Feminista, no «feminazi»

Por Fernando Arrieta L.
     Antes de continuar, deseo aclarar que no existe algo tal como el «feminazismo». Por si mismo cualquier movimiento que se oponga o busque un cambio respecto al status quo, será contemplado por la mayoría establecida como «radical» o hasta «ridículo». Por ende el llamar a ciertas personas afines al movimiento feminista como «feminazis» no hace más que establecer lo estratificado que está en la sociedad el machismo, ya que cualquier comportamiento alterno se tacha de exagerado, en este caso en específico comparándolo con el nazismo. De hecho, el llamar algunos comportamientos o argumentos como «feminazis» también incurre en la falla de catalogarle e incluso intentar rebatirle por un supuesto trasfondo y no por su validez.
      Hace tiempo, los movimientos de oposición contra el franquismo, contra el apartheid, en pro de los derechos de los afroamericanos, fueron todos rechazados y menospreciados, criticados y mas de uno calificado de socialista, aunque nunca Nazi (eso es nuevo, pero carece tanto o más de fundamento).
Sin embargo, el paso de los años en la consciencia social les permitió crecer y ocupar un lugar dentro de los cambios importantes y radicales del siglo XX a nivel sociocultural. 
Entonces Feminista.
     El movimiento feminista surge como una búsqueda de equidad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres, expresando sintéticamente que el camino para ellos es nivelar «hacia arriba» la situación de las mujeres. No es lo opuesto al machismo, aunque si le toma de referencia.
     Lo masculino, en la mayoría de sociedades occidentales (caben aclarar las diferencias culturales con ciertas costumbres orientales), ha sido estructurado por el machismo, es decir se identifica al hombre con la figura masculina, a dicha figura masculina con la posición que debe cumplir, y a esta posición con los estándares más o menos radicales, de lo que se identifica como «ser un buen hombre». Según dicha premisa el hombre es fuerte, debe proveer, servir a su nación, etc. SI EL MACHISMO AFECTA TAMBIEN A LOS HOMBRES. Pero evitar esto, no es la intención principal del movimiento feminista.
Y es porque dichas afectaciones, sin menospreciarlas, parecen pocas cuando se compara con lo que dicha estructura ha hecho con «el otro», con las mujeres, cómo y dónde ha dejado a aquello que es lo NO-MASCULINO, queda olvidado en oportunidades y muchas veces es menospreciado, subestimado y oprimido. Lo no masculino, por extensión, lo femenino, se ve como algo que ha de ser «regulado», siguiendo la premisa del dictamen, aquello que se reconoce como «ser una buena mujer», también por el comportamiento esperado. 

 

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      La posición no masculina se percibe tradicionalmente como débil, emocional, con un papel fijo como mera cuidadora y proveedora de placer, como objeto de intercambio.
EL MACHISMO AFECTA A LAS MUJERES MAYORMENTE. Evitar esto, es la intención principal del movimiento feminista, quitando la etiqueta de lo otro, y permitiendo dejarlo a la par de lo masculino, sin que nada ni nadie dictamine qué es y cómo se debe comportar.
 
      Al final la posición de lo masculino, si bien se ve mermada por el status quo machista (no siempre patriarcal ni heterosexual, aunque en su mayoría lo sea), es menos abrumadora, ya que permite mayor libertad de acción, lo que es masculino es dictado para los hombres e incluye una gran cantidad de opciones y conductas que le permitirán sentirse de una u otra forma parte de ese grupo y parte de esa estructura -realizar servicio militar, vestir pantalón o ser proveedor- no le pone en riesgo latente siempre. Sin embargo, basta observar como es catalogado en muchas ocasiones un hombre femenino o incluso homosexual, rompe esa posición que «se espera de él». Y la libertad de comportamiento se convierte en francas limitaciones de todo lo que «no debería hacer». 
       Esto último se corresponde a lo que sucede con la posición de lo femenino o lo no-masculino. Es abrumadora, limita en demasía la capacidad de acción y no se basa en normas sino en limitaciones e impedimentos, cosifica a la persona, viéndola como un mero objeto de intercambio muchas veces, y menosprecia las capacidades y acciones siempre que «salen de lo esperado», e incluso en ocasiones aunque se ajusten al estándar, son criticadas. Es una representación genérica de todo aquello que la mujer no debería de ser,  o que incluso no debería dejar de ser. Por ejemplo, la idea de que la mujer es un objeto de intercambio que cursa a la deriva entre la procreación y la satisfacción de y para lo masculino, y que incluso cuando busca y/o consigue su propia satisfacción personal, social o sexual, lo hará de manera descontrolada, frívola e histérica. En muchas ocasiones tiende a ser violentado «solo por ser…» y es la principal victima (por mucho) de la violencia de género.
 
