CONVENCE AL MIEDO

El miedo, te paralizará varias veces, pensarás que no estas listo y que el reto es mayor que tú.

Que tu no lo escogiste, que tu no decidiste tener esas capacidades o que te pusieran en esta vida.

El miedo te hará sentir que no puedes, pero no porque quiera que te detengas, sino porque quiere que te protejas.

El miedo es la experiencia diciéndote directamente que no siempre has podido, los recuerdos, avisándote que la última vez dolió.

El miedo es el pedal del freno, cuando el coche va a una velocidad que no creemos poder controlar.

Entonces no lo niegues, no lo evadas y no sólo lo enfrentes.

Convéncelo, convéncelo de tus capacidades, de que puedes, de que no quieres detenerte porque sabes protegerte, sin necesidad de renunciar a lo que deseas.

Que si no has podido antes, hoy puede ser la excepción porque has aprendido.

Dile a tu miedo que no necesitas que te proteja que no necesitas que te diga que hacer que estas dispuesto a arriesgarte a que duela con tal de conseguirlo.

Convence al miedo afrontando la idea de que la velocidad a la que va la vida no la puedes disminuir.

Convence al miedo diciéndote a ti mismo que no soltarás el volante porque la persona más importante en tu vida va en ese auto.

Convence al miedo de que confíe en ti.

 




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CAMBIOS PSICOLÓGICOS EN LA ADOLESCENCIA

Cambios Psicológicos en la adolescencia.

La construcción de uno mismo.

Independencia

Aunque de inicio es un camino hacia la autonomía, que tiene que ver con el asumir sus responsabilidades, el trasfondo es un desapego intelectual y emocional, que en muchas ocasiones se presenta como un distanciamiento afectivo. El contraste se da cuando, a pesar de desear pasar más tiempo solos, tomar sus propias decisiones, pasar más tiempo con los amigos o fuera de casa, los adolescentes aún se sienten confundidos e inexpertos para dejar por completo la seguridad y protección del hogar.

La individualización y autonomía son necesarias, le permitirán al adolescente desarrollarse plenamente de acuerdo a sus propias actividades e intereses. Poniendo a prueba sus habilidades en el mundo exterior ya sin la protección permanente de sus padres o su familia. Sin embargo la distancia que deben de tomar respecto a las demás personas ha de ser siempre cuidadosa. El adolescente se sentirá plenamente satisfecho si consigue independientemente hacerle frente a los nuevos retos que enfrenta. Pero no siempre será así, posiblemente sus capacidades le serán insuficientes para superar o enfrentar alguno de esos retos, y experimentará miedo y dudará de sí mismo.

Ahí la familia y amigos pueden ofrecer redes de apoyo que representen un punto de anclaje (un puerto seguro) sobre el que el adolescente pueda reflexionar su accionar y encontrar otros métodos de conducirse.

Así, las decisiones las comenzarán a tomar solos, pero las comprenderán y vivirán las consecuencias con el apoyo de sus grupos de referencia.

 




Pertenencia

El adolescente no busca sólo un grupo que le acompañe, o en el cual «encajar», busca un grupo de referencia, del cual sentirse parte por méritos propios, al cual poder aportar desde su individualidad, que lo acepte (tal cual es) y con el cual se sienta identificado.

Es por ello que la familia en muchas ocasiones ya no cumple por completo las características de un grupo tan complejo, y el joven comenzará a buscar grupos con los que tenga «más cosas» en común. Gustos, tiempos, edad, género, etc. Ya que al final serán para bien o para mal estos grupos a los que recurrirá como punto de apoyo y como modelo a seguir.

Personalidad

Durante los primeros años de vida pasamos por ciertas etapas, conocidas como etapas Psicosexuales que van, por así decirlo, moldeando la personalidad. El éxito o fracaso en dichas etapas marcan la presencia o ausencia de ciertos rasgos en la personalidad del adolescente. Es así que durante la adolescencia se pueden repasar y subsanar algunos fallos que se presentaron en las primeras etapas de vida, pero estos mismos rasgos también se pueden recrudecer y/o empeorar.

El adolescente volverá a enfrentarse a un mundo que no satisface al cien por ciento sus necesidades, un mundo que no gira a su alrededor, un mundo con reglas y limitaciones (así como obligaciones y responsabilidades), un mundo en el que no todas sus capacidades le garantizan éxito, y no todo el éxito que obtenga es un reflejo fiel de sus capacidades.

El manejo que tenga de estas realidades, así como la manera en la que la familia y amigos le ayuden a sobrellevarlos representará factores de gran importancia en el tipo de rasgos de personalidad que se establecerán a partir de la adolescencia y en adelante en su vida.

Estos rasgos de personalidad, al ser reforzados, generan en el adolescente una falsa impresión de autosuficiencia, rasgo relacionado en muchas ocasiones con el egocentrismo, creer que están en lo correcto siempre o que ciertos preceptos lógicos a ellos no les aplican y a ellos «no les va a pasar».




Identidad

Es en esta etapa cuando los gustos y preferencias, el autoconcepto, la intimidad, los valores y carácter, así como las tendencias de comportamiento propias del individuo se van delimitando. Es común que la base de la identidad siga siendo aquella que se obtuvo en la infancia, en el núcleo del grupo principal de referencia, la familia; sin embargo, los nuevos elementos se ajustan por lo general a los modelos y preceptos a los que el adolescente tiene acceso.

Así, podemos observar que la identidad en los primeros años de la adolescencia es una amalgama obtenida de los modelos a seguir, tales como figuras públicas, congéneres y miembros de su grupo de edad, miembros del grupo al que pertenece y otros modelos adoptados sobre el deseo del joven de lo que quiere ser o lo que quisiera ser.

Este proceso puede generar una enorme confusión en el adolescente, y sensaciones como desapego o segregación cuando la identidad nueva «encaja» pero no es auténtica, o es auténtica pero «no encaja». El adolescente comienza a equilibrar la deseabilidad social y su identidad, buscando adaptarse sin traicionarse.

Hacia al final de la adolescencia, se han desechado rasgos de identidad que no «congeniaron» con la personalidad del adolescente, y comienza un diseño propio de la identidad, en la que los elementos personales, individuales y auténticos constituyen la parte principal (aun siendo una reinvención o reinterpretación de los modelos que anteriormente la conformaron). La identidad no se estanca en esta etapa más bien se establece, seguirá cambiando en el futuro.

Emociones más complejas

Aunque es común y sencillo atribuir los cambios emocionales (sobre todo la volubilidad) a los cambios físicos y hormonales en los adolescentes estos tienen una premisa más compleja. Si bien a nivel psicofisiológico ocurren cambios que les mantienen más sensibles a sus propias emociones y a los factores ambientales que las generan. El adolescente es capaz de sentir una gama más amplia de emociones y sentimientos.

Sus reacciones ya no se limitan a la alegría, el enojo, la tristeza o el miedo. En esta etapa hay gradientes de dichas emociones, tales como la euforia, el entusiasmo, la impotencia, la frustración, la sensación de injusticia, la melancolía o nostalgia, la inseguridad o angustia, etc.

Dichas reacciones emocionales se encontraban ya presentes, sin embargo, en etapas aún infantiles son conducidas por los adultos y muchas veces desahogadas con elementos más o menos útiles para un niño pero poco o nada funcionales en el adolescente y el adulto. En la adolescencia, aunque ayuda, la solución ya no es tan fácil como un helado y un curita.

Y aquellos factores del entorno que generan dichas emociones son también más complejos de identificar, percibir y manejar o solucionar. Las sensaciones como el rechazo, la discordia, la desatención o la injusticia son percibidas por el adolescente desde una perspectiva más trascendental, siendo así consciente de cuanto le afecta o le podrá afectar. Y las reacciones suelen ser encaminadas a ello, buscará a toda costa hacer tangible que alguna situación no le agrada. Este efecto es notable también respecto a las emociones positivas, algo que le agrada al adolescente y le hace sentir bien, buscará repetirlo y controlarlo de manera autónoma.




Relaciones afectivas y Relaciones interpersonales

Dentro de los elementos que surten un efecto directo en la identidad y las emociones, está el hecho de que el adolescente ahora juega más roles afectivos con su entorno, y es a través de dichas relaciones que se conforma el modelo de los lazos afectivos que establecerá a lo largo de su vida. Ahora los jóvenes aprenderán a ser novios, mejores amigos, alumnos, compañeros, colegas, miembros de un club, etc. Papeles que nunca han jugado en su vida, o no con la seriedad con que se presentan en esta etapa. Ello conlleva distintos retos a los que tendrán que responder, conjugando factores emocionales y sociales para los que no siempre están preparados.

Estas relaciones suponen un cambio en el estilo de vida, compromisos, organización del tiempo, y traen consigo en la mayoría de los casos experiencias gratas o desagradables a través de las cuales los jóvenes aprenden a relacionarse con su entorno. Es entonces respecto a la calidad de estas relaciones interpersonales que el adolescente se adaptará de mejor o peor manera.

El joven se identifica con figuras representativas que le llevan a desarrollar un lazo afectivo fantasioso e idealizado con algunas personas. Lo que da origen a los conocidos «amores platónicos» y a la búsqueda, en ocasiones desesperada, por agradar a ciertas personas, amigos, profesores, pareja, familia, etc.

Por otro lado el noviazgo (más formal en esta etapa) suele ser la relación interpersonal afectiva más compleja por mucho en esta etapa. El proceso de elección de pareja, y el posterior cortejo requieren conductas específicas que en algunas ocasiones son aprendidas y reproducidas (se ven en películas u otros adolescentes) y en otras ocasiones son diseñadas y generadas en el momento (se recargan en la identidad), ambas pueden ser más o menos funcionales y desencadenan un protocolo de ensayo y error, con el que el adolescente adquirirá la suficiente experiencia para establecer este vínculo.

Una vez en marcha el noviazgo, las exigencias emocionales y comportamentales del mismo requerirán que consiga comunicarse y adaptarse nivelando sus expectativas con las de la pareja, y buscando a través de nuevo del protocolo de ensayo y error, el funcionamiento sano y disfrutable de la relación.

Conflictos existenciales

¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Hacia dónde voy? Pueden ser preguntas comunes en el ser humano, pero en la adolescencia tienen una repercusión especial y mayor, ya que las decisiones que se toman, por primera vez se perciben en su magnitud. Muchas de estas preguntas en la infancia no tienen importancia porque pareciera que puede cambiar de respuesta de un momento a otro, sin embargo en la adolescencia se dan dos fases.

