MICROMACHISMOS

Como parte de un sistema que ha mantenido elementos patriarcales y machistas incluso en los elementos primarios de la sociedad, las familias, las parejas y las relaciones de amistad. Es común encontrarse en estos nichos diferentes expresiones de violencia machista.

Sin embargo, dichas expresiones al encontrarse en sintonía con la misma base de la relación, roles y dinámicas preestablecidas, son sutiles y en ocasiones pequeños. El nombre se refiere a esta sutileza con la que se presentan y no al impacto o magnitud que implican. Suelen ser de hecho de alta relevancia ya que muchas veces son impartidos como parte de la educación de las personas, hombres y mujeres.

Los micromachismos no matan, de una, pero como parte estructural de una ideología social machista, patriarcal y de desigualdad, eventualmente son fundamentales en la base de la violencia machista, de abusos, agresiones, acoso y violaciones que SI matan.

Ejemplos.

El hombre que ayuda en la casa es una suerte.

En realidad, es una responsabilidad compartida, la división de las tareas puede ser pactada por cada pareja, pero suele no ser equitativa, cuando un hombre participa en dichas labores, dicha acción no tiene nada especial ni de reconocerse, simplemente es una persona adulta actuando con responsabilidad respecto a sus obligaciones.

El hombre paga la cuenta.

Además de ser una situación que suele poner en situaciones tensas e incomodas a los hombres cuando los gastos son excesivos, le da a la mujer una posición pasiva, donde sólo ha de acceder a satisfacciones a través del pago que el hombre realiza. Además de que enmarca una relación de poder, en la que ella puede exigir gastos, o el permitirlos o negarlos.

El padre del año

Parecido a la premisa de la ayuda en las labores del hogar, de nuevo nos topamos con una realidad importante pero no loable, o que no debería ser reconocida en mayor medida que la dela mujer. El hombre que cambia pañales es un gran padre, la mujer, solo hace lo natural, su obligación e incluso si llega a fallar, a ella se le critica en demasía.

No existe la amistad entre hombres y mujeres

No todas las relaciones entre hombres y mujeres son sexuales o románticas, si bien puedes ser afectivas, pueden ser referidas a vínculos laborales o de amistad. Esto limita el espectro afectivo que una persona puede desarrollar. El peso por “mantener” la amistad, sin que llegue a más suele recaer en la mujer a causa de otro micromachismo que identificaremos adelante: el hombre llega hasta donde la mujer quiere.

La maternidad como fin máximo de la mujer

Ni todas las mujeres realizadas son madres, ni todas las madres se han realizado por el simple hecho de parir. La vida de una persona comprende varios elementos, como para delimitarlo a la procreación. El desarrollo y realización puede ser social, laboral, profesional, espiritual, sexual, parental, emocional, romántico, personal, etc. Incluso es curioso que ante los ojos de los demás, el que un hombre sea padre o no, no necesariamente define su nivel de realización o de utilidad, para ellos el éxito laboral o el prestigio social suele ser más importante.

Darse a desear

De nuevo le deja la responsabilidad del vínculo afectivo y sexual a la mujer, sin repartir proporcionalmente la responsabilidad con el hombre. Además, delimita una línea muy tenue, y con una moralidad muy genérica respecto a lo que es darse a desear, conservar la honra, hacerse respetar, etc., lo que bloquea la capacidad de la mujer de decidir sobre su propia vida romántica y sexual sin sentirse juzgada.

Correr (hacer cualquier cosa) como niña.

Incluye una idea de déficit o incapacidad al asumir que una niña no puede hacer las cosas “tan bien” como un niño. Esta frase incluso suele ser usada en tono de agresión o burla para los niños, generando la idea de que la mujer hace las cosas con cierta deficiencia. Grandes ejemplos de deportistas y exitosas mujeres, nos demuestran que en ciertas actividades y en ciertos casos, como Serena Williams, Nadia Comanecsi, Megan Rapinoe o las ganadoras del premio nobel Marie Curie y Malala Yousafzai, hacer las cosas “como niña” debería ser aspiracionista, y generará un deseo de replicar y reproducir sus logros.

El valor físico y de apariencia para las mujeres.

Frases, que incluso están estampadas en playeras de niños varones haciendo alusión a su inteligencia, fortaleza o alguna capacidad, mientras las frases que encontramos en ropa de niña hacen referencia a su apariencia, linda, bonita, tierna. NI se diga asociar colores al género. Delimitan la capacidad de elección basada en gustos y marcan parámetros y preceptos sociales que con el tiempo afectan a ambos sexos.

Exigencias específicas de su comportamiento.

