modelo de los lazos afectivos que establecerá a lo largo de su vida. Ahora los jóvenes aprenderán a ser novios, mejores amigos, alumnos, compañeros, colegas, miembros de un club, etc. Papeles que nunca han jugado en su vida, o no con la seriedad con que se presentan en esta etapa. Ello conlleva distintos retos a los que tendrán que responder, conjugando factores emocionales y sociales para los que no siempre están preparados.

Estas relaciones suponen un cambio en el estilo de vida, compromisos, organización del tiempo, y traen consigo en la mayoría de los casos experiencias gratas o desagradables a través de las cuales los jóvenes aprenden a relacionarse con su entorno. Es entonces respecto a la calidad de estas relaciones interpersonales que el adolescente se adaptará de mejor o peor manera.

El joven se identifica con figuras representativas que le llevan a desarrollar un lazo afectivo fantasioso e idealizado con algunas personas. Lo que da origen a los conocidos «amores platónicos» y a la búsqueda, en ocasiones desesperada, por agradar a ciertas personas, amigos, profesores, pareja, familia, etc.

Por otro lado el noviazgo (más formal en esta etapa) suele ser la relación interpersonal afectiva más compleja por mucho en esta etapa. El proceso de elección de pareja, y el posterior cortejo requieren conductas específicas que en algunas ocasiones son aprendidas y reproducidas (se ven en películas u otros adolescentes) y en otras ocasiones son diseñadas y generadas en el momento (se recargan en la identidad), ambas pueden ser más o menos funcionales y desencadenan un protocolo de ensayo y error, con el que el adolescente adquirirá la suficiente experiencia para establecer este vínculo.

Una vez en marcha el noviazgo, las exigencias emocionales y comportamentales del mismo requerirán que consiga comunicarse y adaptarse nivelando sus expectativas con las de la pareja, y buscando a través de nuevo del protocolo de ensayo y error, el funcionamiento sano y disfrutable de la relación.

Conflictos existenciales

¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Hacia dónde voy? Pueden ser preguntas comunes en el ser humano, pero en la adolescencia tienen una repercusión especial y mayor, ya que las decisiones que se toman, por primera vez se perciben en su magnitud. Muchas de estas preguntas en la infancia no tienen importancia porque pareciera que puede cambiar de respuesta de un momento a otro, sin embargo en la adolescencia se dan dos fases.

Al inicio de esta etapa, el adolescente no busca afanadamente ni se aferra a la respuesta de estas preguntas, pero gran parte del tiempo estas preguntas surgen, al enfrentar la toma de decisiones y las consecuencias de las mismas, al equivocarse y al ir estableciendo su personalidad e identidad.

Posteriormente el adolescente ahora si busca contestar estar preguntas antes de tomar decisiones más trascendentales en su vida, como elegir carrera, mantener una relación, hábitos y costumbres de vida, etc. La respuesta ahora es requerida y necesaria. Sin embargo, puede ser difícil delimitarla aun siendo un joven en una fase avanzada de la adolescencia.

Estas crisis existenciales generan también un cambio en el estado de ánimo de los jóvenes, y en la manera en la que responden a las demandas del entorno, fomentando casi en general una de dos alternativas, asertividad o desconfianza en sí mismo. Ambos rasgos pueden influir como un efecto en cadena, a que dichos conflictos existenciales se rezaguen en el adulto joven, estancando a la persona en una adolescencia permanente.

Sexualidad

Cómo mencionamos en esta etapa no sólo se desarrollan los rasgos sexuales secundarios, también se alcanza la madurez sexual, es decir el cuerpo humano produce respuestas sexuales y es capaz de generar células sexuales (espermatozoides y óvulos), y por ende de embarazarse. La presencia del ciclo menstrual y la eyaculación masculina también son una señal de dicha madurez fisiológica.

Sin embargo el aspecto psicofisiológico suele ir a un ritmo diferente. Durante los primeros años de la adolescencia el deseo sexual es ya registrado pero genera más dudas y timidez que conductas consecuentes. Conforme el adolescente comienza a entender su sexualidad y vivirla, con la masturbación por ejemplo, así como los primeros contactos físicos de aspecto sexual producto de sus relaciones interpersonales más desarrolladas también, el deseo sexual comienza a generar conductas más definidas, como la búsqueda del placer y de intimidad con las personas que les resultan atractivas (principalmente en el aspecto físico).