       El machismo no solo limita, sino que cataloga, demerita y menosprecia todo aquello que sale del comportamiento no-masculino esperado. A eso que se le llama machista, es una cultura opresora. Como en su momento lo fue la segregación, la cual curiosamente era legal bajo el lema «separate but equal». Si la lucha de Martin Luther King no era Nazi, no lo será tampoco la búsqueda de equidad y justicia del movimiento feminista.
        El feminismo busca darle validez a los comportamientos femeninos, desmarcarlos de ser únicamente lo opuesto a lo masculino. El feminismo busca darle identidad jurídica, social, empresarial, sexual, personal y psicológica a la mujer no como el otro, no como aquello que no es masculino, sino como aquello femenino que conforma un todo junto con lo masculino.
No hay enemigos.
      El feminismo no es lo opuesto al machismo, si, es necesario reiterarlo, y no es anti-masculino, ni mucho menos esta contra los hombres. Y cabe aclarar que como no menciona directamente en ninguno de sus postulados la superioridad de algún género sobre el otro, ni intenta aniquilar algún tipo específico de raza o sexo, insisto, la comparación con el nazismo, sobra y estremece.
      El feminismo encuentra cabida incluso en la educación que reciben hombres de mujeres, que han crecido acostumbradas al status quo mencionado. Es evidente que encuentra su principal foco de alarma, en los comportamientos e influencias de los hombres, hacia otros hombres o hacia las mujeres que intentan delimitar y si es necesario, cortar de tajo cualquier intento de romper con la estructura social establecida. El feminismo va en oposición a lo que ha estado funcionando, porque ha funcionado mal. Y porque sigue afectando y mermando en una sociedad que ha dejado de madurar en ese aspecto.

     No, los hombres en general no tienen miedo a que cambie el machismo, al menos no en general, aunque mas de uno pugne por no perder derechos, cualquier hombre que se tome el tiempo de entender  la raíz del movimiento notará que nadie le quiere quitar nada, y de hecho lo saben, solo  lo quieren compartir unos y a otros les da miedo perderlo. Sin embargo, los hombres, y la sociedad en general, tiene miedo al cambio y a reconocer nuestra parte de responsabilidad con lo que ha estado mal. Y eso fomenta que las personas «huyan» de la ideología feminista, vamos, de cualquier ideología diferente: ecológica, revolucionaria, postmoderna o tecnológica, en la mayoría de las situaciones.
      Para el feminismo no hay enemigos declarados. Ni está en contra de nadie. Pero si le han hecho daño. Las ideologías radicales que como en cualquier movimiento que se oponga al sistema suelen surgir, y que le hacen parecer una mera oposición, un movimiento trasgresor, sobre todo para el ojo poco crítico, la perdida de la intención real del movimiento, los contragolpes marcados que «malentendiendo» una lucha de sexos ha llegado a realizar el machismo, la falta de garantías sociales y legales que permiten crímenes de odio nuevamente hacia mujeres que luchan y hombres también. (Nuevamente nos atenemos al ejemplo de M.L King).
 
Ser feminista.
     No es levantar un eslogan de quien es mejor ni quien merece más. Es defender la idea de qué merecemos equitativamente, y que la sociedad ha de madurar, no dejando atrás a nadie, no violentando a nadie, no permeando la idea de que «no pasa nada» y mucho menos, las justificaciones burdas o falaces. Ser feminista también es cuidarte a ti mism@ y a los demás sin importar su género.
Feminista. Es permitir que obtenga identidad lo femenino, como algo que ha de ser protegido y dignificado, no por débil, sino porque forma parte integral de la diada, psicológica y social, al igual que lo masculino.
      El ser humano identifica posiciones masculinas y femeninas en sí mismo, en los demás, en la sociedad, en los estratos culturales, escuela, trabajo, vecindario, etc. En ocasiones se suelen confundir con las costumbres, en ocasiones son meras representaciones simbólicas de nuestras estructuras psíquicas, en ocasiones no las vemos y en ocasiones no las reconocemos. Tan solo no permitamos, hombres y mujeres, que dichas posiciones mermen la libertad, las capacidades, el bienestar y la vida, de nadie sea hombre o mujer.





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MACHISMO EN LAS RELACIONES HOMOSEXUALES

 

