CULTURA Y NEUROSIS (2/3)

(Principio de Competencia)
Por Cinthya Trejo y Fernado Arrieta

 

Cuando hablamos de neurosis, es importante considerar el factor social si no dentro de la génesis de la patología, si dentro del desarrollo de la misma.  Como decíamos en la anterior entrada, la competencia a la que esta sujeto el individuo en la sociedad postmoderna, y la potencial tensión hostil entre los individuos constantemente engendra temor a la posible hostilidad de los demás, reforzado por el temor de que éstos  se  venguen  de  la  propia  hostilidad. Vivimos a la defensiva, y por si las dudas, atacaremos al primer indicio de amenaza.

 

Otra  importante  fuente  del miedo en el individuo promedio es la perspectiva del fracaso; en efecto, el miedo   al   fracaso   tiene   carácter   realista,   pues   en   general   las probabilidades de fracasar superan sobradamente a las de tener éxito, y en una sociedad competitiva los fracasos entrañan la frustración real de las necesidades personales, además de generar de a poco una especie de estigma social. No sólo implican reveses económicos, sino también pérdida de prestigio y toda suerte de frustraciones emocionales. Otro motivo por el cual el éxito es un fantasma tan seductor estriba en su repercusión sobre la autoestima. No son únicamente los demás quienes nos valoran de acuerdo con el grado de nuestro éxito, también nuestra propia  autoestima  se  ajusta  a  idéntico  patrón.  De  conformidad  con  las ideologías  prevalecientes,  los  triunfos  se  deben  a  nuestros  méritos intrínsecos  o,  en  términos  religiosos,  representan  signos  visibles  de  la gracia de Dios; pero en verdad dependen de toda una serie de factores inaccesibles a             nuestro dominio. No obstante, bajo la presión de la ideología  imperante,  hasta  la  persona  más  normal  se  ve  constreñida  a sentirse valiosa cuando tiene éxito, y a menospreciarse cuando fracasa. Sobra   decir   que   esto   constituye   una   base   muy   endeble   para   la autovaloración y la satisfacción del deseo neurótico en el individuo.

 

Tomados en conjunto todos estos factores -el sentido de competencia y su hostilidad potencial entre los semejantes, los temores, la disminución del   autoaprecio,   dan   por   resultado   psicológico   el   sentimiento   del aislamiento personal. Aunque el individuo tenga múltiples contactos con sus semejantes, aunque disfrute una feliz vida conyugal, en toda ocasión se  hallará  afectivamente  aislado.  El  aislamiento  emocional  es  difícil  de soportar para cualquiera, pero se torna en una verdadera calamidad cuando coincide con aprensiones e incertidumbres respecto de sí mismo.

 

Es  esta  situación  la  que  en  el  individuo  de  nuestro  tiempo provoca  una  intensa  necesidad  de  obtener  cariño  para  aliviarse.  La consecución  de  afecto  le  hace  sentirse  menos  aislado,  menos  amenazado por la hostilidad y menos-incierto acerca de sí. En esta forma, el amor es sobrevalorado en nuestra cultura, pues responde en ella a una exigencia  esencial,  convirtiéndose  en  un  verdadero  fantasma  -como  el éxito- y lleva consigo la ilusión de que con él todos los problemas pueden resolverse.  Intrínsecamente,  el  amor  no  es  una  ilusión  -aunque  en nuestra cultura casi siempre sea una pantalla para satisfacer deseos que en  nada  le  atañen-,  pero  lo  hemos  transformado  en  una  ilusión  al aguardar de él mucho más de lo que acaso podría darnos. A su vez, el valor ideológico que prestamos al amor contribuye a encubrir los factores que  engendran  nuestra  exagerada  necesidad  de  obtenerlo. Tomando la búsqueda del amor, como una empresa que bien puede llevarnos toda la vida, que puede distraernos de otros intereses y que forma parte radical de la identidad de la persona.  De  este modo,   el   individuo  se encuentra preso en el dilema de requerir apreciable cantidad de afecto y de tropezar con las más arduas dificultades al conseguirlo. Incluyendo ocasiones donde tendrá que competir por él, mermar la hostilidad propia o la del otro por obtener aunque sea agrado o estima, y fracasar más o menos estrepitosamente al intentarlo. Todo orientado a una percepción de éxito sociocultural que si carece de afecto, reconocimiento, poder sobre los otros, si se dio fácil o si no se puede mantener, se menosprecia hasta considerarse algo “superficial”. 

 

Parte 2 de 3.

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LA CRISIS DE LA PSICOLOGÍA

LA CRISIS DE LA PSICOLOGÍA

Pretendo abordar en este texto, no un deterioro, precariedad y mucho menos dificultades serias dentro de la disciplina. Sino más bien el proceso que ha llevado al avance de esta ciencia.

En distintos aspectos, diferentes necesidades han podido ser “cubiertas” por nuestra disciplina, algunas nos atañen y habíamos tardado en responsabilizarnos y otras no, pero ponemos de nuestra parte, la psicología al servicio de estas necesidades, de carácter social, cultural, ético, científico y de divulgación.

EFECTOS DE LA CRISIS

La crisis a nivel individual, social o institucional, ha sido poco influyente en la psicología dominante, los cambios en ésta  han sido realmente escasos. Los efectos de la crisis han sido en realidad profundos y probablemente irreversibles en estos niveles, pero la psicología ha conseguido mantener un poco al margen.

