Personalidad TIPO A

¿Tienes una personalidad ‘Tipo A’? Entonces eres una persona imparable

O eso podría parecer, sin embargo, el tipo A de personalidad se encuentra clasificada como áltamente problemática. Con rasgos de personalidad que son funcionales en ciertas areas, pero disfuncionales en las areas más personales e importantes de la vida.

Éste texto es un estracto de la web ENTREPRENEUR.

La intención aquí es, tomárlo como referencia para delimitar dichos rasgos en éste tipo de personalidad en particular.

Las personalidades se dividen en dos grupos y uno de ellos se destaca por su voluntad, energía y concentración sobrehumanas.

Texto original de Jonathan Long VIP Contributor en cursivas

Las personalidades pueden ser clasificadas en dos tipos (A y B). Las personas del primer grupo son individuos extremadamente motivados con grandes metas en la vida y un fuego interno que los impulsa a conseguir todo lo que se propongan. Las personas Tipo B son más relajadas y tienden a operar mejor con niveles menores de estrés. 

Aquí encontramos el primer punto importante, si bien las personas con personalidad tipo A efectivamente se encuentran bien motivadas y enfocadas a sus objetivos (comunmente grandes metas de aspiraciones sociales o económicas), el estrés funciona en ellos como precursor o catalizador, el mencionado fuego interno no es más que elementos autopunitivos y de gran autoexigencia.

1. Para los Tipo A, la carrera es una prioridad

Enfocarte fuertemente en tu carrera no necesariamente es lo mejor porque puede afectar tu vida personal (salir de manera romántica es una pesadilla). Sin embargo, las personas Tipo A están dispuestas a sacrificar este aspecto de sus vidas para impulsar sus negocios y sus intereses.   

En efecto, son personalidades que dificilmente encotrarán espacio para «algo más» que no sea el deber. El problema es que como el mismo artículo lo menciona, la vida personal (entre otras areas, como la salud o el ocio) se convierten en obstáculos que de agregarse, generan angustia, por estar incumpliendo las obligaciones.


En todo caso en la mayoría de ocasiones, el conflicto es la imposibilidad de equilibrar entre las distintas areas de la vida, dando como resultado personas exitosas en los negocios o lo académico por ejemplo, pero fracasadas en sus relaciones interpersonales o sin tiempo «para ellas».

2. Para los Tipo A es difícil “despegar” el cerebro del trabajo

Nadie puede negar que tomar un descanso del trabajo es saludable, pero la mayoría de las personas Tipo A tienen dificultad para desconectar su cerebro por completo de sus obligaciones y proyectos. La verdad es que se relajan más estando en el trabajo. 

Lo anterior es un gran conflicto, la capacidad para regular las lineas y esquemas cognitivas (los pensamientos) y asociarlos y desasociarlos a voluntad es vital para la estabilidad personal. De igual forma las emociones se convierten en un gran coctel cuando una actividad converge tan intrusivamente en las demás areas de nuestra vida.

El que cumplir con «el trabajo» sea relajante, sólo es consecuencia de que «no hacer lo debido» se identifica como un estresor. Lo cual tiene matices y no siempre es así. Un finde semana en la playa por ejemplo es una gran excepción, y debería, por definición ser más relajante que «estar trabajando o en el trabajo».

3. Para los Tipo A, no hay nada mejor que una buena lista de pendientes

Tener listas de pendientes te permite poner en orden las tareas que debes realizar, tener orden mental y ser más productivo. De hecho, es una gran herramienta para ahorrar tiempo. Las personas Tipo A crean estos listados para todo. Es más, mientras escribo esto puedo ver mi propia lista de pendientes frente al escritorio. Las hacemos para atender los pendientes personales y las tareas del trabajo. Le copié este hábito a mi padre, quien hacia listas para TODO

TODO en exceso es malo, y si bien algunas estrategias conductistas buscan jerarquziar y organizar los «pendientes», tenerlos constantemente presentes es obsesivo, abrumador y quisquilloso. Organizativamente esta bien, sin embargo a nivel psicológico, los pendientes aumentan la exigencia, y la expectativa de realizarlos (a cabalidad) se convierte en una fallo racional de interpretación sobre la realidad.

En concreto, dado que la vida, sus variables e imprevistos, no funcionan bajo el esquema personal de «tu lista», la realidad no se adaptará a ella, haciendo cuando menos inútil gran parte de tu lista, y en la mayoría de los casos convirtiendola en un caldo de cultivo para futuras (y constantes) frustraciones.

4. Para los Tipo A, no hay retardo que valga

Las personas de este grupo entienden que el tiempo es el activo más valioso con el que cuentan los emprendedores. Siempre llegan a tiempo y esperan que los demás hagan lo mismo. Un profesor de la universidad una vez me dijo algo que nunca olvidaré: “Si llegas antes, llegas a tiempo. Si llegas tarde, mejor ni te molestes en llegar porque ya estás demostrando que eres un idiota irrespetuoso”. 

Básicamente se convierten a si mismas en una máquina, controladora, intolerante con las «no máquinas» que funcionan a otro ritmo. De nuevo, asimilar las varibles de la vida es una tarea dificil para éste tipo de personalidades, convierte a su realidad en un menú en el que creen que pueden elegir lo que quieren y como lo quieren y si no, se molestan, al principio con los demás y al final, siempre, consigo mismos.

5. Para los Tipo A es imposible perder el tiempo 

El concepto de “procrastinación” no cabe en la mente de los Tipo A. No entienden por qué podrían postergar algo que pueden cumplir ya. Dejar que las cosas se acumulen solo genera problemas a largo plazo, si algo puede ser atendido ya, tenla seguridad que los Tipo A ya lo están revisando. 

Cualidad muy apreciada en el mundo laboral, pero poco funcional en la vida adulta, la capacidad de postergación ha de ser aprendida por dos razones principales, estructura y respeto.

De éste modo, la personalidad tipo A, genera rasgos de imposición, ya que buscan que los demás trabajen a su tiempo. Y caracteristicas estructurales rígidas, donde la jerarquía la define la obligación y no la libertad, donde la diversión y el ocio no caben, y si es que existe un espacio para ello, es llenado por más responsabilidad para «aprovechar el tiempo».

6. Para los Tipo A nada es imposible

Si hay algo que físicamente se pueda cumplir, los Tipo A estarán confiados al 100% de que se logre. Tienen completa fe en su habilidad de lograr todo lo que se propongan. 

Encontramos de todos, quizá el primer punto que ésta bien, y que puede considerarse una cualidad en este tipo de personalidad, sin embargo, como se menciono la variante de la frustración convierte esta determinación y autoconfianza en una escalera constante de retos y competencias. En las que la fe, se convierte en ilusión, y ésta en obsesión.

La personalidad tipo A tiene como rasgo caracteristico la intolerancia a la frustración. Agente estresor por excelencia y que ademas provoca o bien sumas cuantiosas de autocastigos y pruebas para si mismos o acumulación de tensión que culmina con la renuncia y desesperanza.

7. Para los Tipo A, la perfección lo es todo

Nada irrita más a los individuos de este grupo que los errores. No es que pretendan ser perfeccionistas, pero tienden a serlo en la práctica porque algo menos que su absoluto mejor esfuerzo es inaceptable. Su persistencia les permite conseguir metas que muchos otros ya dieron por perdidas. 

La personalidad tipo A, se caracteriza por la intolerancia y la crítica hacia lo que no es suficientemente bueno, si bien la perseverancia y persistencia son cualidades resaltables, alimentarlas por los motivos inadecuados es erroneo. Justo aquello que no toleran lo cometen.

Pueden concluir midiendo a otros por sus fallos y errores, y despreciandose a si mismos por sus propias equivocaciones. Exigiendose demasiado y siendo obsesivos con un desempeño que al rayar lo perfecto recae en lo imposible.

Perseguir y conseguir metas que otros consideran perdidas, es en un plano medio (poco caracteristico en la personalidad A), una virtud de tenacidad. En la linea rígida y controladora, es una caracteristica de necedad y cerrazón.




8. Para los Tipo A, la planeación lo es todo

Para lograr una meta debes tener un plan definido de principio a fin. Mientras otras personas tratarán de hacer las cosas como vayan saliendo, los Tipo A tienen una estrategia sólida que siguen religiosamente. 

Segundo punto positivo, hacer las cosas en orden está bien. Sin embargo un punto medio entre la improvisación ante los imprevistos y el control de las variables siempre es lo más recomendable y realista para plantear.

Dos puntos complicados en la mayoría de personas con este tipo de personalidad, se definen en la última frase. Una estrategia sólida será demasiado meticulosa, demasiado individual y poco centrada en la realidad. Tanto que al final se convierte en cuestión de fe, de devoción y sacrificio el sistema de esfuerzos y desempeño que se plantea como plan o proyecto, que ha de «seguirse religiosamente» si no se quiere fallar o fracasar.

9. Para los Tipo A, no hay problema que no se pueda solucionar

Una de las razones por las que los Tipo A son tan buenos para resolver problemas es que confían en su habilidad para hacerlo, tanto así que son capaces de generar al menos un esqueleto de plan para cualquier cuestión en el mundo. Esta confianza les permite generar soluciones racionales mientras otros se frustran y abandonan. 

La personalidad tipo A, no se conformaría con un esqueleto del plan resolutivo. Ya que eso demostraría capacidades pero a la vez limitaciones. En realidad la personalidad tipo A posee ese rasgo de personalidad que provoca la frustración y el abandono. Se le conoce como competencia. Y es un afán constante de mostrarse a si mismos (y en ocasiones a los demás) como personas capaces y competentes ante las dificultades, misma competencia que al verse límitada, frustra y genera culpa internamente.

10. Para los Tipo A, la pasión es fundamental 

Cuando algo te apasiona, te es más fácil dedicar toda tu energía, alegría y tiempo. Las personas Tipo A no hacen las cosas “al ahí se va”. Su pasión les permite trabajar sin sentir que su esfuerzo es trabajo. 

Lo cual en concreto, pone en riesgo su salud. La mayoría de personas que padecen lo que se conoce como «burnout» sobre todo en el ambito laboral, coinciden en presentar el tipo de personalidad tipo A, o la mayoría de sus rasgos comunes.

Ser apasionado de algo y que el esfuerzo sea bien visto es adecuado y valorado laboralmente, sin embargo, se deben tener tiempos de descanso, por que si bien para la mente el esfuerzo puede ser incluso apasionante y motivante, para el cuerpo dicho desgaste puede ser incluso peligroso.

Existe una correlación comprobada entre los infartos (no asociados a una enfermedad cardiovascular) y la personalidad tipo A.

