(Principio de Competencia) Por Cinthya Trejo y Fernado Arrieta
La incongruencia de la influencia cultural.
De pronto, pareciera que la cultura actual, la influencia social en la que estamos sumergidos es una situación que sirve de fértil terreno para el desarrollo de las neurosis.Losmismosfactoresculturalesqueinfluyenenlapersona no neurótica,precipitándolaenunautoapreciovacilante,enlahostilidad potencial,enlaaprensión,enelafándecompetenciaqueimplica temores,hostilidadesyodios,enlaexaltadanecesidaddetener relacionespersonalessatisfactorias,afectanalneuróticoengradomás acentuado aún, produciendo en él consecuencias que son reproduccionesintensificadasdelasanteriores:aniquilamientodela autoestima,destructividad,angustia,desmedidoafándecompetencia queacarreamayoransiedadeimpulsosdestructivos,ydesmesurada necesidad de lograr cariño. Si recordamos que en toda neurosis existen tendenciascontradictorias,queelneuróticoesincapazdeconciliar, se nos descubre la cuestión de ¿Si en nuestra cultura no existirán igualmente ciertasincompatibilidadesdefinidas? Sería tarea del sociólogo estudiar y describir tales antagonismosculturales,perobástenosseñalarenformabreveyesquemática algunas de las tendencias contradictoriascardinalesenla cultura.
La primera contradicción que cabe mencionar es la que se da entrela competencia y el éxito, de un lado, y el amor fraterno y la humildad, del otro. Por una parte se hace todo lo posible a fin de impulsarnos hacia el éxito, y que no sólo debemos tratardeimponernos,sino también de ser agresivos y capaces de apartar a los demás de nuestro camino.Porlaotra,estamosprofundamenteimbuidosdelosideales religiosos, que condenan como egoísta el querer algo para uno mismo, que nos ordenan ser humildes, ofrecer la “segunda mejilla” y ser condescendientes con el prójimo. Dentro de los límites de lo normal existen sólo dos soluciones para tal contradicción: tomar en serio una de estas tendencias y desentenderse de la restante, o bien considerar las dos, con la consecuencia de que el individuo se inhibirá gravemente en ambos sentidos. Obteniendo un falso sentido de humildad que buscará reconocer en el otro (sin que suceda), o fracasando en su búsqueda del éxito.
Lasegundacontradicciónseplanteaentrelaestimulacióndenuestras necesidadesylasfrustracionesrealesquesufrimosalcumplirlas.Por razoneseconómicas,ennuestra culturalas necesidadesdelindividuo son reforzadas continuamentemedianterecursoscomolapropaganda,el “consumo ostentoso”, el afán de “guardar las apariencias” y de seguir la moda. Sin embargo, la efectiva satisfacción de estas necesidades está muyrestringidaparalamayoríadelaspersonas,loquetieneparael individuolaconsecuenciapsíquicadequesusdeseossehallan constantemente en discordancia con las posibilidades reales que tiene de satisfacerla. Se crean necesidades a la medida del producto, no del consumidor, que en la mayoría de las ocasiones se limita a elevar a estatus de “inalcanzable pero deseable” los productos más caros y ostentosos de los que tiene a su “disposición”. No es de extrañarse que en muchas situaciones sean estos productos los que doten de estatus a las personas, y en las que las competencias reales se ven resumidas a una sola: el poder adquisitivo. Pero ¿No buscábamos humildad?
Aúnexisteotracontradicción,entrelapresuntalibertaddelindividuóy sus restricciones reales. La sociedad le dice al individuo que es libre e independiente, que puede ordenar su vida conforme a su libre albedrío, quela vida social seencuentraasuenteradisposicióny que,sieseficazyenérgico,lograrácuantoquiera.Noobstante,todas estas posibilidades están en la práctica muy limitadas para la mayoría de la gente. Lo que se dice en tono de broma acerca de la “imposibilidad” de escoger los propios padres, es asimismo aplicable a la vida en general, a la elección profesional y al éxito en ella, a la elección de las diversiones y del cónyuge. Resultado de todo ello para el individuo es una incesante fluctuación entre el sentimiento de ilimitado poderío para determinar su propio destino y el sentimiento de encontrarse totalmente inerme e indefenso, un tanto seguir sus propias motivaciones y otro tanto ser parte del grupo y seguir las de “la masa”.
