Obras de Sigmund Freud Completas.

A manera de difusión, les compartimos las Obras Completas de S. Freud. En un compendio de 29 tomos y en formato PDF. Para ayudar a estudiantes de Psicología y carreras afines, o simplemente a quien quiere conocer la obra de Sigmund Freud, pionero en la Psicología y el Psicoanálisis, y uno de los pensadores más influyentes de inicios del siglo XX.





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EL AFAN DE PODERÍO, FAMA Y POSESIÓN

Por Fernando Arrieta L.
               En referencia a un capítulo del libro La personalidad neurótica de nuestro tiempo, de Karen Horney, en él, la autora nos habla de un nuevo rasgo neurótico además del correspondiente a la búsqueda neurótica de afecto. En este caso es la necesidad de poderío, prestigio o posesión. Definitivamente ninguno de estos elementos de la neurosis pueden ser desligados del tinte sociocultural que han adquirido en nuestro contexto, el poder y la fama son incluso en algunas culturas elementos necesarios como metas o proyectos de vida, las posesiones relacionadas con los bienes materiales e incluso en ocasiones con las personas amigos, familia o pareja, son también tenidos en alta estima dentro de nuestra sociedad por no decir que incluso se han vuelto necesarios.
               La connotación diferencial entre la búsqueda de estos elementos en la normalidad y la búsqueda de los mismos en la neurosis, está marcada por el origen de la energía destinada a conseguirlos. Mientras en la normalidad esta energía se basa en las capacidades analizadas y el deseo natural de sobresalir basado por decirlo así, en nuestras fuerzas o virtudes. En la neurosis la energía radica en el miedo al reconocimiento de nuestra debilidad o nuestros defectos.
               En lo que concierne a la búsqueda de poderío, este podría decirse que se compone de una compensación como defensa ante la vulnerabilidad. La intención del neurótico aquí es alejarse de tal modo que consiga ponerse sobre los demás de manera que no sólo no quede duda de que no existe ningún tipo de debilidad en él, sino que, de ser necesario cualquiera que lo dude quede convencido de que no existe dicha debilidad y que está ubicado como «espectador» debajo de aquel sujeto poderoso, el neurótico.
               Por otra parte el poderío puede volverse en dominancia, establece de este modo el neurótico las situaciones de manera tal que le permita situarse en una posición superior que provoque que las personas “debajo” de él, generen un gran nivel de dependencia hacia el mismo o hacia su ayuda, su presencia, sus ideas, su poder a fin de cuentas. Esta dependencia surge como una mera defensa a la posible dependencia que podría sufrir el neurótico, el único modo que encuentra para no depender de los demás es conseguir que sean ellos quienes dependen de él, sin darse cuenta que está estructurando un contexto de codependencia ya sea en su matrimonio, su familia o su entorno de amistades. Esta es una de las razones por las cuales quienes se encuentran dominados por esta necesidad neurótica de poderío, prestigio o posesión, encuentran grandes dificultades para entablar contactos interpersonales.
               De hecho la autora propone que se identifique la necesidad de poderío, prestigio o posesión a través de los malogrados intentos de conseguir satisfacer la necesidad patológica de afecto.
               Por su parte el prestigio se busca como un modo de conseguir además de poder, cierto nivel de vulnerabilidad «adaptativa», nuevamente situándose lejos de las demás personas en un grado que permite al neurótico desdibujar sus verdaderas debilidades y aparentar que únicamente está compuesto de capacidades, ya que ha conseguido a través de estos, la fama y el prestigio consecuentes. Esta necesidad de prestigio va muy ligada con la de poderío, se asemejan porque ambas ubican al sujeto neurótico en un papel “mayor” a los demás, y proporcionan como se ha dicho una defensa alejando a los demás. Se diferencian cuando el individuo plantea su fama o prestigio a través de logros o capacidades «rescatadas» de sus propias debilidades o vulnerabilidades.
               Nuevamente aquí vemos relaciones interpersonales conflictivas, e incluso una necesidad de reconocimiento aunada a esta necesidad de proteger su indefensión. Ya que quien ha conseguido fama y prestigio es muy posible que incluso llegue a mostrarse hostil cuando estos no le son reconocidos o son puestos en duda sus capacidades y virtudes, de igual manera sucede cuando, a quien se ha hecho de poder, no se le reconoce esa posición o son puestos en duda los méritos o las capacidades que le permiten estar ahí, la respuesta es hostilidad y nuevamente angustia que provocaría en todo caso, nuevas herramientas (posiciones sádicas o masoquistas), desarrolladas por parte del neurótico que le permitirán afianzar esa posición y mantenerla prácticamente a costa de lo que sea.
               Finalmente en lo que corresponde a la necesidad de posesión, nuevamente nos encontramos ante la búsqueda de niveles exagerados o extremos no solo de posesión sino de conservación o despilfarro, nuevamente de manera polarizada quien consigue así posesiones se torna demasiado dispuesto a malgastarlas incluso en los demás antes que en sí mismo, o al contrario, no está dispuesto a deshacerse de ellas incluso cuando son necesarias o le sería conveniente a él mismo.
               El neurótico en esta posesión puede sacrificar más fácil el secreto de sus debilidades por alimentar así la necesidad de ser ayudado o apoyado y conservar, quitándole a los otros tiempo, ayuda o bienes materiales, la tónica de sus posesiones. De igual manera sus relaciones interpersonales estarán enmarcadas por la angustia que le genera involucrarse y sentir que “roba” el afecto de los demás ya que ese es justamente su miedo, el involucrarse lo vuelve vulnerable a perder lo que ha conseguido, pese a que es esta vulnerabilidad curiosamente la que le ha permitido conseguir dicha posesión.

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LA ANGUSTIA

 Por Cinthya Trejo Z.

               Del latín angustĭa (“angostura”, “dificultad”), la angustia es la congoja 
o aflicción.  Se trata de un estado afectivo que implica un cierto malestar 
psicológico, acompañado por cambios en el organismo (como temblores, 
taquicardia, sudoración excesiva o falta de aire).
 
       La angustia es una reacción afectiva  se presenta en toda neurosis y es el núcleo dinámico de esta,  puede causar reacciones fisiológicas intensas tales como taquicardia, sudoración, temblor, etc. 
       A diferencia del miedo en la angustia no existe un peligro evidente, si no subjetivo y oculto es decir una persona experimenta miedo de muerte cuando padece una enfermedad grave o está ante un asaltante que le apunta con una pistola ahí el peligro es evidente y objetivo, mientras que alguien puede experimentar angustia de muerte por el sólo hecho de salir a la calle y pensar que será agredido por un asaltante o que la arrollará un auto etc. Peligros no observables. Sin embargo para la persona que experimenta la angustia estos peligros están presentes y son reales debido a que la intensidad de su angustia es proporcional al significado  que esa situación tenga para ella.

Ahora bien algunos neuróticos reportan y se dan cuanta claramente de que sienten angustia ya sea en situaciones específicas o en general pero hay otros que no dan cuenta de esto aunque claramente presentan esta angustia en su vida diaria, esto se debe ya que la angustia es un afecto muy tormentoso e incluso insoportable , por ello en ocasiones y dependiendo del individuo hallaremos la manera ya sea consiente o no de no sentirla ya que nos sentimos indefensos y dominados por este afecto con carácter irracional el cual marca o advierte implícitamente que hay algo que debemos modificar y que no anda bien en nosotros.