Al inicio de esta etapa, el adolescente no busca afanadamente ni se aferra a la respuesta de estas preguntas, pero gran parte del tiempo estas preguntas surgen, al enfrentar la toma de decisiones y las consecuencias de las mismas, al equivocarse y al ir estableciendo su personalidad e identidad.

Posteriormente el adolescente ahora si busca contestar estar preguntas antes de tomar decisiones más trascendentales en su vida, como elegir carrera, mantener una relación, hábitos y costumbres de vida, etc. La respuesta ahora es requerida y necesaria. Sin embargo, puede ser difícil delimitarla aun siendo un joven en una fase avanzada de la adolescencia.

Estas crisis existenciales generan también un cambio en el estado de ánimo de los jóvenes, y en la manera en la que responden a las demandas del entorno, fomentando casi en general una de dos alternativas, asertividad o desconfianza en sí mismo. Ambos rasgos pueden influir como un efecto en cadena, a que dichos conflictos existenciales se rezaguen en el adulto joven, estancando a la persona en una adolescencia permanente.




Sexualidad

Cómo mencionamos en esta etapa no sólo se desarrollan los rasgos sexuales secundarios, también se alcanza la madurez sexual, es decir el cuerpo humano produce respuestas sexuales y es capaz de generar células sexuales (espermatozoides y óvulos), y por ende de embarazarse. La presencia del ciclo menstrual y la eyaculación masculina también son una señal de dicha madurez fisiológica.

Sin embargo el aspecto psicofisiológico suele ir a un ritmo diferente. Durante los primeros años de la adolescencia el deseo sexual es ya registrado pero genera más dudas y timidez que conductas consecuentes. Conforme el adolescente comienza a entender su sexualidad y vivirla, con la masturbación por ejemplo, así como los primeros contactos físicos de aspecto sexual producto de sus relaciones interpersonales más desarrolladas también, el deseo sexual comienza a generar conductas más definidas, como la búsqueda del placer y de intimidad con las personas que les resultan atractivas (principalmente en el aspecto físico).

Así en la adolescencia descubrimos una nueva conducta que nos genera placer y vínculos afectivos, pero que sin embargo, trae consecuencias inherentes, y es esa la parte compleja de la sexualidad en el adolescente, ya que desarrollarla adecuadamente dependerá de que tanto se haya asimilado el comportamiento sexual con sus respectivas responsabilidades.

De manera bien entendida, la sexualidad responsable permitirá evitar riesgos por enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados y conflictos emocionales asociados a la dependencia afectiva, y a la violencia de pareja y sexual.

Dentro de los factores emocionales relacionados a las experiencias sexuales, encontramos que el deseo sexual es también afectivo, resultado del cual el vínculo que se genera en la intimidad formará parte clave en las relaciones interpersonales y lo bien o mal que nos hagan sentir estas. Ya que dicho vinculo puede recaer en elementos como la culpa o la decepción. Y es este punto el elemento crucial respecto a la sexualidad en la adolescencia, ya que el sistema de valores, las creencias religiosas, los complejos heredados de familia o propios, la presión del grupo o de la pareja, y las limitaciones sobre el tema que aún hoy en día existen, pueden generar que estas experiencias se conviertan en algo desagradable y conflictivo, en lugar de ser esa pieza constitutiva del crecimiento y de la vida humana que permite disfrutar nuestro propio cuerpo, nuestras relaciones interpersonales y nuestra vida, otorgando placer y a la postre en algunos casos oportunidad de reproducirnos.

La información y programas de concientización para jóvenes respecto a la responsabilidad en este aspecto de la vida nunca son demasiados, el acceso y conocimiento de los métodos anticonceptivos, métodos de prevención de enfermedades de transmisión sexual, así como estrategias para vivir una sexualidad plena, evitar conductas de riesgo o conductas sexuales con las que no estamos de acuerdo es y debe ser parte prioritaria de la educación de los jóvenes.

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CAMBIOS SOCIALES EN LA ADOLESCENCIA

Cambios Sociales en la adolescencia.

Las experiencias

Grupos de referencia, redes de apoyo y Presión del grupo

Como se mencionó arriba es importante la socialización con nuevos grupos que generen un sentido de pertenencia, sin embargo, es importante que dichos grupos sean una buena referencia e influencia para el joven, sobra decir que un grupo de referencia con consumo elevado de sustancias nocivas para la salud es menos preferible que un grupo de referencia que realice, por ejemplo, una actividad deportiva o artística. Lo importante es identificar que el adolescente puede convivir y pertenecer a ambos, pero su pertenencia y referencias habrán de estar más recargadas al grupo funcional socialmente hablando.




En este sentido la presión del grupo, puede fomentar conductas que vayan en contra de los deseos individuales del adolescente, pero que se asuman como necesarias si este quiere aún pertenecer al grupo. El joven es susceptible más que el adulto a la presión del grupo por el temor a «dejar de formar parte» de este, así, los grupos de apoyo y otros grupos de referencia constituyen una red de seguridad sobre la que el adolescente podría caer si decide no ceder a la presión que un grupo específico ejerce sobre el para, por ejemplo, llevar a cabo conductas de riesgo.

Conductas de riesgo y Deseo de experimentar

A partir de la influencia de sus contemporáneos, el adolescente puedo comenzar a buscar experiencias diferentes asumiendo conductas nuevas, que en algunas (no pocas) ocasiones implican un riesgo para él o para la sociedad. Le emoción de experimentar lo nuevo, lo arriesgado y lo prohibido, ha de estar siempre contrastada con la noción de las consecuencias que dicha experiencia puede acarrearnos. Muchas de las conductas «de riesgo» lo son por cómo se realizan y no tanto por la conducta en sí. Buscar entonces oportunidades que permitan desarrollarlas con responsabilidad es una alternativa viable. El adolescente promedio se «meterá en problemas», desafiando la autoridad o ignorándola, por ende, entre más explicación, entendimiento y flexibilidad obtenga de dicha autoridad mayor será la tendencia a respetarla, no evitando aun así que en aquellos puntos donde la experiencia resulte especialmente atrayente o la autoridad excesivamente injusta o limitante, el adolescente caiga en ocasiones en las mencionadas conductas de riesgo.




Cómo «superar» la adolescencia

En gran medida la respuesta recae en la normalidad de gran parte de los efectos, conductas y experiencias que se viven en esta etapa. Y cuya mejor respuesta es la observación y la información, que permitirá identificar a tiempo aquellas conductas que si salgan de la normalidad.

El común es buscar comunicación con los jóvenes, sin embargo es importante desarrollar aptitudes específicas para que dicha comunicación sea posible ya que comúnmente los canales habituales están cerrados, aquí es muy importante empatizar. Como se mencionó, los deseos y motivaciones del joven toman un lugar primordial, no limitarlos ni intentar controlarlos es crucial, el único objetivo es encauzarlos siempre que se identifique que se salen de la normalidad, y si no es así, dejarlos fluir.

En la perspectiva de los padres y la familia, preocupados por los cambios que están viviendo en la adolescencia sus hijos, es entendible que se pierda un poco la objetividad al analizar qué conductas son normales y cuáles no, que se afanen en abrir los canales de comunicación ya cerrados en lugar de buscar nuevas vías, y que supongan que su autoridad es necesaria en mayor medida que su empatía.

Para ello, los especialistas en salud mental, en terapia familiar y en salud emocional, están capacitados para ofrecer alternativas viables que permitan llevar de la mejor manera esta etapa que al no ser un obstáculo, no se ha de superar, sino de transitar.




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¿Por qué alejamos a las personas?

 

 

En un texto para El País. La columnista Alejandra Sanchez Mateos, menciona que de acuerdo al Psicólogo José Elías Fernandez, miembro del Colegio de Psicólogos de Madrid: “Existen ciertos comportamientos que si se reiteran pueden acabar alejando a las demás personas de nuestro entorno.»

Y enlista a continuación las siguientes seis comportamientos que provocan que los demás prefieran distanciarse de nosotros.



1. Tomarse las cosas demasiado a pecho

“Situaciones como cuando un jefe reconoce el logro de un compañero y no el nuestro pueden herir nuestros sentimientos. pero hay que aprender a relativizar estas pequeñas puñaladas al ego (sic.) y a no autocuestionar nuestra valía ni infravalorarnos.”

Menciona que una estrategia útil para afrontar estas situaciones es el ser capaces de reconocer que no somos los mejores en todo.

“Debemos intentar no llevarnos todo al terreno de lo personal porque no somos el ombligo del mundo.”

Hablamos de este tipo de fallos perceptivos como fundamento de uno de los errores cognitivos más comunes, en este artículo, efectivamente, la personalización implica que interpretemos situaciones comunes y desligadas de nuestro espectro de intervención como inherentes a nosotros, provocadas por nosotros mismos o incluso que ocurren en nuestra contra.

Identificando el problema (o del ¿Por qué lo hacemos?)

El acercar el problema a nuestros puntos de referencia personales lo vuelve real y le da prioridad a su solución, la tendencia es buscar una mejora casi inmediata y sustancial a cierta situación conflictiva en base a asumir que nos atañe íntimamente. Y aunque puede ser funcional en ocasiones, en una relación interpersonal eso inclina la balanza impidiendo que la otra persona participe en dicha solución, incluso le puede hacer sentir impotente.

Que hacer

Cómo se menciona reconocer que no todo nos sale a la perfección y dejar de lado el egocentrismo es una buena práctica, pero es importante agregar que la tendencia del ser humano es valorarse a través de la comprobación y la aprobación ajena, aprender a desarrollar la autovaloración, basada en un conjunto más amplio de interpretaciones que no dejen de lado el desempeño a costa del resultado, ni al revés, es pieza fundamental del tejido de autoconfianza que nos permitirá no tomar cada situación como una afrenta personal.

 

  1. Ser celoso por naturaleza

Equivocadamente en ocasiones, en las relaciones interpersonales “los celos se entienden como una muestra de que los demás nos importan, sin embargo, solo hallaremos en ellos frustración y malestar.”

Ya que en general los sentimientos que se generan son desagradables es difícil ocultarlos, y actuar como si no nos importara. Aunado a que suelen ser emociones y pensamientos irracionales, su expresión comúnmente acarrea conflictos con los demás y una reacción de alejamiento casi natural de parte de ellos.

