LAS EMOCIONES.

MOTIVACION EMOCIONAL Y AFECTIVA.

Por Fernando Arrieta López y Cinthya Trejo Zámano
Como se sabe las emociones responden a dos sistemas sincrónicos que las activan y regulan.
Uno de esos sistemas, el BIOLÓGICO es innato, espontáneo y fisiológico y reacciona de manera involuntaria a los estimulos emocionales del entorno, el segundo sistema es el COGNITIVO que se basa en la experiencia del individuo, y reacciona de forma interpretativa y social. Ambos se combinan para proporcionar un elemento emocional altamente adaptativo (Buck, 1984).
Cada uno de estos sistemas es particular, pero no individual, es decir, no son precursores y mediadores de la emoción de forma unitaria, se manejan en un conjunto, funcionando ambos a la vez. Creando una estructura dual y dinámica, con elementos de causa y efecto. La emoción es un proceso complejo de retroalimentación, es un sistema conjunto en el que cada elemento esta interrelacionado (Plunchik, 1985). Fig. 1.1
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Fig. 1.1
Por ser sumamente complejo, el estudio de la emoción no sólo se ha encargado de dividir los fundamentos, analizarlos y luego compenetrarlos en un sistema unitario. También se debe hacer una recombinación sistémica de dichos fundamentos. Para una visión general de los muchos aspectos de la emoción, se desarrolló el modelo multisistémico de la activación de la emoción, el cual fue propuesto por Izard (1993). Dando validez a las siguientes causas de la emoción.

 

SISTEMAS EMOCIONALES (IZARD)

  • Sistemas Neuronales (Reacciones fisiológicas cerebrales ante un estímulo emocional)
  • Sistema Sensoriomotor (Respuesta corporal y facial; expresión, postura, tensión, relajamiento, etc.)
  • Sistemas Motivacionales (Percepción del estímulo, sabor, olor, imagen, dolor, etc.)
  • Sistemas Cognitivos (Juicio y razonamiento, memoria, recuperación de experiencias, sentimiento)
  • Sistemas Sociales (Imitación, “contagio”, confirmación de identidad, rol y personalidad)

 