No ser abierta sexualmente por que es zorra, pero no ser demasiado recatado porque es frígida o acomplejada. No vestirse atrevidamente (incluso el argumento se extendió al hecho de evitar ser violadas o acosadas) para “darse su lugar”, pero no vestirse de muy cubiertas porque son poco vanidosas o “fodongas”. Pero no ser tan vanidosa porque es presunción, ni insegura porque no están traumadas. Al final es la sociedad, el hombre muchas veces, dictaminando como se debe de ser mujer, con estándares ridículos, incongruentes y en ocasiones, medievales.

El hombre llega hasta donde la mujer quiere.

Pese a que se limita su apertura sexual, afectando constantemente la libertad para ejercer este aspecto de su vida, se le dice constantemente que puede y que no puede hacer. Al final si algo “se sale de control” o pasa “algo que no querían” se les responsabiliza (casi exclusivamente) a ellas. Por permitirlo, por no decir que no y ya in extremis por provocar, todo con tal de no asumir la parte de responsabilidad que le toca al hombre, agresor, abusador o violador en muchas ocasiones.

Somos conscientes de que hay muchos ejemplos más. Por citarlos brevemente, las diferencias en la “protección”, cuidado y confianza entre hermanos varones y hermanas. La diferencia de criterio y juicios en los mismos comportamientos, ascender en el trabajo, terminar una relación, casarse joven, ganar más o menos dinero, no saber cocinar, etc. El menosprecio a la opinión de las mujeres en contextos culturalmente asociados a lo masculino, mecánica automotriz, deportes, política, etc. Y la imposibilidad de mujeres y hombres por mostrar interés genuino en actividades “propias” del sexo opuesto, la cocina y la moda para ellos, de nuevo los deportes o las finanzas y la ingeniería para ellas.

En un aspecto más teórico, pero de igual manera informativo para dimensionar el problema, tenemos una clasificación general de los cuatro diferentes tipos de micromachismos que podemos enfrentar.




Bonino clasifica los micromachismo en cuatro tipos:

Utilitarios. Afectan principalmente al ámbito doméstico y a los cuidados hacia otras personas abusando de las supuestas capacidades femeninas de servicio y la naturalización de su trabajo como cuidadora. En la casa, un ejemplo claro de un hombre supuestamente colaborador se vería en la frase: “Cariño, te he puesto la lavadora”. A lo que una mujer que los detecte debería preguntar: “¿Dónde?”, dado que ambos ensucian ropa.

Encubiertos. Son muy sutiles y buscan la imposición de las “verdades” masculinas para hacer desaparecer la voluntad de la mujer, que termina coartando sus deseos y haciendo lo que él quiere. Hay micromachismos en los silencios, en los paternalismos, en el “ninguneo” y en el mal humor manipulativo. ¿Quién no ha escuchado en casa: “Calla, que papá está enfadado, viene muy cansado del trabajo y necesita las cosas así”.

De crisis. Surgen cuando ellas empiezan a romper la balanza de la desigualdad en la pareja. Se pueden reconocer en la frase: “Tú sabrás qué hacer (con las tareas domésticas), si trabajas”.

Coercitivos. En ellos el varón usa la fuerza moral, psíquica o económica para ejercer su poder, limitar la libertad de la mujer y restringir su capacidad de decisión. Suelen afectar al espacio y tiempo de ellos y ellas; y pierden siempre las segundas. Se ven en quién ocupa el mejor sillón de la casa, quién tiene el mando de la televisión, en cómo un hombre abre las piernas y reduce el espacio de una mujer en un vagón de metro… En cuanto al tiempo, el varón, lo dicen todos los estudios, cuenta con más ocio para sus cosas, ya sea irse a montar en bici o irse con sus amigos a ver el fútbol…

La intención de este artículo, y el aporte que se busca hacer sigue dos líneas.




En primer lugar, visibilizarlos, recordemos que por sutiles en ocasiones pasan desapercibidos, y todos, aunque más las mujeres, les hemos sufrido cuando nos imponen y delimitan ciertos comportamientos.

En segundo lugar, fomentar en base a este nuevo conocimiento un proceso de deconstrucción. Romper y reestablecer el paradigma, preguntarnos que estamos haciendo o reproduciendo y encontrar nuevas maneras de definir lo que es ser hombre y lo que es ser mujer.




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EDUCACIÓN SIN PREMIOS NI CASTIGOS

 

Cuando pensamos que en gran medida el desarrollo de una persona, su funcionamiento, sus capacidades y habilidades, incluso sus intereses y sus decisiones, la manera en la que comprende el mundo y como se adapta, dependen de la forma en la que ha sido educada, nos enfrentamos a una gran realidad, el tipo y calidad de educación tiene un impacto importante en la calidad de vida y el bienestar de todos.

