FRAGMENTOS

Fragmentos

Blog de Julene Iriarte

Les dejamos este texto. Reflexión que esperamos se sintonice con lo que a nivel nacional y más de un a vez a nivel internacional, esta ocurriendo.

LA IMPOSIBILIDAD DEL MEXICANO

Nací de una raza triste,
de un país sin unidad
ni ideal ni patriotismo;
mi optimismo
es tan solo voluntad;
obstinación en querer,
con todos mis anhelares,
un México que ha de ser
a pesar de los pesares,
y que yo ya no he de ver…

Amado Nervo, Mi México

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El mexicano promedio de hoy en cifras
Nací de una raza triste,
de un país sin unidad
ni ideal ni patriotismo;
mi optimismo
es tan solo voluntad;
obstinación en querer,
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HABITUACIÓN A LA VIOLENCIA

Por Fernando Arrieta L.
No es nuevo para nosotros que en un grado ascendente la violencia ha ido abarcando más áreas de nuestra vida cotidiana. La violencia de género y la inseguridad han sido temas centrales en la vida del ser humano comúnmente, y vivir en México e incluso ser ciudadano mexicano desafortunadamente determina coexistir con esta realidad.

 

Pero hoy en día la influencia de la violencia, la vivencia y los alcances de la misma han llegado a ser algo generalizado y si bien los tintes aun no llegan a la normalidad estadística, lo común de los incidentes lo convierte en un problema social.

 

Son muchos los aspectos que aquí influyen además de las costumbres arraigadas, entre ellos los medios de comunicación. El internet es una puerta abierta a la información a través de la cual se vislumbran desde crímenes atroces y deleznables, hasta posturas políticas socialmente aceptadas que no por eso dejan de ser violentas. Y es curioso que sea justo este medio, el que gracias a la libre expresión permita deliberar y dar paso a las ideas, a las opiniones que por contrarias, en ocasiones suelen terminar siendo contradictorias. El odio con que se rechaza el odio. Pareciera ser un eslabón perdido en la cadena de incidencias de una especie que se ataca y se agrede a sí misma.

Por otro lado tenemos los noticieros, los periódicos de nota roja, los programas radiofónicos que mutilan la verdad más que informar, que aportan elementos y no argumentos, que intentan armar una escena del crimen digna de algún programa de TV. No se trata de que se oculte la información. Pero en ocasiones es innecesario ver la decapitación de un ciudadano extranjero para entender que aquel otro ciudadano oriundo, quien sujeta el arma, ha intentado defenderse de la manera más precaria y primitiva pero posible. Con violencia.

 

¿Y si uno apaga la Televisión, o no da clic en el link que “presume” el video aquel? Entonces se resuelve el conflicto. Falso. Porque la violencia se ha arraigado en nuestra vida como una plaga se abraza a un sembradío. En el transporte público al ir a la escuela o el trabajo, a través del bullying o el abuso laboral, con las miradas de crítica por nuestra apariencia, vestimenta, estilo de vida o preferencias sexuales, religiosas o políticas. Con las llamadas para presionar pagos de deudas bancarias, con las llamadas de extorsión. La violencia que sufren las mujeres y hombres con sus parejas, amigos, con quien les renta o les presta, con sus jefes, con sus colegas. Con aquel compatriota que navega con la bandera de la “Ley de Herodes”.

 

La violencia no nos ha consumido. Nosotros la estamos consumiendo. 

 

¿Por qué? Quien quiera es consciente de lo que acabo de escribir, no es nuevo, es secreto a voces. Pero cuando llega el momento de evitarla, de hacer algo al respecto, caemos victimas de ella. Cuando lo consciente debería imperar, cuando la voluntad de hacer lo contrario debería imponerse, caemos en el condicionamiento del que hemos sido objeto durante décadas. 

 

Habituación.