                      Por tanto existen métodos para evitar esta angustia como lo son la racionalización que es un recurso demasiado usado en los neuróticos y que por ello en el trabajo psicoanalítico no es objetivo el persuadirlos de que no es un temor racional si no ver el significado que para ellos tiene cierta situación o evento.  
Otra manera es la negación, al negar la angustia se puede somatizar, aquí vemos por ejemplo las reacciones fisiológicas antes mencionadas como taquicardia, mareo, sudoración etc., o también podemos negarla de manera consciente a base de un esfuerzo de voluntad pero esto solo ayudara  a una de las tantas manifestaciones de la angustia . Otra manera es narcotizarla con alcohol y narcóticos o de manera más sutil demostrada en comportamientos específicos.  La ultima forma de escapar  de la angustia seria rehuir de ella evitando toda situación, idea o sentimiento que la provoquen, llegando incluso a la inhibición.

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LA DOBLE MORAL

Por Fernando Arrieta L.

 

Cuando hablamos de doble moral, en el sentido coloquial, sabemos que implica una contradicción marcada entre la actitud ante un comportamiento ajeno específico y la conducta propia, normalmente incurriendo en cometer justo lo que se critica. Para indagar más acerca de donde se origina dicho comportamiento, realizamos este análisis.

 

¿Por qué es tan común y a la vez tan compleja esta conducta?

 

Al observar el comportamiento del otro inevitablemente lo sometemos a un juicio, de función principalmente, de interacción y por ultimo de valor. Es decir, primero nos preguntamos ¿Por qué lo hace, que objetivo persigue y si lo logrará o no? Luego nos preguntamos ¿Cómo es que nos afecta o nos beneficia dicho comportamiento? si hemos de promoverlo o evitarlo. Y por último, si ese comportamiento es correcto respecto a nuestros estándares personales, experiencias propias y el «deber ser» o el «bien común» que tenemos más o menos estructurado. 

 

Ahora inviertan el orden en el que se enjuicia el comportamiento del otro, y tenemos la linea critica incoherente que da pie a la doble moral. Lo primero que ha de hacer la persona, es juzgar un comportamiento como «correcto» o «incorrecto» dependiendo del esquema de valores, usos y tradiciones propios. Pero hasta ahí estamos enfrentados únicamente a un comportamiento crítico, descalificativo y jerárquico, en el que se critica lo que nunca se haría. La doble moral entra en el siguiente apartado del enjuiciamiento, si alguien más lo hace ¿Por qué yo no? Si a él le conviene o lo puede hacer a “sus anchas”, aunque sea incorrecto ¿No puedo hacerlo yo también?

 

Existe un deseo en todos nosotros, inconsciente, de llevar a cabo aquello que no está permitido (sobre todo lo que no nos permitimos a nosotros mismos), ese punto de éxtasis liberal podría representar un punto tan hedónico que provoca rehusarse a «caer en la tentación». Así se ve en el comportamiento del otro y se identifica como negativo el cumplimiento «irresponsable» de un deseo reprimido por nuestros propios esquemas de comportamiento «adecuado o correcto», los mismos esquemas que de principio identificaron aquella conducta como impropia.

 

Es común encontrar que en personas “homofobas” haya una tendencia homosexual reprimida, que personas que criticaron por ejemplo la libertad sexual alcanzada en décadas anteriores, tuvieran problemas relacionados a la sexualidad, con la presencia de muchos complejos. Que aquel que critica la reacción impulsiva tienda a responder pasivamente o con cautela en ciertas circunstancias pero en otras tenga comportamientos incluso más impulsivos que los que descalifico en principio. Tenemos otro ejemplo claro en la predicación, que se identifica cuando los preceptos personales son llevados al «deber ser» del sentido común, tratando de orientar y delimitar la conducta colectiva para que siga la línea del bien o de lo correcto.

Sin embargo, como cualquier esquema moral individual, ha de caer en puntos críticos en cierta contradicción. Ejemplos claros, la pederastia en la iglesia, el racismo y la discriminación dentro de prácticamente cualquier grupo social, los programas sociales de empresas que no son responsables socialmente ni mucho menos en otros aspectos, así como la percepción colectiva de hacer el bien, que se reduce a la mínima expresión cuando el individuo se encuentra solo o por ejemplo únicamente con su familia. 
No siempre es igual
 
Si bien coloquialmente tenemos estos comportamientos identificados como de «doble moral», hay que aclarar que no todas las personas que rechazan o están en desacuerdo con la orientación sexual de otras personas son homosexuales, que no todos los que critican la impulsividad tenderán a presentarla. Y por otro lado, es importante saber que la doble moral no se recarga sobre un comportamiento contradictorio, sino sobre la percepción errónea de que un comportamiento debe ser descalificado en el otro y el comportamiento propio equivalente o simbólico, será permitido en el fuero personal.

 

Así por ejemplo, la persona “homofoba” hace explicita la «doble moral» cuando en su conducta refleja el deseo reprimido de la libertad de identidad y de vida sexual. Cuando alguien critica el comportamiento agresivo, pero no se comporta con agresividad, dicha moral contradictoria se presenta cuando esta agresividad permite un rango de movimiento más amplio, cuando la agresividad le consigue cosas o beneficios desde el desahogo hasta la respuesta sumisa de alguien más, y es ahí cuando no es criticada (cuando le “conviene”). Cuando una empresa, consigue estructurar un servicio social de por ejemplo, ayuda a los discapacitados, provee conveniencia que permea su imagen como una organización comprometida con su audiencia o clientela, pero descuida otras áreas en las que dicho compromiso se ve mermado ya que será quizá menos tangible o menos beneficioso.

 

De igual modo las personas no siempre actúan en base a este deseo reprimido de hacer lo que critican. En ocasiones simple y sencillamente es un modo de que la evaluación final, parezca comprometida con el bien común en cierta área. Por ejemplo, una persona puede mantener una firme convicción ante la crítica a la interrupción legal del embarazo que mencionamos en otra entrada, pero al final carece de la misma determinación para “rechazar” comportamientos en otras áreas menos comprometidas o menos esperadas por el grupo social de referencia, como por ejemplo, disminuir el comportamiento de maltrato infantil o hacia la mujer.
La doble moral 
 

 

En conclusión, las personas tendemos a proyectar nuestros deseos reprimidos en el otro, sobre todo cuando actúa como a nosotros no se nos está permitido actuar (aunque el limite lo establezcamos nosotros mismos).

 

Esta proyección da pie a la crítica incoherente en la que en realidad desearíamos poder hacer lo que aquel hace, y terminamos por caer victimas de nuestra incoherencia «cometiendo» una conducta que se asemeja a la que descalificamos en un principio, o que incluso es la misma. Otras veces, la crítica incoherente, da pie a la expresión de ese deseo reprimido con conductas opuestas pero igual o más inadecuadas o incorrectas, pero que nos «damos permiso» de hacer. Y por último, en ocasiones el deseo no se revela con tal intensidad, pero la culpa si, y el sujeto o las organizaciones sociales, “limpian” su imagen siguiendo el canon social de tachar y remarcar lo que no se debe hacer, sólo para compensar su fallo en otras áreas. Quien se equivoca, antes de intentar corregirse, intentará remarcar los errores de otros.