Estascondicionesarraigadasennuestraculturaconstituyen,precisamente,losconflictosqueelneuróticopugnaporreconciliar:sus tendencias a la agresividad con sus impulsos a la condescendencia; sus excesivas demandas, con su temor de no poder lograr cumplirlas; su afándeexaltaciónconsusentimientodeindefensiónpersonal.La diferencia respecto del individuo adaptado, es meramente cuantitativa, pues mientrasésteescapazdesuperartodasestasdificultadessinquesu personalidadsufradaño,enelneuróticotodoslosconflictosse hallanacrecentados,apuntotalqueleimpidenalcanzarcualquier desenlace satisfactorio.
La cultura no “neurotiza”, pero el ser humano predispuesto a la neurosis es quien más intensamente ha experimentado todas estas dificultades culturales, sobre todo a través de sus experiencias infantiles, siendo, por lo tanto, incapaz de resolverlas o de lograr solucionarlas, a costa de grave perjuicio parasupersonalidad. La cultura más que la sociedad provee protecciones en las que una persona puede arraigar su deseo y “subsanarlo” de tal modo que la energía y el esfuerzo que dedica a satisfacer sus necesidades sea lo más efectivo posible. Están los grupos de amigos, las instituciones académicas y sociales, y las muchas actividades que la vida moderna nos permite mantener, el libre tránsito, la libre comunicación, la libre expresión y el alcance más o menos accesible a una adaptación social con bienestar, el rol que jugamos como individuos, ciudadanos, hijos, padres, amigos, esposos, empleados, compañeros, etc. Claro está que una sociedad que fracasa en otorgar cuando menos la mayoría de estas protecciones a sus componentes, terminara por generar individuos cuya personalidad y rasgos propios entraran en conflicto con su propia realidad.
(Principio de Competencia) Por Cinthya Trejo y Fernado Arrieta
Cuando hablamos de neurosis, es importante considerar el factor social si no dentro de la génesis de la patología, si dentro del desarrollo de la misma.Como decíamos en la anterior entrada, la competencia a la que esta sujeto el individuo en la sociedad postmoderna, y la potencial tensión hostil entre los individuos constantemente engendra temor a la posible hostilidad de los demás, reforzado por el temor de que éstossevenguendelapropiahostilidad. Vivimos a la defensiva, y por si las dudas, atacaremos al primer indicio de amenaza.
Otraimportantefuentedel miedo en el individuo promedio es la perspectiva del fracaso; en efecto, el miedoalfracasotienecarácterrealista,puesengenerallas probabilidades de fracasar superan sobradamente a las de tener éxito, y en una sociedad competitiva los fracasos entrañan la frustración real de las necesidades personales, además de generar de a poco una especie de estigma social. No sólo implican reveses económicos, sino también pérdida de prestigio y toda suerte de frustraciones emocionales. Otro motivo por el cual el éxito es un fantasma tan seductor estriba en su repercusión sobre la autoestima. No son únicamente los demás quienes nos valoran de acuerdo con el grado de nuestro éxito, también nuestra propiaautoestimaseajustaaidénticopatrón.Deconformidadconlas ideologíasprevalecientes,lostriunfossedebenanuestrosméritos intrínsecoso,entérminosreligiosos,representansignosvisiblesdela gracia de Dios; pero en verdad dependen de toda una serie de factores inaccesibles anuestro dominio. No obstante, bajo la presión de la ideologíaimperante,hastalapersonamásnormalseveconstreñidaa sentirse valiosa cuando tiene éxito, y a menospreciarse cuando fracasa. Sobradecirqueestoconstituyeunabasemuyendebleparala autovaloración y la satisfacción del deseo neurótico en el individuo.