 

Es el fenómeno psicológico a través del cual un organismo es capaz de aumentar el umbral de percepción de un estímulo cuando este se le administra gradualmente. Llegando a necesitar más cantidad de dicho estímulo para ejercer una respuesta condicionada. Sin embargo se llega incluso al punto en que el organismo deja de percibir por completo el estímulo. 

 

Basta con abordar este tema en la problemática de la violencia de pareja.

 

“La habituación a la violencia hace que la mujer no perciba conductas violentas como agresiones, sino como parte natural de la relación de pareja. Primeras peleas, pequeños desacuerdos o conflictos en intereses, tiempos o proyectos. En este periodo de habituación, las mujeres se van adaptando (habituando) a una violencia un poco más intensa cada vez, van perdiendo (si alguna vez tuvieron) redes de apoyo familiares, de amistad, acceso a los recursos económicos y a la documentación necesaria para su independencia y autoprotección. Cuando la mujer llega a darse cuenta de su situación ya está experimentando las secuelas de la violencia (falta de autoestima, sentimiento de impotencia, dificultad para planificar adecuadamente, desesperanza, miedo, ansiedad…) lo que puede suponer un bloqueo o incapacidad para romper con este ciclo.” (Artículo de la Pág. Muchas Vidas Psicología.)

 

O bien en los antecedentes que se manejan como explicación del acoso escolar.

 

“Milagros Figueroa señala que resulta difícil especificar las causas de estos comportamientos. Precisa que algunas teorías psicológicas indican que un hostigador es una persona que nació y ha crecido en un ambiente violento, donde aprende que cuando quiere algo tiene que tomarlo o pelear por él. Esta habituación en el ámbito familiar va a ser internalizada por el individuo, de manera que cuando sale a otros ambientes y quiere algo, repetirá ese comportamiento.” (Revista ¿Cómo ves? UNAM.)

 

Como conclusión, si bien el ser humano tiene en su historial evolutivo la violencia y la agresión. Los alcances que se han tenido de esta “nueva violencia” parecen cegarnos con su magnitud. No es que no nos demos cuenta, es que no reaccionamos ante ella. Nos hemos habituado.

 

Esto no empezó de golpe, la reacción sería más enérgica de parte de todos y podríamos erradicarla desde los confines más propios para empezar. Comenzó de a poco, como un virus, con notas aquí y allá, con periódicos acercando cada vez más a la portada la imagen ensangrentada, con comportamientos que rebasan el “llevarse pesado” de la escuela, que ya radican en conflictos con los derechos humanos básicos. Con la impunidad que reina en las redes sociales y que se confunde con libertad de expresión y con la impunidad que reina en las relaciones interpersonales y que se confunde con amor, afecto o liderazgo según sea el caso.

 

Para muestra un ejemplo. Hacia la década de los 90´s Daniel Arizmendi “El Mochaorejas” abarcaba titulares en México y espacios televisivos por su modus operandi, ya para esos años el secuestro era algo bastante común, sin embargo, desato especial interés la violencia con la que actuaba. LINK
Quien lo recuerde, aquella sentencia de casi 400 años parecía corta una vez que lo detuvieron para tan atroces crímenes. Hoy por hoy, asesinos y secuestradores así, los hay por montones, muchos de ellos también salen en los titulares pero no son necesariamente perseguidos por sus crímenes. Hoy por hoy, el secuestro es lo de menos, y alguien que “mochara orejas” ya no nos sorprendería, cuando lo que se coarta son vidas enteras y las de los familiares y allegados.

 

Que si el gobierno lo permite y el sistema de justicia es corrupto y negligente. Claro, lo favorece. Pero solo hace falta leer nuestros mensajes de texto, nuestros tuits, salir a la calle, a la tienda, a la escuela, para ver que poco a poco, como pequeñas gotas de lluvia, la violencia ha caído sobre nosotros, hasta convertirse en una tormenta casi sin darnos cuenta. La protesta es infértil en ocasiones, la indignación no basta. Ocurre como en la habituación a la violencia de género, consecuencia de las dosis medidas de violencia gradualmente creciente. Porque hemos hecho de la violencia una forma de vida, un estilo de vida al que nos hemos acostumbrado, que ya no percibimos en su justa magnitud y nos vuelve simples espectadores mientras nos llega el agua al cuello. Antes de que quedemos sin oportunidad de defendernos. 