Así en la adolescencia descubrimos una nueva conducta que nos genera placer y vínculos afectivos, pero que sin embargo, trae consecuencias inherentes, y es esa la parte compleja de la sexualidad en el adolescente, ya que desarrollarla adecuadamente dependerá de que tanto se haya asimilado el comportamiento sexual con sus respectivas responsabilidades.

De manera bien entendida, la sexualidad responsable permitirá evitar riesgos por enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados y conflictos emocionales asociados a la dependencia afectiva, y a la violencia de pareja y sexual.

Dentro de los factores emocionales relacionados a las experiencias sexuales, encontramos que el deseo sexual es también afectivo, resultado del cual el vínculo que se genera en la intimidad formará parte clave en las relaciones interpersonales y lo bien o mal que nos hagan sentir estas. Ya que dicho vinculo puede recaer en elementos como la culpa o la decepción. Y es este punto el elemento crucial respecto a la sexualidad en la adolescencia, ya que el sistema de valores, las creencias religiosas, los complejos heredados de familia o propios, la presión del grupo o de la pareja, y las limitaciones sobre el tema que aún hoy en día existen, pueden generar que estas experiencias se conviertan en algo desagradable y conflictivo, en lugar de ser esa pieza constitutiva del crecimiento y de la vida humana que permite disfrutar nuestro propio cuerpo, nuestras relaciones interpersonales y nuestra vida, otorgando placer y a la postre en algunos casos oportunidad de reproducirnos.

La información y programas de concientización para jóvenes respecto a la responsabilidad en este aspecto de la vida nunca son demasiados, el acceso y conocimiento de los métodos anticonceptivos, métodos de prevención de enfermedades de transmisión sexual, así como estrategias para vivir una sexualidad plena, evitar conductas de riesgo o conductas sexuales con las que no estamos de acuerdo es y debe ser parte prioritaria de la educación de los jóvenes.

Cambios Sociales.

Las experiencias

Grupos de referencia, redes de apoyo y Presión del grupo

Como se mencionó arriba es importante la socialización con nuevos grupos que generen un sentido de pertenencia, sin embargo, es importante que dichos grupos sean una buena referencia e influencia para el joven, sobra decir que un grupo de referencia con consumo elevado de sustancias nocivas para la salud es menos preferible que un grupo de referencia que realice, por ejemplo, una actividad deportiva o artística.

Lo importante es identificar que el adolescente puede convivir y pertenecer a ambos, pero su pertenencia y referencias habrán de estar más recargadas al grupo funcional socialmente hablando.

En este sentido la presión del grupo, puede fomentar conductas que vayan en contra de los deseos individuales del adolescente, pero que se asuman como necesarias si este quiere aún pertenecer al grupo. El joven es susceptible más que el adulto a la presión del grupo por el temor a «dejar de formar parte» de este, así, los grupos de apoyo y otros grupos de referencia constituyen una red de seguridad sobre la que el adolescente podría caer si decide no ceder a la presión que un grupo específico ejerce sobre el para, por ejemplo, llevar a cabo conductas de riesgo.

 

Conductas de riesgo y Deseo de experimentar

A partir de la influencia de sus contemporáneos, el adolescente puedo comenzar a buscar experiencias diferentes asumiendo conductas nuevas, que en algunas (no pocas) ocasiones implican un riesgo para él o para la sociedad. Le emoción de experimentar lo nuevo, lo arriesgado y lo prohibido, ha de estar siempre contrastada con la noción de las consecuencias que dicha experiencia puede acarrearnos. Muchas de las conductas «de riesgo» lo son por cómo se realizan y no tanto por la conducta en sí. Buscar entonces oportunidades que permitan desarrollarlas con responsabilidad es una alternativa viable.

El adolescente promedio se «meterá en problemas», desafiando la autoridad o ignorándola, por ende, entre más explicación, entendimiento y flexibilidad obtenga de dicha autoridad mayor será la tendencia a respetarla, no evitando aun así que en aquellos puntos donde la experiencia resulte especialmente atrayente o la autoridad excesivamente injusta o limitante, el adolescente caiga en ocasiones en las mencionadas conductas de riesgo.

Cómo «superar» la adolescencia

En gran medida la respuesta recae en la normalidad de gran parte de los efectos, conductas y experiencias que se viven en esta etapa. Y cuya mejor respuesta es la observación y la información, que permitirá identificar a tiempo aquellas conductas que si salgan de la normalidad.