Tomados en conjunto todos estos factores -el sentido de competencia y su hostilidad potencial entre los semejantes, los temores, la disminución delautoaprecio,danporresultadopsicológicoelsentimientodel aislamiento personal. Aunque el individuo tenga múltiples contactos con sus semejantes, aunque disfrute una feliz vida conyugal, en toda ocasión sehallaráafectivamenteaislado.Elaislamientoemocionalesdifícilde soportar para cualquiera, pero se torna en una verdadera calamidad cuando coincide con aprensiones e incertidumbres respecto de sí mismo.
Esestasituaciónlaqueenelindividuodenuestrotiempo provocaunaintensanecesidaddeobtenercariñoparaaliviarse.La consecucióndeafectolehacesentirsemenosaislado,menosamenazado por la hostilidad y menos-incierto acerca de sí. En esta forma, el amor es sobrevalorado en nuestra cultura, pues responde en ella a una exigenciaesencial,convirtiéndoseenunverdaderofantasma-comoel éxito- y lleva consigo la ilusión de que con él todos los problemas pueden resolverse.Intrínsecamente,elamornoesunailusión-aunqueen nuestra cultura casi siempre sea una pantalla para satisfacer deseos que ennadaleatañen-,perolohemostransformadoenunailusiónal aguardar de él mucho más de lo que acaso podría darnos. A su vez, el valor ideológico que prestamos al amor contribuye a encubrir los factores queengendrannuestraexageradanecesidaddeobtenerlo. Tomando la búsqueda del amor, como una empresa que bien puede llevarnos toda la vida, que puede distraernos de otros intereses y que forma parte radical de la identidad de la persona.Deeste modo,elindividuose encuentra preso en el dilema de requerir apreciable cantidad de afecto y de tropezar con las más arduas dificultades al conseguirlo. Incluyendo ocasiones donde tendrá que competir por él, mermar la hostilidad propia o la del otro por obtener aunque sea agrado o estima, y fracasar más o menos estrepitosamente al intentarlo. Todo orientado a una percepción de éxito sociocultural que si carece de afecto, reconocimiento, poder sobre los otros, si se dio fácil o si no se puede mantener, se menosprecia hasta considerarse algo “superficial”.
Antes de continuar, deseo aclarar que no existe algo tal como el «feminazismo». Por si mismo cualquier movimiento que se oponga o busque un cambio respecto al status quo, será contemplado por la mayoría establecida como «radical» o hasta «ridículo». Por ende el llamar a ciertas personas afines al movimiento feminista como «feminazis» no hace más que establecer lo estratificado que está en la sociedad el machismo, ya que cualquier comportamiento alterno se tacha de exagerado, en este caso en específico comparándolo con el nazismo. De hecho, el llamar algunos comportamientos o argumentos como «feminazis» también incurre en la falla de catalogarle e incluso intentar rebatirle por un supuesto trasfondo y no por su validez.
Hace tiempo, los movimientos de oposición contra el franquismo, contra el apartheid, en pro de los derechos de los afroamericanos, fueron todos rechazados y menospreciados, criticados y mas de uno calificado de socialista, aunque nunca Nazi (eso es nuevo, pero carece tanto o más de fundamento).
Sin embargo, el paso de los años en la consciencia social les permitió crecer y ocupar un lugar dentro de los cambios importantes y radicales del siglo XX a nivel sociocultural.
Entonces Feminista.
El movimiento feminista surge como una búsqueda de equidad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres, expresando sintéticamente que el camino para ellos es nivelar «hacia arriba» la situación de las mujeres. No es lo opuesto al machismo, aunque si le toma de referencia.
Lo masculino, en la mayoría de sociedades occidentales (caben aclarar las diferencias culturales con ciertas costumbres orientales), ha sido estructurado por el machismo, es decir se identifica al hombre con la figura masculina, a dicha figura masculina con la posición que debe cumplir, y a esta posición con los estándares más o menos radicales, de lo que se identifica como «ser un buen hombre». Según dicha premisa el hombre es fuerte, debe proveer, servir a su nación, etc. SI EL MACHISMO AFECTA TAMBIEN A LOS HOMBRES. Pero evitar esto, no es la intención principal del movimiento feminista.