Identificando el problema

Se nos ha enseñado en una cultura de competencia que si no cuidamos lo que poseemos nos lo quitan, y a la vez que lo que poseemos refleja mediocridad si lo valoramos y aspiración si queremos más. Así desarrollamos un comportamiento de posesividad neurótica. En la que no queremos que nadie toque lo que creemos “nuestro”, aunque no le demos importancia a tenerlo, mientras envidiamos lo que los demás tienen porque lo asumimos como mejor.

Esta insatisfacción la nota en primer quién está al otro lado de la relación interpersonal, generando que se quede o se vaya, no se sienta valorada o incluso se sienta envidiada, lesionando las relaciones en un punto muy importante, la confianza.

Que hacer

«Hay que evitar compararse con los demás».

Para saber que lo que merecemos es lo que nos toca y que la ambición puede ser una buena motivación, pero debe dejar de lado las envidias, la posesividad y la obsesión.

Como punto crucial, desligarnos de la presencia o la ausencia de posesiones y sobre todo de las personas, nos permitirá navegar con una bandera de libertad que dejará claro que podemos desear cosas semejantes, no iguales, y que podemos buscar la compañía sin obligaciones y básicamente que cada relación interpersonal es una elección y no un chaleco salvavidas del que dependemos para flotar.

  1. Necesitar constantes halagos

“Si nuestra autoestima depende de la validación constante por parte de los demás, se volverá en nuestra contra.”

Aunque es agradable el ser halagados, no se puede convertir en una necesidad ni en una adicción. La sensación de que somos especiales se puede reforzar en las relaciones con nuestros semejantes, pero debe ser de manera natural, nunca forzada ni mucho menos exigida por nosotros mismos.

Identificando el problema

El problema de esta necesidad es que tarde o temprano no aparecerá y al “demandarla” la relación que mantenemos con los demás se resquebrajará y la sentiremos como insatisfactoria.

La recompensa que encontramos ante el reconocimiento y sus distintas expresiones es de autosuficiencia, en adherente lógico del autoconcepto y la autovaloración. Incluso si dichas muestras de validación van careciendo de objetividad, puede llegar a no importar. Por lo mismo ante su ausencia la reacción es de reclamo ya que buscamos defender la autoestima que “conseguimos”.

Se convierte en alimento del ego, y curiosamente aquí es común que seamos nosotros, consciente o inconscientemente quienes anulemos o terminemos dichas relaciones, sin embargo, si no ocurre así, los demás optan por alejarse exactamente por la misma razón, en una búsqueda de proteger su autoestima (mermado por el trabajo arduo de la complacencia y la adulación).



 

Que hacer

El principio fundamental, es encontrar retroalimentación para nuestra autoestima de manera más individualizada, y tomar a los demás como puntos de referencia que nos describan e incluso nos ayuden a conocernos mejor, pero que no alteren lo que sabemos de antemano que somos o no. Los halagos deben funcionar como impulsos, no como recompensa. Y recibirlos debe ser un privilegio circunstancial y no una obligación que deben cumplir para con nosotros.

 

  1. No aceptar críticas constructivas

Aunque en realidad a nadie le agrada cuando se puntualizan errores, fallos o defectos, “no debemos confundirlo con la actitud de aquellas personas que solo ven lo malo, puesto que esto puede resultar negativo para el crecimiento personal.”

«Reconocer nuestros defectos es una fortaleza que genera autoestima y nos ayuda a poner en marcha mecanismos para superarlos»

Identificando el problema

En ocasiones y por el principio mencionado en el punto anterior, buscamos relaciones que asumimos que se convertirán en un punto de referencia para la validación (aprobación y comprobación) de lo que somos y hacemos.
Acertamos en la parte del espejo en el que se convierten los demás, fallamos, al pensar que ha de reflejar sólo cosas positivas.

Cuando el reflejo es completo, en cualquier ambiente, la respuesta común es la réplica, la evasión o el enfado. Tres reacciones que fomentan tanto discusiones, como conflictos en las relaciones de cualquier tipo. Sobre todo, si la crítica se dirige a algo que afecta directamente al otro lado de la relación.

Que hacer

Aceptarnos primero, antes de esperar opiniones ajenas.

Así es, la capacidad de asimilar y filtrar los comentarios negativos, nos permite superar y eliminar nuestros fallos y defectos.

Siempre que nosotros mismos hallamos sido capaces de aceptar que no somos perfectos y que tenemos tanto virtudes como defectos, ambas conviviendo y ambas notorias para los demás.

Identificar la crítica como algo positivo, en principio por hacerlos evidentes y en segundo lugar por la objetividad con que pueden ser interpretados en relaciones interpersonales de alta confianza y donde existe buena comunicación.

 

  1. Ser una víctima constante y ponerse siempre en lo peor.

Tomar una postura en la que la relación se basa en actitudes de debilidad y vulnerabilidad, cansará a las personas a nuestro alrededor. Si bien las relaciones incluyen “las malas”, siempre es necesario que las personas con las que convivimos encuentren con nosotros situaciones estimulantes y no situaciones que tengan que resolver por nosotros, como darnos ánimos constantemente o “cuidarnos”.

“Si abrazamos la negatividad como filosofía y el victimismo como actitud ante la vida, huirán de nosotros «como de la peste».

Aunque pueda existir una tendencia a predecir y prevenir el futuro, encontrar sólo los elementos negativos en lo que puede suceder, rodeará al vínculo que tenemos con las personas de negativismo y pesimismo.

No controlamos el destino ni el futuro, pero “determinadas variables están a nuestro alcance y debemos ser conscientes de que muchas de las cosas que nos ocurren son consecuencia de nuestros pensamientos y acciones.”

Identificando el problema

La vulnerabilidad o debilidad expuestas es una excusa preestablecida, ante un fallo que ha sido predicho. Ver el vaso medio vacío puede terminar explicando muchas cosas, desde por qué no lo llenamos hasta el por qué tenemos sed. De cierto modo en ocasiones la negatividad y el pesimismo funciona como nuestro aliado cuando sabemos o creemos que el futuro será difícil.




Pero alguien que nos conoce, o que espera cierto desempeño en nosotros, identificará que estamos “tirando la toalla” y esa actitud en principio, le fomentará ayudarnos (con lo que obtendremos una aparente recompensa) pero después le cansará, le desesperará y terminará por tirar la toalla de su lado.

Incluso el enfocarnos exclusivamente en nuestros problemas (personalizando), como si sólo a nosotros nos ocurrieran complicaciones o situaciones negativas, genera una sensación de desequilibrio en la relación ya que se convierte en unilateral.

Que hacer

El factor determinante que influye en este caso es la madurez, tanto de identificar como se menciona nuestra participación incluso en lo negativo que nos pasa, saber nuestras responsabilidades y actuar conforme a eso, y también en el saber cuándo no nos corresponde a nosotros. Dejar de ver el punto negro en la página blanca y responder asertivamente nos permitirá ver los claroscuros más objetivamente, pero sobretodo dejar de responsabilizar a otros, u ocultarnos bajo su cobijo.

  1. Ser muy sincero, aunque nadie haya pedido opinión.

“Diseminar nuestra opinión sobre cualquier tema sin que nadie lo pida, nos convertirán en seres odiosos.”

Comúnmente eso se refiere a decir las cosas “como son” o a lo que se conoce también como “no tener filtro”. Es importante reconocer que además de no tener la razón siempre, nuestro punto de vista puede no sólo ser poco objetivo sino incorrecto, lo que dará pie a que la expresión de lo “que pensamos” más que agradecida, sea rechazada y ofenda a las personas que queremos.

“Hay que aprender a ser más prudente, respetuoso y empático, recomienda el experto.”

Identificando el problema

Se conoce como proyección, identificar en el otro algo que inconscientemente nos es significativo a nosotros. “Deberías, podrías, anímate, yo haría”, suelen ser frases que más que reflejar un consejo u opinión, parecieran reflejar lo que nos diríamos a nosotros mismos si fuéramos capaces, o peor aún, lo que quisiéramos hacer si no tuviéramos nuestros propios impedimentos.

Así, la opinión es casi una catarsis en la que expresamos y desahogamos lo que no supimos cómo decir. Eso no le quita su utilidad claro, pero puede ser egoísta. Incluso con buenas intenciones si es parcial, poco objetiva y sobretodo en exceso individualizada, termina siendo una opinión o una crítica banal, arbitraria o que no aplica a esa persona en específico.

Que hacer

El elemento de vital importancia en este caso es como menciona el artículo, la empatía. En orden, si nuestra opinión nos parece importante, no necesariamente lo es para los demás (un buen determinante en este sentido es si la pidieron en primer lugar o no), en segundo lugar, si nosotros percibimos que la crítica no es ofensiva sino constructiva, no necesariamente lo percibirán igual los demás (un indicador para ello es tomar en cuenta lo que a la otra persona le mueve, y le duele, para en todo caso adecuar el tono, las palabras o incluso evitar su expresión).

Y por último lugar, el peso específico de la opinión, si las necesidades de la otra persona van en torno a solicitar una opinión o consejo, comúnmente se hará visible de una manera u otra, y aunque creamos que es algo importante que podemos aportar, en ocasiones sólo esperan nuestra escucha, nuestro apoyo o nuestra comprensión.

 

Conclusión

Aunque como se ha mencionado ya, es difícil en realidad contrarrestar los efectos de estas conductas, convertidas comúnmente en hábitos, que nos ofrecen recompensas que en ocasiones anteponemos en importancia a nuestras relaciones interpersonales. Ninguna de estas seis acciones está fuera del alcance de la modificación conductual de nadie, si encuentras alguna complicación para manejarlas no dudes en pedir ayuda profesional, sobre todo si ya te “han costado” relaciones, si las has perdido o dañado irreparablemente.

Por otro lado, de su correcto ajuste y manejo depende el mantener relaciones duraderas, solidas, recíprocas y satisfactorias, debería bastar para cuidar de ellas, al final somos seres sociales que funcionan individualmente, pero que sin duda desarrollamos nuestro potencial de manera más integral cuando establecemos lazos afectivos fructíferos y multilaterales.