El común es buscar comunicación con los jóvenes, sin embargo es importante desarrollar aptitudes específicas para que dicha comunicación sea posible ya que comúnmente los canales habituales están cerrados, aquí es muy importante empatizar.

Como se mencionó, los deseos y motivaciones del joven toman un lugar primordial, no limitarlos ni intentar controlarlos es crucial, el único objetivo es encauzarlos siempre que se identifique que se salen de la normalidad, y si no es así, dejarlos fluir.

En la perspectiva de los padres y la familia, preocupados por los cambios que están viviendo en la adolescencia sus hijos, es entendible que se pierda un poco la objetividad al analizar qué conductas son normales y cuáles no, que se afanen en abrir los canales de comunicación ya cerrados en lugar de buscar nuevas vías, y que supongan que su autoridad es necesaria en mayor medida que su empatía. Para ello, los especialistas en salud mental, en terapia familiar y en salud emocional, están capacitados para ofrecer alternativas viables que permitan llevar de la mejor manera esta etapa que al no ser un obstáculo, no se ha de superar, sino de transitar.

 

La UNICEF menciona que

En la adolescencia se define la personalidad, se construye la independencia y se fortalece la autoafirmación.

 

 

Cambios físicos y psicológicos en la adolescencia

https://www.healthychildren.org/spanish/ages-stages/teen/paginas/stages-of-adolescence.aspx

http://www.who.int/maternal_child_adolescent/topics/adolescence/dev/es/

https://www.unicef.org/mexico/spanish/ninos_6879.htm




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INTELIGENCIA EMOCIONAL

      Cuando escuchamos hablar de inteligencia casi siempre lo relacionamos con el coeficiente intelectual, solemos pensar que una persona inteligente es aquella que destaca en los exámenes, en la escuela, que hace operaciones con agilidad, etc. Sin embargo olvidamos que los seres humanos también poseemos algo llamado inteligencia emocional, este tipo de inteligencia es igual o más importante a lo largo de la vida que el solo tener un coeficiente intelectual alto, ya que si regulamos nuestras emociones de manera satisfactoria tendremos la estabilidad suficiente para destacar en la parte académica o profesional.

La mayoría de las personas exitosas en el ámbito profesional son personas que en la parte emocional se encuentran en equilibrio o poseen un manejo de emociones positivo. Por lo tanto es importante trabajar en este tipo de inteligencia.
La inteligencia emocional es un complemento indispensable en la relación con uno mismo y con los demás. No sirve de nada ser el alumno con mejores calificaciones si no se tiene amigos o se siente acomplejado.

¿Qué es la inteligencia emocional?
Nos referimos a inteligencia emocional cuando hablamos de las capacidades y habilidades psicológicas que implican la comprensión, entendimiento y control de las emociones propias y ajenas, así como la modificación de los modelos de respuesta emocional en uno mismo. Una persona emocionalmente inteligente es aquella capaz de gestionar satisfactoriamente las emociones para lograr resultados positivos en sus relaciones con los demás.
A pesar de que diversos psicólogos habían destacado la insuficiencia de los elementos cognitivos y racionales como únicos indicadores para medir la inteligencia, el concepto surge en 1983 con el psicólogo Howard Gardner, quien considera a los test de coeficiente intelectual como insuficientes para lograr una apreciación completa de la inteligencia, él amplió el concepto de la inteligencia al decir que ésta es una capacidad desarrollable y no solo algo innato de resolver problemas o elaborar productos que sean valiosos en una cultura (o varias).