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EL CRIMEN Y EL HOMBRE ANTISOCIAL

Por Fernando A. Lopez
Lo antisocial en el hombre, es decir el hombre antisocial, es un término que se refiere a las conductas que ya sea que trasgredan los derechos ajenos o se identifiquen como impropias para tal o cual contexto sociopolítico. Ya aquí se ve la semejanza con el término de delito, y de criminalidad antes planteados. Pero cabe la aclaración, muy puntual, de que si bien todos los hombres que cometen un delito son en principio antisociales por la naturaleza misma de su criminalidad, no todos los hombres antisociales delinquen, y muy posiblemente no haya una predisposición real para la comisión del delito.
          Con antisocial se hace hincapié en el prefijo “anti”, el cual ya da indicios de contradicción, son pues necesarios de definir los parámetros por así decirlo, sociales, para entender lo que no lo es. Aquí nuevamente entramos al contexto sociopolítico (cultural) y a la naturaleza psicológica del hombre, la cual marcara lo que, en su mayoría se ha de entender como antisocial, siendo en este campo donde se “desenvuelven”, una o varias de sus conductas son identificadas en este aspecto como antisociales, debiendo a eso la nomenclatura de hombre antisocial. Para hablar de un individuo que sale, del común general de la sociedad debemos también no solo nombrar las conductas sociales (o normales), sino lo que es sociedad; con implicaciones a nivel de interrelaciones, organizacionales y multifactoriales, podemos hablar de un sistema de relaciones y acciones, mas o menos objetivas que sucede entre unos individuos y otros, a través de un proceso denominado social, creadora de situaciones que se han de interpretar como acciones y reacción en las que cada elemento juega un factor activo y determinante.
          El análisis de estos elementos, es objeto de la sociología, sobretodo la naturaleza contradictoria y de resistencia en la que se envuelve cada sociedad, más allá de la supervivencia. Es decir siguiendo esta línea que lo antisocial, seria cualquier conducta que se anteponga al interés ajeno, pero si, suponiendo el interés ajeno es negativo para la sociedad, por ejemplo un dictador, conductas antisociales no podrían ser igual  negativas, podemos hablar de una contribución que dadas ciertas circunstancias y la persecución de fines “nobles” permiten positivamente de lo antisocial.
          Que define entonces a la conducta antisocial como negativa, a priori su penalización por el código y el marco jurídico vigentes. Al hablar de trasgresión, estamos hablando del rebase de los límites que deben respetarse, es la trasgresión de una norma, el delito por otra parte se refiere a algo que va mejor dicho no solo a rebasar sino a contrarias las necesidades, intereses y fines ajenos establecidos ya  por la normativa sociocultural o individual, esto es, que de manera abierta las modalidades de la criminalidad referirán a una trasgresión que no será siempre en el marco jurídico, se hablaría aquí de una conducta antisocial no penada, la cual no por eso deja de serlo. Teniendo estas conclusiones, luego tenemos la perspectiva completa mucho más delimitada de lo que es el hombre antisocial, nuevamente todo delincuente es antisocial, pero no todo hombre antisocial es delincuente, este hombre caerá en ocasiones además en cometer una conducta fuera de los lineamientos penales (trasgrede) y es entonces, un hombre delincuente.
          Para referirlo ya por ultimo en toda su extensión, apuntamos:
          “[…] delincuente u hombre que delinque es el que trasgrede las disposiciones de carácter penal. Es un hombre antisocial”.