 

 

Fuente

https://elpais.com/elpais/2018/08/25/buenavida/1535181881_915785.html

 

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SINDROME DEL CUIDADOR

El síndrome del cuidador, es un trastorno que puede presentarse en personas que desempeñan el rol de cuidador primario de una persona dependiente especialmente en quienes tienen cuidar adultos mayores con algún grado de alteración neurológica o psiquiátrica. El cuidador se enfrenta comúnmente de manera inesperada a una situación nueva que consume todo su tiempo ya que de forma cotidiana se hace cargo de las necesidades físicas y emocionales de la persona dependiente. Este síndrome por tanto se considera producido por el estrés constante en una batalla contra la enfermedad y con ello poco a poco puede agotar las reservas físicas y mentales del cuidador.
En México comúnmente las personas mayores de 60 años de edad dependen de alguna manera de alguien más ya que presentan mayor número de enfermedades crónicas como Hipertensión arterial sistémica, Diabetes Mellitus, Osteoartritis, así como deficiencias auditivas y visuales aunado a síntomas depresivos y/o de deterioro cognoscitivo lo que lleva a una dependencia en aspectos sociales y económicos.


¿Pero si es una tarea tan compleja, como decides ser cuidador?

Comúnmente este rol sé asume o asigna de acuerdo a la convivencia, el género y el parentesco, ambiente influyen factores como la edad, tiempo “libre” de la persona o existencia de otras responsabilidades familiares y casi en todos los casos el cuidador primario suele ser el esposo (a) o los hijos.
En el primer caso es más fácil aceptar la ayuda del cónyuge al respecto de esto cabe destacar que los maridos cuidadores reciben más ayuda de otros familiares y de las instituciones que las esposas cuidadoras y que incluso es frecuente que las mujeres cuidadoras se resistan a buscar o recibir ayuda.
En cuanto a las hijas e hijos que juegan este rol los factores determinantes son los siguientes: la hija soltera, la o el que menos carga familiar o de trabajo tiene, vive más cerca o la única mujer entre los hermanos.
De cualquier manera que sean seleccionados frecuentemente al inicio esta responsabilidad se asume como una situación temporal que en ocasiones no lo es y termina siendo una forma de vida a largo plazo o permanente y con una creciente demanda de cuidados. En este caso el cuidador no suele contar con el apoyo del resto de la familia y este va asumiendo poco a poco todas las tareas del cuidado del enfermo con la consecuente carga física y psíquica, hasta llegar a convertirse en el centro de su vida, el cuidador entonces va perdiendo su independencia, llegando a desatenderse a sí mismo en aspectos sociales, económicos, etc.

adulto mayor

Entre los cambios de vida que padecen los cuales como mencionamos pueden ser a corto o largo plazo se encuentran modificaciones en las relaciones familiares incluso puede generar conflictos en esta área, en el trabajo y en la economía, en el tiempo libre, en la salud, en el estado de ánimo y la parte emocional etc.
¿Pero como sé si yo si un miembro de la familia padece este síndrome?

Algunos síntomas o signos que pueden ayudarte a definir si estas atravesando por esta situación son los siguientes: si de pronto muestras agresividad contra los demás, tensión contra los cuidadores auxiliares, negación, intolerancia con la persona dependiente, aislamiento, poca motivación, rasgos de depresión, fatiga, ansiedad, sensación de agobio, sentimientos de culpa y problemas de salud o trastornos psicosomáticos esta claro que necesitas ayuda de profesionales de la salud.
Entre los síntomas físicos los cuidadores principales suelen tener una salud más deficiente que los familiares no cuidadores y corren riesgo de sufrir mayor incidencia de problemas orgánicos y fisiológicos como trastornos osteomusculares, cardiovasculares, gastrointestinales, respiratorios e inmunológicos. Otros problemas como la cefalea de características tensionales, la astenia, la fatiga crónica, alteración del ciclo sueño-vigilia, el insomnio, tendencia a la obesidad en las mujeres entre otros también se presentan con frecuencia.
Sin embargo con muy poca frecuencia acuden a consultas médicas, así mismo tienen conductas como no dormir lo suficiente, alimentarse de forma inadecuada, no vacunarse, no realizar ejercicio físico, abusar del tabaco o alcohol, consumir en exceso ansiolíticos entre otras conductas de riesgo.
Cabe mencionar que la salud mental de los cuidadores principales suele verse más afectada que la salud física y comúnmente se presentan los siguientes: Problemas clínicos como depresión, ansiedad, estrés, hipocondría, etc. problemas psicosomáticos, dolor de cabeza, pérdida de apetito, temblor, problemas gástricos, palpitaciones, vértigo, alergia inmotivada, problemas de memoria y concentración entre otros y problemas emocionales como tristeza, preocupación, soledad, irritabilidad, culpa etc.
Los problemas psicológicos, suelen ser los más relevantes. La presencia de trastornos psíquicos alcanza hasta un 50%, y a menudo éstos son difíciles de verbalizar y se refieren como somatizaciones. Las tres principales alteraciones psicológicas que se manifiestan en el cuidador son la depresión, la ansiedad y
el insomnio, siendo las más la más frecuente la depresión con un una prevalencia del 32% de los casos.

sindrome cuidador


¿ Como puedo evitar padecer este síndrome si soy cuidador primario?

> Estar bien informados y no asumir sobre los cuidados que precisa la persona
> Descanso suficiente, recuerde que su salud también importa.
> No automedicarse y acudir al médico aunque “no tenga tiempo”, es necesario hacer un espacio.
> Tener contacto con sus amistades y realizar actividades fuera de donde ejerce su rol de cuidador.
> Es importante no sentir culpa por tener vida propia y pasarla bien, ya que será más fácil sobrellevar la situación.
> No descuidar su aspecto físico
> No olvidar que es necesario buscar ayuda de un familiar, un amigo, o un asistente que cuide del enfermo durante la realización de sus actividades, incluso buscar la manera de tener unos días de vacaciones al año, para sentirse física y psicológicamente un poco más recuperado. La rotación familiar o sustitución del cuidador principal por otros es poco habitual, ya que tan sólo se produce en un 20%, situación que condiciona un deterioro físico y psicológico en el cuidador, por ello es necesario este proceso.

Podemos decir entonces que esta tarea tan compleja tiene como base los siguientes aspectos:
> Las prioridades de salud del cuidador y el autocuidado.
> El apoyo proporcionado por sus familiares (apoyo emocional y reconocimiento).
> Apoyo de las instituciones de salud para responder a sus necesidades.
> Conocimiento acerca de la enfermedad.
> La relación que mantenían y mantienen el cuidador y la persona cuidada.
> Cómo desarrolla en la propia tarea de cuidar y la capacidad de resolución frente a situaciones del día a día y resolución de problemas.

Es absolutamente necesario pedir ayuda a la familia, amigos, redes de apoyo en general y sobre todo no olvidarse de que el cuidador merece el mismo cuidado que la persona dependiente además de tener en cuanta que el momento de adquirir el rol se planifique acudir a servicios de salud como médico y psicólogo para no perder su propia calidad de vida.
Recuerda que si el cuidador no está bien no podrá asumir más ese rol, la salud propia es primero y sólo así se podrá entonces ayudar a otros.

GRACIAS POR LEERNOS




 

 

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LÍNUS Y SU MANTITA

TEORÍAS DE LA PERSONALIDAD

Por Cinthya Trejo

 

Linus Van Pelt, tiene 4 años, es un personaje de la serie Charlie Brown quien a pesar de su corta edad, es bastante inteligente, se considera a sí mismo como un filósofo y teólogo. Es el hermano  de Lucy (hermana mayor).

Él  inventó su propio ser cuasi-religioso, que  misterioso aparece cada año trayendo presentes, La gran calabaza, sin embargo, cuando llega Hallowen no aparece pero él sigue creyendo devotamente en ella. Linus es el único quién cree en la gran calabaza. Aunque él convence de vez en cuando otros de que  la gran calabaza es verdadera, ellos pierden siempre la fe, mientras que Linus nunca lo hace.

Linus casi nunca anda sin la manta azul, la cual tiende a estar sobre su hombro derecho al tiempo que se mete su pulgar a la boca. al parecer, ésta tiene algo así como una personalidad propia y la llama el la “manta de la seguridad”. Linus además parece estar condenado a que su hermana (Lucy) le quite el sitio delante de la televisión. Vive atormentado por ella y generalmente es blanco de sus amarguras y sus desquites más agresivos.

Ahora bien después de describir un poco al personaje me enfocare en una de sus características principales  “su mantita”   y más específicamente en el capítulo de la serie llamado “Linus y su mantita” , cabe aclarar que él durante todos los capítulos de la serie saldrá con su manta al hombro sin dejarla un momento, pero en este capítulo en especial pasa algo inesperado, ya que intenta con todas sus fuerzas dejar de lado su manta y continuar su vida sin ella , ya que su hermana lo critica y le dice que la deje de una vez, en el momento que ella se o dice ella se asusta por la presencia de una abeja y él le dice que él no tiene miedo obviamente  porque aquí podemos ver el significado de esa manta , ya que en ese momento la trae y se siente seguro y sin miedo. Pero cuando se da cuenta que su manta no está, la busca y esta recién lavada por su hermana cosa que no le es muy grata y le pregunta desesperadamente donde está su mantita, ella se la devuelve y el dice – y dicen que los niños de antes lo pasaban mal- con lo que demuestra que no había cosa peor que aquello que le estaba pasando,  pero en ese momento es cuando reflexiona y recuerda lo que su hermana le dijo acerca de la manta entonces decide dejarla. en este capítulo entonces apreciamos que para él la mantita representa un objeto transicional obviamente muy importante para él , y un símbolo de seguridad que el mismo ha dado a su manta ya que sin ella se siente vacio, con una vida arruinada, al parecer ansioso y obviamente inseguro, durante el capitulo el intenta que otros niños al igual que él dejen su manta  (mejor dicho su objeto transicional: objeto que  le sirve como consuelo y como elemento que le proporciona seguridad y tranquilidad,  permite al niño efectuar como ya lo mencionamos la transición entre la primera relación oral con la madre y la verdadera relación de objeto)  pero nadie va en su ayuda ya que ninguno quiere hacerlo, y su amiga lo visita con una manta en la cabeza pidiendo su consejo acerca de cómo el dejo su manta, e incluso bromea acerca de que tiene algunos peluches bajo la manta que tampoco dejará (supuestamente sus otros objetos transicionales) todo esto con el único objetivo de mofarse de él ,  ya que al final solo se quita la manta y se burla de Linus, posteriormente una vez que Linus cree superado la etapa de la mantita, la vuelve a recuperar, y su hermana dice que debe de encontrar una forma de que se deshaga de ella entonces Snoopy se va con la manta al desierto (ya que su hermana Lucy se la dio) y bastante angustiado y con pocas ilusiones Linus  comienza a darse  cuenta de cuánto la necesita en realidad , al regreso de Snoopy ,solo pregunta por su mantita y cuando por fin la tiene a su lado toda llena de espinas ( lo cual no le impide tomarla) la vuelve a  poner en  su hombro y vuelve a chuparse el pulgar (fenómenos transicionales),  recobrando su estabilidad. En este momento Snoopy trata de quitársela y el la agarra con tanta fuerza que no le es posible a Snoopy y su hermana le insiste que renuncie a ella  y con un gran grito Linus dice – nunca, nunca, nunca!-.