11. Para los Tipo A, la eficiencia es una forma de vida

Debido a las razones anteriormente listadas – siempre puntuales, perfeccionistas natos, valoradores del tiempo, planeadores – los Tipo A son extremadamente productivos. Siempre logran mayores objetivos en el menor periodo de tiempo. 

Nuevamente un elemento apreciado a nivel laboral y corporativo, incluso efectivamente un elemento comunmente encontrado en los llamados emprendedores. Pero que justamente por ser retroalimentado constantemente, se convierte en la «unica» forma de vida, y poco a poco deja de ser una elección para convertirse en una obligación más. Con su respectiva carga de exigencia y autocastigo. Con un sistema de recompensas mal establecido y que afecta constantemente otras areas de la vida de la persona (fuera de lo laboral y/o académico).

12. Para los Tipo A, la concentración es su arma




Cuando se trata de lograr cosas, las personas Tipo A se enfocan al 100%, sin importar otras cosas que estén pasando en su vida. La capacidad de bloquear distracciones y tener una concentración de rayo láser les permite no bajar el ritmo y conseguir lo inconseguible. 

Se le conoce como un fenomeno de abstracción selectiva. Y es mencionado como un error cognitivo. La atención específica en un tema genera falta de criterio y objetividad, además de presentarse cómo un rasgo más de la obsesión.

La concentración es adecuada cuando se tiene un equilibrio positivo entre los estimulos cognitivos y emocionales de nuestro entorno y de nuestro interior, de la actividad presente y las demás actividades (que efectivamente pasan a segundo termino momentaneamente) y que nos permiten sobre todo mantener una motivación repartida y no demasiado especifica.

La personalidad tipo A, genera personas insatisfechas, principalmente por tres motivos.

Nunca es suficiente, ni el esfuerzo propio ni el de los demás alcanza el grado de perfeccionismo que se busca y que les obsesiona. Terminan siendo victimas de su propia fantasía de lo ideal.

Son más sus frustraciones que sus satisfacciones. Los errores y los imprevistos son parte común de la vida. Si bien son aptos para conseguir bastantes logros, el tratar de meter TODO en su esquema rígido de expectativas y exigencias termina dejando gran parte de ellas sin cumplir y frustradas.




El precio es elevado. Al final conseguir exito social o económico, termina por valer poco cuando las relaciones personales, la estabilidad emocional, la salud física y en general la felicidad fueron el costo que se tuvo que pagar para «llegar a estar ahí».




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Neurosis

Neurosis.

La neurosis es una enfermedad funcional del sistema nervioso, a nivel psicológico se caracteriza por la inestabilidad emocional. Es un trastorno mental sin una base orgánica demostrable, en este tipo de trastornos el paciente puede tener un considerable poder de auto observación y una sensación adecuada de la realidad. Permitiéndole identificar la presencia del padecimiento y comúnmente identificando las areas específicas que se ven afectadas (personal, laboral, académica, etc.)

La conducta puede ser afectada seriamente; aunque es común que se mantenga dentro de límites sociales aceptables pues la personalidad no está desorganizada, se presentan complicaciones adaptativas y de desenvolvimiento normal.

Historia

El término neurosis fue propuesto por el médico escocés William Cullen, en 1769, para hacer referencia a los trastornos sensoriales y motores causados por enfermedades del sistema nervioso.

En Psicología Clínica, el término se usa para referirse a trastornos mentales que distorsionan el pensamiento racional y el funcionamiento a nivel social, familiar y laboral adecuado de las personas. La neurosis supone el 70% de las enfermedades mentales y entre un 20-25% de los problemas que atienden los médicos en la Atención Primaria.

Según la Organización Mundial de la Salud, la neurosis es un trastorno psíquico sin una alteración orgánica demostrable, en la cual el juicio de la realidad se halla conservado y hay lucidez.

Di Mascio, (1970) dijo:
«Las neurosis son episodios de desequilibrio psicológico que se presentan en personas que han alcanzado una función mental relativamente adecuada».

Así podemos observar que a lo largo del tiempo se han identificado variables entre el funcionamiento adecuado y la inestabilidad emocional y psicológica, que pese a encontrar la capacidad de razonamiento y la capacidad de mantener contacto con la realidad conservadas, impiden a la persona su completo desarrollo y plenitud.

El origen del término neurosis se encuentra a finales del siglo XVIII aunque su máximo uso se circunscribe al XIX, en pleno nacimiento de la especialidad psiquiátrica, siendo empleado originalmente para describir cualquier trastorno del sistema nervioso.


El médico escocés William Cullen publica en 1769 su obra Synopsis nosologiae methodicae, refiriéndose con el término neurosis a un trastorno general del sistema nervioso, sin fiebre ni otras lesiones orgánicas demostrables y capaz de alterar las capacidades sensitivas y motoras del individuo, mezclándose en este concepto patologías tan dispares como mareos y desmayos, el tétanos, la rabia, las crisis histéricas, la melancolía (posteriormente denominada depresión) o la manía.

Sigmund Freud desarrolló diversos trabajos en relación con la histeria y los trastornos obsesivos, publicados a finales del siglo XIX, sentando así las bases psicogénicas de lo que él denominó psiconeurosis. A partir de sus trabajos se elaboró una clasificación, ya en desuso, que distinguía varios tipos de neurosis: neurosis de angustia, fóbicas, obsesivo-compulsivas, depresivas, neurasténicas, de despersonalización, hipocondríacas e histéricas.

En 1909, Pierre Janet publica Las neurosis, obra en la que establece el concepto de «enfermedad funcional» frente al modelo anatómico-fisiológico. Desarrolla así el paradigma médico que basa el daño no en la alteración física del órgano; sino, en su función. Las funciones superiores, adaptativas, provocan cuando se ven alteradas o disminuidas un estado «neurasténico» (o de «nerviosismo») en el que se sobreexpresan otros estados inferiores como la agitación o la histeria.


Desde el punto de vista de algunos autores contemporáneos, la neurosis tiene su origen en las desigualdades de clase o en la sociedad tan tecnificada que estamos viviendo.

Sin embargo, ésta linea teórica se contrapone a la que plantea que el origen de la neurosis se encuentra en las primeras etapas de desarrollo psicológico del individuo. Siendo un punto de concordancia el hecho de que las neurosis son o bien propiciadas o potenciadas por el entorno más o menos facilitador en el que se desarrolla cada persona.

Aspectos clínicos

En la actualidad la O.M.S. (CIE-10) y la A.P.A. (DSM-IV-TR) han cambiado la nomenclatura internacional para referirse a estos cuadros clínicos como trastornos, entre los que se incluyen:

  • Trastornos depresivos: (distimia, ciclotimia, episodios depresivos leves, moderados o graves [con o sin síntomas somáticos])
  • Trastornos de ansiedad: (fobias, trastorno obsesivo-compulsivo, agorafobia, crisis de angustia, trastorno de estrés post-traumático, trastorno de ansiedad generalizada)
  • Trastornos somatoformes: (dismorfofobia, trastorno de conversión, hipocondría, dolor somatoforme, trastorno de somatización)
  • Trastornos disociativos: (Trastorno de identidad disociativo, fuga y amnesia psicógenas, trastorno de despersonalización, trance y posesión)
  • Trastornos sexuales:
    1. Parafilias (exhibicionismo, fetichismo, froteurismo, pederastia, masoquismo, sadismo, travestismo, voyeurismo)
    2. Disfunciones sexuales (deseo inhibido, aversión al sexo, anorgasmia, impotencia, eyaculación precoz, dispareunia, vaginismo)
  • Trastornos del sueño: (insomnio, hipersomnia, parasomnias, terrores nocturnos, sonambulismo, disomnia)
  • Trastornos facticios.
  • Trastornos del control de impulsos: (cleptomanía, trastorno explosivo intermitente, ludopatía, piromanía, tricotilomanía)
  • Trastornos adaptativos.
  • Factores psicológicos que afectan al estado físico
  • Trastornos de la personalidad
  • Códigos V: (simulación, problemas interpersonales, duelo patológico, problemas funcionales, rol de enfermo, etc.).

Enfoques clásicos sobre la neurosis

Para Freud la neurosis es el resultado de un conflicto entre el individuo y su medio. En la teoría de Freud, los síntomas neuróticos resultan de la interacción entre los impulsos instintivos que luchan por manifestarse y las estrategias defensivas. La persona se defiende por medio de mecanismos de represión, por otro lado, Freud plantea que la etiología común de la enfermedad mental es siempre la frustración, el incumplimiento de deseos infantiles, jamás dominados y que se arraigaron hondamente en la mente del enfermo.

La neurosis extrae del mundo de la imaginación y de la fantasía el material necesario para sus productos, hallándolos por medio de la represión a épocas reales anteriores y más satisfactorias. El mecanismo que se activa en la neurosis, según Freud, no solo es una pérdida de la realidad; sino, una sustitución de ella. En consecuencia, la neurosis es una expresión de la rebeldía contra el mundo exterior, una incapacidad para adaptarse a la realidad.

Karen Horney da otro enfoque distinto al de Freud, en su enfoque Karen no da una definición de la neurosis; sino, una serie de situaciones que la causan, pues para Horney la mayoría de los trastornos neuróticos provienen de una ansiedad que el individuo trae consigo desde la niñez. El niño siente hostilidad hacia sus padres por las órdenes que estos le imponen, las cuales le causan profundas frustraciones. El problema comienza cuando estos sentimientos hostiles son muy intensos pues el niño se alejará de sus padres quedándose sin el amor y las atenciones que necesita. El niño así afectado continúa creciendo de esta manera hasta llegar a ser un adulto que recurrirá a todo tipo de mecanismos de defensa para no sentirse desamparado y sin afecto.

Para Frommel enfermo neurótico es aquel individuo que no se deja someter, que no estuvo dispuesto a perder su identidad en aras de la adaptación y de la «normalidad» dentro de la sociedad. Resulta entonces que el neurótico, no pudiendo ir en contra de la corriente de la sociedad, se retrae y refugia en la enfermedad, en la neurosis.

Foucault plantea que la neurosis se desarrolla en el individuo que vive en cierto medio y que posee ciertas características psicológicas. No todos los individuos de una misma comunidad son neuróticos pues existen ciertas condiciones sociales en el medio donde viven que los hacen más vulnerables a sufrir la enfermedad.

Guisnberg, autor argentino, propone que las causas de la neurosis deben ser buscadas en los factores sociales como son: trabajo, status, clase, entre otros, para él, el origen de la neurosis se da no en el interior del individuo; sino, en el rol social que desempeña.