 

La doble moral es entonces una herramienta de comportamiento social, que da cabida a nuestros deseos reprimidos, a un comportamiento permisivo aunque incoherente y a la expiación de conductas que, de otro modo representarían una carga moral propia (culpa). Una moralidad con la que nos toparíamos diario, al despertarnos y que instintivamente casi, es preferible “echársela al otro”.





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LAS LINEAS DE PERSONALIDAD ANNA FREUD

Por Cinthya Trejo Z. y Fernando Arrieta L.

 
Ana Freud define las líneas de desarrollo como un cuadro en que se pueden observar los logros o fracasos de determinado niño en el desarrollo de su personalidad, en ellas se busca una interacción entre el ello y el yo y sus distintos niveles de desarrollo y las secuencias de los mismos de acuerdo con la edad.
Existen diversas líneas de desarrollo y algunas tienen validez para casi todos los campos de la personalidad individual, estas trazan un crecimiento gradual en actitudes y comportamientos del niño, pudiendo seguir un camino de logros o fracasos a lo largo de su desarrollo.
Hay una línea de desarrollo básica, conocida como ESTADIOS EVOLUTIVOS, la cual conduce desde la absoluta dependencia del recién nacido hasta la autosuficiencia material y emocional del joven adulto, para esta las fases oral, anal y genital son solo la base congénita de maduración, esta línea se divide en:
Oral.
1.      El niño establece la succión como un medio de contacto con el entorno en especial durante la lactancia con la madre. Comienza a incorporarse al mundo que le rodea.
2.       El niño sigue una fase de interacción con el mundo, mordiendo e intentando destruir los elementos a su alrededor. Se le conoce como canibalística
Anal
1.      Comienza a practicar biológicamente el proceso de expulsión
2.      Consigue poco a poco el control de esfínteres, y continua así con la retención.
Fálica
1.      En un primer momento el niño vive el complejo de Edipo, como es entendido en la teoría psicoanalítica
2.      Pasa posteriormente a una fase de maduración
Existe otra línea de desarrollo, que va desde la dependencia emocional hasta la autosuficiencia emocional y las relaciones objetales.
DE LA DEPENDENCIA EMOCIONAL A LA AUTOSUFICIENCIA
 
La etapa de la unidad bilógica es una de las etapas de la línea base que se divide en tres fases la autista, simbiótica y de separación-individuación. En esta etapa la madre extiende su narcisismo al hijo, y el niño la incluye como parte de su yo. Las fases antes mencionadas permitirán que el niño desarrolle un papel activo en el mundo cercano a él (término del autismo), que se una a su madre concluyendo una relación de mutua conveniencia (relación simbiótica) y que desarrolle un descubrimiento autónomo e individual que le permita desligar su yo, de la madre (separación-individuación).
 Posteriormente encontramos la fase de satisfacción de las necesidades (relación analítica con el objeto parcial), en la cual el niño tiene urgencia de necesidades somáticas y la madre tiene que satisfacer estas. Aun se es dependiente de la resolución de los deseos por parte de la madre, pero estos son ya identificados, reconocidos y en mayor parte cada vez expresados por el niño.
La fase de constancia objetal, conforme el niño asimila que no tienen que ser satisfechas sus necesidades para que se mantenga una imagen positiva del objeto. Consigue así una imagen interna del objeto (positiva) que sigue independiente a la satisfacción de las necesidades.
La relación ambivalente, en la fase preedípica-sadicoanal, lleva al niño a mostrarse con actitudes del yo de depender, torturar, dominar y controlar a los objetos amados. El contraste ante dichas actitudes permite que el niño interactúe de manera constante con el entorno midiendo fallidamente los límites de esta relación, tiende a ser ambivalente o contrario en sus actitudes hacia los objetos que ama, no solo hacia la madre, pero en especial con ella.
La siguiente es la fase fálico edipica, centrada en el objeto, se tiene una actitud posesiva hacia el progenitor del sexo contrario, curiosidad, deseo de proteger, actitudes exhibicionistas, celos y rivalidad hacia el progenitor del mismo sexo. Y paulatinamente se genera identificación con los objetos semejantes (ej. otros niños).
En la fase de latencia, se da una transferencia de la libido de las figuras parentales hacia otras personas, objetos o ideales. Los padres pierden parte de la idealización original, y se experimenta una desilusión respecto a ellos, mientras que hacia otros objetos o ideales, sobre todo los personales, se genera esta misma curiosidad y deseos de control o satisfacción.
La fase del preludio preadolescente, en la que hay un retorno a conductas del objeto parcial, de satisfacción de las necesidades, y de tipo ambivalente.
Por ultimo termina con la lucha del adolescente, en la fase de la supremacía genital, en esta se niegan, contrarrestan y cambian vínculos con sus objetos infantiles y se da la supremacía genital transferida al sexo opuesto.
Todas estas etapas como mencionamos forman parte de la línea de desarrollo básica pero podemos encontrar otra línea de desarrollo:
HACIA LA INDEPENDENCIA CORPORAL
è Desde la lactancia a la alimentación racional: el niño debe regular de modo activo y racional la ingesta de alimentos y también hacerlo de manera independiente. En esta
Se pueden ver en ella, la etapa de lactancia, seguida del destete, transición hacia comer solo, luego vendría el comer solo, después la desaparición gradual de la razón comida –madre en el periodo edípico y por último la desaparición del sexualización de la comida durante el periodo de latencia.
è De la incontinencia al control de esfínteres: en la cual tenemos como finalidad la modificación, transformación y control de las tendencias uretrales y anales, se observan conflictos entre el ello, yo y superyo y las fuerzas ambientales. Solo al completarse las cuatro fases que comprenden esta línea se asegura por completo el control de esfínteres cuando este ya no depende de las relaciones objétales.
è De a irresponsabilidad hacia la responsabilidad del cuidado corporal: de manera lenta y gradual el niño también asume la responsabilidad del cuidado y protección de su cuerpo contra los daños que podría llegar a tener, ya que el niño deposita la mayoría de estos cuidados en la madre. Primero la agresión se dirige desde el propio cuerpo hacía el mundo exterior, después se dan un avances en el funcionamiento del yo tales como la orientación en el mundo exterior, la comprensión de causa y efecto y el control de deseos peligrosos en beneficio del principio de realidad y la última etapa se caracteriza por la aceptación voluntaria de las reglas de higiene y sanitarias. La respuesta libidinal del niño, se transfiere del cuidado de la madre, hacia el cuidado de sí mismo con una identificación narcisista de si mismo.
è Desde el egocentrismo al compañerismo: que como su nombre lo denota primero se tiene una perspectiva narcisista y egoísta, más tarde se mira a los demás como objetos inanimados y pronto se comienza a ver una integración con otros al menos para realizar tarea básicas y por último se ve a ello como compañeros y socios hacia los cuales se pueden tener ciertos sentimientos y amistad.
Todas las líneas anteriores son líneas de desarrollo que comprenden ciertas fases ya que los cambios en el niño son graduales estos cambios son básicos para formar una personalidad armoniosa del niño, lo significa que ha alcanzado un nivel esperado en la secuencia hacia la madurez emocional, hay un gran número de niños que alcanzan altos niveles en algunas líneas de desarrollo mientras que en otras no es así, esta carencia de equilibrio entre líneas causa dificultades en la niñez. Para ayudar a que este desarrollo se dé en condiciones óptimas es importante destacar que el vínculo con la madre debe trabajarse y estimularse logrando un sentido de unidad y armonía con ella.