De este modo conjuntando ambos modelos tenemos un sistema, dual, dinámico, y multisistémico, en el que los elementos se relacionan entre sí. Puede ser entendido de la siguiente manera, en el instante en el que se presenta un estímulo afectivo o emocional significativo, se encienden dos de los sistemas antes mencionados, dando paso al primer momento del sistema de Plunchik, el sistema neuronal, con los cambios a nivel límbico y cortical, y el sistema motivacional, en el que el estímulo es recibido, asimilado y provoca una respuesta fisiológica y psicológica en el organismo; en un segundo momento dado como la preparación para la acción y los despliegues expresivos se manifiestan otros dos sistemas, el cognitivo, en el que la memoria y la recuperación de experiencias dan “sentido a la emoción”, y el sensoriomotor, con la respuesta facial que corresponde a la emoción e incluso tal vez un cambio corporal en postura o de reflejo, ambos adaptativos. Posteriormente en el último momento entrarán en acción los dos sistemas finales, el primero el cognitivo, conjuntando todas las reacciones ya mencionadas como la experiencia y el razonamiento, a la creación de un “concepto” representativo que conjunte el significado de las respuestas: el sentimiento. Aunado a este la respuesta del sistema social, como una conducta aprendida, y de cuya eficacia y funcionalidad se irá construyendo un modelo mucho más complejo, la identidad. Todo esto una vez conjuntado, nos da como respuesta la emoción.
Ahora bien, a modo complementario se aclaran dos términos, estímulo afectivo y emocional y el tipo de emociones, no en general, sino las que aquí interesan.
En primer lugar aunque aquí se ocupan como términos semejantes, existen dos diferencias entre el estímulo emocional y el afectivo, el primero provoca una emoción y es interiorizado, y el segundo proviene de cierto punto con carácter afectivo y no necesariamente se interioriza, muchas veces se reproduce (Ekman, 1994 y Clark, et al. 1994). Para ejemplificar esto: un estímulo emocional, como un imagen en la que se ve una pareja besándose, provoca una emoción (normalmente positiva, tranquilidad o felicidad) y es interiorizado mediante el proceso que ya hemos hablado antes, un estímulo afectivo, sería la misma imagen con una clara tendencia positiva, provocar por ejemplo, amor en vez de envidia, a esto se le llama valencia afectiva, y se explicará luego, la intención en este caso no es que la persona interiorice la emoción, sino que la reproduzca y así mismo la cree conceptualizada, por ejemplo, amor o enamoramiento. El conjunto de ambas situaciones nos da como resultado una actividad psicológica y fisiológica de respuesta evocativa, es decir es una motivación emotiva o afectiva, que, ante todo, promueve o estimula la identificación y reconocimiento de la emoción basándose en la valencia o valor afectivo del estímulo. Dados estos elementos, partimos de identificar como precursores de la evocación emotiva que aquí nos interesa a los estímulos emotivos y afectivos, conjuntándolos en uno solo.
En segundo lugar, cuántas emociones existen, las llamadas Emociones Básicas, consideradas en un nivel muy general, son las que cumplen con lo siguiente:
1. Innatas
2. Surgen bajo las mismas circunstancias o frente a los mismos estímulos
3. Se expresan de manera exclusiva y distinta, es decir son diferenciales
4. Evocan así mismo un patrón de respuesta específico y distintivo.
Si bien existe una lista muy variada, y cada investigador incluye las suyas, se consigue un patrón marcado en el que se presentan identificadas las siguientes seis emociones. Miedo, ira, repugnancia, tristeza, alegría e interés (Ekman, 1992; Izard 1991, Shaver et al. 1987).
Es evidente que existen infinidad de emociones, aparte de las ya mencionadas, el llamarlas básicas no es como orden de jerarquización sino porque todas las que les subyacen, corresponden directa o indirectamente a alguna de ellas.
