ETAPA FÁLICA

 

ETAPA FÁLICA

Por Cinthya H. Trejo Z.
El desinterés por las materias fecales, impuesto al niño, es aceptado por él para dar gusto a sus educadores logrando que su interés se centre en la zona erógena fálica. A partir de la disciplina del esfínter vesical, exigida por los adultos menos perentoria y precozmente que la del esfínter anal, aparece la masturbación secundaria (lo cual es absolutamente normal) pero cuando esta masturbación es muy manifiesta y persiste en presencia de los adultos a pesar de sus prohibiciones, esto prueba que a la pulsión libidinosa se ha venido a añadir una reacción neurótica.
La curiosidad sexual comienza desde antes del tercer año, en pleno período sádico-anal. Su primer objetivo es saber de dónde vienen los niños. Los «porqués» irritantes de los niños de cuatro años no aparecen sino tras las primeras reacciones de éstos ante las preguntas directamente sexuales y la noción de «prohibido» que el niño ha sacado de ahí.
Después llega la curiosidad del niño acerca de la diferencia entre un niño y una niña y poco a poco advierte que los niños orinan de pie y las niñas no, considerándose superior así la niña comienza imaginar que el clítoris le crecerá. En el niño, será preciso que se le alerte por amenazas de mutilación genitales, para tomar clara conciencia de que la niña no tiene «eso” (entre de los 5 o 6 años) ya que antes de los 6 años el niño  piensa que la niña tiene uno más «pequeño; sin embargo aún en el caso en que acepta la falta de pene en las niñas, a menudo subsiste la creencia en una madre fálica.
En esta etapa se dan fantasías ya que los afectos libidinales que se refieren la madre  como objeto adoptan casi siempre esta forma de fantasías que le conciernen, estas acompañan todas las manifestaciones de la actividad del niño y entre otras; la masturbación en especial. Esta, en el caso de la niña, no es todavía más que clitorìdea.  La atmósfera afectiva de estas fantasías masturbatorias es sadomasoquista (prevalece sadismo en el niño y masoquismo en la niña).
Se da la observación de la actividad de la madre (mirada erotizada dirigida a la madre) y la reflexión sobre sus palabras, que son para él resonancias sonoras que conducen niño a adquirir dos nociones de una importancia considerable.  Hasta entonces el niño actuaba según sus pulsiones inmediataspero poco a poco enseña al niño la noción de tiempo ahora hay un enseguida y un mañana pero será más tarde aun cuando cobrará noción del pasado.
También el niño aprende a observar los numerosos motivos de los movimientos y los actos del adulto. Se da cuenta de que un objeto tiene muchos usos y desarrolla así en él mismo la necesidad de generalización, Se despega así por vez primera del interés exclusivo en las cosas por relación a sí mismo. Gracias a esto ahora el podrá resolver problemas por sí mismo y buscara los objetos para realizar ciertas actividades sin necesitar  para todo del adulto.
Como dijimos en esta etapa se dará  la curiosidad por su pene y pensara que para es hacer pipí pero y al darse cuenta de que las niñas pueden hacerlo sin él, buscará otra respuesta y al no encontrada, valorará tanto más la superioridad mágica que esto le otorga (Es aquí donde puede entrar en juego la angustia primaria de castración).
Otro descubrimiento en esta etapa, el de la muerte esto hasta que haya insistido con suficiente empeño para obtener la igualdad de fuerza, de movimiento y de saber del adulto. Es preciso que sus ambiciones choquen con la realidad. Para el matar es inmovilizar, es solamente lo que comprende el niño en el estadio anal y al comienzo del estadio fálico. En cuanta al sentido real de la muerte, será necesario ver morir a un animal o a un ser amado para captar el sentido de la ausencia sin retorno, de la pérdida definitiva del objeto.
Charlar es signo de una actividad mental fisiológicamente sana para todo niño de menos de 7 años,El silencio y la inmovilidad del niño bueno son rara vez para él otra cosa que una mutilación dinámica, una reducción al estado de, objeto fecal; muerte  impuesta y sufrida.
En esta etapa, la niña o el niño a quien su madre abandona a sus ojos de pequeño déspota amoroso, da cuenta de que no es el único interés de su madre.
Se da cuenta de que hay un rival en la persona de su padre, para el niño el padre investido previamente de una gran afección y que para él es un ser fuerte;  se va convirtiendo  en un rival. Hacia los 4 años y medio a más tardar, el niño entra en abierta lucha emocional con su padre y entra en el periodo de Edipo, en la niña se da hacia los 3 años y medio o  4,  ella se comporta frente a su padre como una pequeña amante. Empieza la curiosidad por la intimidad de los padres.
Para plegarse a la naturaleza el niño deberá no solamente abandonar su rivalidad, a veces odiosa, con el progenitor del mismo sexo sino identificarse con él, Además del complejo de castración,la disminución de las demandas libidinales, inherente a la fase de latencia, concurrirá a ayudarle en este paso difícil.
En la gran generalidad de los casos (con padres psíquicamente sanos)  la hija es más dócil, menos agresiva y menos ruidosa que el niño, ella se identifica en todo lo posible con su madre, imitando sus  acciones, gestos y palabras y él se identifica con el padre  siempre que puede así como con los hombres a los que ha podido observar. (Lo contrario es sintomático de una reacción neurótica).
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