Y es porque dichas afectaciones, sin menospreciarlas, parecen pocas cuando se compara con lo que dicha estructura ha hecho con «el otro», con las mujeres, cómo y dónde ha dejado a aquello que es lo NO-MASCULINO, queda olvidado en oportunidades y muchas veces es menospreciado, subestimado y oprimido. Lo no masculino, por extensión, lo femenino, se ve como algo que ha de ser «regulado», siguiendo la premisa del dictamen, aquello que se reconoce como «ser una buena mujer», también por el comportamiento esperado.
La posición no masculina se percibe tradicionalmente como débil, emocional, con un papel fijo como mera cuidadora y proveedora de placer, como objeto de intercambio.
EL MACHISMO AFECTA A LAS MUJERES MAYORMENTE. Evitar esto, es la intención principal del movimiento feminista, quitando la etiqueta de lo otro, y permitiendo dejarlo a la par de lo masculino, sin que nada ni nadie dictamine qué es y cómo se debe comportar.
Al final la posición de lo masculino, si bien se ve mermada por el status quo machista (no siempre patriarcal ni heterosexual, aunque en su mayoría lo sea), es menos abrumadora, ya que permite mayor libertad de acción, lo que es masculino es dictado para los hombres e incluye una gran cantidad de opciones y conductas que le permitirán sentirse de una u otra forma parte de ese grupo y parte de esa estructura -realizar servicio militar, vestir pantalón o ser proveedor- no le pone en riesgo latente siempre. Sin embargo, basta observar como es catalogado en muchas ocasiones un hombre femenino o incluso homosexual, rompe esa posición que «se espera de él». Y la libertad de comportamiento se convierte en francas limitaciones de todo lo que «no debería hacer».
Esto último se corresponde a lo que sucede con la posición de lo femenino o lo no-masculino. Es abrumadora, limita en demasía la capacidad de acción y no se basa en normas sino en limitaciones e impedimentos, cosifica a la persona, viéndola como un mero objeto de intercambio muchas veces, y menosprecia las capacidades y acciones siempre que «salen de lo esperado», e incluso en ocasiones aunque se ajusten al estándar, son criticadas. Es una representación genérica de todo aquello que la mujer no debería de ser, o que incluso no debería dejar de ser. Por ejemplo, la idea de que la mujer es un objeto de intercambio que cursa a la deriva entre la procreación y la satisfacción de y para lo masculino, y que incluso cuando busca y/o consigue su propia satisfacción personal, social o sexual, lo hará de manera descontrolada, frívola e histérica. En muchas ocasiones tiende a ser violentado «solo por ser…» y es la principal victima (por mucho) de la violencia de género.
El machismo no solo limita, sino que cataloga, demerita y menosprecia todo aquello que sale del comportamiento no-masculino esperado. A eso que se le llama machista, es una cultura opresora. Como en su momento lo fue la segregación, la cual curiosamente era legal bajo el lema «separate but equal». Si la lucha de Martin Luther King no era Nazi, no lo será tampoco la búsqueda de equidad y justicia del movimiento feminista.
El feminismo busca darle validez a los comportamientos femeninos, desmarcarlos de ser únicamente lo opuesto a lo masculino. El feminismo busca darle identidad jurídica, social, empresarial, sexual, personal y psicológica a la mujer no como el otro, no como aquello que no es masculino, sino como aquello femenino que conforma un todo junto con lo masculino.
No hay enemigos.
El feminismo no es lo opuesto al machismo, si, es necesario reiterarlo, y no es anti-masculino, ni mucho menos esta contra los hombres. Y cabe aclarar que como no menciona directamente en ninguno de sus postulados la superioridad de algún género sobre el otro, ni intenta aniquilar algún tipo específico de raza o sexo, insisto, la comparación con el nazismo, sobra y estremece.