Ahora bien aquí podemos notar que Linus es claro ejemplo de lo que expone Winnicott en su teoría de desarrollo emocional,  al ser su manta y su dedo (succión de este) por así decirlo tan importantes en su personaje, esta teoría dice básicamente que  durante el primer año de vida, la diada madre-infante constituyen una unidad ella es el primer entorno del infante. Todo recién nacido sano tiene una tendencia innata a desarrollarse como una persona total y creadora, ha de poseer sin embargo un entorno inicial como base para tal desarrollo. La madre en un principio debe ilusionar al bebe para desilusionarlo gradualmente, esto quiere decir que el bebé, ante su necesidad de comer, es acogido por la madre y le ofrece su pecho para alimentarlo, situación donde el lactante tiene la ilusión de que el pecho fue creado por él y que es parte de él.

Pero a medida que la madre lo desilusiona, el bebé va percibiendo que no es uno con la madre, disponiéndose a entrar en contacto gradualmente con la realidad y su subjetividad.

En este sentido el cuidado materno-parental satisfactorio puede dividirse en tres etapas

  • sostén o holding
  • el self verdadero o falso
  • objeto transicional

Para Freud la base de los conflictos humanos es la lucha entre las pulsiones y la cultura, entre el  ello yo y superyó, Winnicott en esta teoría plantea que dichos conflictos se inician en el vinculo del recién nacido con su madre y del estado emocional de ella. De ahí la importancia que le da a la relación que lleva el niño con su madre, y sobre todo a la calidad de respuesta (cuidado materno) que esta le da al infante.

Enfocándonos más en  la situación de nuestro capítulo, hablemos entonces de la tercera etapa con más detalle, etapa del objeto transicional:

Este objeto es una herramienta en la que el niño consigue luego de asimilara la existencia de un no-yo, separa a su madre del entorno y por ende, separarse de ella, es en este momento en el que entran en juego los objetos transicionales, que fomentan y ayudan el desapego y separación respecto a la madre, consiguiendo que el niño desarrolle ese apego hacia el objeto que en un momento dado, se conformara como su madre. De esta manera, representan el espacio que el bebé necesita para renunciar a la posesión omnipotente de su progenitora, conservando algo de la seguridad que ésta le proporciona.

El objeto transicional, tiene tres significados: la identificación del no – yo, el enfrentamiento de la ansiedad de separación  y conformar el espacio de la ilusión. en el mismo orden se trata de un proceso evolutivo del juicio de realidad; una defensa particular  y en el último caso una relación objetal.

Este objeto material posee un valor electivo para el lactante y el niño pequeño especialmente en el momento de dormirse. El recurrir a objetos de este tipo constituye, un fenómeno normal que permite al niño efectuar como ya lo mencionamos la transición entre la primera relación oral con la madre y la verdadera relación de objeto.



 

 

Para que se produzca la continuidad de esta experiencia transicional, el objeto «seleccionado» debe cumplir una serie de características que Winnicott resume como sigue:

  • El bebé adquiere derechos sobre el objeto, y el mundo exterior los acepta. Sin embargo, esta adquisición representa al mismo tiempo una cierta renuncia a la omnipotencia simbiótica;

– El objeto es amado y acunado, pero también mutilado con excitación;

– Se le atribuye cierta vitalidad, como si tuviera vida propia;

– Nunca debe cambiar (por ejemplo ser lavado) a menos que el bebé lo haga;

  • Su catexia afectiva sufre una descarga gradual.

 

Lo esencial de las ideas de Winnicott acerca del objeto transicional se encuentra en un artículo titulado objetos transicionales y fenómenos transicionales (transitional objeas and transitional phenomena, 1953). Él nos dice:

Linus y su mantita

1.° En el plano de la descripción clínica, el autor pone de manifiesto un comportamiento frecuentemente observado en el niño y lo denomina relación con el objeto transicional. Es frecuente ver al niño, aficionarse a un objeto particular, como un pedazo de lana, el ángulo de un cubrecama o de un edredón, etc., este objeto transicional conserva su valor durante mucho tiempo, antes de perderlo progresivamente; también puede reaparecer más tarde, sobre todo cuando se aproxima una fase de depresión. (aquí cabe destacar que Linus tiene 4 años de edad).

Winnicott clasifica dentro de este grupo ciertos gestos y diversas actividades bucales (por ejemplo, gorjeos) que denomina fenómenos transicionales.

 

2.° Desde el punto de vista genético, el objeto transicional se sitúa entre el pulgar y el oso felpudo. En efecto, si bien constituye una parte casi inseparable del niño, diferenciándose así del futuro juguete, es también la primera posesión de algo que es no yo. Desde el punto de vista libidinal, la actividad sigue siendo de tipo oral, lo que varía es la posición del objeto, en la primera actividad oral (relación con el pecho) existe lo que Winnicott denomina una creatividad primaria: este pecho es constantemente recreado por el niño en virtud de su capacidad de amor o, por así decirlo, en virtud de su necesidad. La madre sitúa el pecho real en el lugar mismo en que el niño está dispuesto a crearlo y en el momento adecuado. Más tarde funcionará la prueba de realidad. Entre estos dos tiempos se sitúa la relación con el objeto transicional, que se halla a mitad de camino entre lo subjetivo y lo objetivo: desde nuestro punto de vista, el objeto viene del exterior: pero el niño no lo concibe así.

 

3.° El objeto transicional, si bien constituye un momento de paso hacia la percepción de un objeto netamente diferenciado del sujeto y hacia una relación de objeto propiamente dicha, no ve, sin embargo, su función totalmente abolida al continuar el desarrollo del individuo. El objeto transicional y el fenómeno transicional proporcionan, desde un principio, a todo ser humano algo que seguirá siendo siempre importante para él, a saber, un campo neutro de experiencia que no será puesto en duda. Pertenecen, según Winnicott, al terreno de la ilusión: este campo intermedio de experiencia, del cual no necesita justificar la pertenencia a la realidad interior ni a la realidad exterior (y compartida), constituye la parte más importante de la experiencia del niño. Se prolongará, a lo largo de toda la vida, en la experiencia intensa que corresponde a la esfera de las artes, de la religión, de la vida imaginativa, de la creación científica.

 

Los términos objeto transicional y fenómeno transicional (pensamientos o fantasías se enlazan con estas experiencias a todas estas situaciones Winnicott las llama fenómenos transicionales)  designan la zona intermedia de la experiencia,  entre el pulgar y el osito de peluche (en este caso la mantita de Linus), entre el erotismo oral y la verdadera  relación objetal, entre la actividad creadora primaria y la proyección  de lo que ha sido introyectado entre la inconsciencia primaria de la deuda y el reconocimiento de la deuda.

La pauta de los fenómenos transicionales empieza para Winnicott en un período variable que va desde los cuatro a seis meses hasta los ocho a doce. Como se puede apreciar, su aparición corresponde aproximadamente al estadio del objeto precursor de Spitz y a la etapa de simbiosis de Mahler.

Una vez ya expuesta la teoría sobre los objetos trasnacionales, regresemos de nuevo al caso de Linus, para dar una conclusión sobre todo esto, aquí en el capitulo, podemos  ver a un niño de 4 años que aun succiona su dedo para sentir alivio, calmar su necesidad y satisfacer sus instintos esto se puede ver como uno de los dos grupos que Winnicott plantea, a continuación pondré los detalles:

Según Winnicott suele considerarse (como primer objeto “no yo” el pecho.)

Y plantea que hay dos grupos de fenómenos:

1) Niños recién nacidos utilizan puños, dedos pulgares para estimular la zona erógena oral, para satisfacer los instintos de dicha zona y lograr una tranquila unión.

2) A los pocos meses los niños, de ambos sexos, juegan con muñecos que las madres le dan o algún objeto especial en espera que se conviertan en adictos a tal objeto. Winnicott hace referencia a los  juguetes que los niños reciben de sus madres en los primeros tiempos de su vida o a cualquier objeto que pueda servir a ese medio y que está dedicado al niño, incluida su ropa de cama o aquella que se le pone

Entre 1 y 2 hay una relación y un intervalo de tiempo que las separa pero como podemos ver en este caso hay una etapa anterior a la de objeto transicional que en este caso sería la uno, en Linus, ya que él sigue succionando su pulgar y así paso a la siguiente etapa con su mantita.

Linus es un niño que tiene estas conductas transicionales y es totalmente normal que lo haga con su mantita ya que estas pueden comenzar a partir de los 4-6 meses y durar hasta los 3-4 años, que es la edad de él, cuando el niño ha adquirido mayor control de los miedos de abandono, comienza a ser más independiente e inicia su vida social. Puede que use su objeto de apego de forma continuada o que recurra a él cuando atraviese por una etapa de ansiedad como el nacimiento de un hermanito, una mudanza o la separación de los padres. Aquí su hermana Lucy intenta deshacerse de ella y hacer que el la deje pero no lo logra ya que el niño debe de estar seguro y el debe de decidir en momento adecuado, eso ya lo mencionamos como parte de la teoría.

En cualquier caso es absolutamente normal que tenga su objeto y que presente un fenómeno transicional , solo que a mi punto de vista y basándome en la teoría de Winnicott la etapa de chupar su dedo debió de ser una etapa ya cerrada y superada en su desarrollo para continuar con la siguiente , sin embargo , aquí en este episodio esta el claro ejemplo de esta teoría y como un niño lo maneja, por ejemplo, no les gusta estar lejos de su objeto, generalmente son suaves y cálidos como en este caso, pueden usarlos a su antojo es decir pueden ser objeto de su amor y también de su agresión, adoptan como en este caso un afecto especial ,es ese objeto y no otro que lo sustituya, (así Linus lo cree también ).en fin todas estas características y sentimientos que se pudieron observar se dan en la vida real con los niños de estas edades y es proceso de desarrollo por el cual todos pasamos, e incluso en la vida adulta podemos llegar a tener nuestros objetos transicionales.

