EL CRIMEN Y EL HOMBRE ANTISOCIAL

Por Fernando A. Lopez
Lo antisocial en el hombre, es decir el hombre antisocial, es un término que se refiere a las conductas que ya sea que trasgredan los derechos ajenos o se identifiquen como impropias para tal o cual contexto sociopolítico. Ya aquí se ve la semejanza con el término de delito, y de criminalidad antes planteados. Pero cabe la aclaración, muy puntual, de que si bien todos los hombres que cometen un delito son en principio antisociales por la naturaleza misma de su criminalidad, no todos los hombres antisociales delinquen, y muy posiblemente no haya una predisposición real para la comisión del delito.
          Con antisocial se hace hincapié en el prefijo “anti”, el cual ya da indicios de contradicción, son pues necesarios de definir los parámetros por así decirlo, sociales, para entender lo que no lo es. Aquí nuevamente entramos al contexto sociopolítico (cultural) y a la naturaleza psicológica del hombre, la cual marcara lo que, en su mayoría se ha de entender como antisocial, siendo en este campo donde se “desenvuelven”, una o varias de sus conductas son identificadas en este aspecto como antisociales, debiendo a eso la nomenclatura de hombre antisocial. Para hablar de un individuo que sale, del común general de la sociedad debemos también no solo nombrar las conductas sociales (o normales), sino lo que es sociedad; con implicaciones a nivel de interrelaciones, organizacionales y multifactoriales, podemos hablar de un sistema de relaciones y acciones, mas o menos objetivas que sucede entre unos individuos y otros, a través de un proceso denominado social, creadora de situaciones que se han de interpretar como acciones y reacción en las que cada elemento juega un factor activo y determinante.
          El análisis de estos elementos, es objeto de la sociología, sobretodo la naturaleza contradictoria y de resistencia en la que se envuelve cada sociedad, más allá de la supervivencia. Es decir siguiendo esta línea que lo antisocial, seria cualquier conducta que se anteponga al interés ajeno, pero si, suponiendo el interés ajeno es negativo para la sociedad, por ejemplo un dictador, conductas antisociales no podrían ser igual  negativas, podemos hablar de una contribución que dadas ciertas circunstancias y la persecución de fines “nobles” permiten positivamente de lo antisocial.
          Que define entonces a la conducta antisocial como negativa, a priori su penalización por el código y el marco jurídico vigentes. Al hablar de trasgresión, estamos hablando del rebase de los límites que deben respetarse, es la trasgresión de una norma, el delito por otra parte se refiere a algo que va mejor dicho no solo a rebasar sino a contrarias las necesidades, intereses y fines ajenos establecidos ya  por la normativa sociocultural o individual, esto es, que de manera abierta las modalidades de la criminalidad referirán a una trasgresión que no será siempre en el marco jurídico, se hablaría aquí de una conducta antisocial no penada, la cual no por eso deja de serlo. Teniendo estas conclusiones, luego tenemos la perspectiva completa mucho más delimitada de lo que es el hombre antisocial, nuevamente todo delincuente es antisocial, pero no todo hombre antisocial es delincuente, este hombre caerá en ocasiones además en cometer una conducta fuera de los lineamientos penales (trasgrede) y es entonces, un hombre delincuente.
          Para referirlo ya por ultimo en toda su extensión, apuntamos:
          “[…] delincuente u hombre que delinque es el que trasgrede las disposiciones de carácter penal. Es un hombre antisocial”.