Gardner describe 9 tipos de Inteligencia diferentes pero, a diferencia de otros modelos que intentan evaluarla, el autor describe 2 tipos de marcado perfil emocional:
Inteligencia interpersonal: implica entender y comprender las emociones de los otros y tener la habilidad de reaccionar según el estado anímico del otro. Es la capacidad de manejar relaciones humanas y la empatía con la que nos «ponemos los zapatos del otro» y reconocemos sus motivaciones, razones y emociones. La mayoría de las actividades que se realizan en la vida dependen de la inteligencia interpersonal, ya que están formadas por grupos humanos en los que debemos relacionamos. (Los grandes líderes tienen una fuerte inteligencia interpersonal para bien o para mal)
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Inteligencia intrapersonal: se refiere a la comprensión de las propias emociones, de tenerlas en cuenta al momento de tomar decisiones y ser capaz de regular las emociones según la situación, nos permite formar una imagen clara de nosotros mismos; poder entender nuestras necesidades y características, así como nuestras cualidades y defectos sin maximizarlos o minimizarlos. Y aunque se dice que nuestros sentimientos sí deben ayudar a guiar nuestras decisiones, debe existir un límite en la expresión de estos. Este tipo de inteligencia es funcional para cualquier área de nuestra vida.
La importancia de la inteligencia emocional reside en el hecho de que permite a los individuos estar en contacto no sólo con sus propias emociones, si no también considerarse sensibles y empáticos respecto de situaciones o fenómenos externos. Muchas veces, personas con altas dosis de inteligencia emocional son las que llevan a cabo actividades de tipo solidario y social.
Aunque parezca que este tipo de inteligencia es poco significativa, se ha demostrado que es potencialmente válida para tomar decisiones ya que el cómo nos sentimos tiene un papel fundamental a la hora de elegir.

El término Inteligencia Emocional fue utilizado en 1990 por Peter Salovey y John Mayer, quienes la definen como: «la capacidad de controlar y regular las emociones de uno mismo para resolver los problemas de manera pacífica, obteniendo un bienestar para sí mismo y para los demás».
Basándose en Gardner y su teoría de las inteligencias múltiples, Salovey identificó cinco esferas en la inteligencia emocional:
1. Conocer las propias emociones. La conciencia de uno mismo es la capacidad de controlar sentimientos de un momento a otro, siendo fundamental para la penetración psicológica y el auto conocimiento.
2. Manejar las emociones. La capacidad de manejar sentimientos de forma adecuada, es una capacidad que se basa en el auto conciencia y el auto control.
3. La propia motivación. Habilidad para ordenar las emociones al servicio de un objetivo esencial: es lo que se conoce como auto motivación.
4. Reconocer las emociones de los demás. Se trata de la empatía o auto conciencia de las emociones de los otros.
5. Manejar las relaciones. Es la adecuación a nuestro ser social y parte esencial del desarrollo con los demás.
La emoción es básicamente un sentimiento subjetivo privado, pero también la expresión o manifestación de respuestas somáticas y autónomas específicas (el corazón late más deprisa, las palmas sudan, aparece la risa o el llanto, etc.). Igualmente pueden considerarse un conjunto de acciones para defenderse o preparar el ataque ante posibles amenazas y, por tanto, con un alto valor adaptativo como apuntó en su momento Charles Darwin. Este mismo autor describió las 4 emociones primarias que consideraba que eran innatas al ser humano ya que se daban en todas las culturas e incluso en personas ciegas y que, por tanto, no habían podido ser aprendidas.



Estas eran: Cólera o Ira, Alegría, Miedo y Tristeza. Posteriormente, en lo que algunos autores denominaron secundarias, se describieron cuatro emociones más: Amor (Enamoramiento), Sorpresa, Vergüenza y Aversión.


La inteligencia emocional tiene una gran importancia en las relaciones sociales. Puede parecer algo natural, pero también es una capacidad que se puede desarrollar e incluso tratar. «A las personas que tienen poca se las puede intervenir terapéuticamente y reaprender», afirma Dina Krauskopf. Asimismo agrega que la crianza tiene bastante que ver con su desarrollo.
La educación recibida nos condiciona la tolerancia o aceptación de nuestras emociones, siendo habitual que dependiendo del estilo de vida de cada familia, haya unas emociones más aceptadas y otras más reprimidas, así como el estilo emocional puede ser más o menos extrovertido.
Los prejuicios habituales sociales contra la expresión emocional suelen ser del tipo: «ser emocional es igual a ser una persona débil, inmadura o enferma», «las emociones son peligrosas y si te dejas llevar por ellas, puedes arruinar tu vida», «una persona responsable tiene que ser racional y controlar sus sentimientos».
Frases como ¨no debes llorar¬, llorar no sirve de nada, no te enojes, no te rías tan fuerte, no estés triste, etc., y na cantidad infinita de frases que solo nos enseñan a no demostrar nuestras emociones y por tanto nos limitan a siquiera sentirlas o reconocerlas, nos fomenta desde niños una incapacidad para trabajar de manera adecuada en estas, creciendo como adultos poco capaces de enfrentar la vida daría debido a la inmadurez emocional que presentamos.
Bisquerra señala que la educación emocional es un proceso que se da de manera continua y de forma permanente, esto significa que en cualquier momento de la vida se puede brindar educación emocional y dicha educación tendrá variaciones dependiendo del tipo de persona, ya que las necesidades de un niño son totalmente diferente de las de un adolescente.
Niños, adolescente o adultos, se pretende que con la educación emocional se logren los siguientes objetivos:
– Reconocer emociones propias.
– Reconocer las emociones de los demás.
– Identificar y nombrar correctamente a las emociones.
– Ser capaz de regular las propias emociones
– Incrementar el umbral de tolerancia a la frustración.
– Identificar de manera anticipada los efectos nocivos de las emociones negativas.
– Ser capaz de construir emociones positivas
– Ser capaz de lograr la automotivación
– Tener una actitud positiva ante la vida
– Desarrollar la capacidad de avanzar.