El feminismo encuentra cabida incluso en la educación que reciben hombres de mujeres, que han crecido acostumbradas al status quo mencionado. Es evidente que encuentra su principal foco de alarma, en los comportamientos e influencias de los hombres, hacia otros hombres o hacia las mujeres que intentan delimitar y si es necesario, cortar de tajo cualquier intento de romper con la estructura social establecida. El feminismo va en oposición a lo que ha estado funcionando, porque ha funcionado mal. Y porque sigue afectando y mermando en una sociedad que ha dejado de madurar en ese aspecto.
No, los hombres en general no tienen miedo a que cambie el machismo, al menos no en general, aunque mas de uno pugne por no perder derechos, cualquier hombre que se tome el tiempo de entender la raíz del movimiento notará que nadie le quiere quitar nada, y de hecho lo saben, sololo quieren compartir unos y a otros les da miedo perderlo. Sin embargo, los hombres, y la sociedad en general, tiene miedo al cambio y a reconocer nuestra parte de responsabilidad con lo que ha estado mal. Y eso fomenta que las personas «huyan» de la ideología feminista, vamos, de cualquier ideología diferente: ecológica, revolucionaria, postmoderna o tecnológica, en la mayoría de las situaciones.
Para el feminismo no hay enemigos declarados. Ni está en contra de nadie. Pero si le han hecho daño. Las ideologías radicales que como en cualquier movimiento que se oponga al sistema suelen surgir, y que le hacen parecer una mera oposición, un movimiento trasgresor, sobre todo para el ojo poco crítico, la perdida de la intención real del movimiento, los contragolpes marcados que «malentendiendo» una lucha de sexos ha llegado a realizar el machismo, la falta de garantías sociales y legales que permiten crímenes de odio nuevamente hacia mujeres que luchan y hombres también. (Nuevamente nos atenemos al ejemplo de M.L King).
Ser feminista.
No es levantar un eslogan de quien es mejor ni quien merece más. Es defender la idea de qué merecemos equitativamente, y que la sociedad ha de madurar, no dejando atrás a nadie, no violentando a nadie, no permeando la idea de que «no pasa nada» y mucho menos, las justificaciones burdas o falaces. Ser feminista también es cuidarte a ti mism@ y a los demás sin importar su género.
Feminista. Es permitir que obtenga identidad lo femenino, como algo que ha de ser protegido y dignificado, no por débil, sino porque forma parte integral de la diada, psicológica y social, al igual que lo masculino.
El ser humano identifica posiciones masculinas y femeninas en sí mismo, en los demás, en la sociedad, en los estratos culturales, escuela, trabajo, vecindario, etc. En ocasiones se suelen confundir con las costumbres, en ocasiones son meras representaciones simbólicas de nuestras estructuras psíquicas, en ocasiones no las vemos y en ocasiones no las reconocemos. Tan solo no permitamos, hombres y mujeres, que dichas posiciones mermen la libertad, las capacidades, el bienestar y la vida, de nadie sea hombre o mujer.
El análisis de todo individuo ofrece siempre nuevos problemas, inclusive para el analista de mayor experiencia. En cada paciente se enfrenta con dificultadesquenuncavioantes,conactitudesdifícilesdereconocery aún más de explicar, con reacciones muy distantes de ser transparentes a primera vista. Semejante variedad en los casos no nos sorprenderá si recordamoslacomplejidaddelaestructuradelcarácterneurótico,ysitomamosen consideración los múltiples factores implícitos. La diversidad de herencia ylasdiferentesexperienciasqueunapersonahasufridoensuvida, particularmente en su infancia, producen casi ilimitadas variantes en la combinación de los factores involucrados. Noobstantetodasestas variaciones individuales, los conflictos básicos alrededor de los cuales se organiza una neurosis prácticamente son siempre los mismos,yporlo generaltambiénsonsimilaresaaquellosa los queestásometidotodo individuosanodenuestracultura.Quizáseabanalinsistirenla imposibilidaddeestablecerunadistinciónnetaentreloneuróticoylo normal, pero convendrá señalarlo una vez más, pues muchos lectores, ante los conflictos y las actitudes que observan en su propia experiencia, podrán preguntarse a sí mismos: «¿Soy neurótico o no?».