Aramoni plantea que la enfermedad psíquica aparece como producto de la cultura. «La soledad, la angustia, la depresión, la enajenación y la muerte están más cerca de la cultura y la socialización humana que de la biología». Para él, la enfermedad mental es producto del ambiente hostil y deshumanizado en que nos tocó vivir. Otro aspecto que Aramino considera también dentro de las causas de la neurosis es el ámbito familiar.

Características de la neurosis

  • Alto grado de ansiedad exagerada.
  • Depresión grave.
  • Miedo y obsesiones, relacionados con factores conflictivos personales o ambientales.
  • Las personas que sufren una neurosis suelen ser hipersensibles, con una emotividad superior a la normal; por lo general, con un acusado sentido de culpabilidad y que se sienten muy afectadas por las tensiones emocionales y por los hechos impactantes como disgustos, peleas, accidentes, o por sucesos y circunstancias banales a los que ellos otorgan mayor importancia de la que en realidad tienen y que les causan una fuerte alteración psicoemocional.
  • Síntomas histéricos.
  • Fobias.
  • Síntomas obsesivos y compulsivos.

Síntomas

  • Dolor de cabeza.
  • Voluntad débil.
  • Pérdida de las ganas de trabajar.
  • Sueño alterado.
  • Preocupación excesiva.

Causas

  • Desestructuración familiar.
  • Falta de afecto durante la infancia.
  • La sobreprotección o el infracuidado.
  • Factores de riesgo pertenecientes al mundo de lo genético.
  • Factores que van en función de las situaciones o acontecimientos vitales de lo que le sucede a la persona a lo largo de su vida como maltrato infantil, abuso.
  • Conflicto entre el individuo y el medio.
  • Situaciones angustiantes que provienen de la niñez.
  • Condiciones sociales, medioambientales y culturales.
  • «Rosenhan, D (1975). Funcionalmente, las neurosis son reacciones inadecuadas a las causas del estress». (pp. 118)

Tratamiento


Cuando no son tan graves las neurosis pueden ser tratadas por el médico general, pero en casos de trastorno grave está indicada una hospitalización y la atención de un psiquiatra. La mayoría de las neurosis se tratan mediante el psicoanálisis u otras formas de psicoterapia dinámica. También tiene bastante éxito la modificación de conducta (especialmente, en el caso de las fobias y los trastornos obsesivo-compulsivos). En este tipo de trastornos, la medicación suele ser sólo un medio complementario para reducir los niveles de ansiedad, como la relajación o la hipnosis, los medicamentos que se pueden utilizar son sedantes y ansiolíticos.

También la terapia situacional ha resultado efectiva para el tratamiento de neurosis monosintomáticas, especialmente, las de tipo fóbico. El método de persuasión, que convenciendo al paciente de que su enfermedad no es grave puede curarse. Muchos otros casos solo pueden curarse con un cambio de ambiente, descanso y un régimen de comidas apropiado. El aire libre, paseos que no ocasionen fatiga y acostarse temprano, son métodos muy saludables. Muchas de las neurosis responden bien al tratamiento, y sus efectos perturbadores sobre el sujeto se logran atenuar en gran medida.

Clasificación de las neurosis

  • Neurosis de angustia: angustia episódica difusa en ataques; molestias somáticas, parestesias, mareos y pesimismo.
  • Neurosis fóbica: miedos intensos irracionales hacia objetos o situaciones; ataques de angustia que pueden coincidir con síntomas físicos.
  • Neurosis obsesiva: pensamientos persistentes de contenido angustioso y actos incontrolables, se nota depresión y sentido de culpa.
  • Neurosis hipocondríaca: preocupación con respecto a los procesos orgánicos acompañados de quejas múltiples de tipo físico, es común la depresión.
  • Neurosis depresivas: autocrítica excesiva en forma episódica, disminución de la confianza y de la autoestimación, se acompaña de molestias físicas.
  • Neurosis neurasténica: debilidad, fatigabilidad, con un bajo grado de autoestimación.
  • Neurosis de despersonalización: sentimientos de irrealidad y de extrañeza hacia determinadas partes del cuerpo, hacia sí mismo y hacia el ambiente, se pueden presentar episodios de pánico.
  • Histeria o neurosis histérica:
  • Tipo conversivo: parálisis paradójicas, crisis convulsivas, diferencias sensoriales y dolor; viven una actitud de indiferencia.
  • Tipo disociativo: alteraciones de la conciencia y del sentido de identidad, la angustia no es evidente.
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LA RESPONSABILIDAD

En ocasiones puede parecer que la vida adulta es dificil, que hubiera sido mejor o preferible quedarnos en la adolescencia, o aún más en la niñez.

La vida adulta en ocasiones nos trata sin miramientos sin esperar a que demostremos estar preparados o no, maduramos orgánicamente, conviviendo con el entorno, no aislandonos de él. Y muchas de esas vivencias han de ser interpretadas con una lógica de causa y efecto y queremos sacarle el mejor provecho a cada situación.

¿Cuál es el beneficio?

¿Por qué vale la pena crecer si debemos enfrentarnos a una realidad dura y en ocasiones cruel y abrumadora?
Puede parecer que es muy alto el precio que se ha de pagar. Pero las obligaciones te traeran libertades. Las responsabilidades derechos. Los tragos amargos, experiencia. Siempre y cuando entendamos el rol que juega dentro de nuestra vida la madurez y por obvio que parezca, no olvidemos que a cada acción corresponde una reacción, la asumamos antes o no.

La idea es saber combinar. Que la responsabilidad se convierta en una herramienta y no en un obstáculo. Que nos permita lidiar, o evitar, incluso propiciar las consecuencias que queremos y no las indeceadas.
Si, la idea es reir como si tuvieras 5,6 o 7 años, descubrir como si tuvieras 3, aprender como si tuvieras 10 o 12, experimentar como si tuvieras 15 o 16, y cuando la vida se ponga dificil, cuando se requiera templanza y te obligue a madurar, hacerle frente al problema, con lo mejor que tengamos, con el cúmulo de alegrias, aprendizajes y experiencias de toda una vida, defendiendo cada palmo de terreno que hemos conseguido avanzar hasta donde estamos.

Entender que cierta acción inclurá ciertos resultados o consecuencias, nos permitirá tomar las riendas de la situación, sobre todo si ésta es problemática. Y ese entendimiento se lleva a través del tiempo, cuando hacemos un correcto y oportuno acuse de recibo de las experiencias y vivencias que hemos tenido.

Se aprende en el entorno

De ahí que como nucleo social, la familia, la pareja, los amigos y la comunidad, sirvan como una estructura que funcione bajo esquemas de responsabilidad.
Ayudar a un niño, a un jovén o incluso a un adulto a entender que lo que haga tendrá cosnecuencias y resultados lógicos, y que puede y debe prever la mayoría de ellos para así decidir y ejercer su acción a voluntad y conciencia, pareciera tarea fácil pero no lo és.

Cuantas veces nuestro círculo más cercano no provee de consecuencias lógicas, cuantas veces no se le hace responsable de sus actos, al niño inclumplido con los deberes de la escuela, al jovén indiferente con la hora de llegada a casa, a la pareja infiel, al empleado o jefe despota, al vecino ruidoso o al amigo desleal.

El entorno seguro, en ocasiones tóxico, no siempre otrogará los mecanismos necesarios para que nos desarrollemos como seres responsables y maduros.
pero la vida adulta lo hará, en algún punto se confrontará esa realidad (distinta a la aprendida) donde hay causas y efectos, donde a toda acción corresponde una reacción.

¿Cómo se aprende?

Promoviendo un modo en el que entre más ejemplos y momentos tenga la persona para ejercer y desarrollar su responsabilidad, mejor se adaptará a la vida adulta, en casa, con quienes nos aman, las consecuencias serán comprensivas y justas en su mayoría. En el mundo real, afuera, estamos expuestos, ahí la vida adulta nos hará pagar el derecho de piso por haber llegado a esa edad, estemos listos o no.

Es común ver que hay gente a la que le «cuesta trabajo» crecer, que se resiste, o madura «mal». La responsabilidad requiere no culpar a otros, requiere entender que jugar un juego sin reglas es disfuncional, requiere que encontremos la pieza o las piezas que no encajan, que entorpecen nuestro desarrollo y las trabajemos y las quitemos.

Sin embargo, no todas las personas están listas. Es más facil culpar al de al lado. Me hiciste enojar. No me esperaste aunque te avisé que venía tarde. Me aburres. No me satisfaces. Me complicas. No desperdicies mi tiempo.
Siempre culpando a los demás, nunca responsabilizándose de sus acciones.

Es tú enojo, tu insatisfacción, tu impuntualidad, tu indecisión para solucionar el problema lo que te tiene ahí.
Aunque es duro, al menos hay algo bueno, si es nuestra responsabilidad, entonces depende de nosotros corregirlo y la solución, aunque muchas veces escondida, está más cerca de lo que pensamos.

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CONVENCE AL MIEDO

El miedo, te paralizará varias veces, pensarás que no estas listo y que el reto es mayor que tú.

Que tu no lo escogiste, que tu no decidiste tener esas capacidades o que te pusieran en esta vida.

El miedo te hará sentir que no puedes, pero no porque quiera que te detengas, sino porque quiere que te protejas.

El miedo es la experiencia diciéndote directamente que no siempre has podido, los recuerdos, avisándote que la última vez dolió.

El miedo es el pedal del freno, cuando el coche va a una velocidad que no creemos poder controlar.

Entonces no lo niegues, no lo evadas y no sólo lo enfrentes.

Convéncelo, convéncelo de tus capacidades, de que puedes, de que no quieres detenerte porque sabes protegerte, sin necesidad de renunciar a lo que deseas.

Que si no has podido antes, hoy puede ser la excepción porque has aprendido.

Dile a tu miedo que no necesitas que te proteja que no necesitas que te diga que hacer que estas dispuesto a arriesgarte a que duela con tal de conseguirlo.

Convence al miedo afrontando la idea de que la velocidad a la que va la vida no la puedes disminuir.

Convence al miedo diciéndote a ti mismo que no soltarás el volante porque la persona más importante en tu vida va en ese auto.

Convence al miedo de que confíe en ti.

 




GRACIAS POR LEERNOS




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CAMBIOS PSICOLÓGICOS EN LA ADOLESCENCIA

Cambios Psicológicos en la adolescencia.

La construcción de uno mismo.

Independencia

Aunque de inicio es un camino hacia la autonomía, que tiene que ver con el asumir sus responsabilidades, el trasfondo es un desapego intelectual y emocional, que en muchas ocasiones se presenta como un distanciamiento afectivo. El contraste se da cuando, a pesar de desear pasar más tiempo solos, tomar sus propias decisiones, pasar más tiempo con los amigos o fuera de casa, los adolescentes aún se sienten confundidos e inexpertos para dejar por completo la seguridad y protección del hogar.