Somos educados en un contexto sociocultural especifico, y lo que se nos enseña parte de los principios comunes que, en teoría, habrán de desarrollar nuestros potenciales y nos permitirán aprender a desempeñarnos plenamente.
Salvo circunstancias claramente patológicas, pareciera ser éste el fin último de toda educación, el problema en ocasiones es el cómo conseguir eso.




La madre y el padre, que se enfrentan ante la tarea de la educación muchas veces rigen esta actividad por cánones y clichés cuya efectividad no se basa en la experiencia o la evidencia, sino en la costumbre, la evidencia de hecho sugiere que, si bien son válidos y útiles, distan mucho de ser los más funcionales o infalibles.
Dos premisas que aborda la ponencia del video aquí adjuntado, manejan la idea de que la enseñanza y la educación dependen prácticamente de la autoridad como herramienta que ejecuta, encauza y consigue un correcto aprendizaje, y que al mismo tiempo quien lleva a cabo dicha enseñanza (quien ostenta la autoridad) tiene algún tipo de poder basado en su omnisciencia y uso de la razón superior.

Así, tenemos hijos que obedecen más que aprender, y que nos dan la razón por influencia y no por criterio. Frases arquetípicas como “porque lo digo yo”, “hazlo por tu propio bien”, “yo sé lo que te conviene”, “vas a ver cuando llegue tu papá”, “te castigo para que aprendas”. Solamente merman la línea de educación y enseñanza manteniendo preceptos que propician, entre otras cosas, malentendidos, frustraciones e incluso resentimientos entre padres e hijos.

La vida está estructurada en base a un sistema más o menos entendido de causa y efecto, distintas ciencias y disciplinas están justamente ahora intentando descifrar ese entramado. Sin embargo, es posible educar, como se plantea en el video, sin necesidad de recurrir a premios y castigos, y sobretodo sin un uso irracional e indiscriminado de la autoridad como herramienta.

Si queremos que nuestros hijos sean capaces de producir comportamientos adaptados y funcionales, ordenarles que hacer los llevara a ser una simple imitación de lo que se les ha dicho que son comportamientos adaptados y funcionales, con el riesgo que eso implica. ¿Alguien puede saber a ciencia cierta y en cada circunstancia cuales son dichos comportamientos?

Tenemos alguna idea, por la experiencia, como adultos y porque en efecto queremos lo mejor para ellos, sin embargo, no poseemos la verdad absoluta, es nuestra experiencia y nuestra perspectiva, no la de nuestros hijos. Y es ahí donde podemos apoyarles más, evitando que sólo reproduzcan lo que oyen y ven, de nosotros y de cualquiera, invitándolos a que produzcan esas adaptaciones y adecuaciones de acuerdo a las demandas del entorno, a su propia forma de entender la vida, a sus propias capacidades y a su propia personalidad.




Poner un estándar de comportamiento, decirles qué, cuándo y cómo hacer las cosas siempre será válido, pero las consecuencias buenas (premios) o malas (castigos) por hacerlo o no, provocaran en el niño una obediencia ciega, sin juicio, sin razón para ellos y difícil de mantener y ser producida en diferentes circunstancias de manera independiente, porque partirá del miedo y caerá en la evitación, en lugar de originarse a través de una motivación que genere asertividad y proactividad en ellos. ¿Siempre podremos estar ahí, a su lado, para decirles que hacer?
¿La educación implica castigarlos, amenazarlos y decirles que hacer?




Por el contrario, fomentar en ellos un sentido de causa y efecto lógico, en el que ellos comprendan y acepten la secuencia lógica que llevaran sus actos, sin que sientan que se les impone una verdad, fomentará en ellos la opción de elegir entre las distintas conclusiones que pueden tener sus actos. Generándoles un criterio que podrán implementar en situaciones similares, y en diferentes momentos. Se les crea así un aprendizaje, basado en un sistema de recompensas claro, pero personalizado, no social.
Dejamos poner ladrillos para crear cimientos.

Una postura firme, basada en el poder, en ocasiones opresora y basada en la idea de que como mayores, y como sus padres, lo sabemos todo, nos dará hijos modelo, literalmente reproducidos del molde original (inculcado también en nosotros en algún momento) y terminaríamos produciendo personas en serie, sin comprensión, pero aptos para obedecer, sin criterio, pero respondiendo siempre a amenazas y temores o a ambiciones y promesas. Hijos del sistema, no de sus padres.