          El hombre antisocial, es un ser ubicado dentro de una sociedad que promoviendo la estabilidad y la mejoría y solidaridad humana, ha de atender no solo al hombre antisocial, sino al hombre antisocial delincuente. A través de la psicología, se averigua por ejemplo lo que induce al sujeto a la conducta antisocial, es decir a delinquir, cual es el significado que tiene de dicha conducta, de castigo y de impunidad; de esta manera su análisis permitirá una ubicación realista en el continuo conformado por ambiente, familia, cultura, estructuras (social, educacional e individual), etc. Esta configuración es particular, su estudio se generaliza más y más cada vez, pero su atención debe ser por tanto más individual cada vez. Lo que queda claro es que no solo es importante definir (para la criminología) quien, como y en qué sentido es que el hombre delinque, sino luego, ya identificado que se hará con él. No existe una personalidad del delincuente, se habla así de una personalidad de cada uno de los delincuentes, cuyas características semejantes son importantes para delimitar el fenómeno de la criminalidad, pero las características particulares son también trascendentales para esta delimitación, ha pues, de hacerse un análisis de caso individual en cada delincuente que lleve así mismo a su atención.
          Al hablar de normalidad y lo social, como extremos opuestos, conductuales y conceptuales de quien delinque, identificamos lo anormal y lo antisocial, lo cual va de la mano de trastornos psicológicos, llamados psicopatologías los cuales son un marco de referencia sobre la conducta delictiva, alimentada por ejemplo por la conducta agresiva (psicopatológica), o las vivencias frustrantes a partir de las necesidades también psicopatológicas del individuo.
          En termino de psicopatología, la conducta delictiva sirve al propósito de reducir tensiones, esta conducta será contrario al estímulo real, y será proporcional a la percepción de dicho estimulo. Es decir el sujeto tendera a responder de manera equivalente a la percepción de riesgo, amenaza o desestructuración que identifique quien delinque. La conducta delictiva se da frente al estímulo y no “por” este. En un momento dado aparece como la respuesta adecuada y en muchos casos como la única respuesta identificada para mantener un equilibrio que como se ha dicho arriba se percibe amenazado o en desestructuración. La conducta delictiva no es una enfermedad, es el síntoma de una enfermedad, psicológica a priori enraizada en elementos de la personalidad.
          Si bien entonces el delito no es la enfermedad quien delinque se puede decir que sí está enfermo. La diferencia básica se encuentra en la represión de las conductas que han de enmarcarse como antisociales que el hombre “normal” y “sano” consigue evitar, mientras que el no cometer dichas conductas es a tal grado un peligro para el hombre antisocial, que no las “puede” evitar, sin que esto reduzca la actividad y la culpabilidad.
          Es así que las experiencias, el ambiente y el contexto social e histórico han de promover o limitar la conducta delictiva aun en el hombre enfermo. Aquí, la familia por ejemplo y las actividades propias dentro y fuera (pero influidas por ella), posiblemente no promuevan el delito, pero si determina su naturaleza. La carencia afectiva reducirá por ejemplo el marco de la conducta delictiva a una característica, a priori, la privación, que tratara de ser subsanada a través de posibles conductas antisociales. Lo mismo pasa con referentes como la agresión, la falta o inadecuación de la identidad, y los mecanismos que se han desarrollado en la convivencia y supervivencia del individuo. Hablamos entonces de un desarrollo psicosocial que dará elementos nuevamente a la criminología para el estudio del hombre en extensión subjetiva, antisocial, enfermo que delinque. Las condiciones que merman la comisión del delito se relacionan así, ya no solo con lo social, sino con lo psicológico, volviendo necesario el estudio como entes dinámicos (cambiantes) de la personalidad y la sociedad.
          Cuál es entonces, en términos de Derecho penal, la diferencia entre el hombre antisocial y el hombre delincuente. Radica ésta en el tipo de conducta que realiza, ambos realizaran una conducta fuera de lo establecido “normalmente” pero solo uno, quien delinque, realizara dicha conducta trasgrediendo lo establecido legalmente, con consecuencias especificadas dentro del código penal, acatadas por un marco jurídico que es referencia para cualquier individuo, antisocial o no. Luego, ya el conflicto radicaría no en si es antisocial el delincuente, ni si su comportamiento fue una conducta criminal, sino más bien, cuales conductas se encuentran identificadas ahí, en lo ilegal.