La individualización y autonomía son necesarias, le permitirán al adolescente desarrollarse plenamente de acuerdo a sus propias actividades e intereses. Poniendo a prueba sus habilidades en el mundo exterior ya sin la protección permanente de sus padres o su familia. Sin embargo la distancia que deben de tomar respecto a las demás personas ha de ser siempre cuidadosa. El adolescente se sentirá plenamente satisfecho si consigue independientemente hacerle frente a los nuevos retos que enfrenta. Pero no siempre será así, posiblemente sus capacidades le serán insuficientes para superar o enfrentar alguno de esos retos, y experimentará miedo y dudará de sí mismo.

Ahí la familia y amigos pueden ofrecer redes de apoyo que representen un punto de anclaje (un puerto seguro) sobre el que el adolescente pueda reflexionar su accionar y encontrar otros métodos de conducirse.

Así, las decisiones las comenzarán a tomar solos, pero las comprenderán y vivirán las consecuencias con el apoyo de sus grupos de referencia.

 




Pertenencia

El adolescente no busca sólo un grupo que le acompañe, o en el cual «encajar», busca un grupo de referencia, del cual sentirse parte por méritos propios, al cual poder aportar desde su individualidad, que lo acepte (tal cual es) y con el cual se sienta identificado.

Es por ello que la familia en muchas ocasiones ya no cumple por completo las características de un grupo tan complejo, y el joven comenzará a buscar grupos con los que tenga «más cosas» en común. Gustos, tiempos, edad, género, etc. Ya que al final serán para bien o para mal estos grupos a los que recurrirá como punto de apoyo y como modelo a seguir.

Personalidad

Durante los primeros años de vida pasamos por ciertas etapas, conocidas como etapas Psicosexuales que van, por así decirlo, moldeando la personalidad. El éxito o fracaso en dichas etapas marcan la presencia o ausencia de ciertos rasgos en la personalidad del adolescente. Es así que durante la adolescencia se pueden repasar y subsanar algunos fallos que se presentaron en las primeras etapas de vida, pero estos mismos rasgos también se pueden recrudecer y/o empeorar.

El adolescente volverá a enfrentarse a un mundo que no satisface al cien por ciento sus necesidades, un mundo que no gira a su alrededor, un mundo con reglas y limitaciones (así como obligaciones y responsabilidades), un mundo en el que no todas sus capacidades le garantizan éxito, y no todo el éxito que obtenga es un reflejo fiel de sus capacidades.

El manejo que tenga de estas realidades, así como la manera en la que la familia y amigos le ayuden a sobrellevarlos representará factores de gran importancia en el tipo de rasgos de personalidad que se establecerán a partir de la adolescencia y en adelante en su vida.

Estos rasgos de personalidad, al ser reforzados, generan en el adolescente una falsa impresión de autosuficiencia, rasgo relacionado en muchas ocasiones con el egocentrismo, creer que están en lo correcto siempre o que ciertos preceptos lógicos a ellos no les aplican y a ellos «no les va a pasar».




Identidad

Es en esta etapa cuando los gustos y preferencias, el autoconcepto, la intimidad, los valores y carácter, así como las tendencias de comportamiento propias del individuo se van delimitando. Es común que la base de la identidad siga siendo aquella que se obtuvo en la infancia, en el núcleo del grupo principal de referencia, la familia; sin embargo, los nuevos elementos se ajustan por lo general a los modelos y preceptos a los que el adolescente tiene acceso.

Así, podemos observar que la identidad en los primeros años de la adolescencia es una amalgama obtenida de los modelos a seguir, tales como figuras públicas, congéneres y miembros de su grupo de edad, miembros del grupo al que pertenece y otros modelos adoptados sobre el deseo del joven de lo que quiere ser o lo que quisiera ser.

Este proceso puede generar una enorme confusión en el adolescente, y sensaciones como desapego o segregación cuando la identidad nueva «encaja» pero no es auténtica, o es auténtica pero «no encaja». El adolescente comienza a equilibrar la deseabilidad social y su identidad, buscando adaptarse sin traicionarse.

Hacia al final de la adolescencia, se han desechado rasgos de identidad que no «congeniaron» con la personalidad del adolescente, y comienza un diseño propio de la identidad, en la que los elementos personales, individuales y auténticos constituyen la parte principal (aun siendo una reinvención o reinterpretación de los modelos que anteriormente la conformaron). La identidad no se estanca en esta etapa más bien se establece, seguirá cambiando en el futuro.

Emociones más complejas

Aunque es común y sencillo atribuir los cambios emocionales (sobre todo la volubilidad) a los cambios físicos y hormonales en los adolescentes estos tienen una premisa más compleja. Si bien a nivel psicofisiológico ocurren cambios que les mantienen más sensibles a sus propias emociones y a los factores ambientales que las generan. El adolescente es capaz de sentir una gama más amplia de emociones y sentimientos.

Sus reacciones ya no se limitan a la alegría, el enojo, la tristeza o el miedo. En esta etapa hay gradientes de dichas emociones, tales como la euforia, el entusiasmo, la impotencia, la frustración, la sensación de injusticia, la melancolía o nostalgia, la inseguridad o angustia, etc.

Dichas reacciones emocionales se encontraban ya presentes, sin embargo, en etapas aún infantiles son conducidas por los adultos y muchas veces desahogadas con elementos más o menos útiles para un niño pero poco o nada funcionales en el adolescente y el adulto. En la adolescencia, aunque ayuda, la solución ya no es tan fácil como un helado y un curita.

Y aquellos factores del entorno que generan dichas emociones son también más complejos de identificar, percibir y manejar o solucionar. Las sensaciones como el rechazo, la discordia, la desatención o la injusticia son percibidas por el adolescente desde una perspectiva más trascendental, siendo así consciente de cuanto le afecta o le podrá afectar. Y las reacciones suelen ser encaminadas a ello, buscará a toda costa hacer tangible que alguna situación no le agrada. Este efecto es notable también respecto a las emociones positivas, algo que le agrada al adolescente y le hace sentir bien, buscará repetirlo y controlarlo de manera autónoma.




Relaciones afectivas y Relaciones interpersonales

Dentro de los elementos que surten un efecto directo en la identidad y las emociones, está el hecho de que el adolescente ahora juega más roles afectivos con su entorno, y es a través de dichas relaciones que se conforma el modelo de los lazos afectivos que establecerá a lo largo de su vida. Ahora los jóvenes aprenderán a ser novios, mejores amigos, alumnos, compañeros, colegas, miembros de un club, etc. Papeles que nunca han jugado en su vida, o no con la seriedad con que se presentan en esta etapa. Ello conlleva distintos retos a los que tendrán que responder, conjugando factores emocionales y sociales para los que no siempre están preparados.

Estas relaciones suponen un cambio en el estilo de vida, compromisos, organización del tiempo, y traen consigo en la mayoría de los casos experiencias gratas o desagradables a través de las cuales los jóvenes aprenden a relacionarse con su entorno. Es entonces respecto a la calidad de estas relaciones interpersonales que el adolescente se adaptará de mejor o peor manera.

El joven se identifica con figuras representativas que le llevan a desarrollar un lazo afectivo fantasioso e idealizado con algunas personas. Lo que da origen a los conocidos «amores platónicos» y a la búsqueda, en ocasiones desesperada, por agradar a ciertas personas, amigos, profesores, pareja, familia, etc.

Por otro lado el noviazgo (más formal en esta etapa) suele ser la relación interpersonal afectiva más compleja por mucho en esta etapa. El proceso de elección de pareja, y el posterior cortejo requieren conductas específicas que en algunas ocasiones son aprendidas y reproducidas (se ven en películas u otros adolescentes) y en otras ocasiones son diseñadas y generadas en el momento (se recargan en la identidad), ambas pueden ser más o menos funcionales y desencadenan un protocolo de ensayo y error, con el que el adolescente adquirirá la suficiente experiencia para establecer este vínculo.

Una vez en marcha el noviazgo, las exigencias emocionales y comportamentales del mismo requerirán que consiga comunicarse y adaptarse nivelando sus expectativas con las de la pareja, y buscando a través de nuevo del protocolo de ensayo y error, el funcionamiento sano y disfrutable de la relación.

Conflictos existenciales

¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Hacia dónde voy? Pueden ser preguntas comunes en el ser humano, pero en la adolescencia tienen una repercusión especial y mayor, ya que las decisiones que se toman, por primera vez se perciben en su magnitud. Muchas de estas preguntas en la infancia no tienen importancia porque pareciera que puede cambiar de respuesta de un momento a otro, sin embargo en la adolescencia se dan dos fases.

Al inicio de esta etapa, el adolescente no busca afanadamente ni se aferra a la respuesta de estas preguntas, pero gran parte del tiempo estas preguntas surgen, al enfrentar la toma de decisiones y las consecuencias de las mismas, al equivocarse y al ir estableciendo su personalidad e identidad.

Posteriormente el adolescente ahora si busca contestar estar preguntas antes de tomar decisiones más trascendentales en su vida, como elegir carrera, mantener una relación, hábitos y costumbres de vida, etc. La respuesta ahora es requerida y necesaria. Sin embargo, puede ser difícil delimitarla aun siendo un joven en una fase avanzada de la adolescencia.

Estas crisis existenciales generan también un cambio en el estado de ánimo de los jóvenes, y en la manera en la que responden a las demandas del entorno, fomentando casi en general una de dos alternativas, asertividad o desconfianza en sí mismo. Ambos rasgos pueden influir como un efecto en cadena, a que dichos conflictos existenciales se rezaguen en el adulto joven, estancando a la persona en una adolescencia permanente.




Sexualidad

Cómo mencionamos en esta etapa no sólo se desarrollan los rasgos sexuales secundarios, también se alcanza la madurez sexual, es decir el cuerpo humano produce respuestas sexuales y es capaz de generar células sexuales (espermatozoides y óvulos), y por ende de embarazarse. La presencia del ciclo menstrual y la eyaculación masculina también son una señal de dicha madurez fisiológica.

Sin embargo el aspecto psicofisiológico suele ir a un ritmo diferente. Durante los primeros años de la adolescencia el deseo sexual es ya registrado pero genera más dudas y timidez que conductas consecuentes. Conforme el adolescente comienza a entender su sexualidad y vivirla, con la masturbación por ejemplo, así como los primeros contactos físicos de aspecto sexual producto de sus relaciones interpersonales más desarrolladas también, el deseo sexual comienza a generar conductas más definidas, como la búsqueda del placer y de intimidad con las personas que les resultan atractivas (principalmente en el aspecto físico).