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LA ADOLESCENCIA

La OMS define la adolescencia como:

El periodo de crecimiento y desarrollo humano que se produce

después de la niñez

y antes de la edad adulta, entre los 10 y los 19 años.

LA ADOLESCENCIA

Se conoce como una etapa de cambios, que incluyen desde crecimiento y adaptación física, psicológica y social, hasta modificaciones en el estilo de vida, comportamiento, gustos e intereses del individuo.

En primer lugar, esta fase se presenta a raíz de los procesos biológicos que dan paso a lo que conocemos como pubertad. Sin embargo, pese a ser de carácter fisiológico dichos cambios están permeados por el contexto social y cultural. De tal modo que se ha percibido un inicio más temprano de esta etapa, del que se registraba en épocas anteriores. Abarcando la edad de los 10 a los 18 años.

La madurez física y sexual que se presenta en esta etapa tiene su origen en distintas glándulas del cuerpo humano que, en un momento dado comienzan a liberar distintas hormonas, aumentando su producción y estimulando distintos procesos y cambios en el cuerpo humano, tales como crecimiento, desarrollo de características sexuales secundarias, como el crecimiento de los senos, vello púbico, menstruación, tono de voz, eyaculación, vello facial, etc.

Además del inicio del desarrollo sexual, provocando también la producción y liberación de hormonas específicas para cada sexo, estrógenos y andrógenos. Permitiendo así que se alcance la madurez sexual.

Por si fueran pocos estos cambios, el adolescente experimenta también distintos efectos a nivel emocional, psicológico y social. Puntos importantes que mencionaremos a continuación y en los que el adolescente requiere aún y con mayor énfasis el apoyo familiar, de sus grupos de referencia, escuela, amigos y de la sociedad.

Cambios Psicológicos.

La construcción de uno mismo.

Independencia

Aunque de inicio es un camino hacia la autonomía, que tiene que ver con el asumir sus responsabilidades, el trasfondo es un desapego intelectual y emocional, que en muchas ocasiones se presenta como un distanciamiento afectivo. El contraste se da cuando, a pesar de desear pasar más tiempo solos, tomar sus propias decisiones, pasar más tiempo con los amigos o fuera de casa, los adolescentes aún se sienten confundidos e inexpertos para dejar por completo la seguridad y protección del hogar.

La individualización y autonomía son necesarias, le permitirán al adolescente desarrollarse plenamente de acuerdo a sus propias actividades e intereses. Poniendo a prueba sus habilidades en el mundo exterior ya sin la protección permanente de sus padres o su familia. Sin embargo la distancia que deben de tomar respecto a las demás personas ha de ser siempre cuidadosa. El adolescente se sentirá plenamente satisfecho si consigue independientemente hacerle frente a los nuevos retos que enfrenta. Pero no siempre será así, posiblemente sus capacidades le serán insuficientes para superar o enfrentar alguno de esos retos, y experimentará miedo y dudará de sí mismo.

Ahí la familia y amigos pueden ofrecer redes de apoyo que representen un punto de anclaje (un puerto seguro) sobre el que el adolescente pueda reflexionar su accionar y encontrar otros métodos de conducirse.

Así, las decisiones las comenzarán a tomar solos, pero las comprenderán y vivirán las consecuencias con el apoyo de sus grupos de referencia.

Pertenencia

El adolescente no busca sólo un grupo que le acompañe, o en el cual «encajar», busca un grupo de referencia, del cual sentirse parte por méritos propios, al cual poder aportar desde su individualidad, que lo acepte (tal cual es) y con el cual se sienta identificado.

Es por ello que la familia en muchas ocasiones ya no cumple por completo las características de un grupo tan complejo, y el joven comenzará a buscar grupos con los que tenga «más cosas» en común. Gustos, tiempos, edad, género, etc. Ya que al final serán para bien o para mal estos grupos a los que recurrirá como punto de apoyo y como modelo a seguir.

Personalidad

Durante los primeros años de vida pasamos por ciertas etapas, conocidas como etapas Psicosexuales que van, por así decirlo, moldeando la personalidad. El éxito o fracaso en dichas etapas marcan la presencia o ausencia de ciertos rasgos en la personalidad del adolescente. Es así que durante la adolescencia se pueden repasar y subsanar algunos fallos que se presentaron en las primeras etapas de vida, pero estos mismos rasgos también se pueden recrudecer y/o empeorar.

El adolescente volverá a enfrentarse a un mundo que no satisface al cien por ciento sus necesidades, un mundo que no gira a su alrededor, un mundo con reglas y limitaciones (así como obligaciones y responsabilidades), un mundo en el que no todas sus capacidades le garantizan éxito, y no todo el éxito que obtenga es un reflejo fiel de sus capacidades.

El manejo que tenga de estas realidades, así como la manera en la que la familia y amigos le ayuden a sobrellevarlos representará factores de gran importancia en el tipo de rasgos de personalidad que se establecerán a partir de la adolescencia y en adelante en su vida.

Estos rasgos de personalidad, al ser reforzados, generan en el adolescente una falsa impresión de autosuficiencia, rasgo relacionado en muchas ocasiones con el egocentrismo, creer que están en lo correcto siempre o que ciertos preceptos lógicos a ellos no les aplican y a ellos «no les va a pasar».

Identidad

Es en esta etapa cuando los gustos y preferencias, el autoconcepto, la intimidad, los valores y carácter, así como las tendencias de comportamiento propias del individuo se van delimitando. Es común que la base de la identidad siga siendo aquella que se obtuvo en la infancia, en el núcleo del grupo principal de referencia, la familia; sin embargo, los nuevos elementos se ajustan por lo general a los modelos y preceptos a los que el adolescente tiene acceso.

Así, podemos observar que la identidad en los primeros años de la adolescencia es una amalgama obtenida de los modelos a seguir, tales como figuras públicas, congéneres y miembros de su grupo de edad, miembros del grupo al que pertenece y otros modelos adoptados sobre el deseo del joven de lo que quiere ser o lo que quisiera ser.

Este proceso puede generar una enorme confusión en el adolescente, y sensaciones como desapego o segregación cuando la identidad nueva «encaja» pero no es auténtica, o es auténtica pero «no encaja». El adolescente comienza a equilibrar la deseabilidad social y su identidad, buscando adaptarse sin traicionarse.

Hacia al final de la adolescencia, se han desechado rasgos de identidad que no «congeniaron» con la personalidad del adolescente, y comienza un diseño propio de la identidad, en la que los elementos personales, individuales y auténticos constituyen la parte principal (aun siendo una reinvención o reinterpretación de los modelos que anteriormente la conformaron). La identidad no se estanca en esta etapa más bien se establece, seguirá cambiando en el futuro.




Emociones más complejas

Aunque es común y sencillo atribuir los cambios emocionales (sobre todo la volubilidad) a los cambios físicos y hormonales en los adolescentes estos tienen una premisa más compleja. Si bien a nivel psicofisiológico ocurren cambios que les mantienen más sensibles a sus propias emociones y a los factores ambientales que las generan. El adolescente es capaz de sentir una gama más amplia de emociones y sentimientos.

Sus reacciones ya no se limitan a la alegría, el enojo, la tristeza o el miedo. En esta etapa hay gradientes de dichas emociones, tales como la euforia, el entusiasmo, la impotencia, la frustración, la sensación de injusticia, la melancolía o nostalgia, la inseguridad o angustia, etc.

Dichas reacciones emocionales se encontraban ya presentes, sin embargo, en etapas aún infantiles son conducidas por los adultos y muchas veces desahogadas con elementos más o menos útiles para un niño pero poco o nada funcionales en el adolescente y el adulto. En la adolescencia, aunque ayuda, la solución ya no es tan fácil como un helado y un curita.

Y aquellos factores del entorno que generan dichas emociones son también más complejos de identificar, percibir y manejar o solucionar. Las sensaciones como el rechazo, la discordia, la desatención o la injusticia son percibidas por el adolescente desde una perspectiva más trascendental, siendo así consciente de cuanto le afecta o le podrá afectar. Y las reacciones suelen ser encaminadas a ello, buscará a toda costa hacer tangible que alguna situación no le agrada. Este efecto es notable también respecto a las emociones positivas, algo que le agrada al adolescente y le hace sentir bien, buscará repetirlo y controlarlo de manera autónoma.

Relaciones afectivas y Relaciones interpersonales

Dentro de los elementos que surten un efecto directo en la identidad y las emociones, está el hecho de que el adolescente ahora juega más roles afectivos con su entorno, y es a través de dichas relaciones que se conforma el modelo de los lazos afectivos que establecerá a lo largo de su vida. Ahora los jóvenes aprenderán a ser novios, mejores amigos, alumnos, compañeros, colegas, miembros de un club, etc. Papeles que nunca han jugado en su vida, o no con la seriedad con que se presentan en esta etapa. Ello conlleva distintos retos a los que tendrán que responder, conjugando factores emocionales y sociales para los que no siempre están preparados.

Estas relaciones suponen un cambio en el estilo de vida, compromisos, organización del tiempo, y traen consigo en la mayoría de los casos experiencias gratas o desagradables a través de las cuales los jóvenes aprenden a relacionarse con su entorno. Es entonces respecto a la calidad de estas relaciones interpersonales que el adolescente se adaptará de mejor o peor manera.

El joven se identifica con figuras representativas que le llevan a desarrollar un lazo afectivo fantasioso e idealizado con algunas personas. Lo que da origen a los conocidos «amores platónicos» y a la búsqueda, en ocasiones desesperada, por agradar a ciertas personas, amigos, profesores, pareja, familia, etc.

Por otro lado el noviazgo (más formal en esta etapa) suele ser la relación interpersonal afectiva más compleja por mucho en esta etapa. El proceso de elección de pareja, y el posterior cortejo requieren conductas específicas que en algunas ocasiones son aprendidas y reproducidas (se ven en películas u otros adolescentes) y en otras ocasiones son diseñadas y generadas en el momento (se recargan en la identidad), ambas pueden ser más o menos funcionales y desencadenan un protocolo de ensayo y error, con el que el adolescente adquirirá la suficiente experiencia para establecer este vínculo.