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EL CORAZÓN DELATOR (Análisis)

Edgar Allan Poe
Por Fernando Arrieta L.
El corazón delator, obra de Edgar Allan Poe, narra la historia de un hombre el cual, basado en su obsesión por el ojo de un “viejo” con el que vive, decide matarlo, tan meticulosa y tan indiferentemente que sorprende su sistematicidad además de la calma con que narra la “hazaña”, una vez preso justificando y defendiendo no su inocencia sino su salud mental. Sin embargo, provocado por la misma obsesión, una obsesión que le ciega y le carcome, una obsesión cuyo origen destruyo al destruir al viejo y matarlo pero que sigue ahí latente, intimidante, potente y opresora, termina, luego de una crisis, por confesar su crimen cuando escucha, en toda la habitación, el corazón del viejo, latiendo en sus oídos, latiendo frente a todos, siguiendo el compas de su obsesión, penetrando fuera de él pero retumbándole por dentro, en su propio corazón, que lo delata, su corazón que provoca que confiese el crimen, valiéndose de la razón del crimen mismo, la obsesión con el ojo del viejo la inevitabilidad de su existencia, y la inevitabilidad del latir de su corazón, un corazón que lo delata no solo frente a los policías sino frente a sí mismo, descubriendo sus miedos, descubriendo su vulnerabilidad y su obsesión, dejándolo indefenso ante el ser más peligroso para él, él mismo.

Refiriéndonos a las motivaciones, ¿Qué lleva a un hombre a asesinar a otro? En este texto en específico, es aquí, entorno a esta pregunta, donde el autor en su narración nos enfoca más en el ojo del viejo que en el viejo mismo, incluso escribe:

 

“Me es imposible decir como aquella idea me entro en la cabeza […]                       No  perseguía ningún propósito ni estaba colérico. Quería mucho al viejo,  jamás me había hecho nada malo. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo… ¡Si, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre… Un ojo celeste y velado por una tela […] Cada vez que lo clavaba en mi se me helaba la sangre […] Y así, poco a poco, gradualmente, me fui decidiendo a quitarle la vida al viejo y librarme de aquel ojo para siempre”.

 

Sobre esto podemos argumentar que según la teoría de Melanie Klein principalmente, pero además utilizando elementos de otras teorías de la personalidad respecto a las relaciones objetales que se crean en el individuo (Spitz y Mahler, p.ej. Fase Simbiótica y Fase de Separación), quiero explicar cómo en este sujeto (quien narra la historia, el asesino) no se presento la escisión “normal” que debe presentarse, si bien existe un reconocimiento del objeto participante del no-yo. Es evidente que este objeto se integra como parcial, no como un objeto total. Siendo en la etapa de “splitting” o disociación donde el individuo no supero la subsecuente integración del objeto total. El protagonista concibe los objetos respecto a la interacción que tienen con el, mantiene un no-yo integrado aun al yo, y por ende un yo desintegrado. Siguiendo ahora la línea de Spitz, podemos observar como dio un significado a objetos participantes del no-yo es decir, elementos de su entorno pero al no conseguir en la Tercera Etapa mencionada por Spitz, una estructuración del objeto real, percibe a estos elementos como parciales, dándoles atribuciones a los mismos, atributos que, al aun tener conexión con él, (no se dio la escicion completa) comparten inevitablemente las características mutuamente. 

 

No es el viejo, es el ojo, ese ojo que hiela la sangre y que provoca instintos asesinos, un ojo que mueve la meticulosidad, la sistematicidad  y la obsesion, un ojo que provoca destruirlo: es el ojo, un objeto parcial en el cual recarga todos los sentimientos que, al igual que en la teoría de Melanie Klein (Pecho bueno, Pecho malo), podríamos llamar negativos, es decir, la agresión es proyectada para no ser introyectada. La agresión y “todo” lo malo que tiene el ojo, es proyectado única y exclusivamente sobre el Ojo y solo sobre él, porque de otro modo esa agresividad tendría que reconocerse como propia, tendría además que aceptarse y su aceptación conllevaría la autodestrucción, al ser proyectada implica solo la destrucción del objeto de proyección, así como en la teoría de Melanie Klein, el pecho es el malo y no el infante, en la narración de E.A. Poe, el ojo es el malo y no el protagonista. Sin embargo, se da también un cierto estancamiento dentro de la etapa que Anna Freud llama en su teoría: Relación Ambivalente de la fase Preedípica sádico-anal. En la cual menciona que existe una necesidad de atacar el objeto amado, nuestro protagonista “ama” al objeto precisamente porque le permite un espejo donde proyectar su agresividad, de este modo ha creado una relación en la que depende del objeto y de la proyección que realiza en el mismo, sin embargo tiene que destruirlo porque al haberle dotado de las cualidades negativas proyectadas, es decir, su agresividad reprimida y su obsesión (simbólicamente la “opresión” que siente del ojo hacia él, es la opresión que se ha creado el mismo hacia su self vulnerable), ahora es un objeto malo, una parte del objeto la cual al ser destruida aniquila al objeto por completo, pero es un precio justo, un precio razonable porque no se distingue la parcialidad del objeto, únicamente su maldad, esto último nuevamente podría asociarse con la teoría de Melanie Klein y la relaciones objetales.

 

 

 

Por otra parte podemos seguir la teoría de Winnicott, poniendo como elemento el self falso defectuoso del individuo. Ya que no consiguió desarrollar una percepción del objeto total, (escindirse por completo del no-yo y por ende de su madre), éste objeto nunca consiguió consolidarse como un yo auxiliar, es decir, evidentemente estancado en la etapa del splitting, pretendió utilizar constantes objetos parciales como un yo auxiliar pero nunca cumplieron su objetivo ya que para ello se requiere un objeto total. En este sentido el personaje del cual nos habla Poe, no consiguió desarrollar un self-falso separado de su self-verdadero, por lo cual el self es una unidad integrada entre el verdadero y el falso, cuya existencia es la única realidad del sujeto. Esto se ve reflejado primero en la patología esquizoide que refleja durante el texto (alucinaciones y paranoia), y segundo en que no concibe normas ni comportamientos adecuados para enfrentar las intrusiones que se le presentan a su self, de modo que el único entendimiento que tiene de cómo poder enfrentar esa intrusión directa en contra del self es deshacerse literalmente de la intrusión , aniquilándola por completo, caso contrario ocurriría con un self-falso estructurado junto con un self-verdadero, en este sentido hipotéticamente se podría asimilar la intrusión, manejarla como tal, y la congruencia entre ambos self, permitirá al sujeto reaccionar de forma adaptativa para conservar la integridad de ambos self.

