EL COMPLEJO DE EDIPO EN EL NIÑO

EL COMPLEJO DE EDIPO EN EL NIÑO
Por Fernando Arrieta L.
El complejo de Edipo se desarrolla en la etapa fálica en la cual el niño se siente favorecido ya que él tiene un pene a diferencia de la niña, lo cual provoca que aprecie su pene aún más, llevándolo a una catectizacion libidinal sobre la confianza en sí mismo, de tal suerte que las manifestaciones de triunfo serán exageraciones de los componentes sádicos. Para el niño el objeto de amor afectivo seguirá siendo la madre y más ahora porque le “agradece” el hecho de ser niño y haberle dado un pene, por esta razón al objeto de su amor desea conseguir su a su vez el amor y admiración de ella valiéndose de medios agresivos que afirman su sexualidad y  que harán según el niño que su madre sienta orgullo de él, y de manera indirecta su padre. Poco a poco el apego con su madre ira en aumento, quien estimula en él niño el orgullo sobre los hechos y proezas del niño, se muestra contenta y orgullosa de los progresos que logra en el campo de la resistencia física, de las iniciativas dichosas y de las conquistas intelectuales , todas estas actividades que el niño realiza en esta etapa son animadas por la presencia de la madre, de la relación con ella depende el tono de sus emociones, a través de las que tomara contacto con sus nuevos objetos de amor .
El niño ira abandonando sus fantasías y sus juegos solitarios, los cuales serán sustituidos por juegos compartidos en los que busca la compañía de otros niños de su edad o mayores (excluyendo a niños pequeños y niñas). Gusta de actividades riesgosas, donde se muestre audaz ya que experimenta placer por mostrarse resistente, valiente, aventurero  y astuto. Por ello cuando tiene un accidente o incidente penoso (“precio de sus adquisiciones viriles”) el niño se muestra valiente y aguanta el dolor o la pena frente a su padre y amigos y reserva su llanto para cuando esta con la madre con la cual puede llorar sin preocuparse. Ella no lo humillara y cuidara de él aminorando la importancia de tal fracaso y estimula su espíritu de revancha, buscando con él los medios para superar las causas de su inferioridad. El niño llega así a dominar las verdaderas dificultades, sus hazañas del tipo lúdico simbólico o del tipo cultural, social o escolar, son para el descargas eufóricas de sus pulsiones sexuales. El objetivo hedónico primitivo es él mismo sublimado en objetivo sentimental (gustar y causar placer). Es la edad caballeresca.
Esta conducta, caballeresca y varonil del niño acarreara consecuencias afectivas, el niño celara y sobreestimara al padre porque es su rival frente a la madre, por tanto tratara de superarlo por todos los medios que le sean posibles y de aprender todo lo necesario para ser como él y así cautivar y complacer  a su mamá como su padre lo hace , de esta manera se conforma un esbozo del superyó, con un niño haciendo lo que más le conviene y evitando lo que menos, guiándose por  el sentido moral sobre el placer inmediato. Poco a poco se presentan más claras las fantasías edípicas del niño, las cuales se enfrentan a una realidad contraria, la inferioridad de edad de él, esta realidad aun el niño no la puede admitir y le es dolorosa. Al mismo tiempo se dan fantasías agresivas respecto al padre, por estas últimas el niño experimentará culpa ya sea que el padre se muestre o no alterado sobre esta situación, independiente de toda intervención exterior se dará la culpa debido al funcionamiento del inconsciente del niño quien proyectara en su padre sus sentimientos, quejándose con la madre de la severidad del este y dirá que el padre esta celoso de él (lo ideal sería que la madre no reprochase al padre, ya que el padre puede perder firmeza y superioridad ante los ojos del niño y esto es lo que internamente el niño admira de su rival). Se presentaran manifestaciones hostiles contra el padre, conflictos, desobediencias para que su padre lo regañe y el niño se queje con la madre.
Si el padre es viril y sano, severo pero justo, el complejo de Edipo no tendrá dificultad en desarrollarse normalmente porque la imagen del padre es capaz de soportar la agresividad inconscientemente violenta del niño, sin crearle al niño la necesidad de buscar el autocastigo por sentimientos de culpa. La única manera para el niño de salir adelante es renunciando definitivamente al objeto primitivo y sublimando las pulsiones que apuntan a conquistar a su madre, el niño se ve forzado a abandonar la lucha con su padre. Como se planteó anteriormente ya que el niño quiere remplazar al padre pero también imitarlo, generara una doble actitud la cual, sin neurosis, donde el niño puede expresarse y donde la madre no interviene en la relación y altercados del niño con el padre , la madre que ya ha escogido al padre (por tanto la competencia entre ambos no es real) puede consolar al niño y no culpar al padre y así la madre contribuye a la formación del superyó genital verdadero en el niño. Cuando ello sucede el niño renunciara más fácilmente a esta rivalidad ya que vera lo inútil de su actitud, la competencia podrá orientarse hacia la conquista de objetos de desplazamiento, puede desplazarla hacia las amigas del padre (amistades amorosas platónicas o se corre el riesgo de que la angustia de castración reaparezca), el niño también podrá sublimar su libido genital en las actividades o la misma carrera que el padre.
En los casos donde el niño efectivamente logra separar a los padres y esta agresividad consiente triunfa al separarlos, el niño no podrá identificarse con el padre, porque dicha identificación requiere que el varón sea un rival afortunado, elegido por la madre. Los niños que permanezcan amorosamente fijados a la madre no podrán comportarse sexual y afectivamente como adultos.





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