          El hombre antisocial, es un ser ubicado dentro de una sociedad que promoviendo la estabilidad y la mejoría y solidaridad humana, ha de atender no solo al hombre antisocial, sino al hombre antisocial delincuente. A través de la psicología, se averigua por ejemplo lo que induce al sujeto a la conducta antisocial, es decir a delinquir, cual es el significado que tiene de dicha conducta, de castigo y de impunidad; de esta manera su análisis permitirá una ubicación realista en el continuo conformado por ambiente, familia, cultura, estructuras (social, educacional e individual), etc. Esta configuración es particular, su estudio se generaliza más y más cada vez, pero su atención debe ser por tanto más individual cada vez. Lo que queda claro es que no solo es importante definir (para la criminología) quien, como y en qué sentido es que el hombre delinque, sino luego, ya identificado que se hará con él. No existe una personalidad del delincuente, se habla así de una personalidad de cada uno de los delincuentes, cuyas características semejantes son importantes para delimitar el fenómeno de la criminalidad, pero las características particulares son también trascendentales para esta delimitación, ha pues, de hacerse un análisis de caso individual en cada delincuente que lleve así mismo a su atención.
          Al hablar de normalidad y lo social, como extremos opuestos, conductuales y conceptuales de quien delinque, identificamos lo anormal y lo antisocial, lo cual va de la mano de trastornos psicológicos, llamados psicopatologías los cuales son un marco de referencia sobre la conducta delictiva, alimentada por ejemplo por la conducta agresiva (psicopatológica), o las vivencias frustrantes a partir de las necesidades también psicopatológicas del individuo.
          En termino de psicopatología, la conducta delictiva sirve al propósito de reducir tensiones, esta conducta será contrario al estímulo real, y será proporcional a la percepción de dicho estimulo. Es decir el sujeto tendera a responder de manera equivalente a la percepción de riesgo, amenaza o desestructuración que identifique quien delinque. La conducta delictiva se da frente al estímulo y no “por” este. En un momento dado aparece como la respuesta adecuada y en muchos casos como la única respuesta identificada para mantener un equilibrio que como se ha dicho arriba se percibe amenazado o en desestructuración. La conducta delictiva no es una enfermedad, es el síntoma de una enfermedad, psicológica a priori enraizada en elementos de la personalidad.
          Si bien entonces el delito no es la enfermedad quien delinque se puede decir que sí está enfermo. La diferencia básica se encuentra en la represión de las conductas que han de enmarcarse como antisociales que el hombre “normal” y “sano” consigue evitar, mientras que el no cometer dichas conductas es a tal grado un peligro para el hombre antisocial, que no las “puede” evitar, sin que esto reduzca la actividad y la culpabilidad.
          Es así que las experiencias, el ambiente y el contexto social e histórico han de promover o limitar la conducta delictiva aun en el hombre enfermo. Aquí, la familia por ejemplo y las actividades propias dentro y fuera (pero influidas por ella), posiblemente no promuevan el delito, pero si determina su naturaleza. La carencia afectiva reducirá por ejemplo el marco de la conducta delictiva a una característica, a priori, la privación, que tratara de ser subsanada a través de posibles conductas antisociales. Lo mismo pasa con referentes como la agresión, la falta o inadecuación de la identidad, y los mecanismos que se han desarrollado en la convivencia y supervivencia del individuo. Hablamos entonces de un desarrollo psicosocial que dará elementos nuevamente a la criminología para el estudio del hombre en extensión subjetiva, antisocial, enfermo que delinque. Las condiciones que merman la comisión del delito se relacionan así, ya no solo con lo social, sino con lo psicológico, volviendo necesario el estudio como entes dinámicos (cambiantes) de la personalidad y la sociedad.
          Cuál es entonces, en términos de Derecho penal, la diferencia entre el hombre antisocial y el hombre delincuente. Radica ésta en el tipo de conducta que realiza, ambos realizaran una conducta fuera de lo establecido “normalmente” pero solo uno, quien delinque, realizara dicha conducta trasgrediendo lo establecido legalmente, con consecuencias especificadas dentro del código penal, acatadas por un marco jurídico que es referencia para cualquier individuo, antisocial o no. Luego, ya el conflicto radicaría no en si es antisocial el delincuente, ni si su comportamiento fue una conducta criminal, sino más bien, cuales conductas se encuentran identificadas ahí, en lo ilegal.





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