Los procesos cognitivos de las emociones, son a fin de cuentas quienes intervienen entre las condiciones ambientales, y la reactividad y recepción conductual y fisiológica. Una valoración general por ejemplo del estímulo emocional o afectivo, sería a priori Bueno y Malo, en cuanto a que sea dañino o beneficioso en general, a lo que sigue una experiencia de simpatía o antipatía en forma inmediata y automática (Arnold, M. 1960-1970). La valoración Primaria y Secundaria, corresponde a la relevancia y la coherencia de la situación presentada (el estímulo), en este sentido, la respuesta emotiva hacia dicha emoción será de enfrentamiento, pero significará procesos distintos dentro de un mismo campo emotivo (Lazarus 1991). Es decir, que la función de la forma en que se valora la situación cambia, primero valorando la relación con el estímulo (relevancia, 1ª Valoración), y luego la potencialidad de enfrentamiento o respuesta (coherencia, 2ª Valoración). Entonces tenemos una serie nueva de emociones, divididas entre positivas y negativas, y cuyas valoraciones subsecuentes (primaria y secundaria) dependerán del individuo una vez que le sean representativas de acuerdo a las estructuras cognitivas propias ya aprendidas y desarrolladas. Fig. 1.2
Figura 1.2
El hecho de definirlas aquí como positivas y negativas, es precisamente porque este tipo de diferenciación dicotómica es la que se plantea para el trabajo, ahora bien por último. Sentir una emoción, por sí mismo no nos dice nada, se debe conceptualizar, como ya se ha dicho antes, esta definición o conceptualización, el darle sentido al sentimiento es una de las partes del proceso de la emoción desde que se recibe el estímulo emotivo o afectivo, es decir, la emoción es de carácter nominal y como tal requiere del lenguaje para ser identificada y reconocida, para luego ser reproducida, ya sea como aprendizaje simple o respondiendo a una introspección propia (en este caso, solicitada).
La cognición (valoración) precede a la emoción, pero la cognición también sigue a la emoción. Las emociones causan cambios en la cognición, como las atribuciones, las funciones de enfrentamiento y resolución, la autoverificación y la recuperación de recuerdos. Puesto que estos nuevos elementos cognitivos se añaden a la experiencia, la emoción es resultado de una acumulación no sólo de la valoración, sino también de tales elementos cognitivos adicionales.
El conocimiento de la emoción en los niños es por ejemplo únicamente respecto a las emociones básicas, conforme la gente adquiere experiencia mediante diferentes situaciones aprende a discriminar matices de la misma emoción. Los matices de la alegría, por ejemplo incluyen la felicidad, el alivio, el optimismo, el orgullo, la satisfacción y la gratitud. Los matices de la ira incluyen la furia, la hostilidad, la venganza, la rabia, el agravio y la cólera. Las distinciones se almacenan de manera cognitiva como jerarquías de emociones básicas y sus derivados (Shaver et al. 1987).
Gran parte de la diversidad de la experiencia de la emoción se debe al aprendizaje de finas distinciones entre las emociones y las situaciones específicas que las causan.
Los teóricos de la valoración creen que existen tantas emociones como posibilidades de valoración cognitiva de una situación (Ellsworth y Smith, 1988). Por ejemplo, un individuo que ha perdido terreno ante un rival tal vez experimente aflicción, ira, miedo, repugnancia y celos (Hupka, 1984). Uno aprende que estas emociones coinciden y están por tanto relacionadas entre ellas, se encuentra un modo de definirlas semánticamente. También aprende que otras emociones (el amor y la alegría) están muy alejadas de este cúmulo de experiencias emocionales.
Por último, se aprenden las diferencias entre los matices de la ira, las diferencias entre celos, odio, irritación, etc., ahora la emoción entra en los parámetros de la sintaxis, y se tiene en conjunto una definición aprendida y concreta de la emoción; a la larga tal aprendizaje proporciona un conocimiento de la emoción, él posibilita que el individuo valore situaciones con discriminación y en consecuencia responda con emociones apropiadas para la situación.