Así en la adolescencia descubrimos una nueva conducta que nos genera placer y vínculos afectivos, pero que sin embargo, trae consecuencias inherentes, y es esa la parte compleja de la sexualidad en el adolescente, ya que desarrollarla adecuadamente dependerá de que tanto se haya asimilado el comportamiento sexual con sus respectivas responsabilidades.

De manera bien entendida, la sexualidad responsable permitirá evitar riesgos por enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados y conflictos emocionales asociados a la dependencia afectiva, y a la violencia de pareja y sexual.

Dentro de los factores emocionales relacionados a las experiencias sexuales, encontramos que el deseo sexual es también afectivo, resultado del cual el vínculo que se genera en la intimidad formará parte clave en las relaciones interpersonales y lo bien o mal que nos hagan sentir estas. Ya que dicho vinculo puede recaer en elementos como la culpa o la decepción. Y es este punto el elemento crucial respecto a la sexualidad en la adolescencia, ya que el sistema de valores, las creencias religiosas, los complejos heredados de familia o propios, la presión del grupo o de la pareja, y las limitaciones sobre el tema que aún hoy en día existen, pueden generar que estas experiencias se conviertan en algo desagradable y conflictivo, en lugar de ser esa pieza constitutiva del crecimiento y de la vida humana que permite disfrutar nuestro propio cuerpo, nuestras relaciones interpersonales y nuestra vida, otorgando placer y a la postre en algunos casos oportunidad de reproducirnos.

La información y programas de concientización para jóvenes respecto a la responsabilidad en este aspecto de la vida nunca son demasiados, el acceso y conocimiento de los métodos anticonceptivos, métodos de prevención de enfermedades de transmisión sexual, así como estrategias para vivir una sexualidad plena, evitar conductas de riesgo o conductas sexuales con las que no estamos de acuerdo es y debe ser parte prioritaria de la educación de los jóvenes.

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CAMBIOS SOCIALES EN LA ADOLESCENCIA

Cambios Sociales en la adolescencia.

Las experiencias

Grupos de referencia, redes de apoyo y Presión del grupo

Como se mencionó arriba es importante la socialización con nuevos grupos que generen un sentido de pertenencia, sin embargo, es importante que dichos grupos sean una buena referencia e influencia para el joven, sobra decir que un grupo de referencia con consumo elevado de sustancias nocivas para la salud es menos preferible que un grupo de referencia que realice, por ejemplo, una actividad deportiva o artística. Lo importante es identificar que el adolescente puede convivir y pertenecer a ambos, pero su pertenencia y referencias habrán de estar más recargadas al grupo funcional socialmente hablando.




En este sentido la presión del grupo, puede fomentar conductas que vayan en contra de los deseos individuales del adolescente, pero que se asuman como necesarias si este quiere aún pertenecer al grupo. El joven es susceptible más que el adulto a la presión del grupo por el temor a «dejar de formar parte» de este, así, los grupos de apoyo y otros grupos de referencia constituyen una red de seguridad sobre la que el adolescente podría caer si decide no ceder a la presión que un grupo específico ejerce sobre el para, por ejemplo, llevar a cabo conductas de riesgo.

Conductas de riesgo y Deseo de experimentar

A partir de la influencia de sus contemporáneos, el adolescente puedo comenzar a buscar experiencias diferentes asumiendo conductas nuevas, que en algunas (no pocas) ocasiones implican un riesgo para él o para la sociedad. Le emoción de experimentar lo nuevo, lo arriesgado y lo prohibido, ha de estar siempre contrastada con la noción de las consecuencias que dicha experiencia puede acarrearnos. Muchas de las conductas «de riesgo» lo son por cómo se realizan y no tanto por la conducta en sí. Buscar entonces oportunidades que permitan desarrollarlas con responsabilidad es una alternativa viable. El adolescente promedio se «meterá en problemas», desafiando la autoridad o ignorándola, por ende, entre más explicación, entendimiento y flexibilidad obtenga de dicha autoridad mayor será la tendencia a respetarla, no evitando aun así que en aquellos puntos donde la experiencia resulte especialmente atrayente o la autoridad excesivamente injusta o limitante, el adolescente caiga en ocasiones en las mencionadas conductas de riesgo.




Cómo «superar» la adolescencia

En gran medida la respuesta recae en la normalidad de gran parte de los efectos, conductas y experiencias que se viven en esta etapa. Y cuya mejor respuesta es la observación y la información, que permitirá identificar a tiempo aquellas conductas que si salgan de la normalidad.

El común es buscar comunicación con los jóvenes, sin embargo es importante desarrollar aptitudes específicas para que dicha comunicación sea posible ya que comúnmente los canales habituales están cerrados, aquí es muy importante empatizar. Como se mencionó, los deseos y motivaciones del joven toman un lugar primordial, no limitarlos ni intentar controlarlos es crucial, el único objetivo es encauzarlos siempre que se identifique que se salen de la normalidad, y si no es así, dejarlos fluir.

En la perspectiva de los padres y la familia, preocupados por los cambios que están viviendo en la adolescencia sus hijos, es entendible que se pierda un poco la objetividad al analizar qué conductas son normales y cuáles no, que se afanen en abrir los canales de comunicación ya cerrados en lugar de buscar nuevas vías, y que supongan que su autoridad es necesaria en mayor medida que su empatía.

Para ello, los especialistas en salud mental, en terapia familiar y en salud emocional, están capacitados para ofrecer alternativas viables que permitan llevar de la mejor manera esta etapa que al no ser un obstáculo, no se ha de superar, sino de transitar.




GRACIAS POR LEERNOS

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¿Por qué alejamos a las personas?

 

 

En un texto para El País. La columnista Alejandra Sanchez Mateos, menciona que de acuerdo al Psicólogo José Elías Fernandez, miembro del Colegio de Psicólogos de Madrid: “Existen ciertos comportamientos que si se reiteran pueden acabar alejando a las demás personas de nuestro entorno.»

Y enlista a continuación las siguientes seis comportamientos que provocan que los demás prefieran distanciarse de nosotros.



1. Tomarse las cosas demasiado a pecho

“Situaciones como cuando un jefe reconoce el logro de un compañero y no el nuestro pueden herir nuestros sentimientos. pero hay que aprender a relativizar estas pequeñas puñaladas al ego (sic.) y a no autocuestionar nuestra valía ni infravalorarnos.”

Menciona que una estrategia útil para afrontar estas situaciones es el ser capaces de reconocer que no somos los mejores en todo.

“Debemos intentar no llevarnos todo al terreno de lo personal porque no somos el ombligo del mundo.”

Hablamos de este tipo de fallos perceptivos como fundamento de uno de los errores cognitivos más comunes, en este artículo, efectivamente, la personalización implica que interpretemos situaciones comunes y desligadas de nuestro espectro de intervención como inherentes a nosotros, provocadas por nosotros mismos o incluso que ocurren en nuestra contra.

Identificando el problema (o del ¿Por qué lo hacemos?)

El acercar el problema a nuestros puntos de referencia personales lo vuelve real y le da prioridad a su solución, la tendencia es buscar una mejora casi inmediata y sustancial a cierta situación conflictiva en base a asumir que nos atañe íntimamente. Y aunque puede ser funcional en ocasiones, en una relación interpersonal eso inclina la balanza impidiendo que la otra persona participe en dicha solución, incluso le puede hacer sentir impotente.

Que hacer

Cómo se menciona reconocer que no todo nos sale a la perfección y dejar de lado el egocentrismo es una buena práctica, pero es importante agregar que la tendencia del ser humano es valorarse a través de la comprobación y la aprobación ajena, aprender a desarrollar la autovaloración, basada en un conjunto más amplio de interpretaciones que no dejen de lado el desempeño a costa del resultado, ni al revés, es pieza fundamental del tejido de autoconfianza que nos permitirá no tomar cada situación como una afrenta personal.

 

  1. Ser celoso por naturaleza

Equivocadamente en ocasiones, en las relaciones interpersonales “los celos se entienden como una muestra de que los demás nos importan, sin embargo, solo hallaremos en ellos frustración y malestar.”

Ya que en general los sentimientos que se generan son desagradables es difícil ocultarlos, y actuar como si no nos importara. Aunado a que suelen ser emociones y pensamientos irracionales, su expresión comúnmente acarrea conflictos con los demás y una reacción de alejamiento casi natural de parte de ellos.

Identificando el problema

Se nos ha enseñado en una cultura de competencia que si no cuidamos lo que poseemos nos lo quitan, y a la vez que lo que poseemos refleja mediocridad si lo valoramos y aspiración si queremos más. Así desarrollamos un comportamiento de posesividad neurótica. En la que no queremos que nadie toque lo que creemos “nuestro”, aunque no le demos importancia a tenerlo, mientras envidiamos lo que los demás tienen porque lo asumimos como mejor.

Esta insatisfacción la nota en primer quién está al otro lado de la relación interpersonal, generando que se quede o se vaya, no se sienta valorada o incluso se sienta envidiada, lesionando las relaciones en un punto muy importante, la confianza.

Que hacer

«Hay que evitar compararse con los demás».

Para saber que lo que merecemos es lo que nos toca y que la ambición puede ser una buena motivación, pero debe dejar de lado las envidias, la posesividad y la obsesión.

Como punto crucial, desligarnos de la presencia o la ausencia de posesiones y sobre todo de las personas, nos permitirá navegar con una bandera de libertad que dejará claro que podemos desear cosas semejantes, no iguales, y que podemos buscar la compañía sin obligaciones y básicamente que cada relación interpersonal es una elección y no un chaleco salvavidas del que dependemos para flotar.

  1. Necesitar constantes halagos

“Si nuestra autoestima depende de la validación constante por parte de los demás, se volverá en nuestra contra.”

Aunque es agradable el ser halagados, no se puede convertir en una necesidad ni en una adicción. La sensación de que somos especiales se puede reforzar en las relaciones con nuestros semejantes, pero debe ser de manera natural, nunca forzada ni mucho menos exigida por nosotros mismos.

Identificando el problema

El problema de esta necesidad es que tarde o temprano no aparecerá y al “demandarla” la relación que mantenemos con los demás se resquebrajará y la sentiremos como insatisfactoria.

La recompensa que encontramos ante el reconocimiento y sus distintas expresiones es de autosuficiencia, en adherente lógico del autoconcepto y la autovaloración. Incluso si dichas muestras de validación van careciendo de objetividad, puede llegar a no importar. Por lo mismo ante su ausencia la reacción es de reclamo ya que buscamos defender la autoestima que “conseguimos”.