 

“Y una nueva ansiedad se apodero de mi […] Me basto un segundo para  arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo […] Pero durante varios segundos el corazón siguió latiendo, claro que no me preocupaba pues nadie lograría oírlo”

 

Fue a fin de cuentas según lo narra el autor, una confesión provocada por su esquizofrenia, una crisis dentro de su obsesión y su paranoia, en conjunto con todos los demás elementos que hemos mencionado ya. El creía escuchar el corazón, resonando por la habitación con los policías presentes, nuevamente un objeto parcial, no el haber matado a un hombre, no el remordimiento del asesinato, sino su obsesión, su necesidad de proyectar todas esas cualidades negativas hacia un objeto, parcial nuevamente, un corazón, que le atormento con sus latidos que provoco que se delatara, que lo hundió en su propia paranoia, y que grito mientras emanaba de su propia boca las palabras que le condenarían.

 

“Era un resonar apagado y presuroso, un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón […] ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! … Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces, escuchen… más fuerte…  más fuerte…  más fuerte… ¡Basta ya de fingir malvados, confieso que lo mate! ¡Levanten esos tablones y ahí lo hallarán! ¡Ahí donde esta latiendo su horrible corazón!”

 

En definitiva, Poe no escribió este texto pensando en lo que acabo de redactar, sin embargo quiero hacer mención de lo exhaustiva que es su obra respecto a las emociones y las pulsiones humanas, todos sus cuentos se basan en las pulsiones más complejas y más terroríficas del ser humano, el dolor, el odio, el amor… y de igual manera sus más horribles expresiones, la agonía, las psicosis y la paranoia, la obsesión. En este texto no es la excepción, hace un exquisito relato de la penosa realidad de una obsesión, cruel e inhumana, peligrosa, nos habla de una complicada relación con el objeto y de un yo pulsional, de un self no equilibrado entre las tres instancias, sin una estructura conformada, además de una personalidad esquizofrénica, atormentada por la obsesión que alimenta su patología, una obsesión que enardece su paranoia, una obsesión intolerable. A fin de cuentas es esta combinación la que convierte al corazón delator, en una mirada a la psique del protagonista mismo, y el terrible desenlace, es él mismo, obsesionado e indiferente, quien defiende su cordura pero quien se convierte irremediablemente en su propio “corazón delator”.

 

“¿Por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos […] Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo, y muchas cosas oí en el infierno […]  Escuchen… y observen con cuanta cordura, con cuanta tranquilidad les cuento mi historia”





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PERSONALIDAD ANTISOCIAL, PSICOPÁTICA Y SOCIOPÁTICA

 

 

PERSONALIDAD ANTISOCIAL- PSICOPÁTICA Y SOCIOPÁTICA
(Breve Revisión)
Por Arrieta López Fernando H.
Definición
Es una condición psiquiátrica caracterizada por un comportamiento crónico de manipulación, explotación o violación de los derechos de los demás y a menudo es un comportamiento criminal, siempre en contra de los estándares sociales. Por esto que, a pesar de que saben que están haciendo un mal, actúan por impulso para alcanzar lo que desean, cometiendo en muchos casos delitos graves. Es común que se confunda a la sociopatía con otras patologías de la misma clase, como podrían ser la conducta criminal, la antisocial o la psicopatía. Pero son trastornos, aunque relacionados, de diferentes características, con otros tratamientos y consecuencias.

 

Características de la conducta antisocial

 

                Por medio del marco de evidencias de las conductas patentizadas en el individuo, se puede catalogar la magnitud en la persona. Según Kazdin & Buela-Casal en su estudio, se encuentran evidencias primordiales que son de guía para poder identificar como algún trastorno clínico en la personalidad del individuo una de estas son la frecuencia e intensidad de conductas. También, en las acciones antisociales hay conductas de “baja frecuencia y alta intensidad” (Kazdin, Alan E. & Buela-Casal, Gualberto, 1994), dando a entender que el significado se determina por el alto alcance del producto de tal conducta que la frecuencia de la conducta durante el desarrollo normal en el individuo (ej.: niño). Otra de las características que se observa es la repetición, la longanimidad y magnitud de la conducta en el individuo es, según los estudios realizados por los autores mencionados, una guía para poder definir niveles de la conducta antisocial. Como ejemplo tenemos la conducta de aislamiento, esta conducta puede que no llame la atención a externos, pero su tiempo, es decir, su extensión si conlleva un alto valor. Por tanto, en estos estudios, las características presentes son combinadas con el proceso de determinación en índices clínicos de la conducta antisocial. Quiere decir (según estudios), los niños que presenten todos estos manifiestos como: gravedad en la conducta, frecuencia, y variantes, no son justificados como para algún tratamiento clínico, ya que por su desarrollo de identificación de la conducta esta en combinación con su desarrollo normal.

 

 

 

Causas, incidencia y factores de riesgo

 

                Los trastornos de personalidad son patrones de relaciones y comportamientos crónicos que interfieren con la vida de una persona durante muchos años. Para hacer un diagnóstico del trastorno de personalidad antisocial, una persona tiene que haber tenido primero un comportamiento durante la infancia que encuadre dentro del diagnóstico de un trastorno de conducta.

 

                La causa de este trastorno se desconoce, pero se cree que algunos factores genéticos y el maltrato infantil contribuyen a su desarrollo. Los individuos de padres antisociales o alcohólicos están en mayor riesgo de desarrollar esta condición. Así mismo, los hombres resultan muchísimo más afectados que las mujeres y para nadie es una sorpresa que la condición sea común en la población carcelaria. En los niños, el hecho de prender fuego y la crueldad con los animales están ligados al desarrollo de la personalidad antisocial.

 

Síntomas

 

– Una persona con trastorno de personalidad antisocial:

 

– Quebranta la ley constantemente

 

– Miente, roba y a menudo se involucra en riñas

 

– Descuida su propia seguridad y la de los demás

 

– Demuestra ausencia de culpa

 

– Tuvo en la niñez un diagnóstico de trastorno de conducta o síntomas relacionados con dicha condición

 

 

Signos «superficiales»

 

                Los individuos con trastorno de personalidad antisocial a menudo están enojados y son arrogantes, pero pueden ser capaces de mostrar sensatez y encanto superficiales. Es probable que tiendan a adular y manipular las emociones de otros y, con frecuencia, están involucrados en problemas legales y alto consumo de drogas.

 

Tratamiento.

 

                El de personalidad antisocial se considera uno de los trastornos de la personalidad más difíciles de tratar. Los individuos rara vez buscan tratamiento por su cuenta y pueden iniciar una terapia cuando los obliga la justicia. La intervención multidisciplinaria juega un papel de gran importancia en el tratamiento. Incluidas la atención médica, psiquiátrica y psicológica.

 

                Las personas con trastorno de personalidad antisocial no logran admitir que están frente a un problema que debe ser tratado (egosintonía). Es por ello que es fundamental que exista un estímulo externo que les permita aceptar dicha condición. Puede venir desde la propia familia como también desde la justicia, que le ordene un tratamiento en vistas de los problemas que le puede acarrear.

 

                Este trastorno puede agravarse, en algunos casos, especialmente cuando la persona a tratar tiene como hábito el consumo de drogas. Muchos tipos de terapia pueden colaborar a sobrellevar de mejor modo la enfermedad. La terapia grupal puede ser clave para hacer entender a la persona que puede interactuar con los demás sin necesidad de violencia o desprecio. La terapia de comportamiento cognitivo y la terapia de modificación pueden contribuir a alterar los patrones problemáticos de pensamiento que el tratado posee y a estimular los comportamientos positivos en sociedad.