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EL DUELO Y SUS ETAPAS

Por Fernando Arrieta L.
Desde la perspectiva de Freud el duelo consiste en el proceso que se desata como reacción a una pérdida, ya sea esta de un ser amado o de una abstracción equivalente, es decir, puede ser desde la pérdida de un familiar por muerte o separación, hasta la de un área de nuestra vida como el trabajo, la libertad o nuestros planes. La reacción es por si misma dolorosa y requiere un tiempo durante el que se seguirá un proceso en la cual se llevara a cabo una aceptación de la pérdida, como punto culminante del duelo, no es un estado patológico por sí solo, pero estancarse en alguna de las etapas y no culminarlo dará origen a lo que llamamos “duelo patológico”. Freud habla de cerca de dos años.
En términos generales, tres son los ejes que se abordan en lo que se refiere a las etapas del duelo, el primero un acercamiento psicoanalítico dado por Freud, el segundo un acercamiento post freudiano dado por Lindermann y Schultz y el acercamiento desde la corriente evolutiva de la Dra. Kübler-Ross.
Estos niveles se relacionan entre sí, y como en varios aspectos de la psicología pueden tender una red que nos permita entender mejor este proceso.
La primera etapa para Freud es el EXAMEN DE LA REALIDAD, en la que se da el primer acercamiento hacia el hecho real de la pérdida, se alinea con la primera etapa para Lindermann y Schultz, la NEGACIÓN, que funciona como un mecanismo defensivo natural, ante el sentimiento de tristeza y desconsuelo por la pérdida, poco a poco los momentos en los que se acepta la pérdida y los momentos en los que se le niega se van alternando y gradualmente comienzan a ser más los momentos en los que la ausencia del objeto se integra al nuevo esquema de la realidad. 
Este proceso de negación se empareja también con la teoría de Kübler-Ross, quien la denomina como la primera etapa de cinco, con el mismo nombre: negación. A continuación, en esa misma teoría se presenta la IRA, ante la aceptación de que el objeto se ha perdido ya, el mecanismo de defensa es la proyección, la idea absoluta de presencia o ausencia, que se dirige hacia otros objetos, personas u abstracciones a las cuales se les culpa o recrimina de “ser o estar” a diferencia del objeto que ya “no es ni esta”, incluso se llegan a diseñar culpables, que según la perspectiva de la persona, quizá originaron la pérdida, la facilitaron o no la impidieron, termina con una percepción de nulidad respecto a aquello hacia lo que se vuelca la ira, no “es” como tampoco el objeto “es”, pareciera que la pérdida aumenta o se duplica. 
Luego de este paso se da pie a la siguiente etapa en las tres teorías, es decir la segunda para Freud, la ACEPTACIÓN DE LA PÉRDIDA, la segunda para Lindermann y Schultz llamada FASE AGUDA DEL DUELO, y el avance entre la segunda y tercera para Kübler Ross, la IRA y LA NEGOCIACIÓN. En este punto lo que tienen en común las etapas, es el enojo ante los objetos sobre los que se proyectan las dos pulsiones más básicas, eros y tánatos, vida y muerte, y comienza a surgir la tristeza ante una ya aceptada pérdida del objeto original, la sobrecarga de recuerdos y pensamientos sobre ese objeto da poco a poco la oportunidad de negociar o retrasar el efecto de la pérdida, el dolor que ha causado, más ya no la perdida en sí, realidad que si bien se va asimilando, confronta y enlaza los duelos paralelos (otras pérdidas que la persona ha tenido y cuyos procesos de elaboración siguen sin realizarse por completo). El desligamiento afectivo del objeto es paulatino y mientras se da, las actividades propias pierden interés, la carga psicológica está dedicada al desligamiento de la relación objetal (lo que nos hace sentir involucrados con el objeto que perdimos y que dependía de su permanencia en gran medida). El afecto hacia “lo perdido” es ambivalente. Todo esto da pie a un proceso de identificación, de entendimiento y empatía que permitirá que el duelo siga avanzando, hacia siguientes etapas.
Se entra así, posteriormente en la tercera fase de Freud, la IDENTIFICACIÓN CON EL OBJETOPERDIDO, y la DEPRESIÓN para Kübler Ross, sin avanzar aún a la última etapa para Lindermann y Schultz. En este punto la identificación permite una escisión al objeto perdido, se entiende que nunca fue tan bondadosa su presencia ni es tan cruel su ausencia, quien sufrió la pérdida comienza a ver elementos que aquello que se fue dejó en él, en este momento hay un reacomodo de la identidad del sujeto, y es un proceso que genera estados depresivos, sin embargo la identificación incluso para el mismo Freud no parecía ser el objetivo final de esta etapa, sino más bien la posibilidad de que el sujeto tome una decisión de pasar a la siguiente, más allá de la pura identificación toma relevancia entonces la voluntad de identificarse o no con el objeto perdido, de vivir o seguir pese a la pérdida, la decisión final, se conjuga con un cumulo de la expresión del duelo, la persona se ha desahogado y ha podido ir canalizando sus emociones poco a poco, es este el punto crucial de esta etapa. Pareciera en ambos autores (Freud y Kübler-Ross) un momento en el que el duelo puede estancarse o avanzar. 
RELACION TEORIAS DEL DUELO(1)
Finalmente, se da gracias a la etapa anterior el paso a la etapa final en las tres teorías, SUSTITUCIÓN O RECONEXIÓN OBJETAL para Freud, FASE DE RESOLUCIÓN DEL DUELO para Lindermann y Schultz y ACEPTACIÓN para Kübler Ross. En esta etapa quien sufrió la pérdida reconecta los “cables sueltos”, cargando los sentimientos y pulsiones (las cargas motivacionales y afectivas) hacia todos los puntos en los que repartió anteriormente al objeto: hacia sí mismo con la identificación, hacia otros con la ira o hacia el mismo objeto con la identificación y la escisión objetal de las etapas anteriores. Al realizar esto el sujeto sustituye lo perdido con una idea, o una serie de ideas, que le permitirán resolver la pérdida y aceptarla ya integrada a su realidad como algo que le ha de provocar una identificación, además de la posibilidad de recargar las emociones e ideas reintegradas hacia un “nuevo objeto”, permanece así elaborado una imagen, un recuerdo de algo que fue parte de la persona o de lo que la persona formo parte, y a través de esta nueva construcción en su realidad, como los cimientos de una ciudad nueva tras las ruinas de la ciudad vieja, erigirá una restructuración de sí mismo reconectándose con la realidad, una realidad ya sin el objeto perdido.



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Teoría General de la Frustración de S. Rosenzweig

por Cinthya Trejo Z. y Fernando Arrieta L.

 

             Esta teoría de la frustración de acuerdo con Rosenzweig expresa en forma concreta un punto de vista psicobiológico, que a su vez proporciona una reformulación de conceptos psicoanalíticos teniendo en cuenta este concepto.
La defensa y respuesta psicobiológica del individuo se manifiesta bajo 3 niveles. 
                           1-    A nivel celular o inmunológico
                           2-    A nivel autónomo o de urgencia
                           3-  A nivel cortical o de defensa del yo. (defiende la personalidad contra la agresión psicológica).
 