Una vez en marcha el noviazgo, las exigencias emocionales y comportamentales del mismo requerirán que consiga comunicarse y adaptarse nivelando sus expectativas con las de la pareja, y buscando a través de nuevo del protocolo de ensayo y error, el funcionamiento sano y disfrutable de la relación.

Conflictos existenciales

¿Quién soy? ¿Qué quiero? ¿Hacia dónde voy? Pueden ser preguntas comunes en el ser humano, pero en la adolescencia tienen una repercusión especial y mayor, ya que las decisiones que se toman, por primera vez se perciben en su magnitud. Muchas de estas preguntas en la infancia no tienen importancia porque pareciera que puede cambiar de respuesta de un momento a otro, sin embargo en la adolescencia se dan dos fases.

Al inicio de esta etapa, el adolescente no busca afanadamente ni se aferra a la respuesta de estas preguntas, pero gran parte del tiempo estas preguntas surgen, al enfrentar la toma de decisiones y las consecuencias de las mismas, al equivocarse y al ir estableciendo su personalidad e identidad.

Posteriormente el adolescente ahora si busca contestar estar preguntas antes de tomar decisiones más trascendentales en su vida, como elegir carrera, mantener una relación, hábitos y costumbres de vida, etc. La respuesta ahora es requerida y necesaria. Sin embargo, puede ser difícil delimitarla aun siendo un joven en una fase avanzada de la adolescencia.

Estas crisis existenciales generan también un cambio en el estado de ánimo de los jóvenes, y en la manera en la que responden a las demandas del entorno, fomentando casi en general una de dos alternativas, asertividad o desconfianza en sí mismo. Ambos rasgos pueden influir como un efecto en cadena, a que dichos conflictos existenciales se rezaguen en el adulto joven, estancando a la persona en una adolescencia permanente.

Sexualidad

Cómo mencionamos en esta etapa no sólo se desarrollan los rasgos sexuales secundarios, también se alcanza la madurez sexual, es decir el cuerpo humano produce respuestas sexuales y es capaz de generar células sexuales (espermatozoides y óvulos), y por ende de embarazarse. La presencia del ciclo menstrual y la eyaculación masculina también son una señal de dicha madurez fisiológica.

Sin embargo el aspecto psicofisiológico suele ir a un ritmo diferente. Durante los primeros años de la adolescencia el deseo sexual es ya registrado pero genera más dudas y timidez que conductas consecuentes. Conforme el adolescente comienza a entender su sexualidad y vivirla, con la masturbación por ejemplo, así como los primeros contactos físicos de aspecto sexual producto de sus relaciones interpersonales más desarrolladas también, el deseo sexual comienza a generar conductas más definidas, como la búsqueda del placer y de intimidad con las personas que les resultan atractivas (principalmente en el aspecto físico).

Así en la adolescencia descubrimos una nueva conducta que nos genera placer y vínculos afectivos, pero que sin embargo, trae consecuencias inherentes, y es esa la parte compleja de la sexualidad en el adolescente, ya que desarrollarla adecuadamente dependerá de que tanto se haya asimilado el comportamiento sexual con sus respectivas responsabilidades.

De manera bien entendida, la sexualidad responsable permitirá evitar riesgos por enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados y conflictos emocionales asociados a la dependencia afectiva, y a la violencia de pareja y sexual.

Dentro de los factores emocionales relacionados a las experiencias sexuales, encontramos que el deseo sexual es también afectivo, resultado del cual el vínculo que se genera en la intimidad formará parte clave en las relaciones interpersonales y lo bien o mal que nos hagan sentir estas. Ya que dicho vinculo puede recaer en elementos como la culpa o la decepción. Y es este punto el elemento crucial respecto a la sexualidad en la adolescencia, ya que el sistema de valores, las creencias religiosas, los complejos heredados de familia o propios, la presión del grupo o de la pareja, y las limitaciones sobre el tema que aún hoy en día existen, pueden generar que estas experiencias se conviertan en algo desagradable y conflictivo, en lugar de ser esa pieza constitutiva del crecimiento y de la vida humana que permite disfrutar nuestro propio cuerpo, nuestras relaciones interpersonales y nuestra vida, otorgando placer y a la postre en algunos casos oportunidad de reproducirnos.

La información y programas de concientización para jóvenes respecto a la responsabilidad en este aspecto de la vida nunca son demasiados, el acceso y conocimiento de los métodos anticonceptivos, métodos de prevención de enfermedades de transmisión sexual, así como estrategias para vivir una sexualidad plena, evitar conductas de riesgo o conductas sexuales con las que no estamos de acuerdo es y debe ser parte prioritaria de la educación de los jóvenes.

Cambios Sociales.

Las experiencias

Grupos de referencia, redes de apoyo y Presión del grupo

Como se mencionó arriba es importante la socialización con nuevos grupos que generen un sentido de pertenencia, sin embargo, es importante que dichos grupos sean una buena referencia e influencia para el joven, sobra decir que un grupo de referencia con consumo elevado de sustancias nocivas para la salud es menos preferible que un grupo de referencia que realice, por ejemplo, una actividad deportiva o artística.

Lo importante es identificar que el adolescente puede convivir y pertenecer a ambos, pero su pertenencia y referencias habrán de estar más recargadas al grupo funcional socialmente hablando.

En este sentido la presión del grupo, puede fomentar conductas que vayan en contra de los deseos individuales del adolescente, pero que se asuman como necesarias si este quiere aún pertenecer al grupo. El joven es susceptible más que el adulto a la presión del grupo por el temor a «dejar de formar parte» de este, así, los grupos de apoyo y otros grupos de referencia constituyen una red de seguridad sobre la que el adolescente podría caer si decide no ceder a la presión que un grupo específico ejerce sobre el para, por ejemplo, llevar a cabo conductas de riesgo.

 

Conductas de riesgo y Deseo de experimentar

A partir de la influencia de sus contemporáneos, el adolescente puedo comenzar a buscar experiencias diferentes asumiendo conductas nuevas, que en algunas (no pocas) ocasiones implican un riesgo para él o para la sociedad. Le emoción de experimentar lo nuevo, lo arriesgado y lo prohibido, ha de estar siempre contrastada con la noción de las consecuencias que dicha experiencia puede acarrearnos. Muchas de las conductas «de riesgo» lo son por cómo se realizan y no tanto por la conducta en sí. Buscar entonces oportunidades que permitan desarrollarlas con responsabilidad es una alternativa viable.

El adolescente promedio se «meterá en problemas», desafiando la autoridad o ignorándola, por ende, entre más explicación, entendimiento y flexibilidad obtenga de dicha autoridad mayor será la tendencia a respetarla, no evitando aun así que en aquellos puntos donde la experiencia resulte especialmente atrayente o la autoridad excesivamente injusta o limitante, el adolescente caiga en ocasiones en las mencionadas conductas de riesgo.

Cómo «superar» la adolescencia

En gran medida la respuesta recae en la normalidad de gran parte de los efectos, conductas y experiencias que se viven en esta etapa. Y cuya mejor respuesta es la observación y la información, que permitirá identificar a tiempo aquellas conductas que si salgan de la normalidad.

El común es buscar comunicación con los jóvenes, sin embargo es importante desarrollar aptitudes específicas para que dicha comunicación sea posible ya que comúnmente los canales habituales están cerrados, aquí es muy importante empatizar.

Como se mencionó, los deseos y motivaciones del joven toman un lugar primordial, no limitarlos ni intentar controlarlos es crucial, el único objetivo es encauzarlos siempre que se identifique que se salen de la normalidad, y si no es así, dejarlos fluir.

En la perspectiva de los padres y la familia, preocupados por los cambios que están viviendo en la adolescencia sus hijos, es entendible que se pierda un poco la objetividad al analizar qué conductas son normales y cuáles no, que se afanen en abrir los canales de comunicación ya cerrados en lugar de buscar nuevas vías, y que supongan que su autoridad es necesaria en mayor medida que su empatía. Para ello, los especialistas en salud mental, en terapia familiar y en salud emocional, están capacitados para ofrecer alternativas viables que permitan llevar de la mejor manera esta etapa que al no ser un obstáculo, no se ha de superar, sino de transitar.

 

La UNICEF menciona que

En la adolescencia se define la personalidad, se construye la independencia y se fortalece la autoafirmación.

 

 

Cambios físicos y psicológicos en la adolescencia

https://www.healthychildren.org/spanish/ages-stages/teen/paginas/stages-of-adolescence.aspx

http://www.who.int/maternal_child_adolescent/topics/adolescence/dev/es/

https://www.unicef.org/mexico/spanish/ninos_6879.htm




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INTELIGENCIA EMOCIONAL

      Cuando escuchamos hablar de inteligencia casi siempre lo relacionamos con el coeficiente intelectual, solemos pensar que una persona inteligente es aquella que destaca en los exámenes, en la escuela, que hace operaciones con agilidad, etc. Sin embargo olvidamos que los seres humanos también poseemos algo llamado inteligencia emocional, este tipo de inteligencia es igual o más importante a lo largo de la vida que el solo tener un coeficiente intelectual alto, ya que si regulamos nuestras emociones de manera satisfactoria tendremos la estabilidad suficiente para destacar en la parte académica o profesional.

La mayoría de las personas exitosas en el ámbito profesional son personas que en la parte emocional se encuentran en equilibrio o poseen un manejo de emociones positivo. Por lo tanto es importante trabajar en este tipo de inteligencia.
La inteligencia emocional es un complemento indispensable en la relación con uno mismo y con los demás. No sirve de nada ser el alumno con mejores calificaciones si no se tiene amigos o se siente acomplejado.

¿Qué es la inteligencia emocional?
Nos referimos a inteligencia emocional cuando hablamos de las capacidades y habilidades psicológicas que implican la comprensión, entendimiento y control de las emociones propias y ajenas, así como la modificación de los modelos de respuesta emocional en uno mismo. Una persona emocionalmente inteligente es aquella capaz de gestionar satisfactoriamente las emociones para lograr resultados positivos en sus relaciones con los demás.
A pesar de que diversos psicólogos habían destacado la insuficiencia de los elementos cognitivos y racionales como únicos indicadores para medir la inteligencia, el concepto surge en 1983 con el psicólogo Howard Gardner, quien considera a los test de coeficiente intelectual como insuficientes para lograr una apreciación completa de la inteligencia, él amplió el concepto de la inteligencia al decir que ésta es una capacidad desarrollable y no solo algo innato de resolver problemas o elaborar productos que sean valiosos en una cultura (o varias).