Habiendo reconocido así que los neuróticos de nuestra cultura se hallan dominados por los mismos conflictos subyacentes que, si bien en menor grado,sufreelindividuo“no neurótico”,nuevamentenosencontramosantela cuestión de ¿qué condiciones de nuestra cultura sonresponsablesdequelasneurosisesténcentradasentornoadichos conflictos y no a otros cualesquiera?
El principio de la competencia individual es el fundamento económico de la cultura moderna. El individuo aislado de un entorno de oportunidades justas o al menos igualitarias, debe luchar con otros individuos del mismo grupo, procurando superarlos y, muchas veces, apartarlos de su camino. La ventaja de unos suele significar la desventaja de otros, y comoconsecuenciapsíquicadeestasituaciónse estableceunadifusa tensiónhostilentrelosindividuos.Cadaunoeselcompetidorrealo potencialdetodoslosdemás,situaciónqueclaramentesemanifiesta entrelosmiembrosdeunmismogrupoprofesional,tenganono inclinación a la decencia en sus actos, compitan abiertamente o lo disfracen con una amable deferenciahacialosotros.Noobstantehadedestacarsequela competencia,ylahostilidadpotencialqueéstaencierra,saturantodas las relaciones humanas y constituyen, por cierto, factores predominantes en los contratos sociales. Dominan los vínculos entre hombre y hombre, entremujerymujer, y claro está entre mujer y hombre,y coartanprofundamentelaposibilidaddecrear amistades o interacciones afectivas sólidas, sea su objeto la popularidad, la competencia, el don degentesocualquierotrovalorsocial.
Perturban asimismo las relaciones románticas, no sólo en lo atinente alaeleccióndelapareja,sinoenlaluchaconéstaporalcanzarla superioridad.Saturantambiénlavidaescolar,yloqueacasoseade mayor significado, minan la situación familiar, de modo tal que, por lo común, se le inocula al niño este germen desde el comienzo mismo de su vida. La rivalidad entre padre e hijo, madre e hija y entre hermanos no es unfenómenohumanogeneral,sinounarespuestaaestímulos culturalmentecondicionados.UnodelosrelevantesméritosdeFreud consisteenhaberdescubiertoelpapeldelarivalidad en Ia familia, expresándoloensuconceptodelcomplejodeEdipoyotrashipótesis similares.Cabeagregar,empero,queestarivalidadnosehalla,asu vez,biológicamentecondicionada;antesbien,derivadecircunstancias culturales determinadas, y, además, que no sólo la situación familiar es susceptiblededesencadenarlarivalidad;puesasimismolosestímulos de competencia obran desde la cuna hasta la tumba.
Como primer factor desencadenante encontramos esta tendencia competitiva entre individuos. Que más que conscientes de su posición jerárquica, la sufren, la padecen y se compadecen de tenerla, arguyendo uno o muchos motivos, desde la inequidad (real) hasta el infortunio (pensamiento irreal). Lo cierto es que al final, su posición social, juega un papel cultural que se le escapa de las manos, está ahí, con un rango de movimiento limitado, sin mucho que a primera vista pueda hacer para escapar de su escalón social, o para evitar que alguien más quiera (o desee) lo que él tiene.
No vive tranquilo, no disfruta lo inescrutable de su rol en el mundo, y mucho menos deja de compadecerse de poder obtener lo que quiere (o desea). Y es ahí cuando un gran conjunto de desdichas se ciernen sobre el individuo, la neurosis hace su aparición como un resumen de su fracaso al intentar conseguir la realidad ideal que sus impulsos libidinales le plantearon y que hoy no solo se ve lejana, sino imposible.