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REPRESENTACIÓN SOCIAL Y PENSAMIENTO SOCIAL

 

Por Cinthya Trejo Z.
Serge Moscovici: Concepto de representación social en su tesis doctoral de 1961, El psicoanálisis: su imagen y su público, lo hace a partir de una idea de Émile Durkheim que señaló la existencia de representaciones colectivas e individuales y explicó, además, las diferencias fundamentales entre ambas.
En su teoría de las dos conciencias Durkheim presupone que los grupos elaboran y comparten de manera involuntaria modelos o representaciones, que asimilan y reproducen a partir de los comportamientos de sus respectivos miembros.
Moscovici va a ofrecer una visión de representación dinámica, enfocada hacia la práctica social. A partir de autores como Durkheim, George Mead y Herberth Blummer, Heider y Piaget.
La representación es un proceso en el cual los individuos juegan un papel activo y creador de sentido, las representaciones se originan o emergen en la dialéctica que se establece entre las interacciones cotidianas de los sujetos, su universo de experiencias previas y las condiciones del entorno y sirven para orientarse en el contexto social y material, para dominarlo. 
 
La representación constituye un tejido conectivo entre comportamientos y cogniciones, entre sujeto y objeto, que surge en medio de esa articulación y, a su vez, la facilita.
Para Moscovici, las representaciones pueden originarse, también, a través de mecanismos de observación o de reflexión individuales los cuales, por supuesto siempre están mediados por el contexto.
Moscovici ha dicho que las representaciones pueden calificarse de sociales atendiendo a tres criterios fundamentales:
a) criterio cuantitativo: por señalar el grado de extensión que alcanzan en una colectividad.
b) criterio productivo: por indicar que son expresión de una organización social.
c) criterio funcional: por resaltar el papel que tienen en la formación y orientación de las conductas y las comunicaciones.
Al ser formulada por sujetos sociales, no se trata de una simple reproducción sino de una complicada construcción en la cual tiene un peso importante, además del propio objeto, el carácter activo y creador de cada individuo, el grupo al que pertenece y las constricciones y habilitaciones que lo rodean.
EN CONCLUSION las representaciones sociales. Son un medio para interpretar la realidad y determinar el comportamiento de los miembros de un grupo hacia su entorno social y físico con el objeto representado. Las representaciones sociales guían y orientan las acciones y relaciones sociales. No son una calca fiel de lo externo en la mente de los agentes, sino una sustitución de aquello y, en consecuencia, una reconstrucción individual y social de lo externo.
Manuel Martín Serrano
Una representación social consiste en la propuesta de una determinada interpretación de lo que existe o de lo que acontece en el entorno. Cuando el relato es elaborado por un mediador institucional (institución mediadora) y está destinado a una comunidad, la representación social puede llegar a adquirir el valor de una representación colectiva o se legitima por ella. […] La representación social es una interpretación de la realidad que está destinada a ser interiorizada como representación personal por determinados componentes de un grupo. La representación social deviene un producto cognitivo inseparable del producto comunicativo.
Denise Jodelet
El concepto de representación social designa una forma de conocimiento específico, el saber de sentido común, en sentido más amplio, designa una forma de pensamiento social. Las representaciones sociales constituyen modalidades de pensamiento práctico orientados hacia la comunicación, la comprensión y el dominio del entorno social, material e ideal.
Lo social interviene a través del contexto concreto en que se sitúan los individuos y los grupos; a través de la comunicación que se establece entre ellos; a través de los marcos de aprehensión que proporciona su bagaje cultural; a través de los códigos, valores e ideologías relacionados con las posiciones y pertenencias sociales específicas.” Jodelet.
Para resumir, se acepta que toda representación social posee los siguientes rasgos (Jodelet, 1986: 478):
a) siempre es la representación de un objeto.
b) tiene un carácter de imagen y la propiedad de poder intercambiar lo sensible y la idea, la percepción y el concepto.
c) tiene un carácter simbólico y significante.
d) tiene un carácter constructivo.
e) tiene un carácter autónomo y creativo.