Gardner describe 9 tipos de Inteligencia diferentes pero, a diferencia de otros modelos que intentan evaluarla, el autor describe 2 tipos de marcado perfil emocional:
Inteligencia interpersonal: implica entender y comprender las emociones de los otros y tener la habilidad de reaccionar según el estado anímico del otro. Es la capacidad de manejar relaciones humanas y la empatía con la que nos «ponemos los zapatos del otro» y reconocemos sus motivaciones, razones y emociones. La mayoría de las actividades que se realizan en la vida dependen de la inteligencia interpersonal, ya que están formadas por grupos humanos en los que debemos relacionamos. (Los grandes líderes tienen una fuerte inteligencia interpersonal para bien o para mal)
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Inteligencia intrapersonal: se refiere a la comprensión de las propias emociones, de tenerlas en cuenta al momento de tomar decisiones y ser capaz de regular las emociones según la situación, nos permite formar una imagen clara de nosotros mismos; poder entender nuestras necesidades y características, así como nuestras cualidades y defectos sin maximizarlos o minimizarlos. Y aunque se dice que nuestros sentimientos sí deben ayudar a guiar nuestras decisiones, debe existir un límite en la expresión de estos. Este tipo de inteligencia es funcional para cualquier área de nuestra vida.
La importancia de la inteligencia emocional reside en el hecho de que permite a los individuos estar en contacto no sólo con sus propias emociones, si no también considerarse sensibles y empáticos respecto de situaciones o fenómenos externos. Muchas veces, personas con altas dosis de inteligencia emocional son las que llevan a cabo actividades de tipo solidario y social.
Aunque parezca que este tipo de inteligencia es poco significativa, se ha demostrado que es potencialmente válida para tomar decisiones ya que el cómo nos sentimos tiene un papel fundamental a la hora de elegir.

El término Inteligencia Emocional fue utilizado en 1990 por Peter Salovey y John Mayer, quienes la definen como: «la capacidad de controlar y regular las emociones de uno mismo para resolver los problemas de manera pacífica, obteniendo un bienestar para sí mismo y para los demás».
Basándose en Gardner y su teoría de las inteligencias múltiples, Salovey identificó cinco esferas en la inteligencia emocional:
1. Conocer las propias emociones. La conciencia de uno mismo es la capacidad de controlar sentimientos de un momento a otro, siendo fundamental para la penetración psicológica y el auto conocimiento.
2. Manejar las emociones. La capacidad de manejar sentimientos de forma adecuada, es una capacidad que se basa en el auto conciencia y el auto control.
3. La propia motivación. Habilidad para ordenar las emociones al servicio de un objetivo esencial: es lo que se conoce como auto motivación.
4. Reconocer las emociones de los demás. Se trata de la empatía o auto conciencia de las emociones de los otros.
5. Manejar las relaciones. Es la adecuación a nuestro ser social y parte esencial del desarrollo con los demás.
La emoción es básicamente un sentimiento subjetivo privado, pero también la expresión o manifestación de respuestas somáticas y autónomas específicas (el corazón late más deprisa, las palmas sudan, aparece la risa o el llanto, etc.). Igualmente pueden considerarse un conjunto de acciones para defenderse o preparar el ataque ante posibles amenazas y, por tanto, con un alto valor adaptativo como apuntó en su momento Charles Darwin. Este mismo autor describió las 4 emociones primarias que consideraba que eran innatas al ser humano ya que se daban en todas las culturas e incluso en personas ciegas y que, por tanto, no habían podido ser aprendidas.



Estas eran: Cólera o Ira, Alegría, Miedo y Tristeza. Posteriormente, en lo que algunos autores denominaron secundarias, se describieron cuatro emociones más: Amor (Enamoramiento), Sorpresa, Vergüenza y Aversión.


La inteligencia emocional tiene una gran importancia en las relaciones sociales. Puede parecer algo natural, pero también es una capacidad que se puede desarrollar e incluso tratar. «A las personas que tienen poca se las puede intervenir terapéuticamente y reaprender», afirma Dina Krauskopf. Asimismo agrega que la crianza tiene bastante que ver con su desarrollo.
La educación recibida nos condiciona la tolerancia o aceptación de nuestras emociones, siendo habitual que dependiendo del estilo de vida de cada familia, haya unas emociones más aceptadas y otras más reprimidas, así como el estilo emocional puede ser más o menos extrovertido.
Los prejuicios habituales sociales contra la expresión emocional suelen ser del tipo: «ser emocional es igual a ser una persona débil, inmadura o enferma», «las emociones son peligrosas y si te dejas llevar por ellas, puedes arruinar tu vida», «una persona responsable tiene que ser racional y controlar sus sentimientos».
Frases como ¨no debes llorar¬, llorar no sirve de nada, no te enojes, no te rías tan fuerte, no estés triste, etc., y na cantidad infinita de frases que solo nos enseñan a no demostrar nuestras emociones y por tanto nos limitan a siquiera sentirlas o reconocerlas, nos fomenta desde niños una incapacidad para trabajar de manera adecuada en estas, creciendo como adultos poco capaces de enfrentar la vida daría debido a la inmadurez emocional que presentamos.
Bisquerra señala que la educación emocional es un proceso que se da de manera continua y de forma permanente, esto significa que en cualquier momento de la vida se puede brindar educación emocional y dicha educación tendrá variaciones dependiendo del tipo de persona, ya que las necesidades de un niño son totalmente diferente de las de un adolescente.
Niños, adolescente o adultos, se pretende que con la educación emocional se logren los siguientes objetivos:
– Reconocer emociones propias.
– Reconocer las emociones de los demás.
– Identificar y nombrar correctamente a las emociones.
– Ser capaz de regular las propias emociones
– Incrementar el umbral de tolerancia a la frustración.
– Identificar de manera anticipada los efectos nocivos de las emociones negativas.
– Ser capaz de construir emociones positivas
– Ser capaz de lograr la automotivación
– Tener una actitud positiva ante la vida
– Desarrollar la capacidad de avanzar.




Por tanto en las instituciones escolares como fundamentalmente en casa se recomienda aprender y proveer a los niños de herramientas y recursos para poseer una inteligencia emocional que les permita vivir su vida de manera plena y satisfactoria, desde pequeños podemos comenzar a identificar emociones y aprender a demostrarlas de manera adecuada, sin limitarnos o sentirnos culpables por ello.
La inteligencia emocional promovida desde la infancia hará del niño que aprendió ayer el adulto pleno de hoy.





GRACIAS POR LEERNOS




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LA ANGUSTIA

Por Cinthya Trejo Z.

               Del latín angustĭa (“angostura”, “dificultad”), la angustia es la congoja 

o aflicción.  Se trata de un estado afectivo que implica un cierto malestar 

psicológico, acompañado por cambios en el organismo (como temblores, 

taquicardia, sudoración excesiva o falta de aire).

      La angustia es una reacción afectiva que  se presenta en toda neurosis y es el núcleo dinámico de ésta,  puede causar reacciones fisiológicas intensas tales como taquicardia, sudoración, temblor, etc.

A diferencia del miedo en la angustia no existe un peligro evidente, sino subjetivo y oculto, es decir, una persona experimenta miedo de muerte cuando padece una enfermedad grave o está ante un asaltante que le apunta con una pistola ahí el peligro es evidente y objetivo, mientras que alguien puede experimentar angustia de muerte por el sólo hecho de salir a la calle y pensar que será agredido por un asaltante o que la arrollará un auto, u otros peligros no observables. Sin embargo para la persona que experimenta la angustia estos peligros están presentes y son reales debido a que la intensidad de su angustia es proporcional al significado que esa situación tenga para ella.

Ahora bien algunos neuróticos reportan y se dan cuanta claramente de que sienten angustia, ya sea en situaciones específicas o en general. Pero hay otros que no se dan cuenta de esto aunque claramente presentan angustia en su vida diaria, esto se debe a que la angustia es un afecto muy tormentoso e incluso insoportable, por ello en ocasiones y dependiendo del individuo, hallaremos una respuesta más o menos estructurada, que desarrolló a manera, consiente o inconsciente, para no sentirla. Ya que nos sentimos indefensos y dominados por este afecto con carácter irracional el cual marca o advierte implícitamente que hay algo que debemos modificar y que no anda bien en nosotros.




Por tanto existen métodos para evitar esta angustia como lo son la racionalización que es un recurso demasiado usado en los neuróticos y que por ello en el trabajo psicoanalítico no es objetivo el persuadirlos de que no es un temor racional si no ver el significado que para ellos tiene cierta situación o evento.

Otra manera es la negación, al negar la angustia se puede somatizar, aquí vemos por ejemplo las reacciones fisiológicas antes mencionadas como taquicardia, mareo, sudoración etc., o también podemos negarla de manera consciente a base de un esfuerzo de voluntad pero esto sólo ayudará a una de las tantas manifestaciones de la angustia . Otra manera es «anestesiarla» con alcohol y narcóticos o de manera más sutil demostrada en comportamientos específicos.  La ultima forma de escapar  de la angustia seria rehuir de ella evitando toda situación, idea o sentimiento que la provoquen, llegando incluso a la inhibición.

De manera más funcional, el proceso que lleva a la regulación de la angustia, parte de la identificación del temor, el por qué se presente y de donde viene, así como el significado que le damos a ello.

En ocasiones un miedo superficial e irracional, oculta un temor u angustia mas profundo, irracional también pero en ocasiones además inconsciente. Llevarlo a un proceso de clarificación ayuda a la persona. Preguntarnos por qué le tememos a aquello que nos angustia es un buen principio.

Otros acercamientos teóricos facilitan metodologías tales como la reducción de errores cognitivos, la desensibilización y la reestructuración cognitiva. El trabajo en las necesidades no cubiertas por el temor o la angustia, y el cambio de hábitos que permitan ajustar comportamientos menos estresantes, pero funcionales. Técnicas de relajación e introspectivas que permitan identificar fortalezas y capacidades ante dicha angustia y que facilitan herramientas de afrontamiento.

Es un hecho que la angustia como elemento principal de las neurosis, y factor relevante en muchos padecimientos, tales como la ansiedad o la depresión, ha de ser tratada y atendida por especialistas y profesionales de la salud mental.



GRACIAS POR LEERNOS

 

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