Por tanto en las instituciones escolares como fundamentalmente en casa se recomienda aprender y proveer a los niños de herramientas y recursos para poseer una inteligencia emocional que les permita vivir su vida de manera plena y satisfactoria, desde pequeños podemos comenzar a identificar emociones y aprender a demostrarlas de manera adecuada, sin limitarnos o sentirnos culpables por ello.
La inteligencia emocional promovida desde la infancia hará del niño que aprendió ayer el adulto pleno de hoy.





GRACIAS POR LEERNOS




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EL DUELO Y SUS ETAPAS

Por Fernando Arrieta L.
Desde la perspectiva de Freud el duelo consiste en el proceso que se desata como reacción a una pérdida, ya sea esta de un ser amado o de una abstracción equivalente, es decir, puede ser desde la pérdida de un familiar por muerte o separación, hasta la de un área de nuestra vida como el trabajo, la libertad o nuestros planes. La reacción es por si misma dolorosa y requiere un tiempo durante el que se seguirá un proceso en la cual se llevara a cabo una aceptación de la pérdida, como punto culminante del duelo, no es un estado patológico por sí solo, pero estancarse en alguna de las etapas y no culminarlo dará origen a lo que llamamos “duelo patológico”. Freud habla de cerca de dos años.
En términos generales, tres son los ejes que se abordan en lo que se refiere a las etapas del duelo, el primero un acercamiento psicoanalítico dado por Freud, el segundo un acercamiento post freudiano dado por Lindermann y Schultz y el acercamiento desde la corriente evolutiva de la Dra. Kübler-Ross.
Estos niveles se relacionan entre sí, y como en varios aspectos de la psicología pueden tender una red que nos permita entender mejor este proceso.
La primera etapa para Freud es el EXAMEN DE LA REALIDAD, en la que se da el primer acercamiento hacia el hecho real de la pérdida, se alinea con la primera etapa para Lindermann y Schultz, la NEGACIÓN, que funciona como un mecanismo defensivo natural, ante el sentimiento de tristeza y desconsuelo por la pérdida, poco a poco los momentos en los que se acepta la pérdida y los momentos en los que se le niega se van alternando y gradualmente comienzan a ser más los momentos en los que la ausencia del objeto se integra al nuevo esquema de la realidad. 
Este proceso de negación se empareja también con la teoría de Kübler-Ross, quien la denomina como la primera etapa de cinco, con el mismo nombre: negación. A continuación, en esa misma teoría se presenta la IRA, ante la aceptación de que el objeto se ha perdido ya, el mecanismo de defensa es la proyección, la idea absoluta de presencia o ausencia, que se dirige hacia otros objetos, personas u abstracciones a las cuales se les culpa o recrimina de “ser o estar” a diferencia del objeto que ya “no es ni esta”, incluso se llegan a diseñar culpables, que según la perspectiva de la persona, quizá originaron la pérdida, la facilitaron o no la impidieron, termina con una percepción de nulidad respecto a aquello hacia lo que se vuelca la ira, no “es” como tampoco el objeto “es”, pareciera que la pérdida aumenta o se duplica. 
Luego de este paso se da pie a la siguiente etapa en las tres teorías, es decir la segunda para Freud, la ACEPTACIÓN DE LA PÉRDIDA, la segunda para Lindermann y Schultz llamada FASE AGUDA DEL DUELO, y el avance entre la segunda y tercera para Kübler Ross, la IRA y LA NEGOCIACIÓN. En este punto lo que tienen en común las etapas, es el enojo ante los objetos sobre los que se proyectan las dos pulsiones más básicas, eros y tánatos, vida y muerte, y comienza a surgir la tristeza ante una ya aceptada pérdida del objeto original, la sobrecarga de recuerdos y pensamientos sobre ese objeto da poco a poco la oportunidad de negociar o retrasar el efecto de la pérdida, el