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Sin título

LA CONTRACULTURA EN MÉXICO
Jose Agustín
Por Fernando Arrieta L. 
Este libro es un vivo retrato de lo que es la juventud hoy en día, además aborda temas que forman parte de la actualidad, de nuestro contexto histórico desde mediados del siglo pasado a la fecha. Dentro de todo lo que podemos llamar cultura, para José Agustín, es todo el entorno social, es decir como denominar cultura a la misma sección social que representan los “mexicanos” y sus subniveles; el caso es que no precisamente, al menos para mí, no por las razones que dicta en este libro, todos esos movimientos y manifestaciones debieran ser como tal una contracultura; porque únicamente sean como la negación a “lo Cultural” ya que ésto desde mi punto de vista no existe como tal, repito, en el sentido en el que lo aborda José Agustín.
Por lo demás los temas me parecen interesantísimos, todos y cada uno de los puntos que aborda y además como diferencia, delimita y define a los grupos de “socialización” que se dan y de los que hemos sido testigos, en la escuela, en los lugares de reunión, como bares y antros, e incluso en la misma cotidianidad, esas ramificaciones “culturales” son parte de nuestra percepción diaria.
Así es que regresando a mi tema del primer párrafo, tenemos que para José Agustín no existe una cultura, sino varias, y como tal se hablará de la contracultura repito, como ramificaciones lógicamente contrarias a todas y cada una de estas “culturas” lo que da lugar a lo que yo podría llamar “subculturas”, pero que a mi modo de ver y por consecuencia inevitable terminan siendo reflejos en distintos grados de intensidad de las “culturas principales”.
Es decir para culminar este tema, que para mi la contracultura abordada en este libro de excelsa manera por José Agustín está y estará (y por supuesto ha estado) tan estrechamente relacionada con todo el entorno cultural que como una consecuencia que se encuentra hacia donde se voltee la mirada, esta contracultura es un infortunado y conmovedor reflejo inconsciente e involuntario de la cultura dominante, como se ve y será así siempre, de Todo.
Aquí he de ser sincero, quisiera citar una diferenciación entre estas “subculturas” de las que hablo que me pareció interesante; aquí se le llaman culturas populares y/o alternativas, si se habla por decir de una cultura que no alcanza los términos de una cultura como la que todos denominamos así, es una sub-cultura; por otro lado hablando acerca de una cultura creada y formulada pero que aún obtiene como resultado inferioridad, hablamos de una cultura subalterna; una cultura que se mantiene al margen por decisión o necesidad propia de la cultura “dominante” es un ejemplo de cultura marginal. Hay dos ejemplos que son más de los que se habla en el libro y son primero la cultura “clandestina” esa que se va creando intempestivamente alejada de las miradas acusadoras y prejuiciosas de la sociedad como cultura, es la cultura “underground”. Y por último la que le da el titulo al libro, la que rechaza la cultura dominante pero se forja a su vez en las “ruinas” de las demás y por ende tiene características de los restos sobrantes de éstas, la cultura que se opone a la tendencia general es la Contracultura.
Esta última se da como resultado al cambio que exige la novedad antes de adaptarse del todo a la sociedad “culta”, es decir la revolución ideológica que busca inexcusablemente liberarse de las ataduras que le va dictando poco a poco la normativa social, se ataca la consciencia y la institución que son a la vez el armazón y las barreras de la “nueva Cultura”, ésta que al menos de principio se tiene que postular como Contracultura.
Por lo tanto tenemos que estas culturas de la juventud, son “colecciones” es decir son compendios de otras culturas unidireccionales pero individuales esto provoca que a su vez las culturas “hechizas o hibridas” tengan un sentido multidireccional pero constante a la vez, o al menos eso se pretende.
Por último, creo, y siguiendo la línea de expresar en estas palabras mi propio punto de vista, que a fin de cuentas todo, y el tema de este libro, se resume en las ideologías, encaminadas hacia esta liberación de los preceptos sociales que anhela cada miembro de la multiplicidad de la juventud. Lo importante aquí es que si cada joven analizara con esta ideología esperanzada del porvenir, todo su entorno el mundo, México, la escuela y cada joven seria mucho mejor ético-psico-emocionalmente, y el problema que le veo a esta contracultura no es la negación incluso que presenta a veces entre ella misma, o al menos no es el problema principal, no, su primer deficiencia es que las siguen los  jóvenes como se niegan a seguir la cultura “dominante” a ojos cerrados, con lo que tenemos como resultado los factores que se pretendían impedir.
Bueno como conclusión creo que esta contracultura es una cultura joven, y por ende, en pleno desarrollo, pero eso no le quita esencia; para mí, por experimentarla, es una cultura en la que cada miembro participante, activo e inactivo, persigue y comparte el ideal de las utopías heterogéneas de su mente y las utopías homogéneas del conjunto.
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LA LEY DE HERODES Y EL PENSAMIENTO MÁGICO