Cuando se le promete un regalo o un premio por hacer lo correcto, el interés se enfocará en el beneficio que se recibe al hacerlo (sin dejar de ser visto como algo desagradable o indeseado). Cito el video, se percibe como un mal necesario. Cuando se les amenaza con un castigo, peor aún, la conducta será evitativa y el interés se enfocará en mantenerse lejos de esa sanción aversiva e incluso a salvo.
Nuestros hijos se adiestrarán, sin aprender.

En ambos casos las ganancias y beneficios inherentes a la acción, o los perjuicios y riesgos asociados a ella, pasan de largo a la “mirada” del pequeño, niño, niña o adolescente, porque si no importaron para el padre o madre, tampoco son relevantes para ellos. Basta con evitar las amenazas y conseguir las promesas. Cuando tenga que hacer lo mismo, o incluso algo mejor, será incapaz de hacerlo por el valor innato de la acción (buena o mala, correcta o incorrecta, funcional o no). Requerirá siempre de consecuencias implícitas.

Quizá trabajará, pero por dinero y no por vocación. Posiblemente será un buen ciudadano por miedo a la cárcel y no por rectitud moral. Y puede mostrar comportamientos que cumplan las expectativas sólo por miedo a la crítica o el desprecio de los demás, sin que de verdad quiera actuar así. Perderá libertad, con el riesgo de que llegue “alguien” más, con cierta autoridad, a adiestrarlo.

Enséñales para que aprendan.
Todo proceso de comprensión parte de la capacidad dela persona para entender las premisas y sus conclusiones. La regla número uno sería literalmente no subestimar a nuestros hijos solo por ser pequeños, pero tampoco esperar que comprendan ideas complejas, se les puede hablar en sus idiomas sin menospreciar su intelecto.

El sistema de motivación y sus respectivas líneas de acción, parten de la idea de la conveniencia. Siendo pequeños ya comprenden esta base, lo que les gusta o les disgusta, lo que quieren conseguir o lo que esperan que pase. Así, presentando ciertas conductas adaptativas, estudiar, ir a la escuela, limpiar su cuarto, tener respeto, dormir temprano, tener higiene, etc, obtendrán en pocos pasos resultados a su conveniencia basados en lo que disfrutan, conocer lugares, aprender cosas, encontrar fácilmente sus pertenencias, que se les trate bien, estar descansados o tener menos sueño, incluso ocupar mejor su tiempo, sentirse a gusto, seguros, saludables, etc.




Como padres solo tenemos que asociarles la conveniencia, o secuencia lógica de su acción al comportamiento que deseamos enseñarles.
Es fácil, no, claro que no, requiere tiempo, paciencia y conocimiento de nuestros hijos. Requiere que nosotros lo entendamos, e incluso lo corrijamos si es necesario en nosotros mismos, se necesita creatividad y algo de astucia, pero sobretodo, es importante mostrar interés, que nos importa y estar conscientes de que vale la pena.

Esa pequeña persona que estamos ayudando a forjar, que orientamos y apoyamos para que desarrolle todo su potencial, sea feliz y alcance todo su potencial, conseguirá mantenerse motivada, centrada y asertiva.
No ira a la escuela para evitar que le quitemos la consola o el celular, o para que le llevemos al cine o al parque, ira porque quiere aprender, superarse, conocer el mundo.

No tendrá higiene porque tiene que bañarse si quiere jugar, lo hará para sentirse saludable y tener tiempo de ocio o descanso.
Una persona motivada no obedece, ni requiere amenazas o promesas. Una persona con criterio propio, bien motivada, comprende la conveniencia y el resultado de sus acciones, e incluso puede elegir que, cuando y como actuar.

Claro está que en ocasiones esas elecciones serán, por decir lo menos, equivocadas, incluso irresponsables o arriesgadas. Como padres también nos corresponde actuar ahí, pero frente a ese conflicto, no habrá tiempo, oportunidad o entendimiento que alcance para enseñar, educar y generar un aprendizaje. Nos tendremos en contadas, muy contadas ocasiones que imponer, haremos uso de la autoridad jerárquica que nos confiere el rol parental e incluso teniendo que ser tajantes ordenaremos que hacer.

Pero esto no contradice la premisa, con autoridad no se educa. La autoridad en estos ejemplos, sirve de limite y de cuidado. Sirve de reflejo obvio y por experiencia como un freno a una actitud que implicaría demasiado riesgo como para dejar que se experimente con ella, o que se aprenda empíricamente.

Pero incluso ahí, habiendo puesto un cerco a la voluntad de nuestros hijos, después, ya a salvo, se merecen y nos merecemos una charla que adecue lo que tuvo que ser imprevisto y puntual. Que al final consiga que entiendan las implicaciones y las conveniencias, que al final, les eduque.








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