Se convierte en alimento del ego, y curiosamente aquí es común que seamos nosotros, consciente o inconscientemente quienes anulemos o terminemos dichas relaciones, sin embargo, si no ocurre así, los demás optan por alejarse exactamente por la misma razón, en una búsqueda de proteger su autoestima (mermado por el trabajo arduo de la complacencia y la adulación).



 

Que hacer

El principio fundamental, es encontrar retroalimentación para nuestra autoestima de manera más individualizada, y tomar a los demás como puntos de referencia que nos describan e incluso nos ayuden a conocernos mejor, pero que no alteren lo que sabemos de antemano que somos o no. Los halagos deben funcionar como impulsos, no como recompensa. Y recibirlos debe ser un privilegio circunstancial y no una obligación que deben cumplir para con nosotros.

 

  1. No aceptar críticas constructivas

Aunque en realidad a nadie le agrada cuando se puntualizan errores, fallos o defectos, “no debemos confundirlo con la actitud de aquellas personas que solo ven lo malo, puesto que esto puede resultar negativo para el crecimiento personal.”

«Reconocer nuestros defectos es una fortaleza que genera autoestima y nos ayuda a poner en marcha mecanismos para superarlos»

Identificando el problema

En ocasiones y por el principio mencionado en el punto anterior, buscamos relaciones que asumimos que se convertirán en un punto de referencia para la validación (aprobación y comprobación) de lo que somos y hacemos.
Acertamos en la parte del espejo en el que se convierten los demás, fallamos, al pensar que ha de reflejar sólo cosas positivas.

Cuando el reflejo es completo, en cualquier ambiente, la respuesta común es la réplica, la evasión o el enfado. Tres reacciones que fomentan tanto discusiones, como conflictos en las relaciones de cualquier tipo. Sobre todo, si la crítica se dirige a algo que afecta directamente al otro lado de la relación.

Que hacer

Aceptarnos primero, antes de esperar opiniones ajenas.

Así es, la capacidad de asimilar y filtrar los comentarios negativos, nos permite superar y eliminar nuestros fallos y defectos.

Siempre que nosotros mismos hallamos sido capaces de aceptar que no somos perfectos y que tenemos tanto virtudes como defectos, ambas conviviendo y ambas notorias para los demás.

Identificar la crítica como algo positivo, en principio por hacerlos evidentes y en segundo lugar por la objetividad con que pueden ser interpretados en relaciones interpersonales de alta confianza y donde existe buena comunicación.

 

  1. Ser una víctima constante y ponerse siempre en lo peor.

Tomar una postura en la que la relación se basa en actitudes de debilidad y vulnerabilidad, cansará a las personas a nuestro alrededor. Si bien las relaciones incluyen “las malas”, siempre es necesario que las personas con las que convivimos encuentren con nosotros situaciones estimulantes y no situaciones que tengan que resolver por nosotros, como darnos ánimos constantemente o “cuidarnos”.

“Si abrazamos la negatividad como filosofía y el victimismo como actitud ante la vida, huirán de nosotros «como de la peste».

Aunque pueda existir una tendencia a predecir y prevenir el futuro, encontrar sólo los elementos negativos en lo que puede suceder, rodeará al vínculo que tenemos con las personas de negativismo y pesimismo.

No controlamos el destino ni el futuro, pero “determinadas variables están a nuestro alcance y debemos ser conscientes de que muchas de las cosas que nos ocurren son consecuencia de nuestros pensamientos y acciones.”

Identificando el problema

La vulnerabilidad o debilidad expuestas es una excusa preestablecida, ante un fallo que ha sido predicho. Ver el vaso medio vacío puede terminar explicando muchas cosas, desde por qué no lo llenamos hasta el por qué tenemos sed. De cierto modo en ocasiones la negatividad y el pesimismo funciona como nuestro aliado cuando sabemos o creemos que el futuro será difícil.




Pero alguien que nos conoce, o que espera cierto desempeño en nosotros, identificará que estamos “tirando la toalla” y esa actitud en principio, le fomentará ayudarnos (con lo que obtendremos una aparente recompensa) pero después le cansará, le desesperará y terminará por tirar la toalla de su lado.

Incluso el enfocarnos exclusivamente en nuestros problemas (personalizando), como si sólo a nosotros nos ocurrieran complicaciones o situaciones negativas, genera una sensación de desequilibrio en la relación ya que se convierte en unilateral.

Que hacer

El factor determinante que influye en este caso es la madurez, tanto de identificar como se menciona nuestra participación incluso en lo negativo que nos pasa, saber nuestras responsabilidades y actuar conforme a eso, y también en el saber cuándo no nos corresponde a nosotros. Dejar de ver el punto negro en la página blanca y responder asertivamente nos permitirá ver los claroscuros más objetivamente, pero sobretodo dejar de responsabilizar a otros, u ocultarnos bajo su cobijo.

  1. Ser muy sincero, aunque nadie haya pedido opinión.

“Diseminar nuestra opinión sobre cualquier tema sin que nadie lo pida, nos convertirán en seres odiosos.”

Comúnmente eso se refiere a decir las cosas “como son” o a lo que se conoce también como “no tener filtro”. Es importante reconocer que además de no tener la razón siempre, nuestro punto de vista puede no sólo ser poco objetivo sino incorrecto, lo que dará pie a que la expresión de lo “que pensamos” más que agradecida, sea rechazada y ofenda a las personas que queremos.

“Hay que aprender a ser más prudente, respetuoso y empático, recomienda el experto.”

Identificando el problema

Se conoce como proyección, identificar en el otro algo que inconscientemente nos es significativo a nosotros. “Deberías, podrías, anímate, yo haría”, suelen ser frases que más que reflejar un consejo u opinión, parecieran reflejar lo que nos diríamos a nosotros mismos si fuéramos capaces, o peor aún, lo que quisiéramos hacer si no tuviéramos nuestros propios impedimentos.

Así, la opinión es casi una catarsis en la que expresamos y desahogamos lo que no supimos cómo decir. Eso no le quita su utilidad claro, pero puede ser egoísta. Incluso con buenas intenciones si es parcial, poco objetiva y sobretodo en exceso individualizada, termina siendo una opinión o una crítica banal, arbitraria o que no aplica a esa persona en específico.

Que hacer

El elemento de vital importancia en este caso es como menciona el artículo, la empatía. En orden, si nuestra opinión nos parece importante, no necesariamente lo es para los demás (un buen determinante en este sentido es si la pidieron en primer lugar o no), en segundo lugar, si nosotros percibimos que la crítica no es ofensiva sino constructiva, no necesariamente lo percibirán igual los demás (un indicador para ello es tomar en cuenta lo que a la otra persona le mueve, y le duele, para en todo caso adecuar el tono, las palabras o incluso evitar su expresión).

Y por último lugar, el peso específico de la opinión, si las necesidades de la otra persona van en torno a solicitar una opinión o consejo, comúnmente se hará visible de una manera u otra, y aunque creamos que es algo importante que podemos aportar, en ocasiones sólo esperan nuestra escucha, nuestro apoyo o nuestra comprensión.

 

Conclusión

Aunque como se ha mencionado ya, es difícil en realidad contrarrestar los efectos de estas conductas, convertidas comúnmente en hábitos, que nos ofrecen recompensas que en ocasiones anteponemos en importancia a nuestras relaciones interpersonales. Ninguna de estas seis acciones está fuera del alcance de la modificación conductual de nadie, si encuentras alguna complicación para manejarlas no dudes en pedir ayuda profesional, sobre todo si ya te “han costado” relaciones, si las has perdido o dañado irreparablemente.

Por otro lado, de su correcto ajuste y manejo depende el mantener relaciones duraderas, solidas, recíprocas y satisfactorias, debería bastar para cuidar de ellas, al final somos seres sociales que funcionan individualmente, pero que sin duda desarrollamos nuestro potencial de manera más integral cuando establecemos lazos afectivos fructíferos y multilaterales.




 

 

Fuente

https://elpais.com/elpais/2018/08/25/buenavida/1535181881_915785.html

 

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SINDROME DEL CUIDADOR

El síndrome del cuidador, es un trastorno que puede presentarse en personas que desempeñan el rol de cuidador primario de una persona dependiente especialmente en quienes tienen cuidar adultos mayores con algún grado de alteración neurológica o psiquiátrica. El cuidador se enfrenta comúnmente de manera inesperada a una situación nueva que consume todo su tiempo ya que de forma cotidiana se hace cargo de las necesidades físicas y emocionales de la persona dependiente. Este síndrome por tanto se considera producido por el estrés constante en una batalla contra la enfermedad y con ello poco a poco puede agotar las reservas físicas y mentales del cuidador.
En México comúnmente las personas mayores de 60 años de edad dependen de alguna manera de alguien más ya que presentan mayor número de enfermedades crónicas como Hipertensión arterial sistémica, Diabetes Mellitus, Osteoartritis, así como deficiencias auditivas y visuales aunado a síntomas depresivos y/o de deterioro cognoscitivo lo que lleva a una dependencia en aspectos sociales y económicos.


¿Pero si es una tarea tan compleja, como decides ser cuidador?

Comúnmente este rol sé asume o asigna de acuerdo a la convivencia, el género y el parentesco, ambiente influyen factores como la edad, tiempo “libre” de la persona o existencia de otras responsabilidades familiares y casi en todos los casos el cuidador primario suele ser el esposo (a) o los hijos.
En el primer caso es más fácil aceptar la ayuda del cónyuge al respecto de esto cabe destacar que los maridos cuidadores reciben más ayuda de otros familiares y de las instituciones que las esposas cuidadoras y que incluso es frecuente que las mujeres cuidadoras se resistan a buscar o recibir ayuda.
En cuanto a las hijas e hijos que juegan este rol los factores determinantes son los siguientes: la hija soltera, la o el que menos carga familiar o de trabajo tiene, vive más cerca o la única mujer entre los hermanos.
De cualquier manera que sean seleccionados frecuentemente al inicio esta responsabilidad se asume como una situación temporal que en ocasiones no lo es y termina siendo una forma de vida a largo plazo o permanente y con una creciente demanda de cuidados. En este caso el cuidador no suele contar con el apoyo del resto de la familia y este va asumiendo poco a poco todas las tareas del cuidado del enfermo con la consecuente carga física y psíquica, hasta llegar a convertirse en el centro de su vida, el cuidador entonces va perdiendo su independencia, llegando a desatenderse a sí mismo en aspectos sociales, económicos, etc.

adulto mayor

Entre los cambios de vida que padecen los cuales como mencionamos pueden ser a corto o largo plazo se encuentran modificaciones en las relaciones familiares incluso puede generar conflictos en esta área, en el trabajo y en la economía, en el tiempo libre, en la salud, en el estado de ánimo y la parte emocional etc.
¿Pero como sé si yo si un miembro de la familia padece este síndrome?