Ideologia del Mexicano

Por Fernando Arrieta L.

Tan conocida, y tan aplicada. Pareciera un concepto que se quiera o no, ya traemos todos integrado. La psicología social maneja muchos conceptos a través de los cuales explica la conducta del individuo cuando este se encuentra en una sociedad y una cultura. El ser humano es uno como individuo y otro como masa. Pero que pasa cuando no es la masa lo que afecta al individuo, sino al revés.
Muchos son los mecanismos de defensa que, como si fueran una mascara utilizamos al convivir con otros seres humanos, pero que hay de las cogniciones, que basadas en la racionalización y la intelectualización nos otorgan mascaras mejor realizadas, por asi decirlo, nos dejan menos descubierto. Las cogniciones, o ideas, en México adquieren un valor especial, son incluso reconocidas como sabiduría popular, refranes, dichos, palabras, que nos vuelven un pueblo y nos identifican como mexicanos. Muchos son buenos, nos permiten tantear terreno sobre la idea publica de lo correcto o lo incorrecto, de las consecuencias de las cosas o lo permisivo dentro de nuestra propia cultura, pero, y que pasa con los negativos, los que se vuelven un pretexto para actuar o dejar de hacerlo, que pasa cuando el individuo ocupa a la masa como pretexto para su propia desintegración, y cuando este individuo desintegra de a poco al resto de la masa.
Somos átomos de uranio provocando una reacción en cadena que puede hacer estallar esto que llamamos sociedad, y todo por qué, por una simple idea que nos “permite” ser de tal o cual manera, por una sola frase que nos prohíbe entender al otro, y entendernos a nosotros mismos. Pero ¿Qué mas da? Si, así es el mexicano en general, y así aplica para México, porque aquí en México aplica la ley de Herodes, o te chingas o te jodes.
Este dicho tiene sus orígenes en la narración cristiana sobre la ejecución que ordeno Herodes al saber que nacería un nuevo rey que podría poner en riesgo su gobierno. No encontré referencias históricas y no se, aunque lo dudo, si en México la frase tenga algo en relación a ello. Pero el principio y la idea básica es la misma, eliminar, atacar o actuar, arbitrariamente cuando no se sabe que hay que eliminar, atacar, o como hay que actuar. Dando como resultado una sola opción, o SÍ o SÍ.
Mi objetivo no es hablar de lo autoritaria que suena la frase, ni de que tanto o que tan alto en nuestro país se ha convertido más en una doctrina que en un mero dicho. Sino de por qué la hemos adoptado a tal grado que merma la convivencia social y el progreso de una sociedad que por donde se vea tiene el potencial pero no lo ha desarrollado.