La perspectiva optimista de quienes afirman que a partir de los años 70 y como consecuencia directa de la crisis se ha venido gestando en nuestra disciplina un nuevo paradigma caracterizado por el énfasis en los aspectos históricos, dialecticos y simbólicos de la conducta humana, el interés por la ideología, el reconocimiento de carácter activo de las persona, la preocupación por  el cambio y la resolución de los problemas sociales y el estudio de la vida cotidiana y la utilización de métodos alternativos de investigación. Han dado a la Psicología un carácter asistencialista más que proveedor, con soluciones emergentes más que planteamientos teóricos enfocados a la resolución de los conflictos que incumben a quienes beneficia (o que sería recomendable que beneficiara) esta hermosa ciencia.

La crisis con sus componentes institucionales, académicos y personales, ha sido muy útil u fructífera, para algunas otras disciplinas, como suelen serlo generalmente las crisis al convertirse por el conflicto, cognitivo y no cognitivo que producen, en un verdadero motor del cambio social. Así, en algunas otras áreas de estudio, como la economía, el derecho, la política, la ecología, la biología y la medicina, la crisis ha tenido su efecto en cuatro ejes principales:

  1. Ha fomentado la búsqueda de métodos menos obstructivos que los utilizados habitualmente y, en todo caso, ha hecho posible que se acuda, sin complejo de inferioridad alguna, a métodos no experimentales.
  2. Ha permitido la ampliación del marco teórico en que deben desenvolverse las investigaciones, incrementándose así la presencia de perspectivas poco habituales.
  3. Ha servido para poner de relieve el compromiso sociopolítico de muchas áreas de conocimiento, ciencias y disciplinas, y su enfoque proactivo.
  4. Han ayudado poderosamente al desarrollo y fomento de la aplicación en nuevas áreas de estas disciplinas abarcando más campo de acción, permitiendo además aumentar el campo laboral y mejorar la percepción y el reconocimiento de las mismas.

Tras la crisis las cosas ya no volverán a ser como antes eran. Y en respuesta algunas disciplinas van adquiriendo legitimidad, reforzándola o aumentándola.

Algunas características de la legitimidad son:

1.  Un mayor y más estrecho funcionamiento interdisciplinario.

2.  Un análisis metateorico que nos permita contemplar el quehacer científico, sus alcances, aplicaciones y potenciales.

3. Una perspectiva de construcción social.

4. Establecimiento de un respaldo lingüístico (no confundir con el posmodernismo). Que respalde la difusión y el acercamiento de estas disciplinas a la población en general.

La historia de la psicología, como la del resto de las ciencias sociales va estrechamente unida a la historia de la modernidad y del desarrollo de la humanidad. De ahí que a la actual crisis le acompañe también una crisis en la psicología.

¿Estamos respondiendo bien a esta crisis?

La psicología, clínica y social, deberán cambiar y adoptar los postulados básicos del pensamiento post-moderno. La psicología en sus bases teóricas, quizá no cambiará mucho en los próximos años, ya que resulta difícil reconstruirla, pues tiene mucho peso las rutinas académicas y de investigación. Y las malas praxis que se han ido arraigando en el desempeño “coloquial” de nuestra disciplina.

La psicología experimental sigue siendo dominante. Sin embargo ha caído en un desligamiento hacia sus aplicaciones. Dejando espacio para las pseudociencias, y el desempeño sin sustento teórico y mucho menos científico, pero que proporciona soluciones prácticas, aunque no funcionales.

psicologia

Conclusión.

Distintas crisis han conformado parte de la historia de la psicología, clínica, social y experimental. Incluso es por muchos conocido el apogeo que esta ciencia adquirió a través de la Gran Guerra (Guerras Mundiales).

Existen efectos de la crisis actual (sociopolítica y cultural) en la psicología, pero no están siendo ni controlados, ni previstos, ni aprovechados. Como he mencionado, de hecho han dado pie a que se desestime nuestra disciplina como constructora de cambios sustanciales, y a que se adhieran prácticas poco profesionales. A que caigamos en la palabrería para definir conceptos básicos y que vaciemos los anaqueles teóricos buscando argumentos, cuando quizá deberíamos replantearnos algunos.

¿Estamos respondiendo bien a esta crisis?

No. En México se ocupa una frase que aplica a esta situación. “Nos estamos durmiendo en nuestros laureles”. La Psicología tiene mucho más que aportar, puede regularizarse más y puede ofrecer una perspectiva científica que a la vez aporte soluciones, que no solo observe para determinar, sino que determine para construir. Ya se hace, claro, con honrosas excepciones y es ahí donde encontramos su funcionalidad, por ejemplo, en actividades proactivas en comunidad, investigaciones de problemáticas sociales con planteamiento de soluciones, prevención, tratamiento, replanteamiento de algunos conceptos y análisis y artículos que generan suficientes respuestas, y suficientes preguntas, etc.

La psicología no está en crisis, no hay mucho de qué preocuparse en este sentido, pero el contexto en el que nos desarrollamos es una crisis en sí misma. Y no aportar positivamente a este trance sociocultural y político, deja en la barrera a la psicología, donde no le afecta, ni para bien, ni para mal.





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