 

                Dentro de la órbita psiquiátrica, los medicamentos se usan para combatir síntomas específicos, como la agresividad y la irritabilidad. Los fármacos conocidos como “antipsicóticos” han demostrado tener éxito en el tratamiento del trastorno. Si bien se presupone que el TPA es una enfermedad crónica, algunos síntomas -especialmente el comportamiento criminal- pueden ir disminuyendo con lentitud con el paso del tiempo y un tratamiento adecuado.

 

Expectativas (pronóstico).

 

                Los síntomas tienden a alcanzar su punto máximo durante los últimos años de la adolescencia y comienzos de la edad adulta. Algunas veces mejoran en edades avanzadas de sus vidas.

 

Complicaciones

 

                Entre las complicaciones se pueden mencionar encarcelamiento frecuente (reincidencia delictiva) y el abuso/dependencia frecuente del alcohol y otras drogas.

 

                La sociopatía, también conocida como trastorno de personalidad antisocial (TPA), es una patología de índole psíquico que deriva en que las personas que la padecen pierden la noción de la importancia de las normas sociales, como son las leyes y los derechos individuales. Si bien, generalmente, puede ser detectada a partir de los 18 años de edad, se estima que los síntomas y características vienen desarrollándose desde la adolescencia. Antes de los 15 años debe detectarse una sintomatología similar pero no tan acentuada, se trata del trastorno disocial de la personalidad.
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LA INMEDIATEZ (La cultura de la inmediatez)

La cultura de la inmediatez

Artículo recopilado por Cinthya Trejo Z.
Autor Irene Orce

Publicado el 27 de octubre de 2014

El tiempo es nuestro mayor tesoro. No en vano, lo que hacemos con él, en qué lo invertimos y a qué lo dedicamos define nuestra existencia. Lamentablemente, se trata de un bien limitado. De ahí que resulte tan precioso.

Y que seamos especialmente cuidadosos y selectivos en nuestro intento por aprovecharlo al máximo. Pero este afán por no perder ni un solo segundo acarrea no pocos efectos secundarios. Entre ellos, destacan la prisa y la impaciencia, dos palabras que protagonizan la vida diaria de miles de personas.

La prisa rige nuestra vida con mano de hierro. Nos impone la presión de que todo se debe hacer de una determinada manera y en un limitado marco de tiempo. Bajo su embrujo, las horas del día parecen no ser suficientes para cumplir con nuestras obligaciones laborales y nuestras responsabilidades familiares. Su único objetivo es transformar nuestra existencia en una carrera de máxima velocidad sin tregua ni fin. Al igual que un virus, resulta extremadamente contagiosa y de lo más dañina. Por si fuera poco, suele ir de la mano de la tóxica impaciencia. Un veneno que resulta letal para nuestro bienestar, nuestra capacidad de relativizar y nuestro buen humor. Bajo su influencia, perseguimos la gratificación instantánea sin tener en cuenta las repercusiones que ello puede tener sobre los demás y sobre nuestra propia vida. Cuando cedemos a sus dictados buscamos resultados inmediatos, y perdemos interés en esforzarnos para conseguir metas a largo plazo.

Ambas limitan sobremanera nuestra tolerancia a la frustración. Y nos llevan a la reactividad y a la precipitación, convirtiéndonos en esclavos de la insatisfacción, el estrés y la ansiedad. La presión y la sensación de agobio nos hacen tomar decisiones con el piloto automático, sin tiempo para planificar o prever. Al final de la jornada estamos agotados y sin una pizca deenergía. Un día más apagando fuegos con la prisa en los talones. Como consecuencia de esta cultura de la inmediatez, abocada al hacer y al tener, apenas nos queda tiempo para ser. Y esta realidad todavía se ve más acentuada debido al avance imparable de las nuevas tecnologías y la presencia de las pantallas como un nuevo elemento indispensable en nuestra vida. Cada vez estamos más enchufados a una realidad virtual en la que nuestros deseos de inmediatez se multiplican. Y lo cierto es que ya nadie pone en duda de que esta actividad frenética merma nuestra salud física y emocional. Tal vez sea el momento de cuestionar la premisa generalizada de que la prisa y la impaciencia ayudan de algún modo a obtener mejores resultados en menos tiempo.

Las ventajas de saber esperar

Lo que causa malestar es estar en el presente queriendo estar en el futuro, Eckart Tolle

Vivimos tan absorbidos por nuestros hábitos que en contadas ocasiones nos permitimos cuestionarlos. Pero lo que pone de manifiesto el aburrimiento, la impaciencia y la necesidad de tenerlo todo para antesdeayer es nuestra desconexión interna. En este contexto, el concepto esperar adquiere una connotación negativa, vinculada a momentos irritantes, de exasperación y desesperación. De ahí nuestra tendencia a huir del momento presente. Sin embargo, la espera es la que nos acompaña durante toda transición. Podemos vivirla como un tormento o tratar de gestionarla de la manera más efectiva posible. Y eso supone aprender a apreciar la oportunidad que nos brinda: dejar de vivir como víctimas de nuestros impulsos y empezar a cultivar la constancia y la paciencia.

Esta es la lección que aprendió un grupo de niños tras participar en un experimento realizado por la Universidad de Stanford, liderado por el Dr. Walter Mischel en la década de los 60 y los 70. Conocida como la prueba de los marshmallows (nubes de malvavisco), consistía en dejar a un niño solo en una habitación, sentado ante una de estas chucherías. Al pequeño se le advertía de que, si esperaba 15 minutos, podría comerse no sólo la golosina que tenía delante, sino otra más. Si no esperaba el tiempo suficiente, sólo podía degustar uno de estos dulces. Existen varias grabaciones de este estudio, que reflejan la lucha interna de los pequeños ante la certeza de una gratificación instantánea y la promesa de una gratificación mayor. Con este estudio, Mischel y su equipo definieron un marco de referencia para calificar la capacidad del ser humano de postergar la satisfacción.

Se trata de lo que el propio Mischel denominó el sistema frío y caliente, que pretende definir por qué la fuerza de voluntad triunfa o fracasa. Según Mischel, nuestra mente opera en dos frecuencias. La fría es lenta y consciente, permite el establecimiento de objetivos a largo plazo. La caliente es apasionada, instintiva y emocional, y se caracteriza por sus respuestas automáticas y rápidas ante estímulos como los mismos marshmallows, sin tener en cuenta las repercusiones a largo plazo. Cuando la fuerza de voluntad flaquea, la exposición al estímulo caliente sobrepasa al frío y conduce a las acciones impulsivas y a las consecuencias desmedidas, según afirma Mischel. Treinta años más tarde, el equipo de Mischel realizó un seguimiento de los niños que años atrás habían participado en el experimento. De esta forma, constataron que los pequeños que lograron esperar y disfrutar así de su doble premio contaban con más fuerza de voluntad y mejores recursos de gestión emocional, lo que más adelante les ayudaría a vivir una vida más plena y satisfactoria.