De este modo Rosenzweig bajo la definición mencionada antes, en la que identifica la frustración como un obstáculo más o menos insuperable en el camino hacia satisfacer una necesidad distingue dos tipos básicos de esta.
            Frustración primaria o privación: se caracteriza por la atención y la insatisfacción subjetiva que se deben a una impotencia ante la ausencia de una situación específica necesaria (deseada o requerida) para el apaciguamiento de una necesidad activa. Como por ejemplo, el hambre.
            Frustración secundaria: se caracteriza por la presencia de algún obstáculo el cual sigue alguna de las siguientes clasificaciones.
            Obstáculo pasivo: de características insensibles sin que este sea por si mismo amenazador. Imposibilidad.
             Obstáculo activo: además de carácter insensible es peligroso por sí mismo, es decir, que este obstáculo es una situación que produce a la vez una insatisfacción y un peligro de igual modo. 
 
Ambos tipos de obstáculos pueden ser externos e internos. Como se explica a continuación:
1.- Obstáculo pasivo externo: objetos no amenazantes que se encuentran entre el sujeto y la meta. Por ejemplo. Cuando la puerta del refrigerador está cerrada o atorada y la persona con hambre no puede abrirla.
2.- Obstáculo activo externo: objetos dañinos que se encuentran entre el sujeto y la meta. Por ejemplo, si alguien impide sacar algún alimento del refrigerador en todo el día sin dejarnos comer.
3.- Obstáculo pasivo interno: impotencia del sujeto al no poder llegar a su meta.
4.- Obstáculo activo interno: conflicto originado por el encuentro entre dos necesidades de tendencias opuestas. Por ejemplo, no poder salir a jugar porque está lloviendo (la necesidad de recreación vs. la necesidad de autoprotección).
Por último en lo que respecta a frustración las respuestas que los individuos tienden a dar son clasificadas por Rosenzweig respecto a la importancia que tiene en la defensa de la necesidad o incluso del yo.
 
          De este modo tenemos las respuestas que se presentan según las necesidades que se hayan frustrado. 
 
«Las respuestas de persistencia a la necesidad, en el que no se toman en cuenta las complicaciones si no el destino de la necesidad frustrada; es una respuesta constante después de toda frustración»
 
             Por otra parte las respuestas de defensa del yo en las que está en juego algo mucho más complejo como es la personalidad completa, se enfoca así en lo que representa la frustración para la estructura del yo sin importar la necesidad insatisfecha solo la sensación de insatisfacción.
 
             
 
         Por último, tenemos el predominio del obstáculo, en la que el sujeto basa su manejo en la racionalización del estimulo, en el que tan importante sea o no para el, se enfoca en que le obstaculiza sin importarle mucho lo demás.
            Estas últimas se dividen respecto a la canalización de la frustración mediante el estilo de manejo o respuesta, de la siguiente forma:
  Respuestas extrapunitivas: el individuo atribuye la imposibilidad de alcanzar su meta (su frustración agresiva) a personas o cosas exteriores. Las emociones asociadas a esta estrategia de afrontamiento son la cólera y la irritación, y el mecanismo de defensa utilizado básicamente es la proyección.
  Respuestas intrapunitivas: el individuo atribuye agresivamente la responsabilidad de encontrar un obstáculo entre su meta y el, a sí mismo. Las emociones identificadas cuando los jóvenes afrontan la frustración de esta manera son la culpabilidad, la subestimación y los remordimientos sin embargo carece de la autocritica; así mismo se encuentran el aislamiento y el desplazamiento como los mecanismos de defensa frecuentes.
  Respuestas impunitivas: en estas el individuo no encuentra la agresión ni el atribuirle la causa de su insatisfacción como fundamento de la estrategia. Maneja un intento de evitar formular un reproche, una crítica o un reclamo tanto a factores externos como a sí mismo; el individuo intenta encarar la situación frustrante de forma conciliadora. Refleja emociones como la impotencia, el desasosiego y si el manejo carece de sentido práctico incluso llega a presentar depresión. En este caso el mecanismo empleado comúnmente  es la represión y la evasión.