Por Cinthya H. Trejo

¿Se puede hablar de la presencia de machismo dentro de la dinámica de las relaciones homosexuales?
Es común que cuando hablamos de machismo, en México hagamos imagen mental de un hombre siendo violento con una mujer. Incluso en la idea común de muchas personas aún se piensa que el machismo se da sólo cuando en una relación hay violencia física de por medio y que si esta no es de “riesgo», no pasa nada. En ocasiones se identifica al machismo como el mero control del género masculino sobre el femenino. Con clichés como el rol de la mujer en el hogar, o su deber de madre más que de profesionista. Y a otras conductas, también machistas, no se le considera como tal según varios criterios de la idiosincrasia general.
Pero en este término su definición va más allá de la magnitud de la violencia o de la creencia de exclusividad y superioridad de un género sobre el otro, entre muchas variables, tenemos que no es un problema enfocado, es decir que no sólo se puede ser machista contra las mujeres y no sólo pueden tener conductas machistas los hombres. 
La Real Academia Española (RAE) define al machismo como la actitud de prepotencia de los hombres respecto de las mujeres. Se trata de un conjunto de prácticas, comportamientos y dichos que resultan ofensivos contra el género femenino.
El machismo es un tipo de violencia que discrimina a la mujer como principal objetivo, sin embargo hoy en día también se da hacia y en relaciones homosexuales. También puede hablarse de machismo contra los denominados metrosexuales o todo aquel hombre cuya conducta exhibe alguna característica que suele estar asociada a la feminidad. 
El machismo es una construcción cultural basada en la historia de la evolución de la socialización de los roles de género, en esencia es un modo particular de concebir el rol masculino basado en el mito de la superioridad de los hombres. Engloba el conjunto de actitudes, conductas, prácticas sociales y creencias que justifican y promueven el mantenimiento de conductas percibidas tradicionalmente como heterosexuales masculinas y también incluye comportamientos discriminatorios contra las mujeres y hombres que no las practican.
Dinámica de pareja, como foco de comportamientos machistas.
En las parejas homosexuales así como las heterosexuales se juega un rol de parte de cada uno de los integrantes y por lo tanto de acuerdo al tipo de rol que cada uno adopta se podría dar entre esa relación una situación de machismo sin importar que sea una relación entre dos hombres o dos mujeres.
Son hombres o mujeres con una educación machista, independientemente de su preferencia sexual, que crecieron con frases donde se minimiza al “sexo débil” y que al momento de entablar una relación se colocan como superiores o inferiores. Es de este comportamiento, en el que se adoptan roles dominantes o pasivos, independientemente de la orientación sexual de la relación, de lo que depende en gran medida el hecho y la probabilidad latente de caer en esta gama de actitudes machistas hacia el miembro de la pareja que “decide” tomar de inicio el rol pasivo.
No olvidemos entonces que en parejas homosexuales también se pude dar violencia física, psicológica, económica, sexual, etc. Y que este comportamiento puede estar basado en la idea de que el hombre o lo masculino es superior a cualquier contraparte. Recordemos que no solo se reduce a agresiones físicas.
 
Conductas como el chantaje, los celos, el control sobre la pareja: celar amistades, alejar a la persona de la familia, amigos y trabajo. Reducir o controlar sus gastos, limitar su libre desarrollo, etc. Tendrán en su gran mayoría una base machista de represión hacia lo que salga de los cánones del comportamiento deseado o esperado en el otro, en quien juega el rol que no corresponda (o se perciba que no corresponde) a lo masculino.
Otras formas en las que tiende a presentarse este problema suelen ser la competencia por tener más parejas sexuales, quién tiene mejor posición social o económica e incluso quien tenga mejores atributos físicos. 
Todo esto no es normal, se basa en estereotipos de una figura dominante que se asocia, en parejas homosexuales y en parejas heterosexuales, a la figura masculina de igual modo, al «galán», al «héroe» o al «poderoso». Donde la opinión y voluntad de la pareja se ve disminuida o suprimida, basándose de igual modo en una figura pasiva que se asocia en ocasiones, al rol femenino. La «sumisa», la «pura y buena» y la que «no tiene opinión». 
Igual que sucede en los comportamientos machistas fuera de la relación heterosexual, estos son justificados, entendidos como parte de una dinámica establecida y fomentados por la idea de que forman parte del «status quo», o del «ser hombre».
 Conclusión
En general, la dinámica de una pareja con roles dominante-pasivo, y la asociación de uno de esos roles con lo “femenino” y el otro con lo “masculino” son la razón de que se presente el machismo en las relaciones de pareja sin importar si son homosexuales o heterosexuales. Ya que el machismo se ve como un conducta inherente a los roles que se juegan dentro de la pareja y se tiende a confundir con amor. El machismo encuentra cabida en el ajuste de un posicionamiento dominante y otro pasivo que pasa en la mayoría de las relaciones contemporáneas y que en muchas ocasiones resulta inevitable para los miembros, sobre todo cuando dichos roles son rígidos y toman (o retoman) argumentos y «estrategias» de la idea machista básica, para mantener el “funcionamiento de la pareja”.Ya que la flexibilidad en estas posiciones y el administrarlos dentro de una dinámica sana de la pareja (equitativa) no conlleva problemas serios.
Es importante reconocer los comportamientos machistas independientemente de en qué tipo de relación estamos, en cualquier constructo e interrelación social, identificar lo han dado en llamar micromachismos. Y permear cada vez más las ideas de igualdad y equidad que permitan que en cualquier comportamiento humano, nadie, ni por ser hombre o jugar un rol semejante ni por educación o «influencia social» se postre superior a ningún otro.
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