Si bien hay caracteres más proclives a operar en una frecuencia fría o en una caliente, la fuerza de voluntad es un músculo que se puede entrenar. Es lo que nos permite romper nuestros hábitos y ganar en perspectiva. Si a lo largo de nuestra vida siempre escogiéramos el marshmallow, que sirve como ejemplo de todo aquello accesible, cómodo, fácil y seguro, nos perderíamos la oportunidad de obtener una recompensa mucho mayor. La satisfacción profunda y auténtica que nace del esfuerzo, la constancia y la consecución de nuestras metas, sueños y objetivos a largo plazo. Pero la tentación de la golosina a veces resulta irresistible, y una vez nos vemos atrapados por la inercia de la prisa y la impaciencia resulta muy difícil escapar. Y en el proceso, nos perdemos muchísimas cosas. Es como ir de excursión a la montaña y mantener los ojos siempre fijos en la tierra del camino. Llegaremos a nuestro destino, pero no habremos disfrutado de la belleza del paisaje durante el trayecto. A menudo olvidamos que la espera puede resultar dulce, y cuenta con su propio paquete de beneficios. Incluso logra hacernos valorar más cuando llega el momento deseado.

El arte de la paciencia

Si he hecho descubrimientos valiosos ha sido por tener más paciencia que cualquier otro talento, Isaac Newton

Al no dedicarnos tiempo a nosotros mismos, no nos damos la oportunidad de asumir y asentar la gran cantidad de experiencias que acumulamos cada día. Romper este círculo vicioso pasa por cuestionar nuestra necesidad de tenerlo todo cuanto antes, y en abarcar el máximo de actividades posibles en el mínimo espacio de tiempo. Tal vez nos ayude preguntarnos: ¿Qué le falta a este momento para que sea completo? Y ¿De qué sirve correr más rápido si estamos en la carretera equivocada? Si nuestro objetivo último es no perder el tiempo, ¿qué ganamos dedicándolo a quejarnos por lo lento que va todo, o a verbalizar nuestro malestar a diestro y siniestro? Date prisa, que llegamos tarde. Lo necesito para ahora mismo. No soporto que me hagan esperar”… Lo cierto es que la prisa y la impaciencia no sirven para nada. Las cosas van a seguir yendo a su ritmo, por más que tratemos de que se adapten a nuestro exigente guión, marcado por la cultura de la inmediatez.

De ahí la importancia de cultivar el arte perdido de la paciencia. Cada vez que nos sentimos impacientes, ocasionándonos malestar, estamos dando por hecho que nuestra felicidad no se encuentra en este preciso momento. Esta sensación actúa como un indicador que nos avisa de que no estamos a gusto con nosotros mismos. Si lo estuviéramos, no tendríamos ningunaprisa en que cualquier otra persona, cosa o situación avanzara a una velocidad mayor de la que lo está haciendo. Seríamos conscientes de que esa actitud no sirve para acelerar el ritmo de lo que nos sucede. Eso sí, adoptar esta actitud más constructiva es necesario que nos recordemos de vez en cuando que todos los procesos que conforman nuestra vida tienen su particular tempo. Y que todo lo que necesitamos para ser felices se encuentra en este preciso instante y en este preciso lugar.





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HABITUACIÓN A LA VIOLENCIA

Por Fernando Arrieta L.
No es nuevo para nosotros que en un grado ascendente la violencia ha ido abarcando más áreas de nuestra vida cotidiana. La violencia de género y la inseguridad han sido temas centrales en la vida del ser humano comúnmente, y vivir en México e incluso ser ciudadano mexicano desafortunadamente determina coexistir con esta realidad.

 

Pero hoy en día la influencia de la violencia, la vivencia y los alcances de la misma han llegado a ser algo generalizado y si bien los tintes aun no llegan a la normalidad estadística, lo común de los incidentes lo convierte en un problema social.

 

Son muchos los aspectos que aquí influyen además de las costumbres arraigadas, entre ellos los medios de comunicación. El internet es una puerta abierta a la información a través de la cual se vislumbran desde crímenes atroces y deleznables, hasta posturas políticas socialmente aceptadas que no por eso dejan de ser violentas. Y es curioso que sea justo este medio, el que gracias a la libre expresión permita deliberar y dar paso a las ideas, a las opiniones que por contrarias, en ocasiones suelen terminar siendo contradictorias. El odio con que se rechaza el odio. Pareciera ser un eslabón perdido en la cadena de incidencias de una especie que se ataca y se agrede a sí misma.

Por otro lado tenemos los noticieros, los periódicos de nota roja, los programas radiofónicos que mutilan la verdad más que informar, que aportan elementos y no argumentos, que intentan armar una escena del crimen digna de algún programa de TV. No se trata de que se oculte la información. Pero en ocasiones es innecesario ver la decapitación de un ciudadano extranjero para entender que aquel otro ciudadano oriundo, quien sujeta el arma, ha intentado defenderse de la manera más precaria y primitiva pero posible. Con violencia.

 

¿Y si uno apaga la Televisión, o no da clic en el link que “presume” el video aquel? Entonces se resuelve el conflicto. Falso. Porque la violencia se ha arraigado en nuestra vida como una plaga se abraza a un sembradío. En el transporte público al ir a la escuela o el trabajo, a través del bullying o el abuso laboral, con las miradas de crítica por nuestra apariencia, vestimenta, estilo de vida o preferencias sexuales, religiosas o políticas. Con las llamadas para presionar pagos de deudas bancarias, con las llamadas de extorsión. La violencia que sufren las mujeres y hombres con sus parejas, amigos, con quien les renta o les presta, con sus jefes, con sus colegas. Con aquel compatriota que navega con la bandera de la “Ley de Herodes”.

 

La violencia no nos ha consumido. Nosotros la estamos consumiendo. 

 

¿Por qué? Quien quiera es consciente de lo que acabo de escribir, no es nuevo, es secreto a voces. Pero cuando llega el momento de evitarla, de hacer algo al respecto, caemos victimas de ella. Cuando lo consciente debería imperar, cuando la voluntad de hacer lo contrario debería imponerse, caemos en el condicionamiento del que hemos sido objeto durante décadas. 

 

Habituación.

 

Es el fenómeno psicológico a través del cual un organismo es capaz de aumentar el umbral de percepción de un estímulo cuando este se le administra gradualmente. Llegando a necesitar más cantidad de dicho estímulo para ejercer una respuesta condicionada. Sin embargo se llega incluso al punto en que el organismo deja de percibir por completo el estímulo. 

 

Basta con abordar este tema en la problemática de la violencia de pareja.

 

“La habituación a la violencia hace que la mujer no perciba conductas violentas como agresiones, sino como parte natural de la relación de pareja. Primeras peleas, pequeños desacuerdos o conflictos en intereses, tiempos o proyectos. En este periodo de habituación, las mujeres se van adaptando (habituando) a una violencia un poco más intensa cada vez, van perdiendo (si alguna vez tuvieron) redes de apoyo familiares, de amistad, acceso a los recursos económicos y a la documentación necesaria para su independencia y autoprotección. Cuando la mujer llega a darse cuenta de su situación ya está experimentando las secuelas de la violencia (falta de autoestima, sentimiento de impotencia, dificultad para planificar adecuadamente, desesperanza, miedo, ansiedad…) lo que puede suponer un bloqueo o incapacidad para romper con este ciclo.” (Artículo de la Pág. Muchas Vidas Psicología.)