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LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

Cuando escuchamos hablar de inteligencia casi siempre lo relacionamos con el coeficiente intelectual, solemos pensar que una persona inteligente es aquella que destaca en los exámenes, en la escuela, que hace operaciones con agilidad, etc. Sin embargo olvidamos que los seres humanos también poseemos algo llamado inteligencia emocional, este tipo de inteligencia es igual o más importante a lo largo de la vida que el solo tener un coeficiente intelectual alto, ya que si regulamos nuestras emociones de manera satisfactoria tendremos la estabilidad suficiente para destacar en la parte académica o profesional.

La mayoría de las personas exitosas en el ámbito profesional son personas que en la parte emocional se encuentran en equilibrio o poseen un manejo de emociones positivo. Por lo tanto es importante trabajar en este tipo de inteligencia.
La inteligencia emocional es un complemento indispensable en la relación con uno mismo y con los demás. No sirve de nada ser el alumno con mejores calificaciones si no se tiene amigos o se siente acomplejado.

¿Qué es la inteligencia emocional?
Nos referimos a inteligencia emocional cuando hablamos de las capacidades y habilidades psicológicas que implican la comprensión, entendimiento y control de las emociones propias y ajenas, así como la modificación de los modelos de respuesta emocional en uno mismo. Una persona emocionalmente inteligente es aquella capaz de gestionar satisfactoriamente las emociones para lograr resultados positivos en sus relaciones con los demás.
A pesar de que diversos psicólogos habían destacado la insuficiencia de los elementos cognitivos y racionales como únicos indicadores para medir la inteligencia, el concepto surge en 1983 con el psicólogo Howard Gardner, quien considera a los test de coeficiente intelectual como insuficientes para lograr una apreciación completa de la inteligencia, él amplió el concepto de la inteligencia al decir que ésta es una capacidad desarrollable y no solo algo innato de resolver problemas o elaborar productos que sean valiosos en una cultura (o varias).
Gardner describe 9 tipos de Inteligencia diferentes pero, a diferencia de otros modelos que intentan evaluarla, el autor describe 2 tipos de marcado perfil emocional:




Inteligencia interpersonal: implica entender y comprender las emociones de los otros y tener la habilidad de reaccionar según el estado anímico del otro. Es la capacidad de manejar relaciones humanas y la empatía con la que nos «ponemos los zapatos del otro» y reconocemos sus motivaciones, razones y emociones. La mayoría de las actividades que se realizan en la vida dependen de la inteligencia interpersonal, ya que están formadas por grupos humanos en los que debemos relacionamos. (Los grandes líderes tienen una fuerte inteligencia interpersonal para bien o para mal)
Inteligencia intrapersonal: se refiere a la comprensión de las propias emociones, de tenerlas en cuenta al momento de tomar decisiones y ser capaz de regular las emociones según la situación, nos permite formar una imagen clara de nosotros mismos; poder entender nuestras necesidades y características, así como nuestras cualidades y defectos sin maximizarlos o minimizarlos. Y aunque se dice que nuestros sentimientos sí deben ayudar a guiar nuestras decisiones, debe existir un límite en la expresión de estos. Este tipo de inteligencia es funcional para cualquier área de nuestra vida.
La importancia de la inteligencia emocional reside en el hecho de que permite a los individuos estar en contacto no sólo con sus propias emociones, si no también considerarse sensibles y empáticos respecto de situaciones o fenómenos externos. Muchas veces, personas con altas dosis de inteligencia emocional son las que llevan a cabo actividades de tipo solidario y social.
Aunque parezca que este tipo de inteligencia es poco significativa, se ha demostrado que es potencialmente válida para tomar decisiones ya que el cómo nos sentimos tiene un papel fundamental a la hora de elegir.