Hay un punto central desde mi opinión para que esto se de, el pensamiento mágico, como característica del pensamiento social de México, en el que todo lo bueno y lo malo viene de afuera, de los otros, en el que no tenemos responsabilidad con nada ni con nadie, en el que somos simples espectadores de un show que nos tiene como protagonistas. Pisamos a los otros porque nos estorban y lo que pretendemos es subir a costa de lo que sea, no nos hacemos responsables de nuestros propios actos y culpamos a los demás, el gobierno tiene la culpa, el presidente, Estados Unidos, cualquier cosa que no represente tener que aceptar nuestros errores. Desde el momento en el que fuimos conquistados, el interés individual y el pensamiento mágico fueron nuestra perdición, Moctezuma II creyó que seria el “único” en ser salvado al aceptar en la gran Tenochtitlan al Dios Quetzalcoatl quien había prometido volver. Los fundamentos de nuestra cultura se encuentran en la religión cristiana, inculcada como método de opresión en nuestros antepasados, cuestión que incluso hoy en día vuelve la fe, un instrumento para actuar, y no el actuar un instrumento de la fe. Muchos son los ejemplos que se pueden mencionar, incluso en el ámbito deportivo, los triunfos son individuales, el deportista mexicano no sabe triunfar en grupo, se boicotean unos a otros.
Quiero recordar una metáfora que me conto un profesor de la Facultad de Psicología, el prof. German Álvarez Díaz de León, en una cubeta pusieron unos cangrejos, después de un tiempo cuando ninguno lograba salir de la cubeta se dieron cuenta de que cuando uno se esforzaba y comenzaba a trepar, los otros lo jalaban, lo detenían, como dato esos cangrejos eran mexicanos. El ejemplo nos ha tocado vivirlo a todos, y esto no es una critica contra los mexicanos ni mucho menos, es una petición para nosotros, para todos, para que modifiquemos ese esquema de comportamiento, para que cuando uno emerja le apoyemos y lo ayudemos a salir, para que veamos por el bien de los demás, con responsabilidad y sentido, y no solo por el nuestro, nuestros intereses son pocos cuando son individuales y muchos cuando son los de la sociedad, pero cuando entendamos que de verdad muchos de esos intereses son comunes, el esfuerzo se conseguirá dirigir hacia una misma dirección. Demos un giro a esto, evitemos el te chingas o te jodes, como dice la ley de Herodes, y demos opción al triunfo a la realización, pensemos en el otro, aceptemos nuestras responsabilidades, como ciudadanos, como padres, como familia, como amigos, compañeros, empleados, estudiantes y como mexicanos. El cambio no vendrá de un partido político ni mucho menos de un candidato (Cualquiera) creado y diseñado a partir de esa ley, el cambio debe de ser propio, de ideología, de pensamiento, la manera de ver el mundo y a nosotros mismos. Pensemos en que si a alguien o chingamos o jodemos, alguien estará tratando también de chingarnos o jodernos. Si a alguien apoyamos o ayudamos, alguien estará también tratando de apoyarnos o ayudarnos. Dejar de boicotearnos como mexicanos con cogniciones equivocadas. Dejar por fin, de regirnos por la ley de Herodes, ya que hasta  la fecha nos ha terminado chingando o jodiendo.
Hay mexicanos que lo han modificado ya, que piensan de distinta manera, es posible entonces, cambiar años de cultura y de ideología del mexicano, por una renovada ideología del individuo en la cultura mexicana, que suena parecido pero es muy diferente.
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