dolor que ha causado, más ya no la perdida en sí, realidad que si bien se va asimilando, confronta y enlaza los duelos paralelos (otras pérdidas que la persona ha tenido y cuyos procesos de elaboración siguen sin realizarse por completo). El desligamiento afectivo del objeto es paulatino y mientras se da, las actividades propias pierden interés, la carga psicológica está dedicada al desligamiento de la relación objetal (lo que nos hace sentir involucrados con el objeto que perdimos y que dependía de su permanencia en gran medida). El afecto hacia “lo perdido” es ambivalente. Todo esto da pie a un proceso de identificación, de entendimiento y empatía que permitirá que el duelo siga avanzando, hacia siguientes etapas.
Se entra así, posteriormente en la tercera fase de Freud, la IDENTIFICACIÓN CON EL OBJETOPERDIDO, y la DEPRESIÓN para Kübler Ross, sin avanzar aún a la última etapa para Lindermann y Schultz. En este punto la identificación permite una escisión al objeto perdido, se entiende que nunca fue tan bondadosa su presencia ni es tan cruel su ausencia, quien sufrió la pérdida comienza a ver elementos que aquello que se fue dejó en él, en este momento hay un reacomodo de la identidad del sujeto, y es un proceso que genera estados depresivos, sin embargo la identificación incluso para el mismo Freud no parecía ser el objetivo final de esta etapa, sino más bien la posibilidad de que el sujeto tome una decisión de pasar a la siguiente, más allá de la pura identificación toma relevancia entonces la voluntad de identificarse o no con el objeto perdido, de vivir o seguir pese a la pérdida, la decisión final, se conjuga con un cumulo de la expresión del duelo, la persona se ha desahogado y ha podido ir canalizando sus emociones poco a poco, es este el punto crucial de esta etapa. Pareciera en ambos autores (Freud y Kübler-Ross) un momento en el que el duelo puede estancarse o avanzar. 
RELACION TEORIAS DEL DUELO(1)
Finalmente, se da gracias a la etapa anterior el paso a la etapa final en las tres teorías, SUSTITUCIÓN O RECONEXIÓN OBJETAL para Freud, FASE DE RESOLUCIÓN DEL DUELO para Lindermann y Schultz y ACEPTACIÓN para Kübler Ross. En esta etapa quien sufrió la pérdida reconecta los “cables sueltos”, cargando los sentimientos y pulsiones (las cargas motivacionales y afectivas) hacia todos los puntos en los que repartió anteriormente al objeto: hacia sí mismo con la identificación, hacia otros con la ira o hacia el mismo objeto con la identificación y la escisión objetal de las etapas anteriores. Al realizar esto el sujeto sustituye lo perdido con una idea, o una serie de ideas, que le permitirán resolver la pérdida y aceptarla ya integrada a su realidad como algo que le ha de provocar una identificación, además de la posibilidad de recargar las emociones e ideas reintegradas hacia un “nuevo objeto”, permanece así elaborado una imagen, un recuerdo de algo que fue parte de la persona o de lo que la persona formo parte, y a través de esta nueva construcción en su realidad, como los cimientos de una ciudad nueva tras las ruinas de la ciudad vieja, erigirá una restructuración de sí mismo reconectándose con la realidad, una realidad ya sin el objeto perdido.



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EL DUELO Y SUS ETAPAS
Por Fernando Arrieta L.

Desde la perspectiva de Freud el duelo consiste en el proceso que se desata como reacción a una pérdida, ya sea esta de un ser amado o de una abstracción equivalente, es decir, puede ser desde la pérdida de un familiar hasta la de un concepto como el trabajo, la libertad o nuestros planes. La reacción es por si misma dolorosa y requiere un tiempo durante el cual seguirá un proceso en la cual se llevara a cabo una aceptación de la pérdida, como punto culminante del duelo. Freud habla de cerca de dos años.