 

O bien en los antecedentes que se manejan como explicación del acoso escolar.

 

“Milagros Figueroa señala que resulta difícil especificar las causas de estos comportamientos. Precisa que algunas teorías psicológicas indican que un hostigador es una persona que nació y ha crecido en un ambiente violento, donde aprende que cuando quiere algo tiene que tomarlo o pelear por él. Esta habituación en el ámbito familiar va a ser internalizada por el individuo, de manera que cuando sale a otros ambientes y quiere algo, repetirá ese comportamiento.” (Revista ¿Cómo ves? UNAM.)

 

Como conclusión, si bien el ser humano tiene en su historial evolutivo la violencia y la agresión. Los alcances que se han tenido de esta “nueva violencia” parecen cegarnos con su magnitud. No es que no nos demos cuenta, es que no reaccionamos ante ella. Nos hemos habituado.

 

Esto no empezó de golpe, la reacción sería más enérgica de parte de todos y podríamos erradicarla desde los confines más propios para empezar. Comenzó de a poco, como un virus, con notas aquí y allá, con periódicos acercando cada vez más a la portada la imagen ensangrentada, con comportamientos que rebasan el “llevarse pesado” de la escuela, que ya radican en conflictos con los derechos humanos básicos. Con la impunidad que reina en las redes sociales y que se confunde con libertad de expresión y con la impunidad que reina en las relaciones interpersonales y que se confunde con amor, afecto o liderazgo según sea el caso.

 

Para muestra un ejemplo. Hacia la década de los 90´s Daniel Arizmendi “El Mochaorejas” abarcaba titulares en México y espacios televisivos por su modus operandi, ya para esos años el secuestro era algo bastante común, sin embargo, desato especial interés la violencia con la que actuaba. LINK
Quien lo recuerde, aquella sentencia de casi 400 años parecía corta una vez que lo detuvieron para tan atroces crímenes. Hoy por hoy, asesinos y secuestradores así, los hay por montones, muchos de ellos también salen en los titulares pero no son necesariamente perseguidos por sus crímenes. Hoy por hoy, el secuestro es lo de menos, y alguien que “mochara orejas” ya no nos sorprendería, cuando lo que se coarta son vidas enteras y las de los familiares y allegados.

 

Que si el gobierno lo permite y el sistema de justicia es corrupto y negligente. Claro, lo favorece. Pero solo hace falta leer nuestros mensajes de texto, nuestros tuits, salir a la calle, a la tienda, a la escuela, para ver que poco a poco, como pequeñas gotas de lluvia, la violencia ha caído sobre nosotros, hasta convertirse en una tormenta casi sin darnos cuenta. La protesta es infértil en ocasiones, la indignación no basta. Ocurre como en la habituación a la violencia de género, consecuencia de las dosis medidas de violencia gradualmente creciente. Porque hemos hecho de la violencia una forma de vida, un estilo de vida al que nos hemos acostumbrado, que ya no percibimos en su justa magnitud y nos vuelve simples espectadores mientras nos llega el agua al cuello. Antes de que quedemos sin oportunidad de defendernos. 





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LÍMITES EN LA CRIANZA Y LA EDUCACIÓN.

La importancia de establecer límites en la crianza y la educación. 
Por Cinthya H. Trejo

A veces se vuelve un poco complejo educar a un hijo, pero es posible hacerlo. Como padres la idea en cuanto a todo lo que a sus hijos se refiere es hacer lo mejor para ellos y la eduacion es parte fundamental de esto. Establecer normas y límites a corta edad sera mas sencillo ya que aprendera que es lo comun y esto ayudará a evitar mayores problemas en el futuro de padres e hijos.
Comenzemos por recordar que los límites son no solo necesarios sino imprescindibles en la vida de todo niño, ya que es a través de las normas de comportamiento como ellos van moldeando de forma adecuada sus actitudes y finalmente, su personalidad.
Por ello es ideal conocer formas adecuadas de poner límites, pues estos son muy diferentes de la agresión. Los limites le dicen al niño hasta donde es posible o adecuado llegar en algun comportamiento, por ello aunque en ocasiones los padres siente culpa o angustia al poner limites firmes a sus hijos, ya que no quieren parecer autoritarios, es basico siempre recordar que estos son importantes ya que tambien ayudan al niño a sentirse seguro y protegido.
Si los padres siempre corresponden a lo que el niño está solicitando por ejemplo cuando hace berrinche, continuará haciendolo pues sabe que va a obtener una ganancia con esto, llamando la atención de sus padres y conseguiendo lo que desean de manera negativa. Cada niño debe aprender a tolerar la frustración y comprender los tiempos de espera con la ayuda de sus padres.
Al poner límites desde pequeños los padres mas alla de mostrarse autoritarios lo que hacen como efecto de esto es proteger al niño de muchos de los riesgos de la vida actual, como las adicciones o los comportamientos delictivos, puesto que se les enseña a cumplir normas, un orden y un respeto, siempre desde el afecto y la congruencia.
Los límites les enseñan a organizarse y a tener buenos hábitos que serán un valor para toda su vida. Es importante que asimilen las normas de convivencia y de relación social, pues esto fomentará que en la vida adulta puedan vivir de la mejor manera posible y sepan responder de forma satisfactoria a las distintas situaciones que se les presenten.
Los niños necesitan ser guiados asertivamente, con cariño y comprensión. Padres muy autoritarios o demasiados permisivos fomentan que el niño llegue a tener una pobre autoestima o comunicación con sus iguales o adultos.
Los padres autoritarios, dictadores, son los que imponen y no respetan las necesidades del los niños, provocando que el niño no confié en si mismo, dependencia, lesionando su autoestima. Con padres permisivos los niños tienden a concentrarse en sí mismo no respetando a los demás, lo único que espera es que se cumplan sus deseos y caprichos, no generan responsabilidad ni autodisciplina causando rechazo hacia las demás personas.
Al poner limites es bueno tomar en cuenta lo siguiente:
La seguridad y firmeza de los padres es muy importante habla y explicate de manera segura.
La coherencia y la constancia a la hora de poner limites y llevar a cabo las consecuencias es básico para que el niño no se confunda. Si tus hijos perciben que el límite sólo se establece a veces, no van a cumplirlo porque no lo verán como una regla sino como una opción y no lo tomaran enserio.
Dar ordenes claras, simples y una orden a la vez.
Establece límites adecuados a su edad.
Explícale a tu hijo cuáles son las reglas y las consecuencias que seguirán si no las tiene en cuenta.
Las consecuencias naturales generadas por sus actos, se dan como una situacion de causa-efecto, explica a tu hijo que la consecuencia es algo que ocurre y seguirá ocurriendo cuando no cumple con el limite acordado. 
Es importante no temer a poner consecuencias es decir implementar lo que comunmente se llama «castigo», que sin embargo no es mas que implementar un estimulo aversivo para que no repitan la conducta negativa, esta consecuencia será impuesta por los padres solo cuando exista un limite que no sea respetado por el niño.
Es importante destacar que esta consecuencia será generada por los  padres y debe ser algo aversivo pero no agresivo. El limite y la consecuencia deben de ser adecuados, firmes pero basados en un respeto hacia el niño.





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