El término Inteligencia Emocional fue utilizado en 1990 por Peter Salovey y John Mayer, quienes la definen como: «la capacidad de controlar y regular las emociones de uno mismo para resolver los problemas de manera pacífica, obteniendo un bienestar para sí mismo y para los demás».
Basándose en Gardner y su teoría de las inteligencias múltiples, Salovey identificó cinco esferas en la inteligencia emocional:
1. Conocer las propias emociones. La conciencia de uno mismo es la capacidad de controlar sentimientos de un momento a otro, siendo fundamental para la penetración psicológica y el auto conocimiento.
2. Manejar las emociones. La capacidad de manejar sentimientos de forma adecuada, es una capacidad que se basa en el auto conciencia y el auto control.
3. La propia motivación. Habilidad para ordenar las emociones al servicio de un objetivo esencial: es lo que se conoce como auto motivación.
4. Reconocer las emociones de los demás. Se trata de la empatía o auto conciencia de las emociones de los otros.
5. Manejar las relaciones. Es la adecuación a nuestro ser social y parte esencial del desarrollo con los demás.
La emoción es básicamente un sentimiento subjetivo privado, pero también la expresión o manifestación de respuestas somáticas y autónomas específicas (el corazón late más deprisa, las palmas sudan, aparece la risa o el llanto, etc.). Igualmente pueden considerarse un conjunto de acciones para defenderse o preparar el ataque ante posibles amenazas y, por tanto, con un alto valor adaptativo como apuntó en su momento Charles Darwin. Este mismo autor describió las 4 emociones primarias que consideraba que eran innatas al ser humano ya que se daban en todas las culturas e incluso en personas ciegas y que, por tanto, no habían podido ser aprendidas.



Estas eran: Cólera o Ira, Alegría, Miedo y Tristeza. Posteriormente, en lo que algunos autores denominaron secundarias, se describieron cuatro emociones más: Amor (Enamoramiento), Sorpresa, Vergüenza y Aversión.


La inteligencia emocional tiene una gran importancia en las relaciones sociales. Puede parecer algo natural, pero también es una capacidad que se puede desarrollar e incluso tratar. «A las personas que tienen poca se las puede intervenir terapéuticamente y reaprender», afirma Dina Krauskopf. Asimismo agrega que la crianza tiene bastante que ver con su desarrollo.
La educación recibida nos condiciona la tolerancia o aceptación de nuestras emociones, siendo habitual que dependiendo del estilo de vida de cada familia, haya unas emociones más aceptadas y otras más reprimidas, así como el estilo emocional puede ser más o menos extrovertido.
Los prejuicios habituales sociales contra la expresión emocional suelen ser del tipo: «ser emocional es igual a ser una persona débil, inmadura o enferma», «las emociones son peligrosas y si te dejas llevar por ellas, puedes arruinar tu vida», «una persona responsable tiene que ser racional y controlar sus sentimientos».
Frases como ¨no debes llorar¬, llorar no sirve de nada, no te enojes, no te rías tan fuerte, no estés triste, etc., y na cantidad infinita de frases que solo nos enseñan a no demostrar nuestras emociones y por tanto nos limitan a siquiera sentirlas o reconocerlas, nos fomenta desde niños una incapacidad para trabajar de manera adecuada en estas, creciendo como adultos poco capaces de enfrentar la vida daría debido a la inmadurez emocional que presentamos.
Bisquerra señala que la educación emocional es un proceso que se da de manera continua y de forma permanente, esto significa que en cualquier momento de la vida se puede brindar educación emocional y dicha educación tendrá variaciones dependiendo del tipo de persona, ya que las necesidades de un niño son totalmente diferente de las de un adolescente.
Niños, adolescente o adultos, se pretende que con la educación emocional se logren los siguientes objetivos:
– Reconocer emociones propias.
– Reconocer las emociones de los demás.
– Identificar y nombrar correctamente a las emociones.
– Ser capaz de regular las propias emociones
– Incrementar el umbral de tolerancia a la frustración.
– Identificar de manera anticipada los efectos nocivos de las emociones negativas.
– Ser capaz de construir emociones positivas
– Ser capaz de lograr la automotivación
– Tener una actitud positiva ante la vida
– Desarrollar la capacidad de avanzar.
Por tanto en las instituciones escolares como fundamentalmente en casa se recomienda aprender y proveer a los niños de herramientas y recursos para poseer una inteligencia emocional que les permita vivir su vida de manera plena y satisfactoria, desde pequeños podemos comenzar a identificar emociones y aprender a demostrarlas de manera adecuada, sin limitarnos o sentirnos culpables por ello.
La inteligencia emocional promovida desde la infancia hará del niño que aprendió ayer el adulto pleno de hoy.





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