Algunos síntomas o signos que pueden ayudarte a definir si estas atravesando por esta situación son los siguientes: si de pronto muestras agresividad contra los demás, tensión contra los cuidadores auxiliares, negación, intolerancia con la persona dependiente, aislamiento, poca motivación, rasgos de depresión, fatiga, ansiedad, sensación de agobio, sentimientos de culpa y problemas de salud o trastornos psicosomáticos esta claro que necesitas ayuda de profesionales de la salud.
Entre los síntomas físicos los cuidadores principales suelen tener una salud más deficiente que los familiares no cuidadores y corren riesgo de sufrir mayor incidencia de problemas orgánicos y fisiológicos como trastornos osteomusculares, cardiovasculares, gastrointestinales, respiratorios e inmunológicos. Otros problemas como la cefalea de características tensionales, la astenia, la fatiga crónica, alteración del ciclo sueño-vigilia, el insomnio, tendencia a la obesidad en las mujeres entre otros también se presentan con frecuencia.
Sin embargo con muy poca frecuencia acuden a consultas médicas, así mismo tienen conductas como no dormir lo suficiente, alimentarse de forma inadecuada, no vacunarse, no realizar ejercicio físico, abusar del tabaco o alcohol, consumir en exceso ansiolíticos entre otras conductas de riesgo.
Cabe mencionar que la salud mental de los cuidadores principales suele verse más afectada que la salud física y comúnmente se presentan los siguientes: Problemas clínicos como depresión, ansiedad, estrés, hipocondría, etc. problemas psicosomáticos, dolor de cabeza, pérdida de apetito, temblor, problemas gástricos, palpitaciones, vértigo, alergia inmotivada, problemas de memoria y concentración entre otros y problemas emocionales como tristeza, preocupación, soledad, irritabilidad, culpa etc.
Los problemas psicológicos, suelen ser los más relevantes. La presencia de trastornos psíquicos alcanza hasta un 50%, y a menudo éstos son difíciles de verbalizar y se refieren como somatizaciones. Las tres principales alteraciones psicológicas que se manifiestan en el cuidador son la depresión, la ansiedad y
el insomnio, siendo las más la más frecuente la depresión con un una prevalencia del 32% de los casos.

sindrome cuidador


¿ Como puedo evitar padecer este síndrome si soy cuidador primario?

> Estar bien informados y no asumir sobre los cuidados que precisa la persona
> Descanso suficiente, recuerde que su salud también importa.
> No automedicarse y acudir al médico aunque “no tenga tiempo”, es necesario hacer un espacio.
> Tener contacto con sus amistades y realizar actividades fuera de donde ejerce su rol de cuidador.
> Es importante no sentir culpa por tener vida propia y pasarla bien, ya que será más fácil sobrellevar la situación.
> No descuidar su aspecto físico
> No olvidar que es necesario buscar ayuda de un familiar, un amigo, o un asistente que cuide del enfermo durante la realización de sus actividades, incluso buscar la manera de tener unos días de vacaciones al año, para sentirse física y psicológicamente un poco más recuperado. La rotación familiar o sustitución del cuidador principal por otros es poco habitual, ya que tan sólo se produce en un 20%, situación que condiciona un deterioro físico y psicológico en el cuidador, por ello es necesario este proceso.

Podemos decir entonces que esta tarea tan compleja tiene como base los siguientes aspectos:
> Las prioridades de salud del cuidador y el autocuidado.
> El apoyo proporcionado por sus familiares (apoyo emocional y reconocimiento).
> Apoyo de las instituciones de salud para responder a sus necesidades.
> Conocimiento acerca de la enfermedad.
> La relación que mantenían y mantienen el cuidador y la persona cuidada.
> Cómo desarrolla en la propia tarea de cuidar y la capacidad de resolución frente a situaciones del día a día y resolución de problemas.

Es absolutamente necesario pedir ayuda a la familia, amigos, redes de apoyo en general y sobre todo no olvidarse de que el cuidador merece el mismo cuidado que la persona dependiente además de tener en cuanta que el momento de adquirir el rol se planifique acudir a servicios de salud como médico y psicólogo para no perder su propia calidad de vida.
Recuerda que si el cuidador no está bien no podrá asumir más ese rol, la salud propia es primero y sólo así se podrá entonces ayudar a otros.

GRACIAS POR LEERNOS




 

 

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INTELIGENCIA EMOCIONAL

      Cuando escuchamos hablar de inteligencia casi siempre lo relacionamos con el coeficiente intelectual, solemos pensar que una persona inteligente es aquella que destaca en los exámenes, en la escuela, que hace operaciones con agilidad, etc. Sin embargo olvidamos que los seres humanos también poseemos algo llamado inteligencia emocional, este tipo de inteligencia es igual o más importante a lo largo de la vida que el solo tener un coeficiente intelectual alto, ya que si regulamos nuestras emociones de manera satisfactoria tendremos la estabilidad suficiente para destacar en la parte académica o profesional.

La mayoría de las personas exitosas en el ámbito profesional son personas que en la parte emocional se encuentran en equilibrio o poseen un manejo de emociones positivo. Por lo tanto es importante trabajar en este tipo de inteligencia.
La inteligencia emocional es un complemento indispensable en la relación con uno mismo y con los demás. No sirve de nada ser el alumno con mejores calificaciones si no se tiene amigos o se siente acomplejado.

¿Qué es la inteligencia emocional?
Nos referimos a inteligencia emocional cuando hablamos de las capacidades y habilidades psicológicas que implican la comprensión, entendimiento y control de las emociones propias y ajenas, así como la modificación de los modelos de respuesta emocional en uno mismo. Una persona emocionalmente inteligente es aquella capaz de gestionar satisfactoriamente las emociones para lograr resultados positivos en sus relaciones con los demás.
A pesar de que diversos psicólogos habían destacado la insuficiencia de los elementos cognitivos y racionales como únicos indicadores para medir la inteligencia, el concepto surge en 1983 con el psicólogo Howard Gardner, quien considera a los test de coeficiente intelectual como insuficientes para lograr una apreciación completa de la inteligencia, él amplió el concepto de la inteligencia al decir que ésta es una capacidad desarrollable y no solo algo innato de resolver problemas o elaborar productos que sean valiosos en una cultura (o varias).




Gardner describe 9 tipos de Inteligencia diferentes pero, a diferencia de otros modelos que intentan evaluarla, el autor describe 2 tipos de marcado perfil emocional:
Inteligencia interpersonal: implica entender y comprender las emociones de los otros y tener la habilidad de reaccionar según el estado anímico del otro. Es la capacidad de manejar relaciones humanas y la empatía con la que nos «ponemos los zapatos del otro» y reconocemos sus motivaciones, razones y emociones. La mayoría de las actividades que se realizan en la vida dependen de la inteligencia interpersonal, ya que están formadas por grupos humanos en los que debemos relacionamos. (Los grandes líderes tienen una fuerte inteligencia interpersonal para bien o para mal)
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Inteligencia intrapersonal: se refiere a la comprensión de las propias emociones, de tenerlas en cuenta al momento de tomar decisiones y ser capaz de regular las emociones según la situación, nos permite formar una imagen clara de nosotros mismos; poder entender nuestras necesidades y características, así como nuestras cualidades y defectos sin maximizarlos o minimizarlos. Y aunque se dice que nuestros sentimientos sí deben ayudar a guiar nuestras decisiones, debe existir un límite en la expresión de estos. Este tipo de inteligencia es funcional para cualquier área de nuestra vida.
La importancia de la inteligencia emocional reside en el hecho de que permite a los individuos estar en contacto no sólo con sus propias emociones, si no también considerarse sensibles y empáticos respecto de situaciones o fenómenos externos. Muchas veces, personas con altas dosis de inteligencia emocional son las que llevan a cabo actividades de tipo solidario y social.
Aunque parezca que este tipo de inteligencia es poco significativa, se ha demostrado que es potencialmente válida para tomar decisiones ya que el cómo nos sentimos tiene un papel fundamental a la hora de elegir.

El término Inteligencia Emocional fue utilizado en 1990 por Peter Salovey y John Mayer, quienes la definen como: «la capacidad de controlar y regular las emociones de uno mismo para resolver los problemas de manera pacífica, obteniendo un bienestar para sí mismo y para los demás».
Basándose en Gardner y su teoría de las inteligencias múltiples, Salovey identificó cinco esferas en la inteligencia emocional:
1. Conocer las propias emociones. La conciencia de uno mismo es la capacidad de controlar sentimientos de un momento a otro, siendo fundamental para la penetración psicológica y el auto conocimiento.
2. Manejar las emociones. La capacidad de manejar sentimientos de forma adecuada, es una capacidad que se basa en el auto conciencia y el auto control.
3. La propia motivación. Habilidad para ordenar las emociones al servicio de un objetivo esencial: es lo que se conoce como auto motivación.
4. Reconocer las emociones de los demás. Se trata de la empatía o auto conciencia de las emociones de los otros.
5. Manejar las relaciones. Es la adecuación a nuestro ser social y parte esencial del desarrollo con los demás.
La emoción es básicamente un sentimiento subjetivo privado, pero también la expresión o manifestación de respuestas somáticas y autónomas específicas (el corazón late más deprisa, las palmas sudan, aparece la risa o el llanto, etc.). Igualmente pueden considerarse un conjunto de acciones para defenderse o preparar el ataque ante posibles amenazas y, por tanto, con un alto valor adaptativo como apuntó en su momento Charles Darwin. Este mismo autor describió las 4 emociones primarias que consideraba que eran innatas al ser humano ya que se daban en todas las culturas e incluso en personas ciegas y que, por tanto, no habían podido ser aprendidas.



Estas eran: Cólera o Ira, Alegría, Miedo y Tristeza. Posteriormente, en lo que algunos autores denominaron secundarias, se describieron cuatro emociones más: Amor (Enamoramiento), Sorpresa, Vergüenza y Aversión.