En términos generales, tres son los ejes que se abordan en lo que se refiere a las etapas del duelo, el primero un acercamiento psicoanalítico dado por Freud, el segundo un acercamiento post freudiano dado por Lindermann y Schultz y el acercamiento desde la corriente evolutiva de la Dra. Kubler Ross.

Estos niveles se relacionan entre sí, y como en varios aspectos de la psicología pueden tender una red que nos permita entender mejor este proceso, finalidad que se persigue como objetivo central.

La primera etapa para Freud es el EXAMEN DE LA REALIDAD, en la que se da el primer acercamiento hacia el hecho real de la pérdida, se alinea con la primera etapa para Lindermann y Schultz, la negación, que funciona como un mecanismo defensivo natural, ante el sentimiento de tristeza ante la pérdida, poco a poco los momentos en los que se acepta la pérdida y los momentos en los que se le niega se van alternando y gradualmente comienzan a ser más los momentos en los que la ausencia del objeto se integra al nuevo esquema de la realidad. Este proceso de negación se empareja también con la teoría de Kubler Ross, quien la denomina como la primera etapa de cinco. A continuación, en esa misma teoría se presenta la ira, ante la aceptación de que el objeto se ha perdido ya, el mecanismo de defensa es la proyección, de eros y tánatos, de vida y muerte en otros objetos u abstracciones a las cuales se les culpa o recrimina de SER a diferencia del objeto que ya no ES, o de NO SER como tampoco el objeto ES.
En este paso se da pie a la siguiente etapa en las tres teorías, es decir la segunda para Freud, la aceptación de la pérdida, la segunda para Lindermannn y Schultz llamada fase aguda del duelo, y la segunda y tercera para Kubler Ross, la ira y la Negociación. En este punto lo que tienen en común las etapas, es el enojo ante los objetos sobre los que se proyectan las dos pulsiones mas básicas, eros y tánatos, y la tristeza ante una ya aceptada perdida de el objeto original, la sobrecarga de recuerdos y pensamientos sobre ese objeto da poco a poco la oportunidad de negociar o retrasar el efecto de la perdida mas ya no la perdida en si, el desligamiento libidinal del objeto es paulatino y mientras se da las actividades propias pierden interés, la carga psicológica esta dedicada al desligamiento de la relación objetal ambivalente con el objeto perdido, esto da pie a un proceso de identificación que permitirá que el duelo siga avanzando, hacia siguientes etapas.

Posteriormente, se entre en la tercera fase de Freud, la Identificación con el Objeto Perdido, y la depresión para Kubler Ross, sin avanzar aun a la última etapa para Lindermann y Schultz. En este punto la identificación permite una escisión al objeto perdido, quien sufrió la perdida comienza a ver elementos que lo perdido dejo en él, en este momento hay un reacomodo de la identidad del sujeto, y es un proceso que genera estados depresivos, sin embargo la identificación incluso para el mismo Freud no parecía ser el objetivo final de esta etapa, sino mas bien la posibilidad de que el sujeto tome una decisión de pasar a la siguiente, mas allá de la identificación se encuentra entonces la voluntad de identificarse o no con el objeto perdido, de vivir o seguir pese a la perdida o no, como punto crucial de esta etapa. Pareciera en ambos autores (Freud y Kubler) un momento en el que el duelo puede estancarse o avanzar.
Finalmente, se da gracias a la etapa anterior el paso a la etapa final en las tres teorías, Sustitución o Reconexión Objetal para Freud, Resolución del Duelo para Lindermann y Schultz y Aceptación para Kubler Ross. En esta etapa quien sufrió la perdida reconecta los cables sueltos por así decirlo, cargando los sentimientos y pulsiones hacia todos los puntos en los que repartió anteriormente al objeto, hacia si mismo con la identificación, hacia otros con la ira o hacia el mismo objeto con la identificación y la escisión objetal de las etapas anteriores. Al realizar esto el sujeto sustituye lo perdido con una idea, o una serie de ideas que le permitirán resolver la perdida y aceptarla ya integrada a su realidad como algo que le ha de provocar una identificación, y a través de la cual, como los cimientos de una ciudad nueva, tras las ruinas de la ciudad vieja, erigirá una restructuración de su ser reconectándose con la realidad, una realidad ya sin el objeto perdido.

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