La inteligencia emocional tiene una gran importancia en las relaciones sociales. Puede parecer algo natural, pero también es una capacidad que se puede desarrollar e incluso tratar. «A las personas que tienen poca se las puede intervenir terapéuticamente y reaprender», afirma Dina Krauskopf. Asimismo agrega que la crianza tiene bastante que ver con su desarrollo.
La educación recibida nos condiciona la tolerancia o aceptación de nuestras emociones, siendo habitual que dependiendo del estilo de vida de cada familia, haya unas emociones más aceptadas y otras más reprimidas, así como el estilo emocional puede ser más o menos extrovertido.
Los prejuicios habituales sociales contra la expresión emocional suelen ser del tipo: «ser emocional es igual a ser una persona débil, inmadura o enferma», «las emociones son peligrosas y si te dejas llevar por ellas, puedes arruinar tu vida», «una persona responsable tiene que ser racional y controlar sus sentimientos».
Frases como ¨no debes llorar¬, llorar no sirve de nada, no te enojes, no te rías tan fuerte, no estés triste, etc., y na cantidad infinita de frases que solo nos enseñan a no demostrar nuestras emociones y por tanto nos limitan a siquiera sentirlas o reconocerlas, nos fomenta desde niños una incapacidad para trabajar de manera adecuada en estas, creciendo como adultos poco capaces de enfrentar la vida daría debido a la inmadurez emocional que presentamos.
Bisquerra señala que la educación emocional es un proceso que se da de manera continua y de forma permanente, esto significa que en cualquier momento de la vida se puede brindar educación emocional y dicha educación tendrá variaciones dependiendo del tipo de persona, ya que las necesidades de un niño son totalmente diferente de las de un adolescente.
Niños, adolescente o adultos, se pretende que con la educación emocional se logren los siguientes objetivos:
– Reconocer emociones propias.
– Reconocer las emociones de los demás.
– Identificar y nombrar correctamente a las emociones.
– Ser capaz de regular las propias emociones
– Incrementar el umbral de tolerancia a la frustración.
– Identificar de manera anticipada los efectos nocivos de las emociones negativas.
– Ser capaz de construir emociones positivas
– Ser capaz de lograr la automotivación
– Tener una actitud positiva ante la vida
– Desarrollar la capacidad de avanzar.




Por tanto en las instituciones escolares como fundamentalmente en casa se recomienda aprender y proveer a los niños de herramientas y recursos para poseer una inteligencia emocional que les permita vivir su vida de manera plena y satisfactoria, desde pequeños podemos comenzar a identificar emociones y aprender a demostrarlas de manera adecuada, sin limitarnos o sentirnos culpables por ello.
La inteligencia emocional promovida desde la infancia hará del niño que aprendió ayer el adulto pleno de hoy.





GRACIAS POR LEERNOS




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LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

Cuando escuchamos hablar de inteligencia casi siempre lo relacionamos con el coeficiente intelectual, solemos pensar que una persona inteligente es aquella que destaca en los exámenes, en la escuela, que hace operaciones con agilidad, etc. Sin embargo olvidamos que los seres humanos también poseemos algo llamado inteligencia emocional, este tipo de inteligencia es igual o más importante a lo largo de la vida que el solo tener un coeficiente intelectual alto, ya que si regulamos nuestras emociones de manera satisfactoria tendremos la estabilidad suficiente para destacar en la parte académica o profesional.

La mayoría de las personas exitosas en el ámbito profesional son personas que en la parte emocional se encuentran en equilibrio o poseen un manejo de emociones positivo. Por lo tanto es importante trabajar en este tipo de inteligencia.
La inteligencia emocional es un complemento indispensable en la relación con uno mismo y con los demás. No sirve de nada ser el alumno con mejores calificaciones si no se tiene amigos o se siente acomplejado.

¿Qué es la inteligencia emocional?
Nos referimos a inteligencia emocional cuando hablamos de las capacidades y habilidades psicológicas que implican la comprensión, entendimiento y control de las emociones propias y ajenas, así como la modificación de los modelos de respuesta emocional en uno mismo. Una persona emocionalmente inteligente es aquella capaz de gestionar satisfactoriamente las emociones para lograr resultados positivos en sus relaciones con los demás.
A pesar de que diversos psicólogos habían destacado la insuficiencia de los elementos cognitivos y racionales como únicos indicadores para medir la inteligencia, el concepto surge en 1983 con el psicólogo Howard Gardner, quien considera a los test de coeficiente intelectual como insuficientes para lograr una apreciación completa de la inteligencia, él amplió el concepto de la inteligencia al decir que ésta es una capacidad desarrollable y no solo algo innato de resolver problemas o elaborar productos que sean valiosos en una cultura (o varias).
Gardner describe 9 tipos de Inteligencia diferentes pero, a diferencia de otros modelos que intentan evaluarla, el autor describe 2 tipos de marcado perfil emocional:




Inteligencia interpersonal: implica entender y comprender las emociones de los otros y tener la habilidad de reaccionar según el estado anímico del otro. Es la capacidad de manejar relaciones humanas y la empatía con la que nos «ponemos los zapatos del otro» y reconocemos sus motivaciones, razones y emociones. La mayoría de las actividades que se realizan en la vida dependen de la inteligencia interpersonal, ya que están formadas por grupos humanos en los que debemos relacionamos. (Los grandes líderes tienen una fuerte inteligencia interpersonal para bien o para mal)
Inteligencia intrapersonal: se refiere a la comprensión de las propias emociones, de tenerlas en cuenta al momento de tomar decisiones y ser capaz de regular las emociones según la situación, nos permite formar una imagen clara de nosotros mismos; poder entender nuestras necesidades y características, así como nuestras cualidades y defectos sin maximizarlos o minimizarlos. Y aunque se dice que nuestros sentimientos sí deben ayudar a guiar nuestras decisiones, debe existir un límite en la expresión de estos. Este tipo de inteligencia es funcional para cualquier área de nuestra vida.
La importancia de la inteligencia emocional reside en el hecho de que permite a los individuos estar en contacto no sólo con sus propias emociones, si no también considerarse sensibles y empáticos respecto de situaciones o fenómenos externos. Muchas veces, personas con altas dosis de inteligencia emocional son las que llevan a cabo actividades de tipo solidario y social.
Aunque parezca que este tipo de inteligencia es poco significativa, se ha demostrado que es potencialmente válida para tomar decisiones ya que el cómo nos sentimos tiene un papel fundamental a la hora de elegir.

El término Inteligencia Emocional fue utilizado en 1990 por Peter Salovey y John Mayer, quienes la definen como: «la capacidad de controlar y regular las emociones de uno mismo para resolver los problemas de manera pacífica, obteniendo un bienestar para sí mismo y para los demás».
Basándose en Gardner y su teoría de las inteligencias múltiples, Salovey identificó cinco esferas en la inteligencia emocional:
1. Conocer las propias emociones. La conciencia de uno mismo es la capacidad de controlar sentimientos de un momento a otro, siendo fundamental para la penetración psicológica y el auto conocimiento.
2. Manejar las emociones. La capacidad de manejar sentimientos de forma adecuada, es una capacidad que se basa en el auto conciencia y el auto control.
3. La propia motivación. Habilidad para ordenar las emociones al servicio de un objetivo esencial: es lo que se conoce como auto motivación.
4. Reconocer las emociones de los demás. Se trata de la empatía o auto conciencia de las emociones de los otros.
5. Manejar las relaciones. Es la adecuación a nuestro ser social y parte esencial del desarrollo con los demás.
La emoción es básicamente un sentimiento subjetivo privado, pero también la expresión o manifestación de respuestas somáticas y autónomas específicas (el corazón late más deprisa, las palmas sudan, aparece la risa o el llanto, etc.). Igualmente pueden considerarse un conjunto de acciones para defenderse o preparar el ataque ante posibles amenazas y, por tanto, con un alto valor adaptativo como apuntó en su momento Charles Darwin. Este mismo autor describió las 4 emociones primarias que consideraba que eran innatas al ser humano ya que se daban en todas las culturas e incluso en personas ciegas y que, por tanto, no habían podido ser aprendidas.



Estas eran: Cólera o Ira, Alegría, Miedo y Tristeza. Posteriormente, en lo que algunos autores denominaron secundarias, se describieron cuatro emociones más: Amor (Enamoramiento), Sorpresa, Vergüenza y Aversión.


La inteligencia emocional tiene una gran importancia en las relaciones sociales. Puede parecer algo natural, pero también es una capacidad que se puede desarrollar e incluso tratar. «A las personas que tienen poca se las puede intervenir terapéuticamente y reaprender», afirma Dina Krauskopf. Asimismo agrega que la crianza tiene bastante que ver con su desarrollo.
La educación recibida nos condiciona la tolerancia o aceptación de nuestras emociones, siendo habitual que dependiendo del estilo de vida de cada familia, haya unas emociones más aceptadas y otras más reprimidas, así como el estilo emocional puede ser más o menos extrovertido.
Los prejuicios habituales sociales contra la expresión emocional suelen ser del tipo: «ser emocional es igual a ser una persona débil, inmadura o enferma», «las emociones son peligrosas y si te dejas llevar por ellas, puedes arruinar tu vida», «una persona responsable tiene que ser racional y controlar sus sentimientos».
Frases como ¨no debes llorar¬, llorar no sirve de nada, no te enojes, no te rías tan fuerte, no estés triste, etc., y na cantidad infinita de frases que solo nos enseñan a no demostrar nuestras emociones y por tanto nos limitan a siquiera sentirlas o reconocerlas, nos fomenta desde niños una incapacidad para trabajar de manera adecuada en estas, creciendo como adultos poco capaces de enfrentar la vida daría debido a la inmadurez emocional que presentamos.
Bisquerra señala que la educación emocional es un proceso que se da de manera continua y de forma permanente, esto significa que en cualquier momento de la vida se puede brindar educación emocional y dicha educación tendrá variaciones dependiendo del tipo de persona, ya que las necesidades de un niño son totalmente diferente de las de un adolescente.
Niños, adolescente o adultos, se pretende que con la educación emocional se logren los siguientes objetivos:
– Reconocer emociones propias.
– Reconocer las emociones de los demás.
– Identificar y nombrar correctamente a las emociones.
– Ser capaz de regular las propias emociones
– Incrementar el umbral de tolerancia a la frustración.
– Identificar de manera anticipada los efectos nocivos de las emociones negativas.
– Ser capaz de construir emociones positivas
– Ser capaz de lograr la automotivación
– Tener una actitud positiva ante la vida
– Desarrollar la capacidad de avanzar.
Por tanto en las instituciones escolares como fundamentalmente en casa se recomienda aprender y proveer a los niños de herramientas y recursos para poseer una inteligencia emocional que les permita vivir su vida de manera plena y satisfactoria, desde pequeños podemos comenzar a identificar emociones y aprender a demostrarlas de manera adecuada, sin limitarnos o sentirnos culpables por ello.
La inteligencia emocional promovida desde la infancia hará del niño que aprendió ayer el adulto pleno de hoy.





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